Capítulo 8: La Batalla por las almas de Metrópolis
Habían transcurrido algunas horas desde el encuentro entre los dos jóvenes magos y Mictlantecuhtli, poco a poco las nubes de tormenta comenzaron a invadir el cielo nocturno de Metrópolis para posteriormente darle paso a la lluvia, la cual venía acompañada por una enorme cantidad de rayos y relámpagos que terminaban impactándose en las antenas de comunicación de los rascacielos, así como en los pararrayos de las casas suburbanas y edificaciones antiguas de la ciudad como el Ayuntamiento o la Catedral.
Mientras tanto en el interior de un apartamento, ubicado en el último piso de un pequeño edificio cercano al Bank of Moolah, Stella de Angelis se encontraba sentada en un sillón leyendo un libro al tiempo que observaba como las gotas de lluvia empezaban a mojar los cristales de los tragaluces del lugar, lo cual le daba un cierto encanto mágico a aquel ambiente nocturno.
Sin embargo, la adolescente no se encontraba del todo sola, pues a su lado estaba descansando una pequeña y extraña criatura con piel de reptil, alas de murciélago y garras, la cual parecía ser una cría de un animal desconocido y que probablemente ni siquiera pertenecía a aquel mundo, pero que la chica había decidido adoptar como mascota con el fin de no sentirse tan sola en el Mundo Humano.
-Ya son las 10:50 de la noche y hasta el momento no he recibido ni una sola llamada o mensaje de John, ¿Acaso mi comportamiento no fue el adecuado? –se preguntaba a sí misma la joven volteando a ver su celular y notando que este no parpadeaba ni vibraba desde hace varias horas –Quizás... fue demasiado precipitado el presentarme así con él, debí ser más cariñosa y cautelosa a la hora de... hacer eso.
Stella cerró el libro que tenía en sus manos y se acostó en el sillón para poder observar las estrellas a través de uno de los tragaluces del apartamento, estrellas que le traían lejanos recuerdos de su infancia y de la educación que había recibido por parte de la Emperatriz Helena (su madre), la cual era conocida entre su pueblo por ser una mujer dura, estricta y bastante prejuiciosa, pues la mayor parte del tiempo hablaba muy mal de los seres humanos a quienes veía como seres inferiores, corruptos, vanidosos y cuyas almas no merecían siquiera el beneficio de la redención.
No obstante, ella no era la única que tenía esta visión sobre la humanidad, pues una gran parte de los miembros del Real y Sagrado Consejo de la Legión de los Archangelus también la compartía al igual que la mayoría de los habitantes de Angeliterra, la ciudad flotante de los Archangelus y hogar de los integrantes de la agrupación; solo Stella, el Emperador Enzo (su padre) y el Príncipe Adriano (su hermano mayor) eran los únicos que creían que los seres humanos podrían redimirse y hacer cosas extraordinarias por el equilibrio del Universo si alguien estaba ahí con ellos para guiarlos por el camino correcto.
Obviamente esta visión de la humanidad chocaba con los ideales políticos y sociales que tenía la Emperatriz Helena, quien desde entonces intentó convencer a sus hijos para que los aceptaran, pero solamente su hija la Princesa Ayla quedó convencida de ellos debido a cierta experiencia personal que generó en ella un enorme resentimiento hacia los humanos, mientras que Stella tomó la decisión de escaparse de su hogar con el fin de refugiarse en Metrópolis y demostrarle a su madre que la humanidad merecía una segunda oportunidad, así como el apoyo por parte de la Legión.
Y aunque los primeros días en la ciudad no fueron fáciles para la joven princesa, esta pudo salir adelante en su misión gracias a la ayuda del Dr. Santino de Angelis, un viejo maestro de filosofía que impartía clases en la Universidad de Metrópolis y quien adoptó a la chica como su hija dándole todas las comodidades necesarias, pero desafortunadamente aquella relación duro muy poco debido a que aquel buen samaritano falleció.
