De Aniversarios y Olvidos
Nota:
En esta historia Draco y Hans son primos, estudiaron en Hogwarts al igual que Elsa. No solo Harry fue el elegido Hans también lo fue, siendo hijo de Voldemort y Bellatrix.
Para mayor comprensión échenle un vistazo a la historia de mi amiga Lady Westergaard: Hans Westergaard y el legado maldito.
Contiene lemon.
A lo largo de los años, el comportamiento de Hans cambió. En lugar de ser tímido y retraído cómo todos estaban acostumbrados a ver, ahora había un hombre joven y exitoso con la confianza y el coraje para reemplazar incluso al difunto Alastor Ojoloco Moody.
Después de la Batalla de Hogwarts en el 2 de mayo de 1998, empezó a ver las cosas desde una nueva perspectiva. Su decisión de seguir un camino diferente en lugar de considerar a los demás primero lo ha llevado a la respetable posición en la que se encuentra hoy en día. No sólo era el jefe de aurores, sino que también era miembro de una de las familias más queridas de la comunidad mágica.
Después de terminar los estudios en Hogwarts, esperó dos años y según palabras de Draco "le crecieron las bolas", y le propuso matrimonio a su novia de mucho tiempo, Elsa. Y así, meses después, se unieron en matrimonio en una boda doble, junto a Draco y Hermione. Fue un evento pequeño, al que solo asistieron miembros de la familia y personas cercanas. Sin embargo, fue un recuerdo que nunca será olvidado.
Harry y Draco también siguieron el mismo camino que él a diferencia de Ron, él prefirió el Quidditch.
Hace dos semanas atrás había sido el aniversario de la batalla de Hogwarts y eso removió sentimientos encontrados en Hans, por ello decidió junto a su esposa salir de vacaciones y desestresarse. Se estaban quedando en una cabaña alquilada junto al bosque y ese día despertó más cansado de lo normal, salió de la cama frotándose los ojos. Tomó su vieja bata de baño de franela, se puso las pantuflas y bajó las escaleras, donde el olor a tocino frito lo llamaba.
Se detuvo en la puerta de la cocina para observar a su esposa, de pie junto a la estufa, con un trapo de cocina colgado del hombro y una espátula en la mano dándole la vuelta al tocino.
La mesa de la cocina estaba cubierta con un mantel blanco con flores, las tostadas estaban en los platos, una tetera estaba colocada en el medio de la mesa con su taza al lado.
Él frunció el ceño por un momento. Obviamente estaba preparando un desayuno especial pero no era su cumpleaños. Tampoco era de ella. Había una clara falta de rosas y corazones, por lo que el Día de San Valentín quedó descartado.
Y entonces sus ojos se abrieron cuando la realidad lo golpeó.
¡Aniversario! ¡Era su aniversario!
Elsa se giró y lo vio, sonrió, apartando un mechón de su largo cabello platinado de su cara.
—Feliz aniversario, copo de nieve —respondió, pasando saliva, nervioso.
Él sonrió ampliamente, esperando que no pareciera demasiado forzado.
La sonrisa de Elsa se hizo más amplia y sus ojos azules brillaron de deleite al verlo.
—Feliz aniversario. He preparado tu desayuno favorito, ven y cómelo antes de que se enfríe.
Hans se sentó a la mesa y le dio las gracias, sintiéndose culpable mientras miraba su plato de desayuno. Ella le tendió una tarjeta bellamente adornada con formas de copos de nieve.
—¿No vas a abrir tu tarjeta?
—Mmm, tal vez deberíamos hacerlo más tarde —sugirió, llevándose un bocado de tocino a la boca.
Ella frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Porque no me siento bien abriendo el mío cuando no tengo uno para ti.
Inmediatamente supo que había cometido un error, ser honesto con ella ahora no iba a ser una buena idea, su sonrisa se había desvanecido, sus ojos comenzaban a volverse fríos y temió que le dispara una ráfaga de hielo a la cara.
—Lo que quiero decir es que no tengo una tarjeta para ti en este momento, no está aquí, tengo una gran sorpresa planeada y quería hacerlo juntos.
La sonrisa había regresado al rostro de Elsa, prácticamente estaba radiante de felicidad.
—¿Una sorpresa? Oooh, me encantan las sorpresas —ella juntó las manos con entusiasmo — ¿Cuándo podré verlo?
—Todavía no —dijo nervioso— deberías salir un rato, unas horas y dejarme ultimar detalles.
—Está bien —estuvo de acuerdo, moviéndose alegremente en su asiento.
Unos minutos más tarde, mientras él todavía desayunaba, ella entró con una bolsa en la mano y el abrigo puesto.
—Entonces iré de compras para darte la oportunidad de hacer lo que necesites hacer —ella se inclinó y lo besó—. Te amo.
—¿Incluso después de todo este tiempo? —bromeó.
—Siempre y para siempre —prometió y lo besó de nuevo—. Adiós —canturreó mientras entraba a la red flu.
—Adiós —respondió Hans, deseando que ella se diera prisa y se fuera. Observó las llamas verdes a su alrededor y luego desapareció.
Esperó unos segundos y pronto estaba de rodillas frente a la chimenea, tenía su cabeza en las llamas verdes. Su cabeza apareció en la chimenea de su primo Draco.
—¿¡Alguien aquí!? —gritó con impaciencia.
—¿Hans? ¿Eres tú? —la cabeza de Draco apareció por la puerta de la sala—. ¿Qué ocurre?
—Es un desastre —gritó dramáticamente—. Es mi aniversario… ¡Es un completo desastre!
Draco entró más en la habitación para sentarse frente al fuego con una taza de té en la mano.
—¿Por qué es un desastre?
—¡Porque lo olvidé por completo! —Hans se lamentó—. ¡Elsa me va a matar! Me las arreglé para detenerla diciéndole que tengo una gran sorpresa preparada ¡pero no hay ninguna sorpresa! Tienes que ayudarme. Soy hombre muerto.
Draco suspiró profundamente y puso los ojos en blanco, dando un sorbo a su té.
—Por amor a Merlín, ¿cómo puedes olvidar tu aniversario?
—Oh, no lo sé, simplemente lo hice, han pasado muchas cosas últimamente —respondió a la defensiva.
—Correr a pedirme ayuda no cuenta como tener mucho que hacer —dijo Draco secamente.
—Suenas como mi esposa ¿Vas a ayudarme o no?
—Seré lo más cerca que estarás si ella descubre que has olvidado tu aniversario —respondió con una sonrisa.
De pronto, Hermione llegó a la habitación, su cabello era un desorden y su ropa también.
—¿Qué haces aquí a esta hora de la mañana, Hans?
—¿Qué haces tú vestida a esta hora de la mañana? —Hans respondió.
Era un hecho bien conocido que últimamente Hermione no salía a la superficie hasta alrededor del mediodía, debido a su embarazo tenía mucho sueño y cambios de humor.
—Bueno, se ha olvidado de su aniversario —le respondió Draco a su esposa.
Hermione echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—Fue realmente agradable conocerte. Te haré un lindo funeral.
Hans miró a su amiga, entrecerrando los ojos.
—¿Sabes? En lugar de reírte podrías ayudarme.
—Podría —estuvo de acuerdo—. Pero es más divertido si no lo hago —bromeó para hacerlo angustiar.
Draco sonrió.
—Por supuesto que te ayudaremos, ¿qué quieres que hagamos? —dijo Draco negando con la cabeza.
Hans guardó silencio y los miró fijamente.
—No lo sé, pero tiene que ser una gran sorpresa.
—¿Por qué tiene que ser una gran sorpresa? —preguntó Draco.
—Porque le dije que así sería —espetó Hans, enfadado.
—Está bien, lo primero es lo primero, las flores; tú consigues sus flores —ordenó Hermione—. A todas las mujeres nos encantan las flores y, por supuesto, una linda tarjeta.
—¡Sí! —Hans exclamó felizmente—. Eso es lo que pensé. Pero necesito algo más que eso.
—¿Por qué? —preguntó Draco, estiró los brazos sobre su cabeza—. La tienes, ella se casó contigo, ya no necesitas demostrar lo que vales, primo.
—Ve a buscar las flores —repitió Hermione a Hans, lanzándole una mirada reprobatoria a su marido—. Para cuando regreses estaremos allí para ayudarte a planificar algo.
Hans retiró la cabeza de la chimenea, dejando a esos dos arreglar sus asuntos maritales y corrió escaleras arriba para cambiarse. Tenía tanta suerte de tener amigos como ellos a los que podía pedir ayuda en una situación desesperada. Y nada expresa mejor una situación tan terrible como un aniversario olvidado.
