Capítulo 23: ¡Gracias querido público!
Loreta
Abro los ojos y una sonrisa que me alcanza las orejas se dibuja en mi cara. Me levanto un poco enguayabada, pero sintiéndome descansada y como si fuera una nueva persona. Sé que no debería sentirme así después de lo de anoche, pero la sensación se debe a la decisión que he tomado. Es como si hubiera estado nadando a punto de ahogarme y en el último minuto hubiera sacado la cabeza para respirar. Tengo algo de hambre; lo más seguro es que Lu esté ya desayunando, por lo que me levanto con rapidez para que luego no me toque cocinar a mí. Soy algo floja para la cocina. Bueno, la verdad soy floja para cualquier tipo de labor doméstica.
—Perdón ¿Usted quién es? —pregunta Lu exagerando una expresión de sorpresa cuando salgo al comedor a buscar algo para comer.
—Soy su compañera de apartamento, señorita. ¿Acaso perdió la memoria?
—Ahhh... Lo... Lorena. ¿Verdad?
—Ja, ja. —Mi risa irónica le recuerda que odio que me digan Lorena.
—Amiga, ¿por qué tan desaparecida? Siento que no te veo hace años —dice ya hablando en serio.
—Anoche no dormí acá...
—¿Ah, no? ¡Pensé que te habías vuelto invisible!
—¿Y tú qué desayunaste hoy? ¿Leche con ironía?
Ambas nos reímos y mi amiga me da uno de los sandwiches que se ha preparado. ¡Sí! Logré mi objetivo.
Sebastián también sale de su cuarto y me saluda con un abrazo efusivo, como lo hace las pocas veces que concordamos en el apartamento.
Entre mordisco y mordisco del delicioso desayuno, les cuento a mi pareja favorita todos los aciertos y fracasos de mi noche anterior. Lu se preocupa cuando les cuento sobre el asalto, y agradecen que Vladimir haya llegado a tiempo para ayudarme, pero cuando paso a la parte donde les cuento sobre el nuevo rechazo del español criado en Cali, ponen el grito en el cielo. Sobre todo Lu.
—Loreta —dice solemne con sus manos en mis hombros como para hacer énfasis en lo que me va a decir—, tienes que dejar de perseguir a ese hombre, amiga. Al inicio fue divertido, pero ya es hora de parar. Tenemos que concentrarnos en el mundial de salsa y no en apostadores empedernidos raros que no le paran bolas a mujeres hermosas y maravillosas como tú.
—Lo sé... —respondo agachando la mirada por un par de segundos, pero luego dando paso a una expresión más alegre—. Confieso que me da un poco de pesar tener que abandonar mi cacería, pero ya me cansé. He decidido dejar en paz al señor no-me-puedo-enamorar para concentrarme en mis metas, en el show y en el mundial.
El público me aplaude, así que me levanto de mi silla para hacer la venia de agradecimiento.
—¡Gracias, querido público! —exclamo.
—Muy buena actuación, mi Lore, si con lo de la salsa no te va bien, ya vemos de qué vas a vivir —afirma Sebas mirando a su novia quien le sonríe con complicidad.
—¿Están insinuando que no soy capaz de dejar en paz a Vladimir?
—No lo estamos insinuando, lo estamos afirmando. Ya te veré en dos días stalkeándolo de nuevo —dice la traicionera de Lu.
—Cómo me encantará verte tragar esas palabras —respondo.
—Espero que lo digas en serio, Lore. Por tu bien.
Le saco la lengua y recojo los platos de la mesa. Vuelvo a mi habitación y me siento junto a la ventana, como hago cuando necesito pensar o cuando alguna vecina hace algo que vale la pena chismosear.
Es hora de tomar una decisión. La verdad es que yo también me conozco y sé que en menos de lo que canta un gallo estaré persiguiendo a Vladimir de nuevo; inventando ridículos planes para volver a llamar su atención.
¿Pero qué más podría hacer? Ya solo me falta secuestrarlo, amarrarlo y obligarlo a que me toque; no sé de qué otra forma podría hacer que sus manos se enredaran en mi cabello, recorrieran mis curvas y acariciaran lugares que hace tiempo no son visitados por nadie. El problema está en su negativa, de eso estoy segura. Siempre he sido buena para autoanalizarme y sé que es mi espíritu competitivo el que me obliga a perseguirlo. Sé que lo veo como un trofeo que quiero mostrarle a todo el mundo, pero sobre todo a mí misma.
En cuestiones del amor nunca he tenido que esforzarme demasiado, pero esta vez es diferente y por lo mismo ha cobrado importancia para mí. Siento mi celular vibrar en mi mano y al revisarlo me sorprende recibir un mensaje en Whatsapp de un número desconocido.
3154583712:
Hola, Loreta. Soy Vladimir, este es mi nuevo número por si me necesitas para algo. Un abrazo.
«¿Por si te necesito para algo? Se me ocurren cientos de cosas para las que te podría necesitar, todas involucran estar sin ropa»
Me regaño mentalmente por esos pensamientos pecaminosos, pero me divierte notar de nuevo lo que ese hombre con un simple mensaje logra en mí. Grabo su número en mis contactos pero no le respondo.
El rogado:
Por cierto, ¿te gustaron las flores?
¿Flores? Me pregunto después de leer el nuevo mensaje de Vladimir. Antes de poder responderle o seguir haciéndome preguntas, la puerta de mi cuarto se abre con fuerza y veo a Lu mirarme desde el marco con una cara emocionada y un bello ramo de flores en la mano.
—¡Amiga, llegó esto para ti! —exclama con notable entusiasmo y todo cobra sentido.
Me acerco a ella y le recibo el ramo. Me siento en la cama y lo dejo ahí, mientras mi amiga se sienta frente a mí expectante a lo que yo diga.
Observo con atención el regalo misterioso hasta que encuentro una pequeña tarjeta color lila, con el logo de una floristería y un mensaje escrito en una letra pequeña y pulcra.
"No soy lo que mereces pero eres lo que quiero. Espero poder resarcir mis errores."
No tiene firma pero no la necesita. Sé muy bien de quién es semejante regalo.
Lu me quita la tarjeta de las manos y empieza a gritar de entusiasmo.
—¡Amiga! ¡¿Esto es de Vladimir?!
—Sí.
—¿Y qué vas a hacer? —pregunta entusiasmadísima. La sonrisa que divide su cara empieza a molestarme.
—Esto. —Me levanto de la cama y tomo el ramo, que va a dar a la canasta de basura que tengo junto a mi mesa de noche.
—¡Lore! ¿Por qué las tiras a la basura? Son hermosas, es un crimen.
—Entonces quédate con ellas. —Saco el ramo de la basura y se las doy a Lu.
—Pues sí. Porque Vladimir es un pendejo, pero las flores no tienen la culpa. Permisito...
A ella le encantan ese tipo de cursilerías, así que se las lleva a su cuarto dejándome sola otra vez.
Aunque no voy a negar que el ramo quedaría muy bello en mi mesa de noche, se necesitan más que unas pinches flores para que me convenza de que lo perdone. ¿Qué clase de psicópata me rechaza dos veces y luego vuelve con el rabo entre las piernas para que lo perdone? ¿Para qué quiere que lo perdone? Ya dejó clarísimo que no quiere nada conmigo. Y si lo quiere, que se esfuerce. El que quiera azul celeste, que le cueste; como dice el dicho. Sé que es raro que ahora lo piense, pero tal vez debí haberlo tenido en cuenta desde un principio.
El ensayo empieza tarde porque Juan aún no llega. No sé por qué da tanta cantaleta con el tema de la puntualidad si él también va a llegar tarde algunas veces. Después de bailar más de una hora de seguido y estar sudando como pollos de sancocho; Luisa, Sebastián y yo vamos a la cafetería más cercana para tomar algo que nos rehidrate, el ensayo de hoy está siendo muy exigente.
—¿Saben qué escuché? —pregunta Sebas luego de que compramos tres botellas de Gatorade.
—¿Qué? —contestamos al unísono Luisa y yo.
