Temores tras la pesadilla | ToraFuyu
Género: T.
Temas: Hurt/Comfort, muerte de personaje en un sueño.
Resumen: Luego de un desagradable despertar, Kazutora se llena de inseguridades.
Notas: Este OS lo escribí como regalo en el Intercambio KazuFuyu que se celebró en San Valentín de este año en el grupo de Facebook KAZUFUYU: Pet Shop, de ahí la dedicatoria (sí, ¡por fin lo estoy subiendo aquí!).
Ocurre más a menudo de lo que le gustaría, aun así, sigue sin distinguirlo. Preferiría que, durante las altas horas de la noche, su mundo permaneciera completamente negro, tranquilo, silencioso e inalterable. Casi siempre lo recuerda —más bien, no registra nada más— de esa manera, pero a veces se encuentra atravesando esa oscuridad, jadeante, desesperado, temeroso o iracundo, como ahora.
Aunque la vista sea inútil en este momento, sabe exactamente hacia dónde se dirige. Sus oídos captan todo tipo de señales, también. Sus pisadas veloces, la respiración agitada, los latidos cada vez más retumbantes y su mente gritándole que no hay tiempo que perder. De algún modo, tal vez con un plano imaginario muy preciso, identifica el lugar de llegada; entonces, escucha el arma activarse en el instante que arremete contra el tirador.
La luz vuelve, como si hubiese presentido que le urgiría comprobar hacia dónde —hacia quién— dispararon. Habría sido mejor seguir ignorante.
—¡Maldito! —grita en la cara del hombre sobre el que se sienta para descargar toda la rabia que le tiene, por mencionar el sentimiento menos complejo.
Debe estar haciendo un escándalo de malsonantes e impactos, pero todo el ruido de antes se ha reducido a un zumbido ensordecedor. La visión falla de nuevo, ahora nublada, mas eso no evita que note el rojo cada vez más presente frente a él, sea en sus manos, en el rostro ajeno o aproximándose por el suelo a su derecha. Le duele el pecho y se le constriñe la garganta.
—Kazutora. —Viene muy de cerca, sin embargo, la voz todavía no es demasiado clara como para reconocer de quién es, así que la ignora—. ¡Kazutora! —Un crujido—. ¡Kazutora! —Hay algo frío en sus mejillas—. ¡¡Kazutora!!
—¡Desaparece! —Un puñetazo certero.
—Uck. —El hombre cae a un costado... lo cual no tiene sentido.
—¿Qué...? —Los jadeos, el sudor y su corazón desbocado son iguales, pero la escena ante él se ha vuelto nítida, aunque con una luz más tenue. No hay rojo ni aplasta a nadie con su cuerpo.
—¿Cómo voy a explicar este moretón mañana?
Inhala como si le hubiese faltado el aire.
—¿Chifuyu? —Se apresura en asomarse por la orilla de la cama. Oh, conque ahí está. Es su habitación... y la del hombre que acaba de derribar de un golpe.
—¿Ahora sí despertaste? —pregunta desde el suelo. Una mano cubre un lado de su cara.
—Estás bien —murmura.
—¿No es pregunta? —Inclina la cabeza a un costado.
—Estás bien... —repite con la garganta anudada. A la vez, baja de la cama para sentarse junto a él.
—Hey, podía subir yo a la... —Lo callan sus manos tanteándole los hombros, las costillas y los muslos.
—Estás aquí. —Su voz se quiebra, aun si empieza a llenarse de alivio cuando su tacto es cálido al abrazarlo.
Chifuyu reacciona unos segundos después. Sentir sus manos sobándole la espalda y acariciándole el cabello reafirma la realidad. Si se concentra, incluso puede percibir en el cuello el cosquilleo del aire que exhala por la nariz.
—¿Esa pesadilla otra vez? —inquiere un minuto luego.
—Sigo sin darme cuenta de que es un estúpido sueño. —Es un regaño para sí mismo. Deshace el abrazo; odia descubrir que su rostro luce tal como temía—. Ahora hasta te golpeé tan fuerte que te caíste al suelo.
—Con solo ver cuánto te mueves y hasta hablas cuando tienes pesadillas, soy consciente del riesgo que corro al tratar de despertarte. Ya me has despertado por patearme o empujarme.
—Pero nunca te había dado un puñetazo en la cara- ah, debería buscar hielo. —Comienza a ponerse de pie.
—No. —Chifuyu lo toma de la mano, por lo que vuelve a sentarse—. Puede esperar.
—Ya está saliendo el moretón.
—Saldrá pongas hielo o no. —Se encoge de hombros—. No me golpeabas a mí en el sueño, ¿no?
—No sé a quién golpeaba, pero tú... —Las imágenes que regresan a su mente le arrugan la cara—. Te habían disparado, como siempre.
—Ah, tiene sentido —lo dice en voz muy baja, como si se le filtrase un pensamiento, más bien, pero logra entenderle.
—Sí fue muy fuerte, entonces.
—¿Qué? No- bueno, no puedo negarlo si me caí de la cama, pero me has visto peor. No voy a odiarte por un accidente. —Se mueve hasta acomodarse con la espalda apoyada del costado de la cama, luego toma su mano—. Estaré bien.
