Capítulo 16: Ya he conocido cuerdas que resultan estar locas
Vladimir
Ya estoy listo para verla; no pensé que una semana sin ella sería tan larga. Es gracioso cómo los planes que haces para olvidarte de alguien terminan haciendo que lo pienses aun más. ¿Será que Pablo tiene razón y me enamoré de ella? ¡No, eso no puede ser, es absurdo! Ni siquiera la conozco bien, y siempre he creído que la diferencia entre el deseo y el amor radica en la forma de ser del otro. No le daré más vueltas al asunto pues tal vez ahí es donde reside la obsesión. De nuevo el bendito efecto del gato negro.
Como lo que gané en Las Vegas es bastante, decido no jugar en el casino por un tiempo, sin embargo quiero hablar con Pablo, así que me acomodo en la barra del bar del hotel y espero a que termine de atender a una pareja joven que tiene cara de ser de cualquier parte del mundo menos de aquí.
—¡Parcero! —exclama mi amigo efusivo estirando la mano para estrecharla con la mía.
—Pablito, ¿qué más? ¿Mucho trabajo?
—Ay, por favor, ¡no me digás Pablito! —La expresión de su rostro me hace soltar una sonora risa.
—Perdón, don Pablo, lamento incomodarlo, señor.
—Ja, ja... Cambiando de tema, ¿cómo te fue en Las Vegas? ¿Qué tanto leíste?
—Pues no tanto, imagínate. —Sé que hace referencia a la última vez que hablamos por teléfono—. La mayor parte del tiempo fue hacer dinero y más dinero; conocer mujeres y más mujeres.
—Ay, no, ¡cómo sufrís!
—Cambiando de tema, ¿a vos cómo te ha ido por acá?
—Sé qué es lo que querés saber... y la respuesta es no, no ha vuelto a venir a preguntarme por vos.
—¿Qué? ¿A qué te refieres? —Sé muy bien a qué se refiere.
—Sí, hacete el loco... —Deja un vaso de mi bebida favorita en las rocas y se aleja para atender a un hombre que acaba de llegar.
Mientras lo espero reviso mi celular. Tengo una nueva notificación de Facebook, la abro para ver si es una invitación de las diferentes páginas de póker online en las que participo, pero me sorprende ver que es una solicitud de amistad de Loreta Lara. Solo tengo cuarenta y nueve amigos en la plataforma. La mayoría de ellos son gente que he conocido en las mismas páginas donde juego en línea, pero no suelo aceptar invitaciones de amistad de cualquiera.
No me gusta ventilar mi vida privada. Por lo general soy muy reservado, solo unas pocas personas me conocen realmente y saben lo que sucede en mi vida. Esas son las personas importantes para mí, y aunque Loreta lo sea, no deja de preocuparme que se convierta en una acosadora. Jamás en la vida aceptaría una invitación de una red social de algunas de las mujeres con las que he dormido, y ni siquiera Paulina con su amistad ha logrado que acepte su invitación.
Sin embargo, me veo bastante tentado de aceptar su solicitud de amistad, pero justo antes de que mi pulgar haga contacto con la pantalla, decido bloquear el aparato y pensármelo mejor.
—Bueno, ahora sí contame en serio qué tanto hiciste en Las Vegas. —Regresa Pablo tomándome por sorpresa.
—Ganar dinero, pasear, conocer gente. No mucho.
—Solo vos podés poner esas palabras en la misma frase y decir que no hiciste mucho.
Sonrío ante esa declaración y encojo los hombros; yo no tengo la culpa de que él no acepte las invitaciones que tantas veces le he hecho para que salga de las cuatro paredes de este bar y vaya conmigo a conocer algún lugar exótico, a pesar de que él no tendría que poner ni un peso.
Siento de repente unas frías manos sobre mis ojos y escucho un saludo salir de la boca de Pablo, que es interrumpido por un suave susurro muy cercano a mi oreja.
—Shhh... —dice la voz misteriosa.
—¿Quién es? —pregunto serio. Hace mucho no jugaba a esto con alguien y la verdad no fui nunca muy fanático de que me lo hicieran.
—Tendrás que tocar para saber quién soy —susurra la voz, tratando de ocultar su tono para dificultar mi labor.
De inmediato, un escalofrío recorre todo mi cuerpo, desde el pabellón externo de mi oreja hasta la punta de mis pies. Reconozco esa voz pero no quiero atinar a la primera. De repente soy muy consciente de que nunca podría olvidar esa voz, aun cuando es claro que está tratando de disimularla.
Tomo los brazos de la mujer para destapar mis ojos y me volteo hacia ella.
—¡Lore...
—¡Vladi! —interrumpe quien menos me imagino y soy incapaz de disimular mi decepción.
Carolina es la razón por la que no me volví a involucrar con nadie que trabaje en el hotel o el casino. Hace un par de años trabajó aquí como mesera, y yo en mi ingenuidad accedí a acostarme con ella, convencido de la sinceridad de sus palabras cuando decía que era solo sexo y que yo no le interesaba como pareja. Tuvimos varios encuentros de los que no me quejo, hasta que empezó a ponerse en modo "acosadora". Me la encontraba en todas partes —incluso fuera del trabajo, que no era normal pues no vivíamos cerca—, me llamaba a altas horas de la noche, se hacía amiga de las mujeres que me interesaban, y un largo etcétera de comportamientos inmaduros que terminaron por aterrarme.
