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5. De forma amable

Cuando llegó a su casa, un olor a comida inundó sus fosas nasales, recordándole que estaba bastante hambriento desde hacía ya un par de horas. En la cocina, se encontraba su padre cocinando, lo que a él le parecía, pizza. El hombre notó su presencia y volteó a verlo, sonriendo ligeramente.

Kuta Uchinaga era joven aún. Ryo había nacido cuando ellos apenas tenían veinte, por lo que su progenitor recientemente habían cumplido los treintaiseis, y apenas se le formaban las primeras arrugas en los pliegues de sus ojos.

Se quitó los zapatos, colocándolos en el mueble de la entrada y finalmente se adentró en la morada. Volteó hacia los lados y notando a su madre, dormida en el sofá, con una botella de vino en la mesita de café.

—Estoy en casa —dijo como costumbre, acercándose al sillón y notando que, en la mano de su madre, reposaba una copa a medio llenar. La retiró con suavidad, colocándola junto a la botella y aprovechando para dejar su mochila en el sofá de una plaza—. Otra vez tomando... —suspiró—. ¿Como estuvo todo hoy?

La enorme pantalla transmitía un programa en volumen bajito donde una mujer se probaba algunos vestidos de boda pomposos y largos con sonrisas inseguras.

—Hoy tu madre estuvo todo el día en la empresa, manejando cosas de aquí para acá, así que está notoriamente cansada —el hombre rio, viendo por un par de segundos a la pelinegra respirar pasmadamente—. Tendré que llevarla a la cama si no despierta.

—¿Dónde están los demás? —se levantó y se acercó a la cocina de nuevo, sentándose en la barra.

—Supongo que en sus habitaciones —respondió el mayor—. Misumi está estudiando según ella y Minori fue a una fiesta con sus amigos. Reo se quedó dormido en la cuna.

Ryo asintió, asomándose al pequeño monitor y viendo que, en efecto, el niño parecía un poco bastante dormido. Estaba extendido como una estrella y tenía la boca bien abierta.

—Hay focaccia ahí —le indicó Kuta. Una pequeña canasta reposaba en la barra, cuidadosamente tapada con una tela blanca—. ¿Quieres aceite?

—Si. Me muero de hambre.

Estuvieron un rato charlando. La conversación con su padre se iba a diferentes puntos, pero el mayor siempre trataba de explicarle lo que se vivía día a día en la compañía.

—Entonces, ¿ya lo entiendes mejor?

Su hijo asintió. Tenía la boca llena de pan, por lo que hizo al hombre esperar a que tragase.

—Ya, mira que siempre me habían confundido los índices accionarios. Pero, ya me está quedando mucho más claro —el chico bajó la mirada y tomó otro trozo.

—¿Todavía tienes hambre? —alzó una ceja el hombre, viéndolo con repruebo.

—¿Yo? —se señaló a sí mismo.

—¿Quien más?

—Obviamente.

—No tienes remedio —rodo los ojos el hombre, dándole la espalda para revisar el horno—. En tu siguiente cumpleaños te regalaré algunas acciones.

—¿De qué? ¿De qué tienes tu?

—Vaya preguntas haces.

—Nunca me cuentas esas cosas.

—Bueno, creo que ya estás grande. Además, eres muy listo —dijo—. Tengo algunas de HSBC, unas pocas de Lindt, Booking, Amazon, Apple, Microsoft... Uy, apenas compré algunas de Tesla. ¿Quieres esas?

Ryo se veía un poco aterrorizado. Kuta se rio a carcajadas ante su rostro.

—Si tan solo supiera como usarlas, te diría que si.

—Ya te enseñaré. O, si me pasa algo, que te explique Kang.

—Pero...

La conversación se vio cortada por el zumbido de un aparato sobre la alacena. Ambos de los hombres miraron el teléfono, perteneciente a su padre.

—Ahora vuelvo —Kuta tomó el teléfono y fue a sentarse a la sala.