¿Merece que le sonría así cuando lo ha despertado a quién sabe qué hora de la madrugada y, no conforme con eso, le ha pintado un lado de la cara de un color doloroso? De nuevo, es reconfortante sentirlo real, vivo, a salvo, pero ese hematoma será un recordatorio de la pesadilla —de su incapacidad de distinguir lo falso de lo verdadero— por varios días.
—Estoy harto de esa pesadilla. —Sin soltar su mano, Kazutora se posiciona al lado de Chifuyu. Flexiona las rodillas, de modo que apoya el brazo libre sobre ellas para usarlo de reposo para su cabeza.
—¿Te da un mal presentimiento?
—No, sé que no es premonitorio, pero... no me gusta reaccionar así y sé que no es raro que eso suceda ante ciertas cosas. —Se gira un poco para apenas rozar con la yema de los dedos la zona que hirió—. Hoy fue un golpe, mañana podría hacerte algo peor.
—¿Temes que puedas hacerme un daño real?
—Podría hacerlo y ni siquiera me daría cuenta. —Sus facciones se tensan. Chifuyu solo lo mira, pero Kazutora ya no puede seguir sin voltear a un punto indefinido, no con lo que está por revelar—. He llegado a estrangular al hombre que te dispara en mi sueño. —La mano que lo tocaba con delicadeza ahora tiembla frente a sus ojos—. ¿Te sentirás seguro durmiendo al lado de alguien que puede herirte?
El inicio de la respuesta lo recibe en forma de abrazo.
—Estaré bien, no te tendré miedo. —Lo siente acariciar su cabello—. Sé cómo hacerte reaccionar. En todo caso, seré más cuidadoso al despertarte.
—¿Y si ya te estoy atacando cuando despiertes?
—Sé defenderme. —Sin soltarlo, Chifuyu retrocede lo suficiente para juntar sus frentes—. Tampoco es que suceda todos los días.
A pesar de que la luz de la pequeña lámpara en la mesita de noche no sea tan brillante, a tan poca distancia puede vislumbrar cuánto se ha esparcido la rojez en el área golpeada. «Estará terrible mañana».
—No mires el golpe. —Ah, por supuesto que se percataría de que sus ojos no miraban a los suyos si prácticamente son todo en su campo de visión, aunque se aleje justo después—. Solo me diste así de fuerte porque pensabas que era quien sea que fuera mi asesino en el sueño. La verdad, saber que irías con todo contra el que me haga daño es conmovedor.
—Idiota, no me voy a reír con eso. —Frunce el ceño y lo empuja sin fuerza.
—Lo intenté. —Él solo suelta una breve risilla—. Obviamente, no quiero que nada de eso suceda... aunque voy en serio con lo de que sería satisfactorio que le dieras un puñetazo así a...
—Chifuyu.
—Bien. —Alarga la palabra como rendición—. ¿Quién va a estar disparándole al dueño de una tienda de mascotas, para empezar?
—¿Un proveedor insatisfecho?
—Oh, vamos. —Nota cómo hace una mínima mueca en cuanto sus labios se estiran en una sonrisa que solo queda en amago.
—Déjame buscarte el hielo.
—¿Ya estás bien?
—Aún temo dormir ahora mismo.
—Hm... Ya solucionaremos eso. Ve. Esperaré aquí.
Kazutora asiente y se pone de pie. «Esperaré aquí». Aquí. Le confirma que no irá a ningún lado, que estará a salvo cuando regrese. Sabe que no podría pasarle nada en el minuto que tarde en envolver hielo en alguna tela, pero esas palabras le aligeran el ánimo. Si toma algo de prisa, es por no hacerlo aguardar demasiado.
Al volver, lo encuentra acostado de lado sobre la cama. Esta vez, solo sonríe con la mitad sana.
—El hielo se va a derretir si te quedas parado ahí. —Da dos palmadas al espacio vacío que le corresponde del colchón. Kazutora ni siquiera se había percatado de que se había detenido.
—Ah, sí. Voy.
Se acomoda frente a él y, sin más demora, aplica el frío en su mejilla lastimada. Chifuyu entrecierra ligeramente los ojos.
—Lo siento.
—Estoy bien, tranquilo. Lo entiendo.
—¿Cómo lo explicarás en la tienda?
—Hm, no creo que quieras que diga que tienes un mal despertar.
—No. —De nuevo, por su tono identifica que solo está jugando, pero lo corta al instante.
—Sí, yo tampoco. Puedo convertirlo en otro tipo de accidente, como que no atrapé bien algo que me lanzaste. Se reirán por lo tonto y no preguntarán más.
—¿Y qué te lancé?
—Una pelota de tenis.
—Pfft. ¿Lo creerán?
—Saben que me gusta jugar a lanzar la pelota con las mascotas, así que... —Mueve un hombro en lo que supone que fue su intento por restarle importancia.
—¿Dices que soy tu mascota?
—No seas idiota —recibe una débil patada en una pierna—, o mejor sí; ya me estás siguiendo el juego. —Cuela una mano entre ellos hasta llegar a su cabello, al que acaricia y aparta de su cara—. Aunque quizás sí sea mejor que trabaje fuera de la vista de los clientes mientras tanto.
—Sí. Te cubriré.
—Ni tuve que pedirlo. —Sonríe de un solo lado, nuevamente. La culpabilidad sigue ahí, pero sí se siente mucho mejor ahora que continúa presionando el hielo envuelto contra la inflamación; ya lo ayuda a él también—. Ahora, ¿cómo es lo de temer dormir?
—No quiero cerrar los ojos y volver a ver sangre o dormirme y volver a perder el control por otra pesadilla.
—Probemos lo primero.
—¿Ah? —Sus cejas se acercan entre sí.
—Cierra los ojos, pero quédate así como estás y no te duermas.
—¿Para qué?
—Solo hazlo. —Le acaricia el pómulo con el pulgar. Mentiría si dijera que eso no es lo que lo alienta a obedecer—. ¿Qué ves?
—Nada hasta ahora.
—¿Y qué sientes?
—Un poco de frío en la mano y cansancio en el brazo.
Lo escucha aguantarse la risa. ¿Acaso esperaba otra cosa?
—¿Qué más? Dime todo lo que percibas, aunque no veas nada.
—Eh, no hay mucho ruido afuera, así que te escuché a punto de reír y ahora debes tener cara de «me atraparon».
—¿Seguro que no me estás viendo?
—Seguro, y ya sé lo que estás haciendo. Prefiero escucharte y pensar.
—Está bien. Puede que me esté cansando del frío en mi cara también, pero es realmente cálido que me des esta atención.
—Si vas a empezar con tus cursilerías, mejor hablo yo. —Le estaría desviando la mirada si tuviera los ojos abiertos.
—Tú lo pediste. —La mano en su cabello desciende hasta su espalda. Lo abraza y lo atrae a él. Quiere mirar qué tan cerca han quedado—. Sí fue algo confuso salir disparado al suelo antes, pero lo importante es que te has preocupado por mí desde que reaccionaste. Demuestra que no me golpeaste queriendo y que más bien procuras que esté bien.
Lo suelta por un momento para apartar el hielo de su cara; no está seguro de qué hace con él después de también quitárselo de la mano, solo imagina que lo habrá dejado sobre algo que le dé igual que se humedezca, porque luego se pega tanto a él que las puntas de sus narices se tocan un par de veces mientras se acomoda. No resiste más; abre los ojos. El frío debió funcionar, pues ya sonríe un tanto más normal, mas no tan amplio como siempre.
—No sé cómo hacer que no tengas más esos sueños, pero puedo sostenerte al dormir.
—No entiendo.
—Si te comienzas a mover por una pesadilla, yo despertaría primero ya prevenido. Creo que sería lo más seguro, ¿qué opinas?
—Tampoco podría hacer la gran cosa así, creo. Podemos intentarlo.
—Entonces, creo que ya podemos dormir. —Con una mano entre la nuca y el nacimiento de su cabello, se aproxima hasta besarlo. Apenas dura un par de segundos, por lo que Kazutora evita que se aleje al poner su propia mano en la sección rapada de su corte y reclama sus labios por el tiempo que le place.
No es un beso intenso, no si el parámetro es qué tantos elementos participan en él. Son solo sus bocas moviéndose a la par, sin dientes, sin lengua, si acaso sus dedos jugando con hebras negras o descendiendo a dibujar garabatos en sus espaldas. Aun así, si se basa en cuánto sucede dentro de él, sí que hay una enorme intensidad aquí. Le queda todavía más claro que todo lo visto previamente fue falso, que la herida de Chifuyu solo es física y temporal, que no va a desaparecer ni a temerle.
Cuando se separan, la calidez en su pecho ha deshecho lo que sea que lo estuviera oprimiendo.
—Ya puedes apagar la luz.
—Hmm —es un quejido—, no quiero soltarte, pero también tengo que llevar el hielo a otra parte, así que no tengo opción.
De mala gana, Chifuyu gira para levantarse. Le dan ganas de decirle que puede hacerlo él, pero lo más probable es que decline la oferta porque ahora es su turno, por lo que lo deja en lo suyo. No tarda mucho, de todos modos.
—Ahora sí. —Luego de que apagase la lámpara, solo ve lo poco que la luna ilumina de su silueta. Es lo suficiente para entender más o menos sus movimientos—. Ah, ¿así de frente o quieres ser la cucharita?
—Así —responde al instante.
—¿Seguro?
—Inténtalo otro día.
—Bue... —Se calla en cuanto lo abraza él primero—. Oh. De acuerdo, me compraste. Duerme bien.
Cuando lo envuelve en sus brazos también e incluso una pierna se sube a las suyas, Kazutora agradece que no sea verano.
—Duerme bien. —Y como un beso es lo que debería recibir en medio de su frente, se lo da.
Luego de eso, Chifuyu cae rendido primero, mas él no tarda en seguirle.
Su siguiente despertar es por la alarma, algo que jamás había considerado tan agradable como en ese amanecer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro