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2.- El jardín

En lo más recóndito y oscuro de la Baticueva, el velocista de Central City, el agente de argus y el murciélago de Gótica examinaban con sumo detenimiento y curiosidad el cuerpo de aquel secuaz de Big Santa cuyos ojos se tornaron índigos entre los balbuceos y aquella lengua desconocida. En aras de hacer más ameno, o al menos intentar, la autopsia. Thomas solo se encargaba de abrir de a poco la parte trasera de la cabeza del sujeto, logrando ver que todo se veía en su estado normal, sin alteración alguna como la que le había causado aquella coloración en los ojos; su cerebro y sangre eran normales, nada raro en ningún sentido más allá de que con el pasar de las horas, y gracias a su equipo médico y científico, no había ni empezado el estado de putrefacción.

«Había escuchado todos los idiomas de la tierra»

Thomas entonces solo suspiro y acepto el vaso de whisky de las manos de Flash, quien ya le había llenado el mismo y había puesto hielos incluso. Entre un suspiro y tenues resoplidos, Thomas Wayne dejó caer aquel ámbar líquido por su garganta mientras todas las posibilidades que su mente le otorgaba ante la situación, caían al tablero. A pasos lentos Thomas miró hacia las computadoras, viendo que no había habido algún avance en cuanto a alguna situación con relación a super villanos o algo que ver con el Santuario Índigo.

«Y muchos más de lejos en las estrellas»

Nuevamente, entre un vistazo fugaz a la pantalla, no logro ver que su avanzado sistema de lenguaje, integrado por Bruce en sus días bajo el manto, detectará alguna similitud en lenguaje a la cual poder hacerle traducción. Suspiro con molestia y nuevamente se dirigió al cadáver, terminando por, al igual que un atónito Rick Flag, observar como el inerte y perturbador hombre mantenía los ojos saltones, abiertos cual platos en una mirada fija hacia el frente, logrando incomodar incluso al firme y frío Thomas. Aquel símbolo en su frente aún brillaba con la misma intensidad de una linterna.

«Pero por alguna razón, este se escucho distinto ante todo lo que una vez escuché. Y esa mirada, esa maldita mirada estática»

—¿Tuvimos alguna pista con las plantas esas que hay cerca del Santuario?— pregunto Rick, mientras picaba un brazo del cadáver, esperando alguna reacción

—Solo un contacto podría llegar a eso— expresó Thomas, apartándose del cadáver tras dejar los guantes y el bisturí en la mesa —. Pamela Isley.

—Hiedra Venenosa. ¿Estamos seguros de que es bueno tratar con villanos?— pregunto en respuesta Rick Flag, mientras se acercaba a la pantalla para ver con atención las fotografías y plantas en la pantalla

—Es una villana retirada, y cuida de un santuario de plantas, además de ser una informante— confesó tajante Thomas, mientras miraba también las fotografías

—A veces son buenos aliados— añadió Flash, mientras le daba un par de palmadas a Thomas en la espalda —, confía en mí, Capitán Cold solía decir que...

—Amo Wayne, una llamada de Pamela Isley en camino— advirtió Alfred desde el altavoz en la baticomputadora

—Qué espere un momento— contesto entre un suspiro Thomas, viendo el contacto de Pamela Isley emerger en la pantalla

—Hiedra Venenosa, Waller siempre la quiso en el escuadrón.— explicó con una nostálgica sonrisa, mientras se dirigía hacia la plancha, viendo con escalofríos aquel cadáver —¿Qué demonios les está pasando?

—Lo que sea que les estén haciendo, es gradual— sentenció con seriedad Thomas, sin girarse o mirar hacia Flag

—La energía en este cuerpo— decía Flash, tras poner a vibrar sus manos y posarlas sobre el cadáver —, es similar a la del cuerpo de los Green Lanterns.

—¿Cómo lo saben?— pregunto Rick Flag, girandose incrédulo hacia ambos héroes —¿La energía y la "conversión"? Parece que soy el único aquí que no es un super científico. Quiero decir, es intuble la conexión, el símbolo y el brillo. El color me confundió un poco pero ¿Ustedes que puntos unieron?

—Las vibraciónes, son... son casi las mismas pero se sienten más como... ¿Esponjas? Si, si, esponjas...— decía Flash, a ojos cerrados y entre una respiración tenuemente agitada; sus manos no hacían más que empezar a destellar fugaces relámpagos rojizos

—¿Esponjas dices?— pregunto Rick, mientras veía a Flash con gran curiosidad —. Ellos hablaban de compasión, y esa perturbante cosa que hizo cuando se tomó el, bueno...

