37. Los meses
I wanna be your endgame (endgame)
I wanna be your first string (first string)
I wanna be your A-Team (A-Team)
I wanna be your endgame, endgame
Ni siquiera fue capaz de estacionar el coche, solamente lo acomodó cerca del estacionamiento y azotó la puerta con todas sus fuerzas. El cuerpo le vibraba, y sus manos, formadas en puños a su lado, no dejaban de temblar. Le castañetearon los dientes cuando abrió la puerta del garaje y finalmente ingresó al lugar.
Su tía Hana, su padre y su abuela ya estaban presentes en el lugar, todos con los ojos anteriormente puestos en Sumi, pero ahora en él. Ryo tenía los cabellos alborotados, el fleco torcido y tanto su vestimenta como sus manos se encontraban manchadas de la sangre del hombre. Llevaba puestos un par de pantalones caqui y una camiseta blanca con un pequeño estampado negro.
Su madre acababa de ingresar al lugar de igual manera, y se encontraba cerca de las escaleras. Detrás de su primogénito, llegaron el resto de sus hijas; Reo, sentado en el sillón, los miraba con los ojos bien abiertos y las manos manchadas de sandía.
—¿Qué está pasando? —preguntó el hombre, paseando su mirada de un lado a otro, por momentos en su esposa y de regreso a su hijo.
—Reo, ¿quieres ver caricaturas con tía Hana? —la mujer se acercó al niño, que asintió suavemente.
—Chi, pero con mi fruta —el menor asintió. Sus ojos brillaban bajo la tenue luz del techo, y Ryo casi se sintió tranquilo al verlo tan ajeno al caos. Hana lo cargó, llevándoselo a la sala de estar contigua mientras este sostenía el pequeño bowl.
—Ahora sí, ¿me pueden explicar? —habló Kuta, de forma severa.
—Déjame te hago un resumen, pa. Las niñas y yo nos dimos cuenta del comportamiento de mamá, y decidimos seguirla hasta...
—¿A qué te refieres con "seguirla"? ¿Cómo?
—En el BMW —Misumi respondió quedito, parecía algo tímida.
—¿Quién los llevó?
—Pues, Ryo.
—Ryo no sabe ni meter segunda velocidad, no entiendo —entrecerró los ojos. Para ser honesto, Ryo tampoco sabía.
—Papá, me regañas después —suplicó el menor—. Estuvimos ahí esperando, y la vimos reunirse con su amante.
Los presentes se quedaron todos en silencio, siendo únicamente la televisión del menor de la familia y su ruido ahogado el que salvaba la tensión.
—Bueno, eso ya lo sé desde hace un tiempo —se encogió de hombros Uchinaga. La noticia no le tomaba en absoluto por sorpresa, y las gemelas parecían impactadas de ser las únicas que no estaban enteradas—. Son cosas que llegan a pasar en los matrimonios.
Pues, yo no quisiera eso.
—Sé que lo sabes, pero falta algo más —miró acusatoriamente a la mujer, cuyos ojos brillaban con miedo. Si ella nunca era piadosa él, él tampoco lo sería—. Mamá se encontró con sicarios, y, perdonen que lo suelte así, pero mandó a matar a alguien de los Corsair.
Ahora estuvieron todos los ojos puestos en Sumi de nuevo. Chiyo hizo un ruido ahogado, como de increidulidad.
—¡Eso no es verdad! —exclamó la mujer, cuya mirada saltona lo perforaba—. Ryo está seguro de que todo se trata de él y del niño rubio, y no es así. Nunca tuve la intención de algo así. Por favor, Kuta...
—Lo que dice Ryo es verdad, nosotras la escuchamos —Minori confirmó, cruzándose de brazos.
—¿Minori? —su madre parecía atónita, sorprendida ante la traición de su hija favorita.
—¿Qué? —musitó su padre, mirándola sin terminar de creer lo que escuchaba—. ¿Por qué, Sumi? ¿Acaso te hicieron algún daño? —el hombre elevó la voz—. ¡Ni siquiera eres una Uchinaga! ¡No deberías sentirte ofendida por las antiguas ofensas!
—¡No es eso! —ahora Sumi igualmente gritaba. Su padre hizo un intento por levantarse, pero volvió a caer al sillón sin mucha gracia—. ¿Es que aquí nadie ve lo que yo veo? ¡Están todos cegados por la compasión hacia ellos, como si no nos estuviesen destrozando otra vez!
—La única persona que está haciendo destrozos aquí eres tú, Sumi —su abuela habló, su voz gélida como un tempano de hielo—. ¿No te das cuenta de que, si te atreves a hacerle daño a Jean, solo se desataría un sinfín más de cosas así? No es que simplemente lo vayan a dejar pasar; la historia se repetiría sin duda.
—¿Quién dijo que yo iba a matar al rubio? —su madre ahora parecía confundida.
Ryo copió la expresión de la mujer. Bien había dicho que el único heredero que quedaría seria Julian, y Ryo no tenía conocimiento de un hermano perdido en el clan.
—Tú lo dijiste.
—Ah, no, no, no —hizo ademanes y paseó su mirada por todos los presentes—. ¿Acaso soy la única que sabe que Casandra está embarazada?
Bueno, ese es un detalle del que no estaba enterado.
—¡Pero pasa de los cuarenta años! ¡Es riesgoso! —exclamó su abuela.
—¿Entonces no te referías a Jean? ¿Qué querías hacer, mujer? —por un momento relajó su expresión, pero un sinfín de alarmas se desataron en su mente cuando llegó su verdadero cometido—. ¿Querías que Casandra perdiera al niño? —ladeó el rostro, y la expresión en el rostro de Sumi se lo confirmó—. Dios mío... Estás loca.
—¿Así que yo soy la loca? ¡Ryo, tú te metiste con el rubio, y te importó un carajo todas las posibles consecuencias a tus actos! ¡Y tú, Kuta, fuiste parte de los yakuza! ¡Tienes sangre de inocentes en tus manos y en tus logros! ¿Realmente soy yo la que está desquiciada?
De un momento a otro, Ryo y su madre ya se encontraban frente a frente. La tensión era palpable. Ryo sentía un nudo fuerte en la garganta, su cuerpo no dejaba de temblar sin parar, y su espalda comenzaba a palpitar lentamente.
—Nada de lo que haces es por el bien de esta familia, porque si fuese así, nunca me hubieras tratado así, madre. Y te digo madre porque así me lo inculcaste, pero no eres mi mamá —escupió el menor, erguido en toda su altura frente a la mayor, pero más bajita. Ya no gritaba, casi hablaba en un susurro—. Solo eres una perra egoísta y psicópata que trata de excusar sus comportamientos con los errores de los demás.
—No te atrevas —y se lanzó una vez más contra él, como si el puñetazo de minutos atrás no hubiera sido suficiente. Forcejeó contra sus largas uñas que tenían la intención de rasguñarlo, y sinceramente, Ryo no quería pegarle. Ni siquiera quería tocarla.
Solo quería librarse de ella, y así fueron separados por los demás presentes.
—Escúchame bien, y quiero que sea la última vez que llevemos a cabo esta conversación —su padre ahora se sostenía de un andador y se había acercado a ellos. Detrás de él, se encontraba Chiyo—. Tú y yo estamos casados, y hemos formado a una familia; nunca me voy a arrepentir de ello. Tenemos que criar a Reo como padres, y solamente por eso no te saco de esta casa en este momento, porque eres la madre de mis hijos —hablaba serio y frio como nunca. A Ryo se le removieron las entrañas al escuchar la forma en que se miraban el uno al otro, sin una gota de cariño o amor—. Aunque le duela a Reo, tienes que rehabilitar toda esta mierda que está en tu cerebro, y es una obligación. No vas a seguir lastimando a Ryo, y debí haber tomado esta decisión desde que le ocasionaste todo lo que le ocasionaste. Quiero el divorcio, y vamos a pelear por la custodia.
Fue como si un balde de agua fría le cayese a la mujer, que se desplomó con un grito en el suelo, sin consuelo alguno, y se acostó sobre este, moviéndose en espasmos provocados por el llanto. Ryo solo la observó un par de segundos, antes de regresar su mirada a su progenitor.
—Ahora, te quiero fuera de esta casa para mañana en la mañana —se dio la vuelta y la miró por el hombro—. ¿Me ayudas, Ryo?
—Claro.
Llevó a Kuta escaleras arriba, y abrió la puerta de la recamara matrimonial, acompañándolo en su camino a la cama.
—Descansa un poco tú también, no quiero que te sobre esfuerces —indicó el hombre, recostándose con cuidado en su cama boca arriba. Su hijo se acomodó en el sillón cercano a esta y jugueteó con sus manos.
El silencio se sembró entre ambos. Sus mentes se encontraban en lugares distintos en ese momento, pero todo era ocasionado por lo mismo.
—¿Qué fue lo que hiciste después de enterarte? ¿En serio pensaste que se trataba de Jean?
—Claro que lo pensé, ¿Quién más hubiese sido? No sabes lo que sentí, fue... carajo, tengo recuerdos borrosos de todo lo que pasó en ese pequeño lapso, pero no fui capaz de detenerme. No me importa si yo lo pago, lo último que quiero es que alguien lo lastime, y menos si es mi propia madre.
—Entiendo, lo quieres.
—Supongo —rio suavemente.
—¿Y luego? ¿Qué fue todo lo que pasó?
Relató cortamente todo lo que él mismo había ocasionado. Su cerebro había olvidado la parte en la que tenía un arma justo en la nuca, con el dueño de esta más que listo para disparar. Su padre se asustó, de forma obvia, pero el hecho de que Ryo aun tuviese sus sesos en su lugar pareció tranquilizarlo.
—¿Todo eso hiciste?
—Y lo volvería a hacer.
Kuta carcajeó suavemente, sus ojos volviéndose pequeños ante la fuerza de sus mejillas, y Ryo se sintió cálido al verlo feliz. Hacía algo de tiempo que no lo veía contento, o al menos divertido.
—Entonces, haz más —lo miró—. Con esta conversación y todas las estupideces de tu madre, me di cuenta de que tenemos que dejar atrás todo este odio y resentimientos del pasado. Es tu responsabilidad como parte de esta familia trabajar en ello, porque nosotros fuimos los que lo comenzamos.
El hombre se retiró la camisa de manga corta, y lo dejó ver el enorme tatuaje de su espalda. Un enorme dragón se extendía por toda la zona de atrás, en ya deslavados rojos y negros, pero no perdía su forma ni su manera tan particular de intimidar. Sus detalladas escamas y colmillos, al igual que el ojo del centro, sembraban miedo en todo aquel que lo veía. Sobre todo, cuando sabía todo el historial de su padre con la asociación y las razones por las cuales se los hacían.
Ryo le alcanzó sus pijamas, y le dio la espalda para dejarlo cambiarse con privacidad.
—Entonces, continuando, ¿me estás diciendo que trate de que nos llevemos bien?
—Piénsalo bien, ¿Qué te detiene? Veo en ti la capacidad de que tú y Kang lleven esto a cabo, y tenemos que buscar las maneras —se quedó en silencio, y su hijo lo dejó que su mente divagase. Ninguno de los dos era demasiado hablador, y parecían mil veces más cómodos cuando no había demasiado ruido—. Podrías buscar algún proyecto en el que ambos pudiesen trabajar, con menos costos y capital humano de ambas partes. No sería prioridad ni una preocupación ni para nosotros ni para Casino.
—Bueno, hagámoslo. Que se vuelva algo tangible.
(...)
Nunca se hubiese autoproclamado idealista, pero en ese momento quería hacerlo real. Sus vacaciones pasaron sin pena ni gloria, sin algún otro incidente como el de Sumi.
Su madre había abandonado sus vacaciones al día siguiente, y se había marchado de la casa sin decir mucho más. Conversó con su padre en su estudio, y aparentemente iban a comenzar los tramites de su divorcio.
No era que le afectara mucho a Ryo; no dudaba que era la mejor decisión que pudieron haber tomado, pero tener a su madre tan lejos no le iba a permitir monitorear sus planes. Y, de todo corazón, esperaba que no volviese a pasar por su mente hacer algo así.
De cualquier manera, esta vez sí que tenía propósitos de año nuevo.
Uno de ellos era, en pocas palabras, regresar con Jean.
Y por eso mismo quería poner todo su esfuerzo en hacer las cosas funcionar.
Sin embargo, sus amigos no se la ponían nada fácil.
—Ya sabíamos que su madre no iba a acceder, ¡es una tontería! —Allan lloriqueaba sobre la mesa, con el rostro escondido en el hueco de sus brazos. Foster ya no se sentaba con Enzo, a causa de su notoria ausencia; y Ryo y Roy ya se habían acostumbrado a sentarse juntos, a pesar de que el azabache no olvidaba que su amigo era la causa de disputa de sus hermanas.
—¿Si quiera fueron novios? —preguntó Roy, que no parecía particularmente triste por las desgracias del más bajito. Al contrario, se veía contento de que Trafalgar se encontrase a seis mil kilómetros de ellos.
—No, pero nos gustábamos. Mi madre nos llevó a Paris en año nuevo, y fue lo más bonito del mundo —volvió a soltarse a llorar el chico. Ryo sobó ligeramente su hombro, en su mayor intento de consolar al menor, pero no era para nada su materia—. ¿Ahora que vamos a hacer?
—Pues, si subsisten, dile que aplique a universidades de Londres. Problema resuelto —respondió Uchinaga de forma simple. Roy le dio un ligero codazo.
—¿Y la colegiatura? —el castaño alzó el rostro para mirarlo; tenía la cara roja, y sus ojos derramaban pequeñas lágrimas. El pelinegro tuvo que contenerse para no reírse—. Ryo, ¡sal de tu burbuja! No todo mundo puede pagarse una escuela y una vida en el extranjero, mucho menos una universidad.
—Pues págasela tu. Bueno, tu mamá.
—Lo dices como si fuera lo más fácil del mundo.
—¿Qué quieres que te diga? Estoy ofreciendo soluciones.
—¡No quiero soluciones! ¡Solo quería apoyo moral! Pero veo que el hecho de que no se separasen por tres meses si los afectó, Bonnet ahora es como tú —hizo un puchero disgustado.
—¡Eso no es verdad! Jamás sería como Uchinaga —Roy soltó un par de carcajadas y se levantó, abrazando al chico con sus enormes brazos y dejando que hundiese su rostro en su hombro.
—Ya quisieras.
Y ese era una parte de su enero, que le trajo cambios en su vida, pero no el que deseaba. Por otra parte, el y Seungmin hacían el mayor esfuerzo por adivinar el horario o los días libres de Corsair sin que Ryo tuviese que recurrir a su arma secreta. Uchinaga no sabía bien cuanta fuerza mental tendría si se volviera a acercar a él, y no quería jugar de esa forma con el rubio cuando no tenía ni la mínima certeza de lo que deparaba el futuro.
De cualquier manera, nadie dentro de la empresa parecía quejarse de la nueva administración, a pesar de que Kang apenas estuviese en capacitación y más que nada lo ayudaran las demás personas que tenían experiencia en el tema. Claro que no era lo mismo ser jefe de operaciones que director ejecutivo, ni de lejos.
—Y usted tiene que dejar de cargar ese casco a todos lados, ya no es tan necesario —regañó al hombre Ryo—. Si tiene que supervisar alguna obra de manera urgente, solo haga que alguien se lo lleve.
—Ya se ha acostumbrado a traerlo de aquí para allá —comentó en una risita Haneul, la esposa del hombre. Era una mujer de cabello oscuro y corto, ojos grandes y vestimenta elegante—. No habrá forma de cambiar su forma de pensar tan rápido. Regresando al tema, ¿quieren que vaya al brunch exactamente a este lugar, a las diez de la mañana en sábado?
—Exacto.
Quizá no habían logrado investigar todas las actividades personales del CEO de Casino, pues era un hombre ocupado, pero sí que habían dado con las amigas de Casandra Corsair, y después con el conocimiento de que iban a desayunar al menos tres veces al mes al mismo lugar, siempre.
—No creo que te reconozca —comentó el hombre—. Cuando me presenté con Norbert, apenas y me miró. No nos conocen.
Ryo lo recordaba de manera nítida, a pesar de que se había quedado tildado de Jean toda la mañana. Norbert Corsair apenas y dirigió un par de palabras al hombre antes de centrar su total atención en Kuta, y no había mucho que hacer al respecto.
—Solo lleve a sus amigas, pasen un buen tiempo y van a comenzar a reconocerse —el muchacho deslizó una tarjeta negra por la mesa y la dejó cerca de la mujer—. Salga las veces que sean necesarias e invite a sus amigas. Después, voy a investigar el lugar donde hacen Pilates.
La mujer asintió, y así fue como llegó el final de enero. Llegó a la mansión Kang un domingo en la mañana, encontrando de forma exitosa al matrimonio que tanto frecuentaba en esos días.
—Casandra Corsair hace pilates los lunes, miércoles y viernes a las nueve de la mañana en JYM Pilates. Le voy a mandar la ubicación, y por favor hágasela llegar a sus amigas. Seguro estarán felices de tener más tiempo con usted —fue lo primero que dijo al llegar, y colocó algunos documentos en la ahora repleta mesa de café—. ¿Están dormidos sus hijos?
—Claro, es domingo.
Para su suerte, los hijos de los Kang estaban en la etapa más antipática de la adolescencia y lo último que querían era meterse en los asuntos de adultos, y de Ryo. Aunque cada vez que se cruzaban eran más bien amables, Uchinaga sabía perfectamente que solo era cordialidad.
—Bueno, busqué y busqué hasta que di con que, en el sur de la ciudad existe la posibilidad de reformar una zona de Casinos, hoteles y un centro de comercial. Pienso que podrían acordar la compra y la posterior demolición —tomó un respiro, estaba hablando demasiado rápido para su propio gusto—. No es fácil encontrar terrenos baldíos hoy en día, y me parece que es muy factible. ¿O, qué piensa de construir un estadio? No es fácil, pero siempre habrá equipos que tengan el capital, y nunca se deja de ganar.
—Ambas son buenas ideas, pero necesitaría estructurarlas de forma correcta. Es decir, no es nada fácil.
Uchinaga bufó, tomando asiento, y extendió el plano hacia el hombre.
—Este es el de la plaza —y tomó el otro con dificultad—, y este es el del estadio actual del equipo. Pienso que son factibles, el que usted desee —respiró una vez más—. De cualquier manera, yo ya me voy.
Volvió, sin embargo, una semana después. Era igualmente un domingo, y llevaba puesta la ropa perfecta para ir de golf. Seungmin, Haneul y sus hijos ya lo esperaban, y fue cosa de segundos para que estuviesen de camino al lugar.
Al llegar, tuvo la certeza de que ahí estaba Jean, y pudo confirmarlo cuando lo vio sentado en un carrito, con cara de aburrido. Le invadieron las ganas de correr hacia él, pero razón no se lo permitía.
Ese día, se conformó con dos cosas.
1. Observar a Jean a la lejanía, disfrutando de ver sus bronceadas mejillas moverse al hablar.
2. Ver a Seungmin conversar un par de minutos con Norbert. También, fue un gusto verlos fingir sorpresa cuando ambas de sus esposas se saludaron de forma amable. Y así, los minutos se convirtieron en una partida completa de golf, a pesar de que los Corsair ya llevasen a sus propios acompañantes.
(...)
No obstante, tuvo que dejar de involucrarse directamente y, por lo tanto, no volvió a ver a Jean fuera de la escuela. Ni siquiera estaban ya en las mismas clases, habiendo cumplido sus promesas.
—¿No te parece que te verías muy sospechoso ahí? Queremos que todo salga de forma orgánica, hijo —le dijo un día de esos Kuta, y a su hijo no le quedó de otra que dejar de involucrarse de esa manera tan pública.
Era 14 de febrero, y Ryo casi quería vomitar al ver la cantidad absurda de color rosa por todas partes. Agradecía que usaran uniforme en la escuela, pues si fuese lo contrario, probablemente hubiese tenido una convulsión.
Se habían encerrado en casa de Roy al momento de llegar, negándose a interactuar con otros seres humanos aparte del trio de solterones que ahora conformaba con sus amigos.
—Te dije que no irías a mi casa hasta que mis hermanas se olviden de ti, y lo estoy cumpliendo —señaló de forma acusatoria al rubio, que solo rio suavemente—. Además, no he tenido ganas de limpiar mi habitación.
—¡Yo no tengo la culpa de ser tan guapo, Ryo!
—¿Sabes? Nunca debí haberte dicho nada sobre eso, pensé que te lo ibas a tomar con madurez —puso los ojos en blanco—. No te hagas ideas, ya se les olvidará, o eso espero.
Allan, por su parte, apenas estaba recuperándose del golpe de la ausencia de Trafalgar. Y, para ser honesto, Ryo apenas y recordaba el nombre completo del chico de cabello mostaza.
Aun así, no era capaz de juzgar al chico por su relación efímera. No le daba la cara.
—¿Tu habitación está en modo deprimida? —le preguntó Foster, recostado en la cama detrás de ellos.
—Lleva así semanas, y ahora que mi madre no puede echarme la broncha, mucho más.
Los chicos lo miraron con una especie de comprensión rara, y Ryo quiso darles un puñetazo. Bolita se encontraba acurrucado justo a Allan, y lo miraba con expectativa.
—No estoy triste porque se fue mamá, ¿me oyeron? De hecho, diría que estoy bastante feliz.
—Claro —Roy no parecía creer sus palabras—. Es tu mamá, después de todo.
—En lo único que aportó fue en cargarme nueve meses, y después expulsarme. ¿Puedo considerarla mi madre solo con esos conocimientos? No me parece de esa forma —volvió a fijar su mirada en la pantalla frente a ellos. Hacía un par de meses que no jugaban Halo, pero el FIFA ya los tenía aburridos—. Aun así, mis hermanas sí que resienten su ausencia.
—Obviamente, ¿pero que no ellas si van a verla?
—Si, papá le está rentando un departamento aparte, y a veces ve a Reo —respondió—. Reo es el que más la extraña, pero dice papá que cuando lo va a dejar se queda llorando. Mis papás llevan una relación muy cordial, a pesar de todo.
—Obra de tu papá, sin duda —rio suavemente Foster. El chico estaba rodeado de empaques de papas de diferentes colores, y sostenía un vaso enorme con Coca Cola.
—Mi padre es buena persona.
Un par de toques se hicieron presentes, y una mujer rubia abrió la puerta. Emma Bonnet era alta, de ojos azules y muy buena figura, era joven y muy amable, a diferencia del padre de Roy, August.
—Hijo, tú y tu padre iremos a cenar. ¿Quieres que te traigamos algo? —la mujer sonrió, sus ojos brillando al ver a su hijo, que era idéntico a ella.
—No lo sé, ¿me muestras el menú cuando estés allá? —preguntó el chico, sin mover sus ojos de la televisión.
—Claro, te veo en la noche —la mujer asintió—. Adiós.
—Te amo, ma.
—¡Te amo!
Y así se marchó. Ryo observó burlón a su amigo, que solo le dio un suave puñetazo en el brazo.
—Cuidado, ¿no ves que estoy lesionado? —protestó.
—Aja, aja. Lesionados mis huevos —replicó Bonnet—. Tiene como dos meses que te jodiste la cadera, eso es suficiente luto.
—¿Eso qué tiene que ver?
—En que somos tres aburridos en pleno San Valentín —gruñó el menor, y se levantó cual resorte—. ¿Saben qué? ¡Vámonos de fiesta, ahora mismo!
Por la mente de Ryo pasaron miles de excusas hasta el simple no, pero su cerebro no fue capaz de sacar las palabras. En su lugar, pronunció un quedito:
—Bueno.
Y su amigo los arrastró a alguna discoteca que Ryo ni siquiera conocía. En la entrada los miraron de arriba hacia abajo, hasta que llegaron a sus rostros. El hombre de seguridad entrecerró sus ojos y llamó a uno de sus acompañantes, con quien comenzaron a susurrar sin dejar oportunidad para que los escuchasen.
—Adelante —abrió el cordón y finalmente los dejó entrar, donde el ruido le reventó los oídos en el momento que puso un pie dentro.
—¡No se alejen demasiado! —el rubio los guió hacia una de las zonas, donde Ryo reconoció algunos rostros, y finalmente llegó a uno. Keith Hue se encontraba parado ahí, moviéndose al ritmo del Electropop de las bocinas.
Ryo casi se dio la vuelta y salió corriendo de ahí, pero Bonnet fue más rápido y lo aventó al área, donde no le quedó de otra más que fingir demencia. Su amigo se fue por un par de segundos, y regresó con una botella de vodka y un par de vasos.
Le ofreció uno de ellos, y Ryo se sorprendió por su capacidad para aceptarlo sin dudar. Su amigo vertió soda, y después el licor. Uchinaga lo llevó a sus labios e hizo una pequeña mueca cuando el fuerte sabor hizo presencia en su garganta.
Numerosas luces de colores obstruían de manera correcta su vista, pero después de dos tragos y una margarita, comenzaba a mover su cuerpo al son de la música. Allan se movía de un lado a otro con una sonrisa pequeña.
