Capítulo 11: Lo que toda chica sueña con escuchar
Loreta
El PPCR consta de tres estrategias principales:
1. Hacer que Vladimir no piense en otra cosa más que en mí. Para esto tengo que ser muy astuta y aparecerme inteligentemente en todos los sitios que frecuente. Debo hacer una investigación muy exhaustiva de sus hábitos y su entorno. Okay, necesitaré la ayuda de Lu para esto.
2. Comportarme sexi cuando esté cerca de Vladimir. Sí, es un hombre distinto a los demás y toda la cosa, pero eso no lo hace menos hombre. Así que también debe pensar con el de abajo, seguro. Y si no lo hace, pues tendrá que empezar. Mis encantos nunca me han fallado, espero que no me fallen ahora.
3. Enfrentar a Vladimir si no toma la iniciativa y obligarlo a que la tome. Bueno, estoy exagerando, no digamos "obligarlo", llamémosle "persuadirlo". El caso es que el paso final es el más importante porque es cuando cumplo mi cometido: acostarme con él.
Después de anotar mi sencillo pero brillante plan en un cuaderno donde a veces escribo pensamientos, ideas o cosas por hacer, me doy cuenta de que voy tarde al ensayo. Luisa acompañó en la mañana a Sebas a hacer unas diligencias personales, así que hoy no nos iremos juntas al hotel, como hacemos todos los días.
No me gusta andar en Mío sola. Prefiero ir charlando animadamente con mi amiga, riéndonos de cosas, dándonos consejos para mejorar nuestro baile, haciendo planes imaginarios para sabotear a Marcela López y así darle una lección. Soy consciente de que la amistad que nos une a Lu y a mí nos hace parecer unas adolescentes idiotas, pero a mí me encanta. No le veo ninguna necesidad a eso de madurar.
Cuando llego al casino, no muchos de mis compañeros han llegado aún. Aprovecho la espera para que empiece el ensayo y pongo en marcha el primer paso de mi plan. Stalkearlo. Busco "Vladimir Ventura" en el primer lugar donde cualquier persona nacida después del noventa lo haría: Facebook. Qué equivocada estaba al pensar que su nombre arrojaría pocos resultados. Resulta que hay más de cien.
«Buff, esto nunca se va a acabar».
Alejo cualquier pensamiento negativo y trato de darme ánimos pues el objetivo vale la pena, así que con rapidez veo las fotos de los perfiles para encontrar a mi Vladimir Ventura, pero nada. ¿Y si no tiene Facebook? Esa idea me hace entrar en pánico. ¿Y si reviso perfil por perfil solo para darme cuenta de que al final ni siquiera tiene perfil? «¡Calma Loreta, no te desanimes ni entres en pánico!» me digo a mí misma para alentarme.
—Buenos días, Loreta, ¡vaya, madrugaste! —dice Juan con su voz cantarina.
—Quien te oiga dirá que nunca llego temprano.
—Ay, querida, pues he llegado a pensar que tu reloj fue sincronizado en Marte. —Se ríe con ironía y yo lo miro con mis ojos entrecerrados.
—Pues lo sincronicé un miercolé.
Juan suelta una sonora risa y me pellizca una mejilla. Se aleja a donde sea que tenga que ir, y yo sigo en mi infructuosa labor de stalkear al señor Ventura en Facebook, así que decido primero ir a Google. La búsqueda me arroja miles de resultados, pero hay uno en la primera página que llama mi atención. Es un link de noticias cuyo titular dice: "¿Suerte o estrategia? Vladimir Ventura, el millonario que nunca ha perdido en un casino". Vaya, ¿qué se sentirá nunca perder? Eso está bien raro. En algún momento debe haber perdido algo, no puede tener tanta suerte.
Leo rápidamente el artículo y no entiendo ni mu. Solo se dedican a preguntarle a Vladimir sobre cómo empezó en el juego, y no encuentro nada muy emocionante. Sigo revisando enlaces y fotos, en casi todas aparece él solo en eventos relacionados con el casino del hotel. No encuentro mucha información útil así que sigo buscando su perfil en otras redes sociales, pero nada. Tendré que preguntárselo directamente, aunque eso me delataría en el acto.
Unas manos de repente se posan sobre mis hombros y me asustan, haciéndome brincar. Volteo enseguida para ver quién es y veo a mi amiga riéndose a carcajadas.
—Ja, ja, qué chistosa —exclamo con ironía—. Me asustaste.