Se vistió rápidamente y salió de la casa para ir al pueblo muggle cercano. No podía ir al Callejón Diagon por si se encontraba con Elsa. Sería muy difícil explicar por qué estaba allí cuando se suponía que debía estar en casa preparando su gran sorpresa.
Él compró un ramo de rosas rosadas, y luego de un rato volvió a la cabaña.
Cuando abrió la puerta pudo escuchar las voces de sus amigos, se sintió esperanzado por primera vez esa mañana de poder hacer algo juntos para cuando Elsa regresara a casa.
—¿Qué diablos está pasando? —exigió saber Hans al mirar horrorizado cuando entró a la cocina y encontró tazones, tazas, jarras medidoras, harina, huevos rotos y una serie de otras cosas igualmente desordenadas que cubrían la mesa de la cocina y las encimeras.
—Es mi lugar de trabajo. Estoy aquí para ayudarte. —respondió Draco con calma.
—¿Convirtiendo mi cocina en una zona de guerra?
—Te preocupas demasiado —dijo Draco, metiendo las manos en el tazón con harina. —dijo sin darle importancia a sus quejas y se giró hacia Hermione para indicarle—. Será mejor que limpies mientras avanzo, de esa manera terminaremos el doble de rápido.
—Hans olvida su aniversario, me golpean con cucharas, tazones y tengo que limpiar —se quejó Hermione, quien en esos días estaba con humor cambiante, sacó su varita del bolsillo de su chaqueta. Se quitó el cabello de los ojos y miró a su alrededor, hacia el desastre que parecía seguir a Draco a donde quiera que fuera—. ¿Qué hago primero, cariño?
—Deshazte de las cosas del desayuno, las jarras y las tazas. Asegúrate de que estén limpias adecuadamente.
Hermione se acercó por detrás a su esposo y le susurró algo al oído que casi hace que soltara el tazón de sus manos.
—Hermione, aquí no —musitó y ella se rió.
—Podrían dejar eso para después —dijo Hans asqueado—. Mejor dígame qué hago —Hans también sacó su varita y miró a Draco para recibir sus órdenes, quien estaba con el rostro colorado y mirando a su esposa con una falsa molestia.
—Ese mantel nunca servirá, consigue algo bonito, con corazones —dijo Draco, pensativo—. Puedes hacerlo mejor, consigue flores, listones.
—Sí —interrumpió Hermione con firmeza—. Muchas más flores, señores, quiero que llenen la habitación.
Pronto tuvieron el mantel blanco cubierto de corazoncitos rosados que Hermione aprobaba y todas las rosas rosadas y rojas que cabían en la cocina. La habitación se llenó del aroma a pastel horneado y Draco inhaló profundamente.
—¿Algo de esos pastelitos sobrará? —preguntó Draco, esperanzado.
—¿Cuantos pastelitos quieres? Conformate con uno —dijo Hermione.
Hans sonrió, divertido.
—A ella le encantarán los pastelitos de aniversario —aseguró Hermione y le dio una palmada a su esposo en el hombro—. Fue idea de mi Draquito.
El aludido arrugó el entrecejo ante ese apodo.
—Y les pondremos un enorme letrero "Feliz aniversario” —dijo Draco con una sonrisa radiante y triunfante.
Hans dejó escapar un suspiro de alivio y sonrió agradecido a sus amigos.
—Ustedes son los mejores. ¿Qué haría sin ustedes?
—Morir —bromeó Draco.
—Está delicioso —dijo Hermione, mientras pasaba un dedo por el interior del tazón y lo lamía para limpiarlo.
Draco frunció los labios, indignado.
—Yo cociné todo, dame un poco —le arrebató el cuenco de la mano y lo puso sobre la mesa. —Compartiremos la mejor parte, lamiendo el cuenco hasta dejarlo limpio.
Los tres se reunieron alrededor del cuenco y, con los dedos, recogieron el resto de la mezcla en silencio hasta que el cuenco estaba limpio.
—¿Crees que… —dijo Draco después de que la última gota de la mezcla había sido limpiada— Elsa estaría esperando una sorpresa mayor que los pastelitos?
Hans pareció preocupado por un momento y se mordió los labios distraídamente. Supuso que no era una gran sorpresa, pero se había sentido tan aliviado de tener una sorpresa que no había pensado en ello.
—La gran sorpresa será que él hizo todo esto por sí mismo —explicó Hermione—. Asegúrate de decirle que horneaste todo. Ella estará encantada de pensar que hiciste todo esto tú solo y no quemaste la casa.