Sin embargo, este se aseguró de dejarle a su hija adoptiva una herencia bastante considerable, la cual consistía en un apartamento cercano al Bank of Moolah y en una cuenta bancaria cuyos fondos eran más que suficientes para que la chica pudiera concluir sus estudios tanto de nivel preparatoria como de la universidad.
Así había sido hasta ahora la vida de la Princesa de la Legión de los Archangelus, una vida llena de conflictos familiares y personales, siendo los primeros los que más le pesaban a su conciencia debido a que siempre tenía el deseo de volver a su hogar para reencontrarse nuevamente con su familia, pero ella misma sabía que este deseo sería imposible de cumplir dado que su madre no la recibiría con buenos ojos después de haberse juntado con los humanos, los mismos humanos que despreciaba y odiaba con toda su alma.
- ¿Por qué deberíamos odiar al Hombre cuando podemos ayudarlo?, ¿No sería mejor construir en lugar de destruir? –se preguntaba a sí misma la chica mientras veía como la luna aparecía nuevamente en el cielo nocturno debido a que el aire había alejado a las nubes de tormenta –No todos los seres humanos son malvados, tienen sus defectos y llegan a cometer errores como cualquiera de nosotros, pero ello no justifica que tengamos que odiarlos o dejarlos a su suerte.
-No te engañes a ti misma con esa filosofía barata, la humanidad no tiene salvación y sus actos de bondad no son más que una vil treta con la cual buscan seducirte y engañarte para que creas que son buenos cuando por dentro son seres ambiciosos y hostiles que podrían darte una puñalada por la espalda en cualquier momento –dijo una voz femenina proveniente de un espejo que colgaba de una de las paredes del apartamento y la cual fue reconocida inmediatamente por la chica - ¿Acaso ya no recuerdas lo que le hicieron a tu hermana?, ¿Acaso ya olvidaste lo que le hicieron a los nuestros hace varios siglos atrás?
-No lo he olvidado, pero no podemos culpar a todos por las atrocidades que han cometido unos cuantos –respondió Stella de Angelis levantándose del sillón para después caminar hacia el espejo donde se encontró con una mujer delgada de cabello lacio color negro, piel clara, ojos negros con alas doradas y que portaba un elegante vestido blanco decorado con bordes dorados, así como unas sandalias romanas altas del mismo color y las cuales ayudaban a resaltar la diadema de oro decorada con diamantes que la mujer llevaba puesta en su cabeza –Déjame adivinar: Uno de tus espías te dijo dónde estaba y que había hecho, ¿No es así?
-Así es, y no creas que no estoy molesta por eso –dijo la mujer cruzando los brazos y viendo con seriedad a la chica –Estoy muy decepcionada de ti, le entregaste tu cuerpo a ese humano sucio y desalineado... ¡Qué vergüenza!
- ¿Y por qué tendría que molestarte eso? La noche que yo escape de casa me dijiste claramente que no deseabas volverme a ver, que estaba muerta para ti y que si intentaba regresar al Palacio, tú me asesinarías con tus propias manos; yo he hecho caso de tus amenazas y por ende no tienes ninguna autoridad ni motivos para aparecerte aquí y reclamarme por mis acciones –dijo Stella de Angelis sintiéndose bastante molesta por la actitud que tomaba la mujer y por la manera en que esta se había aparecido en su hogar - ¿Qué es lo que quieres, madre?
-Las decisiones que tomes y las "cosas" que hagas con tu cuerpo no me importan en lo absoluto, pero cuando tus acciones influyen o estan relacionadas con los asuntos del Mundo Espiritual, entonces ahí sí que tengo que intervenir para evitar que cometas una estupidez que ponga en peligro el equilibrio de nuestro mundo –respondió la Emperatriz Helena para luego crear con sus manos una esfera dorada, la cual adquirió la forma de un demonio sin ojos y que poseía una enorme boca en su estómago –He estado al pendiente de lo que sucede en Metrópolis desde hace varios días y no intervine debido a que esperaba que los demonios se encargaran de resolver sus diferencias entre ellos, pero con la aparición de ese fumador empedernido y sus amigos, estos ahora se encuentran en una lucha territorial, una lucha que tú te has encargado de promover a través de engaños y mentiras, la gran pregunta es: ¿Por qué accediste a ayudar a esos humanos?, ¿Qué es lo que te ofrecen a cambio?
-Yo no busco nada a cambio, mi único deseo es que esos demonios asesinos desaparezcan de las calles y los únicos que pueden acabar con ellos son esos chicos –respondió la chica señalando la ventana a través de la cual se podía ver como una siniestra aura roja recorría las calles y los callejones de la ciudad –Metrópolis se ha convertido en mi segundo hogar, es una ciudad con esperanza y con un futuro por delante; las personas que viven aquí no tienen culpa de nada y no merecen caer en un coma por culpa de la magia demoniaca.
-Metrópolis no es tan perfecta como tú piensas, yo misma he visto cómo sus habitantes se burlan o son indiferentes al sufrimiento de otros –dijo la Emperatriz Helena haciendo que la imagen del demonio desapareciera para después adquirir la forma de dos personas que se peleaban entre ellas –Eso sin olvidar que los criminales entran y salen de las cárceles casi como si solo fueran a vacacionar en estas; esa es la ciudad por la que luchas y por la que no vale la pena avivar conflictos en el Mundo Espiritual.
-Tu hipocresía y cinismo son realmente increíbles, dices odiar a los humanos, pero a la vez te inmiscuyes en sus conflictos y problemas con el fin de que el resultado de estos sea el más perjudicial posible para ellos –dijo Stella de Angelis sintiéndose cada vez más molesta por la actitud de su madre –Además, papá siempre ha dicho que uno de nuestros propósitos en este mundo es combatir a los demonios y a las fuerzas oscuras que amenazan al Universo y eso es precisamente lo que yo estoy haciendo.
-Se nota que tú tampoco has cambiado, sigues siendo la misma niña caprichuda y terca que quiere a los humanos porque cree que estos son buenos –dijo la Emperatriz Helena haciendo desaparecer las figuras de los dos humanos para luego soltar un suspiro diciendo –No sé qué es lo peor de ti: El hecho de que quieras ayudar a estos seres débiles y corruptos o que la hija que esperaba fuera mi heredera siguiera los pasos de La Renegada.
-Lamento que pienses así, pero la decisión está tomada y he decidido que mi lugar está aquí en el Mundo de los Hombres, a los cuales no pienso dejar solos en un momento en el que más necesitan la ayuda de la luz celestial –dijo Stella de Angelis dándole la espalda a su madre para después caminar hacia el sillón y tomar su celular diciendo –Ahora si me disculpas, tengo una llamada que hacer.
-Has roto mi corazón con esta decisión, hija mía –dijo la Emperatriz Helena tomando un respiro al tiempo que hacía aparecer en sus manos un báculo plateado cuya punta estaba coronada por un extraño símbolo alado, luego golpeó el báculo contra el suelo diciendo –Yo esperaba ser la voz de la razón, la voz que lograra convencerte con palabras para que desistieras, pero ahora veo que el único lenguaje que puedo usar contigo es el de las armas y el de la fuerza –en ese momento, las luces del apartamento empezaron a parpadear hasta que finalmente explotaron dejando el lugar a oscuras –Metrópolis nació condenada y su destino es la destrucción, aquellos que se oponen a los designios divinos del Ser Supremo merecen ser castigados por su espada llameante y enviados a las Tinieblas Eternas.
- ¡¿Crees que me asustas, madre?! ¡Yo también sé pelear y defenderme! –grito Stella de Angelis cruzando los brazos y haciendo que una armadura dorada, un báculo de oro azul coronado por un orbe color verde, sus alas y unas extrañas marcas en sus brazos aparecieran inesperadamente - ¡Vamos! ¡Estoy lista para luchar por esta ciudad!
-Que nuestro Ser Supremo se apiade de tu alma pecadora, adiós hija mía –respondió la Emperatriz Helena agachando la cabeza y desapareciendo del espejo, el cual termino por quebrarse.
Algunos minutos pasaron y parecía que todo había sido solo un truco para distraer a la joven hasta que repentinamente una de las paredes del apartamento fue destruida por una explosión, la cual provocó una enorme nube de polvo y escombros que cegó temporalmente a Stella de Angelis, quien solo sintió como unas pesadas y frías cadenas se enredaban en sus pies para posteriormente arrastrarla hacia la calle donde una misteriosa chica con alas de metal y que tenía su misma edad comenzó a golpearla varias veces contra el suelo hasta dejarla casi inconsciente.
- ¿Eso es todo lo qué puedes ofrecer? ¡Patético! –exclamó la misteriosa chica esbozando una sonrisa burlona para luego caminar alrededor del cuerpo de Stella diciendo –Eras una Princesa hermosa y respetable en nuestra ciudad, eras el orgullo de papá y mamá y ahora no eres más que una vil y sucia traidora que decidió vivir con estos humanos degenerados y sin corazón.
- ¿A-Ayla?, ¿E-Eres tú? –pregunto Stella con voz débil y sintiendo que empezaba a perder el conocimiento - ¿P-Por qué...? ¿P-Por qué estás haciendo esto... Ayla?
-Solo estoy haciendo lo correcto, hermanita –respondió la chica agachándose y tomando del cuello a su hermana –A veces debemos hacer grandes sacrificios para mantener el equilibrio y el orden de las cosas, los humanos merecen sufrir porque solo así podrán alcanzar la salvación, mientras que nosotros solo debemos evitar que ellos crucen las líneas establecidas.
-Ayla... no hagas esto, esta gente es...
- ¿Buena? No te preocupes por ellos, mamá no dejará que todos mueran, pero tampoco se van a salvar todos –dijo Ayla acariciando el cabello de su hermana para después crear una esfera mágica de color negro, la cual poco a poco fue adquiriendo la forma de un afilado estilete –No pienso matarte porque papá se pondría muy triste, pero si voy a encargarme de dejarte fuera de esto, al menos hasta que alguien te encuentre y cure tus heridas –en ese momento, la chica apuñalo a Stella en el abdomen haciendo que esta soltara un leve gemido de dolor, luego se puso de pie y caminó hacia un callejón donde cruzo los brazos provocando que su armadura y sus alas de metal desaparecieran para dar paso a un aspecto humano que la hacía pasar desapercibida.
Ayla salió del callejón nuevamente y caminó por la calle dejando atrás a su hermana; la chica era delgada, de piel clara, cabello lacio negro, ojos color azul marino y vestía un fino minivestido negro, medias negras y zapatos de tacón del mismo color, los cuales estaban decorados con pequeños diamantes en los bordes.
La Hermana de Stella continúo caminando durante algunos minutos más hasta que finalmente consiguió llegar a un teléfono público ubicado en una de las esquinas de la calle, deposito algunas monedas y marcó a un número; la llamada conecto y fue entonces que una voz cavernosa le respondió diciendo:
-Residencia del Gran Nergal, ¿Qué se le ofrece?
-Me llamo Ayla de Angelis, soy Princesa de la Legión de los Archangelus y tengo... una interesante propuesta que hacerte.
Al mismo tiempo en el atrio de la Iglesia de Corpus Christi, ubicada a la orilla de la carretera que comunicaba a Metrópolis con Gotham City, John Constantine, Zatanna y Francis "Chas" Chandler se encontraban observando e inspeccionando el viejo edificio cuya arquitectura era de un estilo tan sobrio que le hacía parecer más como una capilla que como una iglesia, pero lo que más les sorprendía a los chicos era que el lugar estaba lleno de grafitis y grietas, sobre todo en las paredes, mientras que los vitrales de los ventanales se hallaban rotos o cubiertos con tablas de madera para impedir que algún desconocido entrara en el recinto.