—Everybody just have a good time... —Ryo cantó suavemente, riendo ante su amigo y comenzando a mover sus manos al ritmo de la canción. Allan se perdió por otros minutos, y cuando volvió Uchinaga ya estaba lo suficientemente tomado como para estar bailando. Las chicas a su alrededor lo apoyaban para que se soltase, y lamentaba estar haciéndoles caso.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había visto a Bonnet, pero le tenía sin cuidado.
Sin embargo, tuvo la corazonada de que estaría cerca, por lo que asomó su rostro por el balcón con algo de miedo de trastabillar, y apenas y logró verlo. Tenía los brazos de una persona alrededor del cuello, y se inclinaba hacia ella con una mano sobre su cintura en una de las esquinas de la pista.
El pelinegro sonrió ligeramente, pero cuando regresó su cabeza a su piso se mareó ligeramente y alguien tuvo que sostenerlo para que no cayese.
—Party rock is in the house tonight, everybody just have a good time —siguió cantando en voz bajita, apenas y dándose cuenta de que seguía siendo abrazado por la cintura. Se removió con cuidado de la persona, apretando su bíceps y dándose cuenta en el proceso de lo fuerte que era.
—¡Ya bésalo! ¡Mañana ni va a recordarlo! —alguien le gritó a la persona que lo sostenía, por lo que Ryo alzó su mirada y chocó con los profundos ojos oscuros del Keith, que lo comían cada segundo que pasaba. El aliento contrario, cálido y de olor fuerte, chocó con sus labios, y Ryo se dio cuenta de que estaban a punto de besarse.
Cerró sus ojos, y empujó con fuerza el pecho contrario. Su tacto le quemaba; la última persona que tocó sus labios era Jean, y prefería que se quedase de esa manera.
—¡Oye! ¡Escúchame bien! —se tambaleaba en su lugar—. I got a feeling, that tonight's gonna be a good night... ¿Qué estaba diciendo? Ah, cierto. No sé con qué derecho te crees que puedes besarme solo porque estoy borracho, ¡pero no es así! ¡No me gustas! Y, ya tengo a alguien en mi corazón. Perdón que te ofenda, hermano asiático.
Se dio cuenta de que a Hue se le cristalizaron los ojos, pero el alcohol pareció hacerlo quitarle importancia, al menos por esa noche. Uchinaga bajó con cuidado al piso de abajo, chocando sin querer con Allan besándose con un desconocido.
¿Qué?
Se quedó pasmado en su lugar, abriendo los ojos en grande como si acabase de ver a un fantasma a la mitad de la noche. Se acercó, con dificultad y le dio un suave pellizco al menor, como haciéndole saber que se había dado cuenta.
Todo lo demás fue borroso. Se recordó bailando en el centro de la pista, ya con diez copas encima. Bonnet había regresado en algún momento y le gritaba cosas como "¡Eso!".
—Me besé con un hombre, Ryo —exclamó su amigo cuando iban de regreso, sin pena a que su chofer escuchase algo—. No sé cómo pasó, pero lo peor de todo es que no me molestó. Incluso casi llegamos a algo más. Dios mío... ¿Qué me está pasando?
—Lo bueno es que ya no tienes novia —fue lo único que Uchinaga pudo responder.
Allan ya estaba completamente dormido, abrazado a su amigo y con rastros de lágrimas en las mejillas.
De cualquier manera, el siguiente recuerdo era el abriendo la puerta de su casa con dificultad, cayendo al suelo de rodillas y comenzando a subir la escalera a gatas.
Eso sí, nunca olvidó de quitarse los zapatos.
Llegó a su habitación y encendió la luz, que le quemó los ojos. Después se quitó toda su ropa, quedando únicamente en cueros y se quedó viéndose en el espejo.
—Soy guapo —dijo, asintiendo lentamente.
Tambaleó con cuidado hacia su baño hasta que le dieron unas inminentes ganas de vomitar, por lo que lo hizo. Las arcadas que le siguieron fueron aterradoras, y sobre todo la falta de alguien que acariciase su espalda, y le dijese que todo estaría bien, que solo era vomito.
Presiono el botón del retrete y casi rodó hacia su bañera, donde le entró el inevitable sentimiento de soledad que tanto lo perseguía. Ahora los espasmos no se trataban únicamente del vomito: estaba llorando.
Sacó su corazón al exterior, abrazándose a sí mismo mientras se preguntaba, una y otra vez, la razón de su estupidez, de su impulsividad. Dejó que sus lágrimas lo hicieran ver horrible, lamentable e incluso patético, y lloró hasta que no tuvo más aliento.
En ese San Valentín, lo que más quería era pasar el día con quien tanto quería.
(...)
Podría coronar marzo como uno de los meses más deprimentes de su vida. Sin embargo, no podía decir que era el más triste; había tenido pequeños capítulos de su vida donde era como un Zombi caminante, y temía que, si todo seguía así, se volvería en esa cosa que tanto odiaba.
Porque le daba asco verse a sí mismo débil.
En ese punto del semestre, había tenido que abandonar la misión y dejarla en manos de Seungmin y Haneul, que parecían estar haciendo todo lo posible por llevarla a cabo. Ryo, por su parte, se encargaba únicamente de hundirse en su habitación hasta que llegaba la hora de la cena.
Esa noche en particular, apenas y pudo probar bocado. Lo atribuía a que su tofu estaba más del lado de lo frio que de lo caliente, pero en el fondo sabía que no era por eso.
Estaba desconectado de las crisis personales de las personas que le rodeaban, incluso de las de su familia. Pero, no era porque se sintiese como la única persona del mundo que la pasaba mal.
Solo, su mente no tenía un lugar particular.
Peor era tener que ver a Jean todos los días. Solo observarlo interactuar con otras personas era como si le perforaran el estómago con un cuchillo repetidas veces, sin descanso alguno.
—Estaba pensando... puedo apoyar a Kang de otra manera, ¿no crees? —le preguntó a su padre un viernes en la noche. Ambos se habían quedado en la sala después de la cena. Yami reposaba en las piernas de Ryo con tranquilidad, removiéndose de vez en cuando y despertando únicamente para suplicar atención de su dueño.
El gato era relativamente nuevo en el hogar. Las gemelas lo habían encontrado en una calle contigua y habían encontrado como única solución el adoptarlo, a pesar de que su madre fuese alérgica. Incluso ellas sabían que no quedaba demasiado tiempo de la mujer en la residencia.
Sumi ya no solamente estaba fuera de su casa, si no que comenzaba su rehabilitación por problemas de alcoholismo y casi hacía un mes que no se le veía para nada, aunque todavía faltaba algo de tiempo para que estuviese, de cierta forma, sobria.
—¿De qué manera? Hijo, sé que no duermes de estar pensando en maneras para ayudarlos, para que se haga realidad —el hombre lo miró severo, probablemente preocupado por el estado de su primogénito.
Uchinaga volteó el rostro, centrándose por algunos segundos en la pintura de un hombre con una manzana en lugar de cabeza que reposaba, a pedida de su padre, en una de las esquinas de la sala.
—¿Y si... hacemos que alguien trate de pegarle o algo a Norbert, y el señor Seungmin lo salve?
El hombre lo observó como si la cabeza le hubiese explotado y le hubieran brotado diez abejas bailarinas.
—Hijo, ¿estás loco? —frunció el ceño el mayor—. Por favor, evalúa lo que me estás diciendo.
Su hijo guardó silencio, examinando con cuidado sus palabras. La luz en la sala era muy tenue, de un ligero tono amarillo.
—Dios mío... perdón.
Quiso estrellar su cabeza con la pared en su momento. Sonaba exactamente como su madre, queriendo dañar a las personas por sus propias razones egoístas.
—Ya, necesito que dejes de darle vuelta a esas cosas —el hombre lo miró—. Por favor, es como si te estuvieses obsesionando a un nivel extremo.
Y Ryo no tuvo más de otra que darle la razón. Regresó a su habitación esa misma noche, y se dio cuenta de que parecía un asesino serial por la cantidad de documentos que reposaban en todos lados; en su escritorio había documentos antiguos de las empresas, registros de construcciones, contratos viejos e incluso itinerarios de diferentes personas. El poster de Fallen Angels que anteriormente estaba en su pared había sido reemplazado por un enorme mapa de la ciudad, y del otro lado el de otra, y así por todos lados. Su piso estaba tapizado de planos de forma que apenas y podía caminar en ellos.
(...)
Al día siguiente, un par de voces lo despertaron. Bajó, adormilado y dándose cuenta de que, quizá se había excedido con sus horas de sueño, pues ya eran más de las doce y él había podido pegar el ojo hasta las cuatro.
Se limpió la baba de la boca y observó a los presentes. Seungmin parecía asustado, al igual que Haneul. El estómago se le hundió solo al mirarlos.
—¿Qué... qué paso? —preguntó, desconcertado y se recargó en la escalera con manos temblorosas.
—Tranquilo, Ryo —el hombre lo miró de forma amable—. Resulta que estábamos en el golf con Norbert Corsair, y fue ahí donde me dijo que estaba buscando algún nuevo proyecto además de la expansión a las demás ciudades, ¡y estaba a punto de pedirle que se nos sumara! Pero, un hombre se metió al campo como loco, gritando incoherencias, y trató de atacarlo. Fui más rápido que sus escoltas y lo inmovilicé rápidamente, pero vaya que me dio un susto.
Kuta y su hijo compartieron miradas. No pareció ser necesario que el mismo Ryo lo hiciera, pues alguien más ya había querido atacarlo.
—Los de seguridad dicen que no entró por el lugar normal, si no que se coló por los alrededores, pero que solo está demente —siguió explicando con calma—. Después de que lo "salvé" —hizo comillas con los dedos—, me dijo que estaba muy agradecido, y que no encontraba como pagarme. Le dije que no se preocupara, pero me dijo que, si necesitaba un favor, se lo dijese. Le comenté que tenía un proyecto, y que si estaba dispuesto a escucharlo. Me dijo que si, pero que se va de viaje y regresa a comienzos de abril. Dice que no quiere poner en riesgo a Casandra, y que es mejor que se quede a ver el veredicto de Price.
Cierto, los Price.
Ryo sintió el aire faltar en sus pulmones. Marzo era el mes donde se les dictaba la sentencia al matrimonio Price, al igual que a Mitchell, pero no era algo en lo que Ryo era partícipe en absoluto. Únicamente eran los abogados de su padre y los de los Corsair los que estaban llevando a cabo el proceso y, para el juicio final, si podían estar presentes.