Ryo notó que necesitaba privacidad y en su lugar prefirió vigilar la pizza, mientras veía algunos videos en su teléfono. Eso no evitó que escuchara algunas palabras como "traidor" o "amenaza".

—¡Hermanito Ryo! —un par de brazos lo rodearon apretujándolo y haciéndolo voltear la mirada. Descubrió a un niño de grandes ojos y cabello azabache, cuyo rostro formaba una sonrisa. El mayor le correspondió el abrazo.

—Reo, ¿cómo estás? ¿cómo te la pasaste hoy?

—Te extrañé un poco —el niño hizo un esfuerzo por subir al banco, pues su altura todavía no le favorecía en lo absoluto—. Hoy estuve todo el día con papa y me llevó a comer helado a Daily, así que me divertí muchísimo —abrió las manos y soltó una risita. Ryo lo observó, su mirada suavizándose cuando se trataba de el menor.

Reo era el único de sus hermanos que no había alcanzado a vivir en Japón, teniendo cinco años de vida apenas y siendo sin duda el más consentido de la casa. Incluso sus padres habían dejado de trabajar a la vez para que uno de los dos pudiera cuidarlo y de esa forma, que el niño creciera con la suficiente atención. Aun así, Reo ya sabía hablar bastante el japonés y comenzaba a aprender a escribirlo.

—Perdón por no poder estar en casa, ya sabes que hoy fui a estudiar —jugó con su cabello mientras escuchaba pasos por la escalera.

—¡Oh my god, huele muy bien! —una castaña iba bajando los escalones y corrió hacia ellos con una sonrisa—. ¿Papá hizo de comer?

—Papá hizo pizza —Reo sonrió, colgándose de los brazos de su hermana mayor.

El mencionado acababa de terminar su llamada, colocando su teléfono en la barra mientras se ponía  un par de guantes rosas con decorado de flores rojas y plantitas, para agacharse y abrir el horno. Sacó tres bandejas de este, una detrás de la otra.

—¡Pizza! —el más pequeño de los hermanos se soltó de los brazos de Misumi y corrió hacia el refrigerador—, ¡Catsup! ¡Catsup!

—No puedo creer que a Reo le guste la pizza con cátsup y con piña —la chica mayor habló en voz baja mientras veía al pequeño sacar una botella—. Una verdadera decepción.

La mirada reprobatoria de su padre no se hizo esperar, mientras limpiaba parte de la superficie y Ryo sacaba los platos con usual tranquilidad, a pesar de estar demasiado hambriento.

Cuando por fin estuvieron comiendo en la mesa, el mayor de los Uchinaga habló.

—Ahora que estamos reunidos casi todos aquí —habló Kuta, haciendo énfasis en "casi" y viendo a su esposa, que todavía se encontraba dormida, ahora en una posición distinta—, hay algo que les quería comentar. Resulta que su madre y yo tenemos un viaje de negocios dentro de una semana, por lo que estarán solos en casa por algunos días —hizo una pausa, dándole una mordida a su pizza de champiñones. Todos sus hijos esperaron pacientemente a que tragara—. Reo se va con nosotros, aunque probablemente lo tengamos que dejar en una guardería allá. También, Yua va a hacer las comidas, por lo que no tienen que preocuparse por eso.

—Nos parece bien, padre —habló Ryo—. ¿Quién se queda en la empresa?

—Usagi y Kang nos estarán mandando informes, y cualquier asunto de urgencia te lo comunicará a ti, ¿te parece? —El mayor de los hermanos asintió, enfurruñando las cejas ligeramente—. Con eso de que acaba de irse el vicepresidente Ikari...

La verdad es que raramente se sentía tan inseguro y dudoso, pero lo estaba.

—¿Entonces ahora será solo es chofer el que nos transporte? —Misumi preguntó. A su lado, Reo hacia un desastre con su pizza hawaiana.

Un par de pasitos llamaron su atención, haciéndolos dirigir sus rostros el procedente.

—Buenos días a todos —saludó su madre, Sumi, con cabellos revueltos y con un sueño notable mientras tomaba asiento y sacaba risitas por parte de su esposo.

—Espero hayas dormido bien, cariño —Kuta la saludó, mientras se levantaba a buscar cubiertos para ella—. Estaba comentándole a los chicos sobre nuestro viaje a Osaka.

—Entiendo —la mujer respondió—. Oí tu pregunta sobre el chofer y si, Misumi, Thomas va a estar llevándolos a donde quieran cuando quieran, por eso no se preocupen —dio un sorbo a su vaso de agua—. Igual, no estaría mal que tomaran el transporte público de vez en cuando.

Los chicos se quedaron en silencio con notoria duda en sus rostros, y la mujer los vio reprobatoriamente.

—Claro, cuando sea posible lo usaremos —la chica forzó una sonrisa y su madre entornó los ojos.

—Sé que no lo harán, pero bueno —Sumi parecía muy escéptica y al estar todavía algo adormilada, se veía algo graciosa—. Por cierto, la razón por la que nos vamos es porque hay se celebra una cumbre de empresarios y bueno, una gran cantidad de CEOs van a asistir. Es esencial.

—Calculo que serán dos semanas más o menos —añadió Uchinaga, que ya había vuelto a la mesa y le pasaba los cubiertos a su esposa.

—¿Dos semanas sin mis hermanitos? —el pelinegro más pequeño abrió los ojos en grande.

—¿No es eso mucho? —Misumi igualmente parecía algo escandalizada.

—La vez pasada solo fueron unos días —comentó Ryo.

—Pasa que esta vez se tiene planeado algo más grande por la cantidad de personas que asisten y, además, hay más presupuesto por el éxito de la vez pasada.

Los menores asintieron, sin dejar de verse y sentirse algo descolocados.

El resto de la velada pasó sin más, con Ryo lavando los platos en silencio mientras se cuestionaba un poco lo que sería ser el contacto de emergencia de la asistente de su padre. Si era honesto, no sabía casi nada de manejo general de una compañía.

Realmente admiraba a su padre por ser tan capaz.

(...)

No lo iba a negar, le había molestado bastante la "broma" que había hecho Mia. Quizá solo le hubiera causado gracia si ella fuera japonesa y la hubiera dicho, pero no sentía que estuviera completamente en derecho de hacerla.

—Espero que haya sido la última vez —dijo—. Porque la próxima vez no lo voy a defender ni nada.

Sus amigos lo miraron con sorna y algo que parecía incredulidad a través de la pantalla.

—Eres una persona más decente de lo que creí —Kai comentó, con la mirada en lo que parecía ser su computadora.

Los cuatro estaban haciendo videollamada ese día, pues Leo les había dicho que les quería charlar lo que le había pasado; resulta que le había dado una indigestión algo fuerte, y había tenido que faltar a clase esos días. Pero, según sus palabras, iba a volver ese mismo miércoles y quería estar al tanto de la mayoría de los chismes posibles.

—Ay Kai, tú siempre tan dulce —Yian se carcajeó detrás de la pantalla, provocando que la chica le mostrara el dedo de en medio sin dejar de visualizar su pantalla.

—Igual fue bastante bueno de tu parte que lo defendieras —Leo hizo un pequeño puchero—. Uchinaga es poco desagradable, pero hay que saber separar las cosas.

—Además, ¿no se supone que se lleva súper con las chicas? —agregó Yian.

—De hecho, Lia y el están ambos en el consejo —respondió—. Fue por eso por lo que nos comentó lo del viaje a Londres.

—Hipocresía en su máximo esplendor —negó con la cabeza Mitchell—. Terrible.

Jean bajó la vista a su tarea de nuevo, pensando en el viaje que probablemente harían en semanas. Genuinamente le gustaba salir de su ciudad y le emocionaba ir con sus demás compañeros de Historia, aunque su imagen de algunos ya no fuera la mejor.

Era de decir que había algunos con los que sólo compartía esa clase. A esos ni los conocía.

—Espero que el viaje no sea cuando papa no esté, porque... que flojera conseguir su permiso y su firma.

—Tienen el evento este de directores, ¿no es así? —cuestionó Leo, jugando con sus rojos cabellos—. Esperemos que si estén los señores Corsair. Además, ya podrás llevar a tus compañeros a tu casa porque no están tus padres.

—No lo había pensado —sonrió malévolamente el rubio, ganándose las miradas de desprecio de sus amigos—. Podría hacer una fiesta en la cabaña o en la casa de campo, o incluso aquí.

Los tres chicos se soltaron a reír; parecía que les había causado excesiva gracia su comentario.

—A ti ni te gustan tanto las fiestas, ¿Jean, que aparentas? —Yian sonreía en grande, causando que sus ojos se volvieran rendijas—. Igual estaría buenísima, suerte invitando a todos a costa de Julián.

—Julian no vive con nosotros desde hace semanas —sacó punta a su lápiz—. Está enojado con papá, ¿saben?

Los vio asentir a través de la pantalla, a pesar de que ninguno lo estaba viendo fijamente en ese momento.

—A ver, algo que a mi no me queda claro —Leo lo miró a través de la pantalla—. ¿Es Julian o Julián?

Jean rio, recargándose en su silla y cruzándose de brazos.

—Para ti que lo pronuncias tan horrible, déjalo en Jules.

—¡Oye...!

—Se llama Julián. Así, Ju-lián. Pero todos le dicen Julian, Jule o Jules, así que dile como quieras.

—Yo le diré Julián —dijo Yian. El no se escuchaba tan mal, por lo que Jean asintió.

Pero, si su hermano lo escuchaba, le iba a pegar senda patada.

No dijo nada.

—Seguramente tienes muchos planes en estas semanas que vienen —comentó Leo, viéndolo un poco divertido.

—Así es.

Pero ninguno de ellos era lo que sus amigos se imaginaban. Incluso, la idea de organizar una fiesta, para estar toda la noche removiéndose en su lugar por la cantidad de gente y luego limpiar vomito de sofás y líquidos de dudosa procedencia de camas no era lo suyo, junto a las reparaciones que hacer por lavabos rotos y el extravío de uno que otro objeto valioso, no se le hacía linda en absoluto.

—Yo solo espero que mis compañeros se dignen a comenzar el ensayo pronto —Leo chilló—. Según leí no han comenzado nada porque estuvieron ayer todo el día jugando con la play.

Jean se rio, llamando la atención de Odie, su labrador, que reposaba en su cama con las patas encogidas y el pelo en su rostro. Su risa no era particularmente suave, pero no era tampoco la más escandalosa del mundo, al igual que raramente reía con ganas y no por compromiso.

Con sus amigos, no obstante, la dejaba fluir.

—Si hubieras ido probablemente también hubieras pasado el día jugando al Fifa en la play —Kai lo miró con repruebo—. Mi equipo no está tan mal, pero son un poco raritos.

—Kai, pero yo estoy en tu equipo... —Yian se quedó con la frase flotando.

Definitivamente era muy divertido para Jean el tener ese tipo de videollamadas con sus amigos. El afecto había crecido entre ellos con el paso de los años, y ya era natural.

(...)

—¿Hoy tienes practica de rugby, Leo? —llamó la atención del menor Kai, que limaba sus uñas con suma paciencia—. Samantha dijo que va a comenzar la época de torneos.

Ese día, el profesor de matemáticas había faltado, por lo que se encontraban en uno de los patios de la escuela almorzando por segunda vez. El aludido bebía algo que era como un licuado de proteína y una barrita de avena igualmente saludable.

—Así es, comenzamos entrenamientos intensivos y tenemos que ejercitarnos un poco más en general. Estos pectorales no se forman solos —el chico se encontraba sentado en el suelo, de piernas cruzadas—. Tu igual comienzas, ¿no, Jean?

—Hemos estado buscando gente que reclutar para el equipo, porque nos hacen falta jugadores—respondió el rubio, mientras fruncia un poco los labios al ver su sándwich de jamón—. Hoy hay pruebas y, además, aparentemente el consejo nos hará algo así como una encuesta.

—Oye si, a nosotros ya nos hicieron una, es sobre las instalaciones. Ya sabes, tonterías —el chico hizo una pequeña mueca al dar un sorbo a su malteada—. Esto sabe a mierda. Como decía, Torres se quejó de que las duchas han estado fallando bastante últimamente y a veces no sale el agua caliente —comentó—. O sea, a veces estamos a cinco grados Celsius y quieren que nos bañemos con agua fría. Prefiero morir.

Jean rio.

—Que bueno que las hagan, aún así. Nuestro pasto se desgastó en el periodo de vacaciones y le cambió algo el color, necesitamos un cambio pronto —Corsair observó a los estudiantes que iban pasando por ahí, muchos volteaban a verlos, pero seguían caminando sin más—Nuestros papás no pagan la colegiatura para que esté amarilla la cancha.

Kai se limitaba a asentir, poco interesada en sus conversaciones.

—¿Y Yian? —Leo preguntó.

—Es cierto, ¿Dónde está tu novio, Kai? —Corsair dijo. La chica lo miró mal.

—Yian no es mi novio, idiotas. Ni siquiera me gusta —le aventó la lima uñas al rubio, picándole el ojo a propósito—. Y tampoco sé dónde está, supongo que estudiando o algo así, ya ven que no le va muy bien en esto llamado escuela.

Los muchachos carcajearon mientras asentían.

Cuando volvieron al aula, encontraron al muchacho con el rostro hundido en uno de los libros del aula y los azabaches cabellos desparramados a su lado, con una chica al lado tratando de despertarlo. Jean se iba a dirigir hacia allí, hasta que un par de compañeras lo abordaron en la puerta.

—Oye Jean, Anto nos dijo hoy que nos podemos ver en su casa el martes siguiente —Mia le dijo, con su clásica sonrisa amable; la muchacha fácilmente se podía ver como una dulzura.

—Mal, yo les quería decir lo mismo —el muchacho respondió, aunque igualmente no le molestaba tanto. Se supone que sus padres no estarían por aproximadamente una semana—. ¿Entonces puede ser la mía la del martes que le sigue a ese?

Las chicas compartieron miradas, y Jean supo que eran malas noticias.

—Si no me equivoco, Uchinaga nos dijo lo mismo —Lia dijo, con una obvia sonrisa forzada.

—Realmente preferiría ir a la tuya —Mia dijo, causando que su amiga la viera mal—. Digo, todo el equipo preferiría ir a la tuya, ya sabes.

Jean se quedó entre confundido e irritado. Los comentarios pasivo-agresivos de sus compañeros comenzaban a molestarle y no sabía en qué momento se habían vuelto tan haters del japonés o si había sucedido algo entre ellos. El chico, sentado en su mesa, se encontraba mirando fijamente un papel en ese momento.

—Bueno, no es que yo quiera ir tampoco, pero de eso se trata el trabajo en equipo —fue lo que respondió—. Ya hablaré de eso con él en un rato.

Las dejó ahí paradas, caminando hacia su asiento y notando una mirada rara en Kai, como si estuviera dudosa o insegura de algo. Era exactamente la misma mirada que le había dado cuando le había dicho lo de los equipos.

—No me agradan —la muchacha miró fijamente a la pizarra. A su lado, Leo había finalmente terminado su barrita. Kai y Leo compartían mesa, al igual que Yian y el—. Ten cuidado.

Jean asintió, pero ahora lo que tenía que hacer era abordar a Ryo y decirle que le diera el martes dentro de dos semanas o que convencieran a Antonio de cambiar su día hasta después de ambos de ellos. Sin duda, esa oportunidad era única en un millón.

No era nada común que sus padres salieran por tantos días del país.

Cuando terminaron las clases, Leo se colgó de su espalda, pidiéndole que lo llevara al campo de entrenamiento de rugby, que quedaba al otro extremo del suyo.

—No voy a hacer eso —el muchacho se negó tratando de quitarse de encima al pelirrojo, que parecía más bien una garrapata. Había olvidado lo fuerte que era el chico y lo alto que era capaz de saltar—. Está muy lejos, Leonel.

—Vamos, así haces espalda —el chico no parecía tener intención de bajar de ahí, y Jean no quería estar perdiendo el tiempo discutiendo—. Recuerda que, como atleta, tienes que ser muy fuerte.

—Que conveniente.

Sus amigo soltó una risita. Jean comenzó a caminar hacia donde se encontraba el campo, pasando cerca de sus compañeros de equipo, que solo lo miraban con duda.

—¿Ya no te sientes mal? —aprovechó para preguntarle, Jean creía que, aunque hubiera sido una indigestión, le preocupaba un poco el tiempo que había estado vomitando.

—Ya estoy mucho mejor, en serio —el chico acomodó su cabeza sobre la contraria—. Tuve un reflujo muy fuerte por la comida que comí. Pero descansé, y los medicamentos sirvieron mucho.

—Al principio me causaba gracia, pero después me preocupé un poco por ti.

—Awww —el chico parecía enternecido por su comentario—. Jean, no sabía que eras poeta.

—Te voy a bajar, eh.

El chico rio sonoramente y movió sus piernas como un niño pequeño, causando que el chico bajo su peso se tambaleara ligeramente y le diera un golpe con la palma de su mano a la pierna al mayor.

Finalmente llegaron al lugar, donde ya se encontraban bastantes chicos realizando distintos calentamientos y el entrenador fulminó con la mirada al recién llegado. Leonel saltó de su espalda y, tras agradecerle, corrió hacia el hombre, a quien Corsair saludó desde lejos y que respondió de igual forma el saludo.

Se dio la vuelta y corrió hacia su campo, cruzando el de softball sin ver mucho a sus lados y esquinando el de voleibol, la cancha de tennis y finalmente el de futbol, que era el vecino al suyo. Cuando visualizó finalmente el campo con los números enormes, disminuyó su paso y colocó sus cosas en las bancas.

Notó entonces que varios muchachos estaban ya llegando a la cancha, vestidos con ropa deportiva. Jean agradeció internamente; detestaba reclutar personas.

—Hoy los cité para que me ayuden a observar los futuros reclutas —el capitán, Tom, les habló—. No hay entrenamiento, pero no quiero que se vayan. Hoy viene el consejo, así que quiero que charlen y les comenten sobre las duchas, los casilleros y sobre el césped —entonces, miró hacia su dirección—. Jean, después de que hables con el consejo, ayúdame con la selección.

—Claro.

Los demás chicos asintieron, mientras su capitán llamaba a los que iban llegando y les daba sus respectivos cascos, al igual que el uniforme que debían usar. Se acercó a él entonces el presidente del consejo estudiantil, largo, de piel oscura y ojos verdes.

—Hola, Jean, el consejo ha estado realizando encuestas a los miembros de los equipos deportivos y en general, sobre su opinión en lo que la escuela les proporciona para llevar a cabo sus actividades —el más alto asintió, tomando el papel que Kylian le tendía. El presidente se fue a charlar con otro de sus compañeros y Jean alzó la vista, buscando a una persona en particular.