Luego, Draco se levantó para revisar los pastelitos y, tras declarar que estaban listos, los sacó del horno y los colocó sobre la mesa, se tomaron un tiempo para glasearlos cuidadosamente en blanco con letras rojas.
Finalmente terminaron y Draco se secó la frente con el dorso de la mano, se quitó el mandil y lo dejó sobre la silla.
—Deberíamos irnos, Elsa puede llegar en cualquier momento.
Luego de un rato,el sonido de la puerta principal abriéndose y Elsa llamando a Hans los hizo correr hacia la chimenea a trompicones.
Hubo una ráfaga de llamas verdes y desaparecieron, justo cuando Elsa entraba a la cocina. Se paró en la puerta con los ojos muy abiertos por la sorpresa, dejó sus bolsas en el piso mientras miraba alrededor de la habitación, visiblemente emocionada. Rosas rosadas y rojas adornaban cada superficie posible, había un hermoso mantel nuevo sobre la mesa y los pastelitos, su placer culpable favorito se veía divino y demasiado bueno para comer.
—Hans —dijo, con los ojos iluminados—, ¿realmente hiciste todo esto por mí?
—Todo para ti —confirmó, acercándose a ella y dándole un abrazo—. Feliz aniversario mi amor.
—¡Es maravilloso! —lo miró con sentimiento de culpabilidad—. Te debo una disculpa. Pensé que lo habías olvidado.
—¿Yo? ¿Olvidar nuestro aniversario? ¡Nunca! —rió nervioso—. El día que me casé contigo fue el más feliz de mi vida, este es sólo uno de una larga lista de aniversarios que nos esperan.
Ella se rio.
—¿Crees que me amarás así dentro de diez años?
—No —dijo Hans seriamente y ella frunció el ceño—, te amaré más —dijo y al instante ella sonrió.
—¿Pero todavía me amarás? —preguntó Elsa con una sonrisa tímida.
—Hasta que muera y más allá —declaró.
—¿Tanto así? —ella se puso de puntillas para besarlo suavemente.
—Y más —dijo abrazándola con fuerza—. ¿No lo sabes, Elsa? Te amo y te amaré siempre.
Luego de un rato en el que comieron y probaron los pastelillos, decidieron salir a caminar al bosque. Fue una caminata larga pero al estar en compañía el uno del otro lo hacía el mejor momento del día.
Después de varias horas, regresaron a casa ya con el sol comenzando a ocultarse. Elsa subió a su habitación y se dejó caer en la cama, estaba cansada y solo pensaba en dormir para recuperar sus fuerzas. Después de unos minutos, Hans ingresó a la habitación quitándose el abrigo y dejándolo caer junto al sillón, observó a su esposa y sonrió.
—No te irás a dormir. Aún tenemos mucho que celebrar —declaró, deshaciendo el nudo de su corbata, la aflojó y dejó encima de la mesita de noche.
Elsa sonrió con pereza y estiró los brazos.
—Espera, recostémonos un rato. Anda —le señaló con la mano que se le uniera.
Él se acercó sin perder la sonrisa y se sentó a su costado.
—Está bien, pero solo cinco minutos —concedió, encontrándola encantadoramente hermosa en esa posición.
Ella negó, ladeandose de un lado a otro en la cama, traviesa, al tiempo que alzaba sus brazos lista para recibir en sus brazos a su marido.
—Mejor, cinco mil minutos —le dijo Elsa al oído.
—Me dormiré así —respondió Hans, devolviéndole el abrazo con ternura y cariño.
—Vamos a dormir —propuso Elsa entre risitas.
Hans juntó las cejas, confundido.
—¿No comeremos?
—Comida no —contestó, sonriente.
—¿No vamos a comer? —pregunto con algo de decepción.
—Comeme —dijo ella de manera pícara y él buscó su rostro para mirarla a los ojos, se sonrieron con complicidad.
—¿Quizás en la ducha? —dijo él, abrazándola.
El joven se levantó y preparó la ducha para ambos, cuando esta estuvo lista entraron al cuarto de baño. Hans la atrajo hacia él, con una mano acariciando su mandíbula y luego deslizándose a su cabello. Su cola de caballo se soltó con bastante facilidad y él envolvió una mano en su cabello platinado, le fascinaba verla con el pelo suelto, se veía más hermosa de lo que ya era, con la mano aun en su nuca le hizo inclinar su cabeza y profundizar ese beso. Y ya se estaban besando como si estuvieran follando, estaban compartiendo el aliento del otro.
Los dedos de Hans comenzaron a trabajar en su cinturón y rápidamente perdió el hilo de sus pensamientos. Él ya estaba duro y ella ya quería meterse en sus pantalones de la peor manera y está bien, ese pensamiento, en serio, no ayudó y tampoco la mano de Elsa, que se coló sin demoras dentro de sus boxers cuando Hans consiguió deshacerse de su pantalón.
Él le mordió la lengua. Ella hizo un sonido de aprobación en el fondo de su garganta y siguió besándolo con pasión.
Se separaron por breves instantes, sus ojos conectando con los de ella y maldita sea, ella iba a matarlo si seguía mirándolo de esa manera.
La presionó hacia él y deslizó sus pantalones por sus delgadas caderas, al deshacerse de la prenda siguió presionando contra él. Hans invirtió sus posiciones, presionó su espalda contra la puerta del baño, ella enganchó una pierna alrededor de su cintura, luego se impulsó hacia arriba y confió en que él la sostendría allí.
Las largas uñas de Elsa arañaron la línea del cabello cerca de su cuello, él gimió y metió su lengua en su boca. Luego ella se retorció de manera errática contra su miembro y Hans vio chispas detrás de sus ojos. Elsa se agarró de sus hombros, luego se levantó un poco más y envolvió la otra pierna alrededor de él.
Hans llevó una mano entre sus piernas para quitarle sus bragas. Esperaba no romperlas ni nada por el estilo, pero ella hizo un sonido de impaciencia en su boca así que alineó su miembro donde realmente quería ir y se deslizó suavemente dentro de ella.
Su cabeza emitió un ruido sordo cuando la dejó caer contra la puerta, jadeó y se retiró un poco, luego se hundió nuevamente. La penetró con empujones constantes; quería recordar este momento. Era la primera vez que lo hacían en un baño.
La respiración de Elsa se entrecortaba cada vez que él paseaba sus dedos por su clítoris, lo beso nuevamente y sólo lo interrumpió para decir "más fuerte" con esa voz autoritaria que tanto le encantaba.
Hans, aceleró, haciendo presión con más fuerza, pero aún con cuidado de no lastimarla. Pasó sus dedos provocativamente sobre su clítoris cada vez más y ya podía sentir cómo Elsa se enroscaba en la base de su columna con más ímpetu, el calor comenzaba a irradiar en sus cuerpos.
Hans gimió cuando sus caderas intentaron moverse; él la sostuvo con más firmeza, no disminuyó sus embestidas ni las caricias de su mano.
Ella jadeó ruidosamente y dejó caer la cabeza hacia atrás. Él quería mirar, lo hizo, pero ella se había apretado a su alrededor, pequeños apretones rítmicos que dispararon su ritmo al mismísimo infierno, que encendieron la ráfaga que le derretía la columna dentro de él y estaba demasiado ocupado recordando cómo respirar y como no dejarla caer o tal vez era solo la sangre que le palpitaba en los oídos, y no le dejaba pensar con claridad.
Sus jadeos fueron el único sonido entre ellos.
Los pequeños detalles incómodos de hacer esto ya estaban apareciendo: le dolían los brazos y los hombros, el sudor le resbalaba por la espalda y hacía que su camisa se pegara incómodamente a su piel.
El finalmente la miró, con los ojos un poco nublados y muy complacidos, y besó esa boca otra vez. Luego se retiró, provocando otro temblor dentro de ella que le hizo querer empezar de nuevo. Una mano debajo de su muslo la ayudó a poner un pie en el suelo y finalmente aflojó su agarre de sus hombros.
—No es mi mejor trabajo, pero servirá —bromeó.
Elsa sonrió, estaba ahora desplomada contra la puerta, ni siquiera medio desnuda.
—Creo que podrías haber ofendido a tu amigo allá abajo —respondió con una risita.
Cuando el auror volvió a mirarla, sus labios estaban rojos e hinchados, sus mejillas sonrojadas y el cabello revuelto.
Él hizo eso. Algo dentro de él ardía.
Ella dio un paso hacia él y lo besó en la comisura de la boca. "vamos", dijo en voz baja.
Luego su boca estuvo sobre la de él y su mano se coló entre sus piernas, pero cuando él le dio la espalda a la puerta, ella se resistió, Hans estaba confundido, pero ella tenía esa media sonrisa pícara y en lugar de presionar su espalda contra la puerta, apoyó sus brazos contra ella.
Elsa lo miró por encima del hombro, con una ceja arqueada y diversión en sus ojos. Volvió a presionar dos dedos en su resbaladiza entrada y se burló de ella un poco. Ella inclinó la frente contra su pecho e hizo un sonido suave, presionándose contra él.
Para la tercera vez, no era que el calor hubiera desaparecido... en absoluto. Era simplemente... esto era un baño, por el amor de Merlin.
—Hay mejores lugares para hacer esto —dijo Elsa después de un rato.
—¿Cómo cual? —dijo con sarcasmo y ella le dio un golpecito en el hombro.
Les tomó unos minutos darse una ducha juntos. En el baño, Elsa estaba envuelta en una toalla verde esmeralda, con el cabello mojado y apartado de la cara, sentada en el inodoro. Estaba estudiando la pared y a decir verdad no era tan fascinante.
—Aquí vamos —Hans sonrió, saliendo de la ducha con una toalla enredada en su cintura.
Elsa dirigió su vista hacia él y vio cuando su cerebro pasó de una emoción a la siguiente. En un momento ella estaba sentada allí en una especie de meditación silenciosa, al siguiente se levantaba y lo atraía hacia ella, sus bocas besándose de nuevo.
Él dejó caer su toalla y Elsa lo mordió con crueldad, luego se aferró a su boca nuevamente. Ella lo sacó del baño agarrándolo del brazo, Hans trató de seguir el ritmo, devolviéndole el beso, pero entonces sus piernas golpearon algo y ella lo empujó y él cayó sobre la cama, aturdido.
Elsa dejó caer la toalla, se subió encima de él... y eso fue todo el pensamiento racional.
Él la atrapó en un beso, lo hizo lo suficientemente profundo como para darle tiempo para enroscarse alrededor de ella, trazar suavemente sus dedos a lo largo de su espalda como a ella le gustaba, besó un sendero desde su boca hasta su cuerpo, suave, deliberado, pero ella jadeó cuando él lamió delicadamente su clítoris. Dos dedos entraron dentro de ella donde estaba mojada, él lamió alrededor sin llegar nunca a donde ella quería que fuera.
—Hans —dijo con voz de advertencia.
Él hizo un sonido negativo y continuó hasta que sus caderas no se quedaron quietas, hasta que no pudo contenerse. Sin embargo, ella todavía lo intentó. Y entonces él cedió, pasó su lengua sobre ella y ella convulsionó, se corrió. Ella se sacudió por la sensación.
Esparció besos aleatorios por su cuerpo y luego volvió a atrapar su boca, compartiendo el sabor de ella, trazando pequeños toques en todos los lugares que pudo alcanzar.
Hans se presionó contra ella y se aferró cuando ella lo rodeó con un muslo. Si pudiera, lo convertiría en una especie de juego sexual duro y loco; tenía rasguños en la espalda y lo que parecían moretones en las caderas para demostrarlo.
Así que lo hizo lento y minucioso. Le acarició el cuello, lamió sus pezones, le tocó las mejillas, todo mientras se deslizaba constantemente hacia adentro y hacia afuera. Ella no decía palabra alguna, él le sostuvo la cabeza y la miró a los ojos mientras se movía dentro de ella.
Le tomó un poco, pero inevitablemente la tenía temblando en sus brazos nuevamente mientras ella se desmoronaba a su alrededor. Hans observó, se aseguró de verla, y sólo cuando ella se relajó, jadeando, él bajó la frente y se dejó llevar en una vertiginosa ráfaga de placer que le arrancó un gemido, largo y profundo.
Hans rodó hacia un lado, ambos terminaron sudados, cansados pero con una sonrisa de satisfacción en sus rostros.
Se acomodó a su lado y sintió la tensión en sus músculos y el dolor sordo de su espalda. Iba a estar dolorido. Quizás no pueda caminar.
Elsa le besó interrumpiendo sus pensamientos. Llevó una mano a su cabello y cuando se separó, ambos estaban jadeando. Él mordió sus labios de nuevo.
—¿Tienes hambre? —preguntó Hans, acariciando su cabello,ella puso los ojos en blanco con diversión.
—Son las tres de la mañana —dijo Elsa mirando el reloj de la pared.
—¿Y? Tengo hambre —pidió haciendo un puchero infantil que la hizo reír—. Alimentame, amor.
Y tan, tan.
LadyWestergaard tarde pero aquí esta tu regalo, mil perdones. Espero te haya gustado.
¡Nos leemos!
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