Aun así, no era algo que le importase demasiado. Ni siquiera los conocía, pero sabía que debían pagar por todo lo que habían hecho.
—Gracias —dijo el chico, con voz temblorosa—. Estoy muy agradecido con ustedes, no tienen idea.
—Ryo, no tienes que preocuparte.
Ahora guardaba un poco más de esperanza, de expectativa porque las cosas lograran acomodarse. Y así fue como dejó todo que todo marzo pasara, con el estómago revuelto todo el día y los nervios a flor de piel; era como si estuviese despierto por momentos y después dormido de nuevo. Sus amigos no dejaban de hablar a su lado, y Roy se encontraba frente a una fuerte crisis de sexualidad que no era capaz de solucionar.
—En mi defensa, solo lo besé, ¿sabes? Estaba muy borracho, no podía diferenciar y fue lo primero que vi, pero eso no me hace bisexual, ¿o sí? Porque cuando me di cuenta de que era un hombre, no me detuvo —el chico se jaló los cabellos con desesperación—. Ryo, deja que me ligue a tu hermana así se me pasa.
Bonnet probablemente ya se esperaba el fuerte golpe que le propinó Uchinaga, por lo que apenas y se quejó.
—Ya quisieras, pedazo de imbécil —musitó entre dientes. Su profesor explicaba alguna estupidez sin sentido—. Además, ¿Qué no eso pasó hace dos meses? Ya supéralo, no te vas a morir si no tienes una etiqueta.
—¡Pero me gustan! ¡Solo así me siento parte de algo! —protestó el rubio—. Mira, soy de los guapos y de los populares, pero no soy tan estúpido, pero hago deporte también, y soy atractivo para las nenas. Y, si es que soy bisexual, soy parte de los bisexuales de la escuela, o sea ¡de tu club!
—Preferiría que eso no me pasara —respondió—. Y los bisexuales no somos un club, idiota.
—Mínimo no soy del club de los infieles.
Fue el turno ahora de Foster protestar, su blanca piel poniéndose roja.
—No fui infiel, nosotros nunca fuimos nada —escupió en voz bajita—. No nos debemos ni nos deberemos exclusividad.
—Pero pasaron año nuevo en Paris —ladeó el rostro.
—Escúchame Ryo, no todos tenemos la capacidad mental de comprometernos tan rápido, mucho menos de estar tan enamorados.
—No me parecía que no lo estuvieses.
—La verdad si me gustaba mucho, pero no quiero ya hablar de eso. ¿O acaso quieren escucharme llorar? —frunció el ceño.
—Mejor no.
Solo pudo huir de las garras de sus despechados amigos cuando llegó a su casa, pero se encontró con la noticia de que, de nuevo, los Kang estaban ahí. Su padre se encontraba bebiendo té con una expresión tranquila, y sonrió al verlo entrar.
—El centro comercial, Ryo. Es casi un hecho.
(...)
Los abogados tuvieron que formular un nuevo contrato que permitiese la unión temporal de ambas empresas, bajo términos equitativos y que permitieran una separación pacífica en caso de que terminase la alianza. Para esto, Uchinaga no tuvo ni una pizca de conocimiento del proceso, pero Seungmin lo veía con tranquilidad cada que se cruzaban o compartían visitas, como si todo estuviese marchando de buena manera.
A veces incluso veía publicaciones de Haneul con Casandra, que parecían haber conectado muy bien e incluso pasaban tiempo dentro de sus semanas juntas. Ryo estaba asombrado por la forma en que, de alguna forma, había funcionado su idea por un simple brunch.
Igualmente, el coreano y el británico no parecían llevarse mal, y tampoco le había comentado que fuese una persona rencorosa en absoluto. Las uñas de Ryo ya estaban casi al ras de su carne, sus pulmones llenos de humo de cigarro y el cabello se le empezaba a caer cuando fue un jueves a las oficinas y se cruzó cara a cara con los Corsair, ambos vestidos de manera formal y con pequeñas sonrisas en sus rostros.
Es decir, no era un jueves cualquiera. Era el 12 de mayo, y faltaba únicamente un día para su cumpleaños, por lo que no era como otro día.
A los dueños de Casino los escoltaban una cantidad absurda de guardaespaldas, todos equipados con trajes, radios y lentes oscuros que casi lo atacan cuando Uchinaga y Norbert Corsair se cruzaron.
El hombre le mostró una sonrisa amable al acercarse.
—Va a ser un placer trabajar con Uchinaga International, Joven Ryo —el hombre hizo una pequeña pausa—. O debería decir... ¿yerno?
Sin más que decir, ambos siguieron su camino con pequeñas risitas.
Ryo se quedó helado.
probablemente el capítulo más largo q he escrito nunca, pero aquí está muy humildemente. nos queda solo 1, y espero q se la hayan pasado bien leyendo esto <3 agradezco el apoyo por los retrasos tan cabrones
como sea, este cap lo sentí apresurado, pero creo que no había mucho más que adicionar a la trama
hasta luego, besotes <3
-boo
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