Capítulo 4: La Ciudad de los Demonios
Un nuevo día había comenzado en la majestuosa ciudad de Metrópolis, el sol brillaba y el cielo lucía despejado indicando que sería un día tranquilo para todos los habitantes, aunque estos por dentro sabían que en su ciudad esto último era una afirmación falsa, pues en algún momento podría presentarse alguna batalla entre los superhéroes que vigilaban las calles y los supervillanos que intentarían hacer de las suyas.
No obstante, ahora la atención de los ciudadanos no se enfocaba en Superman, ni en las Super Hero Girls, ni en ningún otro superhéroe o vigilante enmascarado local, pues todos esperaban recibir alguna noticia relacionada con el Virus del Coma, la misteriosa enfermedad que había aparecido hace apenas dos semanas y cuyo número de contagios iba cada vez más en aumento con el pasar de las horas, lo cual causó cierto temor entre los habitantes debido a que la gran mayoría de las nuevas víctimas de esta enfermedad eran personas que nunca habían tenido contacto con el personal médico que atendía los hospitales de Metrópolis y mucho menos con los enfermos.
Sin embargo, tanto los científicos de LexCorp como el propio Lex Luthor empezaron a alardear y a presumir ante los medios de comunicación locales que ellos tenían en sus manos la cura para esta enfermedad rara, pero que esta no estaría lista aún debido a las pruebas que se estaban realizando con ella en sus laboratorios.
Como era de esperarse, muy pocas personas creyeron en las palabras del joven multimillonario, pues, aunque LexCorp era un conglomerado poderoso que contaba con los mejores científicos y la mejor tecnología del mundo, este no tenía ni la fuerza ni la capacidad suficiente para crear una cura en menos de una semana, pero a Lex Luthor poco o nada le importaron estas opiniones, ya que él solo quería usar la noticia de la cura para hacerse publicidad y así poder engrandecer aún más su imagen como filántropo y empresario.
Mientras tanto en la Residencia de los Zatara, ubicada en el último piso del Hotel Casino Utopía, Zee Zatara se encontraba durmiendo plácidamente hasta que repentinamente fue despertada por la alarma del reloj de su celular, la chica se levantó de la cama soltando un ligero bostezo para después caminar hacia su closet y sacar de este una camisa de vestir blanca de manga larga, un chaleco negro, una falda corta color magenta oscuro y unas botas largas negras de tacón alto; luego se vistió y posteriormente se dirigió hacia el baño para echarse agua en la cara.
Finalmente, camino hacia el comedor donde se encontró con un hombre de piel clara, cabello, bigote y barba color café que vestía un fino traje negro, el cual estaba compuesto por camisa de vestir blanca de manga larga, pantalón, sombrero de copa y saco negro, así como una capa larga color morada cuyo broche era una extraña perla color violeta; dicho hombre estaba sentado en la mesa del comedor bebiendo una taza de café mientras era atendido por William, el chofer de la limusina y quien además fungía como mayordomo de la Familia Zatara.
- ¡Buenos días papá! –saludo Zee Zatara con un tono alegre y esbozando una tierna sonrisa al tiempo que entraba en el comedor para después acercarse a la mesa y sentarse al lado de aquel hombre de traje negro –Ehm... ¿Cómo amaneciste hoy, papi?
-Un poco cansado, estuve practicando mi nuevo truco de magia hasta el amanecer y no logre perfeccionarlo para el espectáculo del viernes –respondió el hombre de traje negro soltando un ligero bostezo para luego darle un sorbo a su taza de café diciendo –Y ya que estamos tocando el tema, ¿A qué hora llegaste anoche, jovencita?
-A las nueve, tal y como te lo prometí papi –respondió Zee Zatara con una sonrisa inocente mientras bebía un vaso de leche con chocolate –Lamento no haberte avisado antes, es solo que... mis amigas y yo estábamos tan ocupadas haciendo la tarea y estudiando que nos olvidamos de varias cosas.