Sin embargo, este esfuerzo por parte de los dueños de la propiedad había sido en vano, pues tanto el interior como el exterior de la iglesia olía a orines, a lo que habría que sumar el hecho de que también se encontraban algunos restos de basura y velas, siendo este último objeto el indicio de que aquel lugar había sido utilizado como un sitio para llevar a cabo rituales paganos y esotéricos.
- ¿Una iglesia, Johnny? ¿De verdad? –preguntó Francis Chandler sorprendido por aquel sitio que había sido elegido por su amigo para reunirse con los rivales de Nergal.
-No consagrada, si lo fuera me costaría mucho poner un pie ahí dentro y a ellos también –respondió John Constantine viendo con seriedad a su amigo para después caminar hacia la entrada y abrir la puerta, tras abrirla pudo percatarse que el lugar estaba cubierto de polvo mientras que la mayoría de las bancas y reclinatorios se encontraban rotos.
-Este lugar no se ve muy seguro, ¿Por qué no los llevaste a un campo o terreno más abierto? –preguntó Zatanna revisando las paredes de la iglesia para posteriormente acercarse al joven Cazador de Demonios y pararse a su lado.
-Necesito un lugar cerrado para que así no pueda escaparse ninguno de ellos, solo así podré emboscarlos y acabarlos de un solo golpe –respondió el Detective Ocultista agachando la cabeza y apretando su puño izquierdo para luego voltear hacia atrás y ver como su compañero de aventuras casi se tropieza con una piedra haciendo que por poco tirara uno de los bidones que le había encargado llenar de agua bendita –Oye, cuidado con eso que lo necesitamos.
-Esta basura es muy pesada, no sabía que había un mercado negro de agua bendita –dijo Francis Chandler dejando los bidones en el suelo para después estirar los brazos y soltar un suspiro.
-Solo se más cuidadoso, no quiero que la derrames por aquí hasta la media noche y cierren cada ventana antes de que se vayan –dijo el adolescente caminando hacia el centro de la iglesia mientras que sus dos compañeros se dirigieron a la puerta para llevar a cabo las órdenes del joven Maestro de las Artes Oscuras –Cubran cada salida de este lugar porque esta noche terminamos con esto.
-Sanatnev Rapat –pronunció Zatanna en voz baja provocando que la puerta se cerrara con el poder de su magia en tanto que los ventanales fueron cubiertos con un escudo mágico de color rosado –Espero que no le pase nada, no me lo perdonaría si se lastimara.
-No te preocupes por John, él sabe lo que hace –dijo Francis Chandler esbozando una sonrisa para después sacar su celular de uno de los bolsillos de su pantalón, encenderlo y revisar el reloj diciendo –Faltan solo diez minutos para la media noche, será mejor prepararnos si queremos que el plan de Johnny funcione.
La joven maga asintió con la cabeza y con su magia ayudo al chico a cargar los bidones de agua bendita, los cuales fueron llevados a la parte de atrás de la iglesia mientras que John Constantine solamente se sentó en una de las bancas para luego sacar su encendedor junto con un cigarrillo, el cual encendió en cuanto escuchó como las campanas del reloj del Ayuntamiento de Metrópolis comenzaban a sonar indicando que eran ya las 12:00 AM, la hora en que los demonios y seres oscuridad salían de sus guaridas o escondrijos para atormentar a los seres vivos de la Tierra.
El Detective Ocultista se mantuvo tranquilo y sereno, lo único que le interesaba en aquellos momentos era fumar su cigarrillo, pero la paz que sentía por dentro duro muy poco, pues un fuerte estruendo se escuchó dentro de la iglesia y fue entonces que un enorme demonio con los ojos en los hombros y con la boca a la altura del pecho empezó a alzarse detrás de él.
-Ah... ¿Qué es ese olor tan espantoso? –preguntó John Constantine dándole la espalda al demonio para después agachar la cabeza diciendo –Huele a porquería.