—Que Juan le va a dar el protagónico del próximo show a Marcela López.
—¡¿Qué?! —pregunto alterada mientras mi compañera escupe el líquido de su boca—. ¿Y por qué hará eso? ¡Si el protagónico es mío! Él sabe que la tonta esa no tiene el mismo nivel técnico que yo.
—Lore, eso todos lo sabemos. No me preguntes por qué hará eso, solo fue lo que escuché.
Si de algo estoy segura en mi vida es que si Marcela López se queda con el protagónico, mi carrera como bailarina no tendría sentido. No estoy dispuesta a permitir que eso pase, por muy egoísta que suene. No solo sería mi orgullo lastimado, si no la calidad del show la que se vería comprometida. Hay giros y piruetas en la coreografía que ni Marcela ni ninguna otra chica del grupo es capaz de hacer. Solo yo.
Volvemos al ensayo por una hora más, pero esta vez se me hace más difícil concentrarme. No puedo dejar de ver a Marcela y sentir que me hierve la sangre, no solo por lo que dijo Sebas sino también por lo de mi cartera y la primera noche del show. Se me revuelve en el estómago lo que he comido desde hace dos semanas, solo de pensar en que voy a quedar relegada a una bailarina secundaria para que ella sea protagonista. Es decir, si fuera mi amiga Lu, por ejemplo, o cualquier otra muchacha, no tendría ningún problema. Soy competitiva pero no soy egoísta, ni una obsesionada con ser el centro de atención.
Cuando todos se han ido, le pido a Lu y Sebas que me esperen en el paradero del Mío mientras hablo con Juan. He decidido confrontarlo para saber de una vez por todas si lo de Marcela López es real.
—Me tiene preocupado tu falta de concentración, Loreta. No sé cómo te enteraste, pero es una posibilidad que estoy tomando en serio. Últimamente Marce ha mejorado mucho los pasos técnicos y tú estás muy "ida" en los ensayos; no bailas como antes.
—¿Pero te he decepcionado en los shows?
—No, Loreta, pero necesito verte igual de comprometida tanto en los ensayos como en los shows. No puedo sufrir un ataque nervioso cada vez que empieza un show solo porque no estoy seguro de harás bien tu presentación.
Por mucho que me cueste aceptarlo, tiene razón. Desde que conocí a Vladimir, no pongo el mismo empeño y concentración en los ensayos; y aunque los shows salgan bien, hay detalles que siempre se deben afinar, no podemos depender de la suerte.
—Mira, Juan, te prometo que seré la más aplicada en los ensayos, te quedarás aterrado. Pero no pongas a Marcela como protagonista. Sabes que no baila tan bien como yo.
Me mira con un gesto que me da la razón y luego toma sus cosas para dirigirse a la puerta principal.
—Escucha. Si vuelvo a ver a la Loreta de antes tanto en los ensayos como en el show, no pensaré en ninguna otra protagonista para esta temporada.
Le doy la mano para sellar nuestro pacto y salimos juntos del teatro.
Sebas llega de la calle con una sonrisa luminosa y un paquete en sus manos. Luisa y yo ya nos hemos empijamado y estamos disfrutando de una amena charla sin sentido y el zapping que hago distraída porque no hay nada bueno en la televisión.
—¿Qué trajiste, amor?
—Dunkerke, La liga de la justicia y Coco —le contesta a Lu con entusiasmo; porque lo conozco sé muy bien cual será la primera que veamos.
—¡La liga de la justicia! —Y mi amiga es igual de ñoña que él.
A pesar de que no esperé que la película me fuera a gustar, la verdad está resultando entretenida. ¿Quién podría quejarse viendo al bombón de Acuaman al lado de Superman y Batman? A pesar de todos esos músculos y testosterona, no puedo dejar de pensar en Marcela y lo que habrá hecho para que Juan la considere como protagonista del show. Si el susodicho no fuera más gay que La divaza, pensaría que se acostó con él, pero sé que ese no fue el caso.
Sin importar qué haya hecho la boba de Marcela, una cosa sí tengo muy clara: no la he hecho pagar por la maldita broma que me hizo el primer día.
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