-No te preocupes por eso, hija mía –dijo Giovanni Zatara –Sé que tus estudios son primero, pero... hay algo que quiero preguntarte y espero que no te molestes conmigo por ello.
-C-Claro papá, puedes preguntarme lo que quieras –respondió la joven maga confundida y a la vez sintiéndose un poco nerviosa debido a que ella temía que su padre le preguntara sobre la desaparición de su limusina, la cual había sido destruida anoche por una jauría de demonios.
-Ayer en la noche vi que llegaste con un vagabundo extraño, ¿Acaso es tu novio? –preguntó Giovanni Zatara viendo con seriedad a su hija –Por favor, no te apenes en decirme la verdad, recuerda que soy tu padre y que puedes confiar en mí.
-Eh... N-No es mi novio, él es solo... un... un... a-amigo de la escuela –respondió Zee Zatara con timidez al tiempo que un leve sonrojo aparecía en sus mejillas –Él... se llama... C-Constantine, John Constantine, y es un estudiante de intercambio que llegó ayer de Inglaterra junto con su amigo Francis Chandler.
-Así que tenemos a dos chicos ingleses viviendo en el mismo edificio que nosotros, vaya que es una gran sorpresa –dijo Giovanni Zatara sorprendido por la noticia que le daba su hija –Por cierto, ¿Por qué ellos y tú llegaron en un taxi anoche?, ¿Acaso le paso algo a la limusina?
-El auto se nos descompuso a la mitad del camino, Señor Zatara –respondió William interviniendo en la conversación mientras le servía a Zee un plato con huevos revueltos y tocino –Afortunadamente una grúa lo encontró y lo llevo al taller mecánico, pero no se preocupe, el auto ya fue entregado y ya se encuentra estacionado frente al hotel.
-Me alegra saber eso, no me gustaría que mi hija se quedara sin transporte –dijo Giovanni Zatara sonriendo y terminándose su taza de café para luego voltear a ver el reloj del comedor diciendo - ¡Oh cielos, mira la hora! Lamento no poder seguir conversando contigo amor, pero ya es muy tarde y tengo que tomar un vuelo a Italia.
- ¿A Italia? –preguntó Zee Zatara confundida al tiempo que observaba como su padre se levantaba de la mesa para después hacer aparecer con su magia una maleta negra que contenía varios objetos personales del mago - ¿Esto es acaso una broma, papi?
-Voy a estar fuera por tres días, hija mía –respondió Giovanni Zatara –El Señor Fox y el Señor Anderson me invitaron a viajar con ellos a Italia para presentar nuestro espectáculo a algunos inversionistas y patrocinadores europeos, pero no te preocupes, William cuidara de ti y se encargara de llevarte a la escuela.
- ¿Desea que lo lleve al aeropuerto, Señor Zatara? –pregunto William acercándose al mago y sosteniendo en sus manos las llaves de la limusina.
-No gracias, Willy –respondió Giovanni Zatara sonriendo y dándole la mano al chofer para despedirse de él, luego se acercó a su hija para darle un beso en la frente diciendo –Te quiero amor, cuídate mucho.
Tras decir estas palabras, el mago tomo su maleta y se dirigió hacia la puerta principal de su apartamento para salir; después cruzó el pasillo hasta llegar al ascensor, el cual tomo para bajar al primer piso donde ya le esperaban dos hombres de edad avanzada quienes lo invitaron a subirse a un auto Rolls-Royce Sweptail de color negro que inmediatamente arrancó en cuanto los tres hombres subieron a bordo.
La joven Zee Zatara pudo ver desde la ventana de su lujosa residencia como el auto se alejaba rápidamente del edificio hasta desaparecer en medio del tráfico de la ciudad, lo cual le preocupo un poco debido a que ella tenía miedo de que su padre sufriera algún accidente o fuera atacado por alguno de los demonios que la habían atacado anoche y quienes no dudarían en hacerle daño a ella solo por el hecho de ser la compañera y amiga de John Constantine.
-No se preocupe por él, Señorita Zatara –dijo William dándole una palmada en la espalda a la joven maga –Estoy seguro que regresara sano y salvo de su viaje.
-William, ¿Tú te inventaste esa historia sobre la limusina para engañar a mi padre? –preguntó Zee Zatara mirando con seriedad al chofer.
-Claro que no la invente, Señorita Zatara –respondió William con un tono de voz que denotaba seguridad en su afirmación –La limusina estaba estacionada justo frente al hotel sin ningún rasguño, supongo que usted y su amigo Constantine se encargaron de repararla con su magia.
-Eso es imposible, yo no conozco hechizos de reparación y la magia de John es muy débil como para reparar un auto de ese tipo –dijo Zee Zatara confundida y preocupada debido a que aquel extraño hecho podría tener relación con Beroul o con alguno de sus sirvientes demoniacos –Por ahora no quiero que conduzcas la limusina, al menos no hasta averiguar quién o quiénes fueron los responsables de haberla reparado.
- ¿Usted teme que el auto pueda estar poseído por fuerzas malignas, Señorita Zatara? –pregunto William mientras veía como la joven maga se dirigía a la puerta para salir al pasillo del hotel.
-Los demonios no son criaturas amistosas, William –respondió Zee Zatara volteando hacia atrás y dirigiéndole una mirada de seriedad al chofer –Hay algo en todo esto que no me agrada y creo que solo hay una persona que puede aclarármelo.
-Lo sé, el joven Constantine, el "experto" en estos asuntos del Infierno y el Cielo –dijo William soltando un suspiro para después caminar hacia la cocina diciendo –Entonces... ¿Irá a la escuela en autobús?
-Por ahora sí, pero tratare de no regresar tan noche para evitar luchar contra esos monstruos infernales –respondió la joven maga al tiempo que abría la puerta para salir del apartamento y dirigirse al ascensor –Te veré al rato, cuídate mucho William.
-Lo mismo digo, Señorita Zatara –dijo el chofer despidiéndose de la joven para luego caminar hacia el fregadero y comenzar a lavar los trastes.
Al mismo tiempo en el interior de una lujosa habitación del Club Nocturno Lux, ubicado en la Zona Centro de Metrópolis, un chico delgado de cabello rubio, piel clara, ojos rojos, vestido con una camisa de vestir blanca de manga larga, pantalón negro, corbata negra, saco negro y zapatos negros se encontraba sentado en un escritorio leyendo una revista Playboy al tiempo que observaba con detenimiento como un chico delgado de piel clara, cabello rubio, vestido con una camisa de vestir blanca, pantalón negro, corbata roja desanudada, gabardina café y zapatos negros estaba caminando en círculos alrededor de él como si esperara una respuesta.
-Me sorprende que aún sigas metido en estas cosas, John Constantine –le dijo el chico de cabello rubio al extraño visitante esbozando una sonrisa burlona –Tuviste la oportunidad de rehacer tu vida y al final decidiste quedarte en el mismo lugar, eres patético Johnny.
-No tengo intenciones de pelear ni de pedirte nada, Lucifer Morningstar –respondió el Detective Ocultista mientras sacaba un cigarrillo de uno de los bolsillos de su gabardina –Y si algo he de pedirte es información sobre los rivales de un demonio llamado Beroul, ¿Dónde los puedo encontrar?
- ¿Beroul? ¡Claro! Hablas de la bola de grasa cuyo único pasatiempo es nadar entre cadáveres y ver telenovelas mexicanas de bajo presupuesto –respondió Lucifer Morningstar chasqueando los dedos al tiempo que una hermosa y atractiva chica de piel morena entraba en el lugar para entregarle al chico una botella de vino junto con dos copas de oro –No me digas que andas haciendo tratos con ese gordinflón, ¿Tan mal esta tu situación económica?
-No lo hago por dinero –dijo John Constantine molesto por la actitud sarcástica y burlona del chico de cabello rubio –Esa bola de grasa mantiene retenida el alma de la hermana menor de mi mejor amigo y para liberarla necesito jugar su juego.
-Pues lamento decirte que yo no me presto para esos juegos, Johnny –dijo Lucifer Morningstar viendo con seriedad al joven Cazador de Demonios –Y siéndote sincero, poco o nada me importa lo que hagan esos demonios.
- ¡¿Hablas en serio?! –exclamo John Constantine sorprendido por las palabras que le decía el chico –Eres el Rey del Infierno y por ende deberías ser tú quien controle a esos chacales, ¡No yo!
-Control, control, control, es la misma palabra que mi padre me dice cada vez que nota que no estoy haciendo mis obligaciones –dijo Lucifer Morningstar –A veces me pregunto: ¿Cuándo será el día en que mi padre y la humanidad entiendan que yo no soy niñera de nadie para decirles que hacer y qué no?, ¿Cuándo entenderán que el Diablo no está para cuidarles los pasos cada vez que meten la pata?
-En pocas palabras, no piensas ayudarme –dijo el Detective Ocultista tirando su cigarrillo en el suelo y pisándolo para después caminar hacia la puerta de la habitación diciendo –Me cae que no vuelvo a juntarme contigo, no eres más que un alcohólico vago que solo le interesa coger con las chicas.
- ¡Mira quién lo dice!, ¡Que te vaya bien, Johnny Blaze! –le grito Lucifer Morningstar enojado al joven Cazador de Demonios mientras veía como este cruzaba la puerta de la habitación para salir del lugar.
- ¡Soy John Constantine!, ¡No Johnny Blaze! –respondió el Detective Ocultista molesto y volteando hacia atrás al tiempo que cerraba la puerta dejando solo a aquel ser dentro de la habitación - ¡Maldito idiota! No puedo creer que el infeliz este aquí y no haga nada para detener a Beroul y a todos esos hijos de perra –pensó John Constantine tomando un respiro para calmarse, luego cruzó otra puerta que lo llevo a la calle donde ya le esperaba su amigo Francis "Chas" Chandler.
-John, ¿Qué paso? –pregunto Francis con un tono de voz que denotaba preocupación por la tardanza de su amigo.
-Parece ser que tenemos muy mala suerte, Chas –respondió el joven Cazador de Demonios –Lucifer Morningstar se niega a ayudarnos y lo peor de todo es que no hemos encontrado ni una sola pista sobre los rivales de Beroul, a este paso tardaremos una eternidad en encontrarlos.
-Pues será mejor que busques la forma de arreglártelas, mi madre está molesta contigo y siéndote honesto yo también lo estoy –dijo Francis Chandler viendo con seriedad a su amigo –Si no encuentras una solución pronto, entonces iré a matar a Beroul.
-No seas estúpido, Chas –dijo John Constantine colocando su mano sobre el hombro del chico para tranquilizarlo –Si lo lastimas hay muchas posibilidades de que el alma de Isabelle nunca salga del infierno, para derrotar a ese infeliz hay que usar el cerebro y no la fuerza.
- ¿Y qué hacemos ahora, Johnny? –pregunto Francis Chandler - ¿Continuamos buscando ayuda por toda la ciudad?
-No, tratare de idear un plan para atraer a esos demonios hacia mí –respondió John Constantine –Mientras tanto tú encárgate de cubrirme las espaldas, ve a la escuela y trata de aparentar que nada malo está pasando.
-Y si me encuentro con la chica, ¿Qué le digo? –pregunto Francis Chandler al tiempo que veía como su amigo se alejaba caminando por la calle en dirección contraria a la de él.
-Dile que nos reuniremos en nuestra habitación, esta noche –respondió el Detective Ocultista deteniéndose a la mitad de la calle para luego continuar su camino hasta finalmente perderse en medio de los transeúntes de Metrópolis.
Continuara...
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