Vio hacia los lados, esperando que nadie tuviera su vista fija en el en el momento y que cada uno estuviera en sus propias actividades. Una vez que se aseguró, subió las bancas fingiendo que tenía una duda sobre la encuesta y se acercó a cierto pelinegro, que se encontraba sentando, leyendo algo con graficas de colores primarios.

En cuanto notó su presencia, el chico se puso alerta como si fuera un gato, y lo miró con recelo.

—Uchinaga, me dijeron Mia y Lia que tú quieres que vayamos a tu casa dentro de dos semanas —le dijo, tratando de no estar demasiado cerca del mayor.

—Si, así es —Ryo confirmó—. ¿Qué pasa con ello?

—Yo también le iba a decir a ellas que yo quería la segunda semana —respondió—. Quiero saber si puedes darme a mi ese día y tu tomar el siguiente.

—No.

—¿Por qué no?

—Solo ese día puedo llevar gente a mi casa —el chico se cruzó de brazos, retándolo—. Búscate otro día.

—¿En serio no puedes darme ese? En serio, no puedo tomar otro día.

—Te dije que no, y no me vas a convencer.

Jean quería tirarse al piso y hacer un berrinche como niño en Walmart al que no le querían comprar un robot, o fingir un desmayo así le daba pena ajena al japonés.

—¿No puedes prestar tu casa la siguiente semana?

—Por favor, ¿no puedes tomar el martes dentro de tres semanas? —el chico parecía particularmente molesto—. Ya deja de estarme molestando, eres un grano en el culo.

Jean se dio la vuelta, tratando de mantener la calma y mordiéndose el puño a la par.

—Estoy tratando de pedirte esto de forma amable —se acercó a él, invadiendo a propósito su espacio personal—. ¿Por qué es tan difícil hablar contigo?

—Aléjate de mí, por favor —lo empujó, olvidando completamente que estaban en unas gradas y que no era un lugar estable, causando que el chico trastabillara.

Jean vio su vida pasar frente a sus ojos mientras trataba de mantener el equilibrio, sentía miedo en ese momento de tropezar con el banco de abajo y terminar rodando por todas las bancas, que además de dejarlo en vergüenza publica, iba a dolerle bastante.

Sintió entonces un par de manos tomar sus brazos y estabilizarlo.

—Te dije que te alejaras —Ryo se había levantado y ahora lo estaba sosteniendo con su clásico rostro de fastidio. Lo soltó y volvió a sentarse—. Eres imbecil.

—Gracias. Pero, ¿imbecil yo? Tu eres un idiota.

—¿Perdón?

—¿Pirdin?

—Bueno, vete al carajo.

Ryo le dio otro empujón, como queriendo que se quitara completamente de su vista. Jean se sostuvo de su brazo y lo miró suplicante.

—Uchinaga, olvida todo lo que dije...

—Búscame al final de la jornada y hablamos de nuevo —el chico lo interrumpió—. Solamente hay que hablar con Antonio y decirle que cambie su día, ahora ya desaparece de mi vista, por favor.

Jean no dijo nada, solamente se encogió de hombros y se retiró, bajando con sumo cuidado. Su rostro estaba tan rojo como un tomate de la vergüenza de haber sido salvado por quien él consideraba un pececito debilucho.

Cuando volvió a la cancha, le sorprendió ver una figura desconocida a lo lejos, justo donde su cancha conectaba con la de futbol y trató de reconocerlo. Cuando finalmente hizo click, se dio cuenta de que era el vicecapitán del equipo de futbol, Keith Hue.

—¿Ese no es Hue? —a su lado, Emiliano llamó su atención. Parecía que su compañero estaba viendo hacia el mismo lugar—. ¿Qué hace aquí?

—Hermano, no tengo ni idea.

Primera actualizacion del año!!! No sé por que me emociona mucho esto, pero espero este año se puedan sumar muchos mas lectores a esta historia <3 a quienes ya están aquí, les agradezco mucho!

Les deseo el mejor 2022 <3

-boo

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