Izuku no sabía lo que estaba pasando, lo último que recuerda es que le dijeron que nunca obtendría un don, lo que le hizo pasar la noche llorando hasta quedarse dormido, y ahora está en un lugar extraño, parece natural y sin tocar por la humanidad, excepto por la mesa redonda frente a él, había ocho sillas, la del centro era de mármol, con un patrón de alas tallado en ella.

La de la izquierda también era de mármol, con algunos fragmentos de cristales de brasas creciendo de ella.

Al lado de eso, había una silla de enredaderas y flores.
Un trono de ébano, con cojines morados y patrones de iluminación.
Un trono blanco, con escarcha en su apoyabrazos y respaldo.
Otro trono, esta vez más duro, con patrones llameantes.
Una silla más regia y refinada, aparentemente más nueva que las demás, y por mucho la más cómoda.

Y por último, pero no menos importante, una silla sencilla, nada especial en ella, y nada digno de mención, un lienzo en blanco, para ser pintado por quienes lo rodeaban. Izuku sintió como si esa silla fuera para él, y como tal, se sentó en ella, apenas alcanzando la mesa, la silla en la que se encontraba creció, permitiéndole ver por encima de la mesa. Entonces, una ráfaga de viento pasó, lo que le hizo cerrar los ojos, y antes de abrirlos, despertó en su cama, justo después de ver la silueta de otras siete personas en las sillas, estaba, confundido sobre su sueño, y mientras movía su mano sobre sus sábanas, tocó algo, llevándolo a su rostro, vio un orbe en blanco. Izuku sintió como una cercanía a este objeto, incluso si nunca lo había visto antes, sintió como si fuera parte de él, como si siempre se supusiera que estaría allí, no repetiría ese sueño, ni encontraría respuestas por algún tiempo.

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Izuku estaba allí de nuevo, era su décimo cumpleaños, y estaba en su silla en la mesa redonda, viendo a otras siete personas, no sabía quiénes eran, pero había una sensación de... algo en el aire, ¿cercanía tal vez? O más bien familiaridad, sus dientes fueron cortados por la chica (?) en la silla alada.

"Ahora, ahora, creo que puede que tengas algunas preguntas, y como tal, las responderemos lo mejor que podamos", dijeron con una pequeña sonrisa, aunque Izuku podía oler algo de alcohol en su aliento.

"¿Quién... eres tú?" Izuku logró preguntar, olvidando su nerviosismo por querer respuestas.

"Somos los Arcontes, joven, mi nombre es Zhongli", le respondió el caballero alto, un tono tranquilo en su voz, firme como una montaña.

"Raiden Ei", respondió la mujer con kimono, áspera y sin ganas de charlas triviales.

"Es un placer, mi nombre es Venti", respondió la que apesta a alcohol, no parecía borracha, pero seguro olía a eso.

"Regocíjate mortal, y deléitate con la mirada de Furina de Fontaine", respondió la de túnica azul a continuación, una clara showwoman, aunque Izuku podía sentir una similitud con él en su voz.

"De hecho, es un placer, mi nombre es Nahida", respondió la más pequeña, un gran nivel de sagacidad y conocimiento en su voz.

"Soy "Mavuika" la que llevaba el traje de conductor de motocicleta la siguió, su voz tenía una calidez que Izuku solo sentía de su madre.

"La Tsaritsa" cuando la última respondió Izuku sintió un escalofrío recorrer su columna, esta mujer era incluso más fría que Ei.

"E-es un placer mi nombre es-".

"Izuku Midoriya, lo sabemos" sus palabras fueron sacadas de su boca por Zhongli.

"Y tú, eres el mortal más curioso de hecho".

"Me pregunto, ¿cómo es posible que un mortal tenga una forma de comunicarse tan directamente con todos nosotros, ciertamente ha pasado mucho tiempo desde que estuvimos en la misma 'habitación' como para decirlo" Raiden Ei respondió a continuación, curiosidad en su rostro, mientras el resto de la mesa lo miraba.

"Ahora, ahora, él es solo un niño, dale tiempo para responder" dijo Venti, metafóricamente poniéndose entre Izuku y Ei.

"¿E-eres... mi don?" preguntó Izuku, curiosidad y asombro en él, y confusión llenando los rostros del Archon, oh muchacho, esta iba a ser una larga explicación.