En ese momento, varios ruidos extraños empezaron a escucharse dentro del lugar y poco a poco comenzaron a aparecer otros tres demonios, los cuales anunciaban su presencia rasguñando las paredes con sus garras o saliendo de entre las bancas; el primero de ellos tenía piel de reptil, cola y poseía dos cabezas en forma de serpiente; el segundo era delgado, de piel rojiza, con cuatro ojos y con alas de murciélago en su espalda; el tercero era obeso con cuernos en la cabeza, sin ojos y con una enorme boca que estaba ubicada a la altura del estómago.
Sin embargo, también en el lugar se apareció un quinto demonio cuyo único ojo se encontraba ubicado en el interior de su boca, dándole así un aspecto aterrador, pero el cual no fue suficiente para asustar al joven Cazador de Demonios, quien parecía sentirse cómodo con la presencia de estos seres que no buscaban charlar, sino que más bien habían llegado a la iglesia para exigir la presencia de cierto demonio y contrincante que deseaban destruir debido a que era un obstáculo para sus negocios.
- ¿Esta es la cosa que nos invitó? –preguntó el demonio de cuatro ojos esbozando una sonrisa burlona y colocándose frente al Detective Ocultista para verlo cara a cara.
-Sí, ese soy yo –respondió John Constantine dirigiéndole al demonio una mirada de indiferencia que hacía parecer que no le importaba morir o ser devorado en aquel lugar.
- ¿Puede cumplir lo que prometió? –preguntó el demonio de dos cabezas colocándose al lado derecho del adolescente, quien tras verlo siguió manteniendo su actitud serena y apática.
-Este pobre tonto cree que este lugar lo protegerá si nos decepciona –dijo el demonio de los ojos en los hombros al tiempo que señalaba con ambas manos el entorno que rodeaba al joven Cazador de Demonios.
En ese momento, John Constantine expulsó el humo del cigarrillo por la boca, lo tiró en el suelo para posteriormente aplastarlo y apagarlo, después agacho la cabeza diciendo:
-Esto... tiene nombre.
- ¿Hiciste lo que prometiste cuando le pediste a tu mensajera que nos invitara a venir aquí, John Constantine? –preguntó el demonio del ojo en la boca - ¿Has traído a Nergal ante nosotros?
-Oh... Eso, era una mentira –respondió el Detective Ocultista esbozando una sonrisa maliciosa para después voltear a ver hacia uno de los ventanales y observar como Francis Chandler y Zatanna estaban esparciendo el agua bendita alrededor de la iglesia abandonada y de la cual emanaba un extraño brillo color azul celeste que parecía formar una especie de escudo mágico que solo los chicos podían ver.
- ¡Argh! ¡¿Nos mentiste?! –preguntó el demonio ciego lleno de cólera para luego acercarse al chico, quien se puso de pie rápidamente para después retroceder lentamente hasta toparse con la pared.
-Bueno, me siento terrible por eso –respondió John Constantine nervioso y volteando hacia varios lados intentando encontrar una salida o una vía de escape.
- ¿Y qué es lo que te salvara, pequeño y asqueroso trozo de carne? –preguntó el demonio de cuatro ojos tomando del cuello al Detective Ocultista y dirigiéndole una mirada amenazante.
-Yo esperaba... que él lo hiciera –respondió el adolescente señalando con su pulgar la puerta principal de la iglesia, la cual fue golpeada varias veces hasta finalmente ser destruida por Mictlantecuhtli, el Dios Azteca de la Muerte.
-Me prometiste un festín, John –dijo Mictlantecuhtli saliendo de entre las sombras y esbozando una sonrisa –Y tú has... cumplido.
- ¿Qué es esta cosa tan ridícula? –preguntó el demonio ciego confundido mientras intentaba ubicar el lugar donde se encontraba el Dios Azteca de la Muerte.
-Ustedes cinco intentan usurpar una tierra que me corresponde –respondió Mictlantecuhtli sintiéndose molesto por la presencia de los demonios –Yo los voy a detener, consumiré sus cuerpos y sus almas.
Tras escuchar aquellas palabras, los cinco demonios empezaron a reírse debido a que para ellos las amenazas por parte del Dios Azteca de la Muerte no eran más que un chiste de mal gusto, pues sabían que podían derrotarlo sin problemas incluso sin hacer uso de la magia demoniaca.
-Yo soy superior a ustedes –dijo Mictlantecuhtli apretando los puños para después dar un gran salto y caer encima del demonio de cuatro ojos al cual decapitó de un solo golpe matándolo al instante.
En ese momento, las risas se terminaron y pasaron a convertirse en gritos de horror, pues los demonios al ver que aquel ser no era del todo débil comenzaron a correr hacia varios lados con el fin de encontrar una salida, pero todo fue en vano, pues al intentar salir por uno de los ventanales terminaron quemándose sus garras debido al aura mágica que desprendía el agua bendita y la cual cubría prácticamente todo el edificio.
- ¡Atrapados! ¡Estamos atrapados! –grito con desesperación el demonio del ojo en la boca para luego voltear hacia atrás y ver como el demonio de dos cabezas caía finalmente a manos del Dios Azteca de la Muerte, quien lo partió a la mitad para posteriormente devorarlo y soltar un fuerte rugido que hizo a los demonios subirse al techo asustados.
-Nunca habría podido encontrar a esos cinco yo solo ni retenerlos aquí sin tu magia –dijo Mictlantecuhtli volteando hacia su derecha para ver como el joven Cazador de Demonios estaba recargado en una de las columnas de la iglesia observando tranquilamente la pelea entre el dios y los demonios.
-Vivimos para servir –dijo John Constantine esbozando una sonrisa para después señalar al resto de los demonios que quedaban con vida diciendo –Y bien, ¿Qué estas esperando? Termina tu cena.
El Dios Azteca de la Muerte asintió con la cabeza y lanzó un fuerte rugido, pero repentinamente fue capturado por la lengua del demonio ciego, quien lo azotó en el suelo para luego llevarlo hasta la boca de dicho demonio que al sentirlo atrapado esbozó una sonrisa burlona diciendo:
-Aún no estamos muertos.
El Detective Ocultista se quedó paralizado durante algunos segundos debido a que temía que aquello fuera el principio del fin de su plan, pero para su buena fortuna, Mictlantecuhtli consiguió liberarse de su captor escupiéndole fuego a este haciendo que cayera muerto en el suelo, pero su suerte duro poco debido a que el demonio de los ojos en los hombros se abalanzó sobre él para golpearlo fuertemente varias veces hasta dejarlo muerto, pues las pupilas de los ojos del Dios Azteca de la Muerte se apagaron durante algunos minutos.
John Constantine estaba por retirarse del lugar cuando fue interceptado por el demonio del ojo en la boca, quien al verlo sonrió para después tomarlo del cuello diciendo con un tono burlón:
- ¿Vas a alguna parte?
El demonio estaba a punto de asesinar al adolescente cuando de pronto sintió un extraño temblor que lo hizo voltear hacia atrás solo para ver como algunas partes del techo se caían mientras que Mictlantecuhtli volvía a levantarse del suelo con la mitad de su cuerpo desprendido.
El Dios Azteca de la Muerte lanzó un fuerte rugido y con sus brazos tomó una enorme roca que utilizó para aplastar al demonio de los ojos en los hombros, posteriormente liberó a Constantine de su captor, al cual tomo del cuello para llevarlo a una de las esquinas de la iglesia, pero el demonio del ojo en la boca consiguió liberarse y envolvió a Mictlantecuhtli en un remolino de fuego que destruyo parte de su tocado y collar.
No obstante, la deidad logró resistir aquel embate y con sus poderes destruyo los pocos vitrales que quedaban en los ventanales de la edificación, los cuales levito para finalmente lanzarlos contra el cuerpo del demonio que cayó muerto en cuanto su cuerpo fue atravesado por aquellos afilados vidrios.