Todo acabó cuando en medio de una discusión le hablé realmente mal y ella al día siguiente renunció a su trabajo. No volvimos a vernos hasta hoy.
—Carolina. ¿Cómo estás? —En todo caso, después de todo lo que pasó, no tendría por qué estar saludándome tan efusiva.
—No tan bien como tú. —Suelta una risita—. Pero no me puedo quejar.
—¿Qué haces aquí?
—Una amiga tiene una entrevista de trabajo y vine a acompañarla. De verdad nunca imaginé encontrarte aquí. Pensé que estarías viviendo en Las Vegas o algo así.
—A mí también me tomas por sorpresa. —Y con desilusión, debo admitir que su voz se parece bastante a la de Loreta.
—Sí, bueno, pensé venir a saludar a Pablo y primero te vi a ti. Pero cuéntame qué has hecho, ¿aún sigues soltero o ya alguien logró convencerte de que eso de no enamorarse es un imposible?
—No es imposible, mírame, sigo soltero.
—Bueno, la soltería es solo una etiqueta, no significa que no estés enamorado...
Dejo de escuchar sus palabras y me concentro en la mujer que ha entrado al bar y se ha sentado al otro lado de la barra. Algo dentro de mí siente una descarga eléctrica cuando compruebo que es Loreta. Hace mucho tiempo no tenía esta sensación tan extraña al ver a alguien. De hecho, creo que nunca había experimentado algo así.
No sé si ella puede verme, pues Carolina está interponiéndose en nuestro campo visual, pero yo a ella sí la puedo ver. Aún me sorprende lo hermosa que es. Pide una bebida y parece estar esperando a alguien. Todavía no hacemos contacto visual.
Carolina sigue hable que hable pero no tengo ni idea de qué, solo asiento y suelto algunos "ajá" de vez en cuando.
De pronto, Loreta saca algo de su bolso, se ve un poco nerviosa. Me sorprendo al darme cuenta de que es un banano. Empieza a pelarlo despacio, mirándolo fijamente como si fuera el primer banano que ha visto en su vida y comérselo fuera su más grande sueño. Deja la cáscara a un lado y con calma se lleva la fruta a la boca. ¿Está tratando de ser... sexi? Sí, en definitiva está tratando de verse sexi comiéndose el banano. Incluso en un momento, le pega una lamida antes de apresarlo con sus labios y darle un mordisco.
«¡Ay, Loreta! ¡Eres tan tierna... y rara!»
Carolina se cansa de ser ignorada, así que amablemente se despide de mí y luego de Pablo, quien me hace señas para que note lo que Loreta está haciendo, como si todos los hombres que podemos verla no lo hubiéramos notado desde que sacó la fruta de su bolso.
—Decime si no está loca... —susurra mi amigo.
—Es divertida, ya he conocido cuerdas que resultan estar locas, tal vez esta loca sea la más cuerda de todas.
—¡Ay, por Dios, el amor!
Voy a responderle que no la amo, cuando empiezo a escuchar una fuerte tos como si alguien se estuviera ahogando, y al mirar en dirección a Loreta, veo que su rostro se está poniendo morado y varias personas se acercan a ver si está bien.
Se atragantó comiéndose un banano. ¿A quién le ha pasado algo así?
Me levanto de la silla como si hubiera sido empujado por una fuerza invisible y me acerco a Loreta. Me paro detrás de ella y la rodeo con mis brazos para hacer la maniobra de Heimlich, que aprendí en un curso de primeros auxilios que impartieron en el hotel cuando trabajaba aquí.
Consigo que expulse un enorme trozo de banano que no entiendo cómo ha podido tragar y ella respira un poco más aliviada.
—¿Señorita, está bien?
—¿Llamamos a un doctor?
La gente a su alrededor empieza a hablarle y ella educadamente les dice que no es necesario.
Acerco uno de los asientos de la barra a su lado y le hago señas a Pablo de que le traiga un vaso con agua. Mi amigo ya lo tenía preparado así que me lo entrega enseguida y yo se lo acerco a Loreta.
—Bebe eso, te sentirás mejor.
—Gracias... —dice con dificultad y bebe casi la mitad del vaso.
—Con que te encanta el banano... —Okay, eso no suena como quiero y ella me lo hace notar, devolviéndome una sonrisa—. Digo, ¿a quién se le ocurre comerse un banano en un bar?
—Tengo deficiencia de potasio, el médico me ordenó comer cuatro bananos diarios durante quince días.
La miro entrecerrando los ojos como dudando de sus palabras.
—No necesito que me creas, no importa —dice un poco molesta y termina de beber su agua.
—Lo siento, no quise parecer brusco.
—Ya te dije que no importa. —Su sonrisa me confirma que todo está bien—. Hace tiempo no te veía por acá. En el casino, digo.
—Tomé unas cortas vacaciones. Pero ya estoy aquí.
No sé por qué digo lo último, pero es verdad. Ahora estoy aquí para ser su amigo, para conocerla mejor aunque sé que no debería, para tratar de descubrir por qué me intriga tanto y, aunque me cueste reconocerlo, poder descifrar si es verdad lo que dice Pablo y empiezo a sentir amor por ella.
Tengo que enfrentar mis miedos de una vez por todas. Me preocupa mi vida sexual.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro