11.
Jimin se encontraba con el grupo de ansianos con los que trabajaba. Los llevaría de viaje.
—¿Estás bien?— preguntó a uno de los abuelos.
—¿Puedo pagar con cheque?
—No, Sam. Te dije que las farmacias solo aceptan pagos en efectivo. Pero…
—JIMIN!— gritó alguien. —JIMIN!— Volvió a gritar Yoongi corriendo hacia él.
—Pero mira, tu sube al autobús y lo vemos luego, ¿si? Anda sube.
—Jimin, quiero hablar contigo.
—¿Qué? No puedo hablar ahora voy a ir en autobús a Seúl.
—¿Seúl?
—Si, estas personas no pueden pagar sus medicinas aquí.
—Jimin— interrumpió una abuela. —¿Hacemos paradas de baño?
—Sophie, ¿recuerdas que te dije que tenemos baño en el autobús?
—Si, claro.
—Bien, sube— la ayudó.
—¿Cuándo volverás?
—Nunca— respondió molesto. Yoongi lo miró expectante. —Mañana, muy tarde— aceptó subiendo al autobús.
—¿Qué tanto?
—Sólo olvidalo, ¿si? Por favor— pidió girandose cuando terminó de subir. —Te lo suplico.— La puerta se cerró y el autobús arrancó. Yoongi suspiró frustrado.
*
Unos días después Yoongi se encontraba en el consultorio de un médico pedriatico. Le comentaba sobre los fármacos pero parecía apurado le preguntó la hora y salió corriendo al estacionamiento donde había despedido a Jimin.
Estaciono su auto, colocó un cassette que hablaba sobre el manejo del dinero y se dispuso a esperar al menor. En algún momento de la madrugada se cambio de lugar. Yoongi dormía estirado sobre el asiento trasero, sus pies pegados a una de las ventanas y su cuello doblado.
Temprano en la mañana el ruido de unas llantas sobre el asfalto lo despertaron. Se sentó asustado en el asiento y pudo ver el autobús de Jimin llegando.
Controló el olor de sus axilas y su aliento antes de bajar del auto.
—¿Ya tienes todas tus cosas verdad?— le preguntó Jimin a una de las abuelas quien asintió. —Bueno, que les vaya muy bien.
—Gracias querido.
—Adiós— respondió y pasó su mano por la cara cansado.
—Adiós Jimin— lo saludó otro de los abuelos.
—Adiós— dijo levantando la vista para devolver el saludo pero entonces lo vio.
Apoyado sobre su auto, con las manos en los bolsillos y una sonrisa en el rostro. La expresión de Jimin cambió a una preocupada. Yoongi simplemente caminó hacia él. El castaño suspiró cuando lo tuvo frente a él.
—Hola— saludó el pelinegro.
—Cuando termines esto voy a odiarte. Y actuare frío y le diré cosas vergonzosas a mis amigos.
—Como quieras— dijo sonriendo.
—Y no puedes mudarte, ni hacerte amigo de mis amigos, ni presentarme a tus padres. Esto es así sin importar lo que sea.
—¿Terminaste?
—¿Esperaste toda la noche?
—Si— Yoongi rió y Jimin lo siguió.
—Ay dios— se quejó empezando a seguirlo a su auto. —¿Por qué ya estoy enojado contigo?— el pelinegro volvió a reír y se encogió de hombros.
*
Una fuerte tormenta se desató en Seúl pero no podía importarle menos a ambos chicos.
Yoongi estaba sobre Jimin a quién penetraba de forma lenta. Se miraban a los ojos y lo único que se escuchaba eran los gemidos de ambos. El cuerpo del menor comenzó a temblar cuando el orgasmo lo atacó, tiró su cabeza hacia atrás y gimió con fuerza. El pelinegro escondió su rostro en su cuello y luego de unas estocadas más alcanzó su propia liberación gimiendo roncamente en el oido del otro mientras lo llenaba con su esencia. Jimin lo abrazó sonriendo.
*
Luego de unas horas se levantaron de la cama para comer algo. Jimin usaba una bata y estaba sentado en la mesa de la cocina casi recostado sobre ella mirando a Yoongi revisar el buzón de voz de su celular mientras comía una tostada.
—Hola Yoongi, soy Hoseok. ¿Quieres verme? Tengo una carretada de amor en mi auto para ti. Algo que te va a gustar. Yoongi, Yoongi, Yoongi— repetía su compañero en el mensaje de voz. Yoongi rió y Jimin lo miraba con una sonrisa. —Llamame, llamame, llamame. Vas a amarme, vas a amarme, vas a...— se escuchó el sonido del final del mensaje. El pelinegro gruñó y abrió el siguiente
mensaje. Jimin lo miró con una ceja alzada. —Yoongi, soy Hoseok. ¿Dónde
estas?— se volvió a escuchar la voz del chico.
—¿Quién eres tú?— preguntó Jimin ya cansado de verlo escuchar todos los mensajes que tenía.
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