Capítulo 13: ¿Quién es Vladimir Ventura?
Loreta
Camilo ha resultado no ser la persona aburridísima que pensé que era. Después de mi infructuoso interrogatorio a Pablo, me ha hablado de temas interesantes, hemos reído, hemos rajado de algunos compañeros y, en realidad, puedo decir que nos hemos divertido.
Cuando se ofrece a llevarme a mi casa, tiene la maravillosa idea de que vayamos a bailar. Para ser sincera, estoy un poco ofuscada por la negativa de Pablo a darme información sobre Vladimir y sé que la única forma para sentirme mejor es bailando.
Llegamos a Living, un sitio del que he escuchado mucho pero que hasta ahora no conocía. Hay una fila considerable para entrar, pero Camilo es amigo del hombre de seguridad y hace que entremos en seguida. El sitio es grande y está lleno de gente. Cientos de sillas y butacas blancas dispuestas en varias filas rodean una enorme pista, también blanca, donde la gente baila entusiasmada.
—Iré a buscar una mesa —dice Camilo muy cerca de mi oído.
Sin decirle nada, lo tomo de la mano y me abro paso entre la multitud para halarlo hasta la pista de baile. Cuando encontramos un pequeño lugar entre los cuerpos que se mueven, nos tomamos de las manos y empezamos a bailar. Él me mira asombrado, estoy segura de que al levantarse esta mañana, nunca se imaginó que su día terminaría aquí conmigo.
—Creo que no vamos a encontrar mesa —grito en su oído para que me escuche sobre la música.
—De todas formas, tenemos que descansar en algún momento ¿No? —pregunta Camilo cuando termina la canción y soltamos nuestras manos— Espérame aquí, ya regreso.
Se pierde entre la gente y empieza a sonar un reggaetón que no conozco. Por inercia, empiezo a bailar en mi lugar y me dejo llevar. No es mi género favorito, pero me encanta moverme al compás de su ritmo, aunque todo suene casi igual.
Un hombre no tan mayor, con camisa blanca a juego con su sonrisa, se acerca a mí y, sin decirme nada, empieza a bailar conmigo. Por momentos se acerca más de la cuenta, pero no me incomoda. Sigo moviendo mis caderas y dando vueltas, bailando con este extraño que —no sé por qué— me recuerda a Vladimir y la noche que salimos a bailar. Como si estuviera reviviendo ese momento, cierro los ojos por un instante y le pongo su cara al extraño, lo que me hace moverme con más ahínco. El hombre sonríe de medio lado y me agarra por la cintura con fuerza. Trato de retirar sus manos, pero el sujeto insiste aplicando más presión a su agarre, haciendo que me ponga nerviosa.
—Tengo que volver a mi mesa —le digo con tono fuerte y claro para que entienda que no me gusta que me agarre así.
—En mi mesa hay un lugar para ti, preciosa.
—Suéltela. —Escucho la voz de Camilo y lo veo detrás del desconocido, quien me suelta en seguida y se voltea.
—Ya, ya, ya; no quiero problemas, ni que valiera tanto la pena —dice el idiota con su ego herido y se va.
—Ignóralo, de todas las mujeres aquí, tú eres la única que vale la pena —susurra mi amigo en mi oído y me toma de la mano para empezar a halarme como lo hice yo hace un rato cuando lo conduje a la pista de baile.
Caminamos abriéndonos paso entre la gente, hasta que llegamos a una mesa donde hay dos mujeres y tres hombres hablando con alegría.
—Loreta, te presento a unos amigos de la infancia. Él es Juan Pablo, él Andrés, el de la mitad es Víctor, ella es Carolina y la que está al lado, Valentina.
—Hola a todos. —Los saludo con un tono de voz tan fuerte como puede salir de mi garganta.
—¡Hola, Loreta! —responden al unísono.
Todos se acomodan para abrirnos un poco de espacio en los sofás, yo me siento junto a las mujeres y Camilo se sienta a mi lado.
—¿Es tu novia, Cami? —pregunta la joven sentada a mi derecha.
Camilo me mira con cara de decepción, como deseando que su respuesta fuera diferente a la que está obligado a dar.
—No, es una amiga y mi compañera de baile. Trabajamos en la misma compañía.
—¡Aw, qué chévere! Siempre quise ser bailarina —responde la mujer.
—¿Eres soltera, Lorena? —pregunta la otra mujer.
—Loreta —enfatizo en la T. Es un error que muchos suelen cometer—. Por ahora, sí. ¿Y ustedes?