—Sí me di cuenta. ¿Qué haces?
—¿Yo? Nada. —Mis ojos se expresan inocentes al decir esto.
—Sí, cómo no. No te creo nada ¿Qué hacías tan concentrada en tu celular? —Me lo quita de las manos y empieza a revisar su contenido—. Ay, Lore, tienes que dejar la obsesión por este tipo. En serio, no es bueno ni sano que no pienses en otra cosa.
—¿Quién dijo que no pienso en otra cosa? —Disimulo.
—Te conozco, lo tienes metido entre ceja y ceja; tú no eres así, no puedo creer que te hayas convertido en una acosadora.
—¿Quién es una acosadora? —Mi amiga habla demasiado alto y Camilo se sienta junto a nosotras formulando la pregunta.
—Nadie, no hablamos de nada importante —respondo quitándole a Luisa el celular de las manos.
—¿A quién acosas, Loreta? —insiste él.
—¡Qué a nadie! —digo en voz demasiado alta pues empiezo a desesperarme.
No quiero que nadie, en especial Camilo, se entere de mis cosas privadas. A él no le puedo dar ningún indicio de lo que hago o con quiénes ando. El tipo se pone totalmente raro y posesivo con mis cosas y mis asuntos, como si le importaran demasiado. Cualquiera podría decir que le gusto o algo, mucho tiempo estuve convencida de eso, pero él nunca se ha atrevido a decirme o insinuarme nada. Solo se comporta posesivo y protector conmigo en exceso.
Me levanto del asiento donde estoy al escuchar la voz de Juan avisando que el ensayo está a punto de comenzar, así todavía falten unos minutos para iniciar. Tal vez concentrándome en el baile y el show pueda dejar de pensar en Camilo y su rareza, y Vladimir y su aura tan misteriosa y sexi.
Ha pasado casi una semana desde que Vladimir me cargó hasta mi apartamento y no lo he vuelto a ver. Al final, encontré un perfil de Facebook que estoy casi segura que es suyo, pero no tiene fotos de él y nunca actualiza. Solo asumí que así era porque compartió un par de enlaces sobre juegos de azar y cosas relacionadas. Me atreví a mandarle una solicitud de amistad, únicamente para salir de dudas.
He pasado unos días de mal humor al no poder poner en práctica mi brillante plan; cuando las cosas no me salen como las imagino siempre vence mi mal genio. Lu dice que no es agradable estar cerca de mí cuando eso pasa y le creo, porque todos se alejan de mí como si tuviera la peste negra cuando me pongo así.
¿Será que consiguió novia? ¿Será que se fue de Cali y no tuvo ni la decencia de despedirse? No puedo dejar de darle vueltas a estas preguntas en mi cabeza y me estoy volviendo loca. Debí aprovechar la noche que salimos a bailar. Debí moverme más sensual, acercarme más a él y darle un beso. No, cuál beso, lo que debí fue haberlo amarrado y secuestrado y desnu... «¡Ya basta, Loreta!»
Terminamos de ensayar el día antes del próximo show y me alisto para irme a mi casa. Pasaré toda la tarde sola, pues Lu acompañará a Sebas a un evento familiar al que por supuesto no estoy invitada. O bueno, finalmente si estuve invitada pues Sebas insistió que fuera con ellos, pero no me gusta andar de violinista de nadie, así que planeo pasar la tarde leyendo un poco o viendo una película. El caso es que tan vez me aburra hasta la muerte.
—¡Lore! —Me llama una voz familiar a la que prefiero ignorar, hasta que siento que me detiene por el hombro y no puedo escapar.
—¿Dime, Camilo?
—¿Vas a hacer algo ahora? ¿Quieres tomar algo? —pregunta con notable entusiasmo. Toda la semana ha estado demasiado entusiasmado conmigo.
—Sí, tengo que ir a hacer algo muy importante ¿por qué?
—Quiero invitarte a tomar algo.
«Ay, qué plan tan divertido».
—Lo siento, Camilo, de verdad que no puedo, otro día será. —Giro para continuar caminando hasta el Mío, pero él insiste.
—¿Y si te acompaño a la diligencia que tienes que hacer?
—No, tranquilo, puedo hacerla sola.
La expresión de su mirada cambia de efusiva a sombría y de repente me entra una ola de lástima y pena por ser tan grosera.
—¿Sabes qué? Lo que tengo que ir a hacer puedo correrlo para mañana, ¿qué te parece si vamos a tomar algo ahorita?
—¡Súper! Vamos al bar del hotel, he escuchado que tienen especial de cocteles hoy.
—Preferiría no beber...
—Tranquila, si quieres, el tuyo lo pedimos sin alcohol —repone ante mi duda.
Maldita sea, en las cosas que me meto siempre por que otros no se sientan mal. Tendré que empezar a ser más despiadada, como dice Sebas, así sea solamente para negarme a planes que en realidad me parecen aburridos.
Caminamos hasta el bar que está casi vacío y me sorprendo al ver a Pablo en la barra. ¡Justo la persona que puede darme información sobre Vladimir! Tengo que presentarme con él y preguntarle, de hecho no sé por qué no se me había ocurrido antes venir a buscarlo.
Camilo me señala una de las mesas para que nos acomodemos, pero yo le insisto que nos sentemos en la barra. Me le invento un cuento bien reforzado sobre mi eterno deseo estar en una barra de bar como en las películas y el tonto se lo cree.
Pablo nos atiende y su expresión me dice que me ha reconocido, pero trata de disimular. ¿Será que Vladimir le ha hablado de mí? Eso sería lindo, significaría que le importo tanto como para hablarle de mí a su mejor amigo.
Camilo pide un Martini y yo un Margarita. De repente cambié de opinión con aquello de no beber pues necesito un poco de valentía liquida para hablar con Pablo.
—¿Hoy hay alguna barra libre o algo así? —pregunta Camilo.
—No señor, la barra libre son solo los viernes y sábados —contesta Pablo, sirviendo ya nuestros cocteles.
—Esperaba que hubiera barra libre así nos sale todo más barato —susurra a mi oído.
—Ay, un tacaño, mi hombre perfecto —le susurro de vuelta.
Suelta una carcajada sonora, entendiendo que lo que he dicho es broma cuando es totalmente en serio. Eso me pasa con frecuencia, hablo con total sinceridad y la gente cree que estoy molestando.
Me río con él para no dejarlo solo, pero hasta el señor que vende pasajes del Mío en la calle puede notar que mi risa es falsa.
—Bueno, Lore, ¿me vas a contar de quién te has obsesionado?
—¿Para eso me has invitado? —Mi molestia es evidente.
—¡No, no! Perdóname, solo quería iniciar una conversación.
—Pues qué mala forma de hacerlo —respondo enfática.
Pablo se acerca a nosotros y nos entrega nuestros cocteles tratando de no interrumpir la conversación inexistente que tenemos. Camilo sigue hablando y yo sigo sin prestarle atención, solo atenta a la oportunidad para poder hablar con Pablo y preguntarle por el hombre que ha desaparecido de mi vida dejando mis pensamientos en un caos absoluto.
Por fin, mi acompañante se excusa diciendo que va al baño y llega mi oportunidad. Llevo más de media hora decidiendo cuál es la mejor manera para hacerle todas las preguntas que tengo en mi cabeza, y decido que por el poco tiempo del que dispongo lo mejor es andarme sin rodeos.
—¿Tú eres el mejor amigo de Vladimir, cierto? —le pregunto y él me mira asombrado.
—Sí ¿tú también eres una de sus amigas? —¿UNA de sus amigas? ¡Esto es indignante!
—Sí, soy su amiga. ¿Sabes por qué no ha vuelto al casino?
—¿No crees que es una información que una amiga debería tener? —responde insolente. Parece que está bien entrenado para esquivar preguntas de Vladimir, quién sabe cuánta loca obsesionada viene a preguntarle cosas sobre él. Patéticas.
—Sí, claro, pero es que he estado muy concentrada en mi trabajo esta semana y no he podido hablar con él. ¿Está bien? ¿Dónde está? —Disimulo el verdadero interés de mi interrogatorio.
—Se fue de vacaciones —responde escueto.
—¿Vacaciones? ¿Cómo puede irse de vacaciones alguien que no trabaja?
—Tendrás que preguntárselo a él cuando vuelva.
Mi corazón da un pequeño brinco. ¡Sí va a volver!
—¿Sabes cuándo será eso? —Necesito tener al menos una fecha límite, pero noto que Camilo ya viene hacia la barra y solo espero que Pablo me responda rápido.
—Ni idea —contesta y se va a atender a unos hombres que acaban de llegar sentándose en al otro lado de la barra.
Odioso. Pablo me ha caído muy mal.
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