-Eran... adversarios más dignos de lo que esperaba –dijo Mictlantecuhtli arrastrándose en el suelo cubierto de sangre y esperando que el chico le ayudara a reconstruir el resto de su cuerpo.
-Estaba contando con eso –dijo John Constantine acercándose a la criatura y dirigiéndole una mirada de seriedad –No puedo dejarte vivir Mictlantecuhtli, eres demasiado peligroso.
-Pero... teníamos... un acuerdo –dijo el Dios Azteca de la Muerte sintiéndose molesto por haber sido traicionado por el Detective Ocultista.
-Y ha sido cumplido, comiste hasta saciarte y yo tengo a cuatro demonios muertos más uno extra –respondió el joven Cazador de Demonios mientras veía como la deidad se arrastraba hacia él como un gusano agonizante –No es mi culpa que cayeras con ellos.
-Por favor, Constantine... Llévame de regreso al matadero... donde pueda renovarme... -suplicaba Mictlantecuhtli agarrándole la pierna al chico –Donde pueda...
-No hay nada más patético que un dios que ruega –dijo John Constantine negando con la cabeza para después alejarse del Dios Azteca de la Muerte y alzar los brazos diciendo en voz alta - ¡Deja que el olvido te consuma, deja que su nombre sea borrado! –en ese momento, un torbellino mágico de color dorado envolvió el cuerpo de Mictlantecuhtli haciendo que este comenzara a desintegrarse lentamente hasta volverse cenizas - ¡Deja que el olvido te consuma, deja que su nombre sea borrado! ¡Deja que el olvido te consuma, deja que su nombre sea borrado!
Tras pronunciar aquellas últimas palabras, el torbellino mágico desapareció dejando solamente las cenizas del Dios Azteca de la Muerte, las cuales fueron arrastradas por el viento que se las llevó hacia otro lugar mientras que el Detective Ocultista simplemente sacó otro cigarrillo de sus bolsillos diciendo:
-Disfruta el resto, anciano; Dios sabe lo que necesitas.
John Constantine caminó hacia la entrada para salir de la iglesia y encontrarse nuevamente con sus dos compañeros, quienes al verlo esbozaron una sonrisa de alegría, pues no podían creer que todo hubiera salido mejor de lo esperado, sobretodo Zatanna quien no pudo contenerse y abrazó al chico haciendo que este por primera vez reaccionara de manera positiva a aquel gesto de cariño.
-Lo hiciste bien, John –dijo Zatanna sonriendo y derramando una lágrima que mojo la gabardina del joven Cazador de Demonios –Nos salvaste a todos.
-El trabajo más difícil está hecho, pero aún falta encerrar a cierta criatura oscura –respondió John Constantine separándose de la chica para luego estirar los brazos diciendo –Vamos... por Nergal.
La joven asintió con la cabeza, cerró los ojos y conjuro el portal mágico para teletransportarse a la Casa 1247 Enstrom; los tres adolescentes cruzaron el portal y desaparecieron inmediatamente, mientras que la iglesia comenzó a ser cubierta por varias enredaderas y flores que parecían no pertenecer a la flora del entorno, aunque lo más extraño fue que una enorme laguna de agua pantanosa empezó a surgir en la parte de atrás de la iglesia junto con varios árboles frondosos cuya característica principal era que solo podían crecer en entornos pantanosos.
De repente, un extraño ser humanoide de piel verdosa con enredaderas en el cuerpo y que poseía un rostro cadavérico emergió de entre las grietas del piso de la iglesia, este camino hacia donde se encontraban los restos de los demonios, los cuales fueron cubiertos por las enredaderas del lugar, atrayendo así a varias hormigas que empezaron a devorar aquellos cadáveres.
-Finalmente, un lugar donde lo verde puede vivir en paz –dijo la extraña criatura sentándose en la misma banca que el chico había utilizado minutos antes –Este es mi nuevo santuario y aquí he de residir hasta el final de los tiempos.
Continuara...
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