—Yo soy novia de Víctor y Valen es novia de Juan Pablo, como Cami no se avispó...
—Ja, ja —responde Camilo con ironía—. ¿Qué están tomando?
—Ay, qué forma tan inteligente de cambiar el tema —responde la mujer—. Vodka.
La amiga se ríe y toma un sorbo de su vaso. Luego toma una copa vacía de la mesa y la botella de licor para servirme un trago. Me lo entrega y lo bebo con rapidez.
—¿Desde hace cuánto bailan juntos? —pregunta Carolina.
—Más o menos desde hace cinco años.
—Y siempre hemos sido pareja... de baile, claro —interrumpe Camilo.
Las mujeres se miran entre ellas como hablando con los ojos. Dejan escapar una risita cómplice que creen que no noto.
El licor sigue llegando hasta mi garganta, dejando esa sensación que al principio te quema, y luego, te relaja. Reviso mi celular. Ni una llamada, ni un mensaje de nadie. Parece que el mundo se hubiera olvidado de mí. El mundo no me importa; solo hay una persona que quisiera que me tuviera en sus pensamientos, pero en este momento, debe estar en alguna playa paradisíaca o acostándose con alguna mujer de generosas curvas. ¡Tengo que dejar de pensar en él! Si él no piensa en mí, tengo que sacarlo de mi mente, pero mí mente es caprichosa y hace lo que le da la gana.
Tengo rabia. Impotencia. Odio cuando las cosas no me salen, y desde que conozco a Vladimir no me sale ni media. Maldito Pablo y su hermetismo. Lo tiene bien entrenado para no dar información. Tomo otro trago, y otro, y otro. En la hora y media que llevamos en el sitio, me he hecho amiga de Valentina y Carolina; hasta hemos brindado por los hombres esquivos y escurridizos —aunque yo no he dicho ningún nombre, claro— y coincidimos en que están bien locos.
Óscar D'León empieza a deleitarnos con Llorarás y pego un grito de emoción.
—¡Me encanta esa canción! —exclamo y todos ríen a mi alrededor.
Camilo estira su mano y me invita a bailar. Acepto con entusiasmo y me lleva hasta la pista de baile que se llena en segundos. Me toma de las manos con un poco de nervios que me parecen muy extraños y empezamos a bailar.
"Sé que tú no quieres que yo a ti te quiera
siempre tú me esquivas de alguna manera
si te busco por aquí me sales por allá
lo único que yo quiero no me hagas sufrir más"
Camilo empieza a cantar mirándome fijo a los ojos. Si mi cabeza estuviera lúcida y sobria podría asegurar que me está cantando la canción a mí. Lástima que mi mente solo piensa en alguien más. Todo es culpa de Camilo que siempre llega tarde a todo. Cuando recién nos conocimos, hace cinco años, se puede decir que había cierta química entre los dos. Okay, lo acepto, yo estaba bastante obsesionada con él, pero poco a poco lo fui conociendo y nos volvimos más amigos que otra cosa. Digamos que él solito se metió a la friendzone, cerró con llave y se la tragó.
Trato de acercarme a él para hacer complicados pasos de baile y evitar el contacto visual. Creo que el licor ya le está afectando y no quiero que se envalentone demasiado; no me gustaría tener que rechazarlo, pero si hace algún avance conmigo, eso es lo que inevitablemente pasará.
"y después vendrás a mí pidiéndome perdón
pero ya mi corazón no se acuerda más de ti
llorarás y llorarás sin nadie que te consuele
así te darás de cuenta que si te engañan duele"
Mientras nos movemos con ritmo y varias personas nos miran, yo solo puedo pensar que esta letra le queda como anillo al dedo a cierto apostador que conozco.
Terminamos de bailar y volvemos a nuestra mesa. Cuando llegamos, todos tienen una copa en la mano y la levantan, dispuestos a hacer un brindis.
—¡Uy, llegaron justo a tiempo! —exclama Juan Pablo arrastrando las palabras.
—¡Estamos brindando! Tomen sus copas. —Valentina nos entrega las bebidas.
—Yo brindo por las nuevas amistades —dice Carolina picándome el ojo. Todos estrechamos nuestras copas diciendo ¡Salud!
—¡Por no tener que ir a trabajar mañana! —brinda Andrés.
—¡Salud!
—¡Por que llevamos tres años juntos! —dice Víctor mirando a Carolina. Las mujeres de inmediato hacemos un gesto de ternura, los hombres ríen.
—¡Salud!
—Porque este año ganaremos el Campeonato Mundial de Salsa —exclama Camilo.
—¡Salud! —En este "salud" hago especial énfasis.
—¡Por Vladimir Ventura! —Mi voz sale más aguda de lo que intento.
Silencio. Nadie dice nada. Los miro extrañada.
—¿Y mi salud? ¡¿A mí no me van a decir salud?!
Aunque están un poco borrosos, puedo ver que se miran entre ellos y luego me miran sorprendidos. Camilo empieza con un tímido "salud" y los demás lo siguen. De repente, deciden todos salir a la pista a bailar, mientras Camilo y yo nos sentamos. Él se sirve otro trago de vodka.
—¿Quién es Vladimir Ventura? —pregunta.
—¡¿Lo conoces?! ¿Sabes dónde está?
—No lo conozco. Fue por el que brindaste ahorita.
—¿Brindar? ¿Cuándo?
—Ay, no puedo creer que ya estés tan borracha.
—¡Yo no estoy borracha!
—¿Sabes qué? Lo mejor será que te lleve a tu casa.
Camilo se levanta y sale hacia la pista. Me pregunto si quiere que baile con él, pero no creo, porque me habría dado la mano. Prefiero esperarlo en la mesa, cuando noto que viene con... ¿Carolina? Ya ni me acuerdo quién es quién.
—¿Ya te quieres ir, Lore? ¿Te sientes mal? —me pregunta la mujer.
—No, yo no...
—¡Sí! Ya se siente mal y mañana tenemos ensayo temprano —interrumpe Camilo tomándome del brazo para que me ponga de pie—. Despídeme de todos y dile a Víctor que mañana lo llamo.
Me hala del brazo, más fuerte de lo necesario, mientras le digo adiós a su amiga con la mano. Cuando estamos en la calle, por fin puedo soltarme de su agarre.
—¿Qué te pasa, idiota? ¿Por qué me agarras así? —le grito.
—Porque has bebido mucho y debo llevarte a tu casa.
Veo que detiene un taxi y casi me empuja para que entre al vehículo. Él se sube adelante mientras que, desde el asiento trasero, trato de entender qué es lo que está pasando.
—Todavía no quería irme...
—No te comportes como una bebé, Loreta —me interrumpe.
Decido no decir nada más pues ni él ni yo estamos en sano juicio; lo mejor será esperar a mañana cuando estemos despejados para hablar y aclarar por qué, si nos estábamos divirtiendo tanto, tuvo que empezar a actuar así.
Me levanto con un leve dolor de cabeza y voy directo a la nevera a buscar agua helada, que es lo único que me apetece desayunar.
—Buenos días, trasnochadora. —Lu me saluda desde el sofá donde está recostada leyendo.
—Hola. ¿Ya desayunaste?
—Uf, hace rato. Son las once de la mañana, Lore.
—Uy ¡si todavía ni ha amanecido! —exclamo y mi amiga suelta una sonora risa.
—Pues para los que se van de rumba, puede que aún ni haya salido el sol, pero para el resto de los mortales ya es medio día. ¿Qué hiciste anoche?
—Salí.
—Ay, no, ¿en serio? Pues claro que saliste, pero ¿a dónde?
—A bailar.
—¿Con quién?
—Con... Camilo —digo el nombre con precaución; sé lo que dirá mi amiga.
—¿Camilo qué?
—Camilo... Camilo...
—¿Camilo, tu pareja de baile?
Asiento con la cabeza y mi amiga abre demasiado los ojos. De repente, siento un cojín que me da en la cara y viene desde su ubicación
—¡Oye! —Le grito agarrando el cojín.
—¿Estás loca, Lore? ¿Cómo se te ocurre salir con el raro de Camilo y ni siquiera decirme?
—Hablas como si hubiera salido con un convicto.
—Pues no será un convicto, pero de que es raro, es raro. No deberías darle alas de ningún tipo, sabes que el tipo ha tenido problemas con las mujeres.
De repente, caigo en cuenta de lo que habla mi amiga y le doy la razón. Camilo ha tenido problemas con sus exnovias. Problemas físicos, incluso hemos presenciado algunos, aunque sé que lo que debe pasar a puerta cerrada tiene que ser mucho peor.
Voy hacia mi cuarto pensando en el tema y me dan escalofríos. ¡Soy una estúpida! Reviso mi celular y tengo una llamada perdida de un número desconocido.
No me gustan los números desconocidos, todas las personas que pueden llamarme están en mi lista de contactos.
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