«Compasión. No encaja. O no estoy viendo el tablero completo»

—Los Green Lantern Corps— inicio de nuevo Flash —, según se, funcionaban con voluntad.

—Pero no los consumía en un descenso a la locura— interrumpió Thomas, tras ver como Flash dejo de vibrar las manos —¿Allen?

—No, Thomas, no lo hacían— respaldo Flash, entre un confuso suspiro —en eso te doy la razón, pero pasa que no son los únicos lanterns de los que se, se que Green Lantern tenía un enemigo, Sinestro, era una especie de Yellow Lantern. —explicó, poco antes de su atención ser llamada por el vibrar de un dispositivo en su bolsillo —Demonios...

—¿Qué sucede, Flash?— pregunto Thomas, expresando una seria curiosidad

—Una emergencia en el casino de Joe— explicó Flash, mientras suspiraba con preocupación —. La Tortuga está atacando y si no me doy prisa, Jessica va a matarme por llegar tarde a cenar...

—¿Jessica?— pregunto con una dura sonrisa Thomas, tras posar su mano sobre el hombro de Flash —. Así que seguiste mi consejo... ¿Algún lugar lujoso?— pregunto de nuevo Thomas, mientras una calida sonrisa se formaba en su rostro, a la par que su mano buscaba un fajo de billetes en su bolsillo

«No comprendo por qué siento tal afinidad hacia Flash, hacia el joven bajo la máscara negra»

—O no, no, descuide Thomas— explicaba Flash, con ambas manos al frente —, el trabajo ha mejorado y la cena será en su departamento, así que estará cubierto, descuide.

«Un cariño así, solo lo llegué a sentir por Bruce»

—Trata de venir pronto ¿Quieres? Será navidad y Cassandra me matará si olvido decirte— explico Thomas, mientras volvía a su estado frío y a compañaba a Flash hacia la salida, o entrada, del batimovil, a la vez que Flag los seguía

—Tratare de venir, Doctor Wayne— expresó Flash, con una calida sonrisa en contraste a Thomas y su característico semblante

—¿Cómo sabes tanto de los Lanterns?— pregunto extrañado, e intrigado, Rick, mientras veía a Flash preparándose para correr

—Simple— declaró con una sonrisa nostálgica Flash —. Uno de mis mejores amigos fue Hal Jordan.

Y entre un fugaz y eléctrico destello, Flash partió a toda velocidad hacia Central City, dejandolos solos junto a aquel cadáver, en total silencio, o al menos tras los primeros segundos. Ante tal ráfaga de viento, y durante aquel silencio, del empuje de viento, un pequeño objeto circular cayó de su bolsillo aún manchado de sangre; entre el agudo sonar de aquel objeto chocando contra la superficie del suelo en la cueva llamo rápidamente la atención de Thomas y Rick, notando como aquel objeto dio un par de vueltas en el suelo hasta quedarse totalmente quieto. Thomas dio varios pasos hasta quedar a un lado de la plancha, agachandose para tomarlo y notando a primera instancia, como es que una especie de mugre parecía crecer sobre el, como si hubiera estado ya un tiempo expuesto a una clase de...

«Hongo.»

Apenas Thomas rozo aquel índigo hongo sobre el anillo, con sus dedos, este mismo empezó a emanar cierto brillo, al igual que el anillo, de que de intensa manera emano un fuerte brillo índigo.

—Desearía que Barry hubiera visto esto, sabría que estaba más en lo correcto de que pensé— expreso al vacío Thomas, desviando la mirada hacia la pantalla, donde aún se mostraba el contacto de Pamela Isley en pantalla.

—No lo entiendo...

—¿Qué se te escapa, Flag? Por qué entonces deberíamos hacer un club— pregunto Thomas, tras ponerse de oye y girarse hacia Rick

—Yo... yo le había disparado a la cabeza, no al pecho.

—Refugio Botánico de Gótica.

Pamela Isley de posaba en ropa interior al borde de su cama, mirando hacia el frente, notando el alba abriéndose paso entre el oscuro firmamento que reinaba por sobre de su preciado santuario para el verde; Pamela tenía el teléfono en la mano, vagamente recargado sobre la cama y con los pies desnudos tocando el frío suelo, poco importandole ante el susurro que le había gritado al oído durante la noche, logrando así que está despertara de golpe, con temor y sudor; a juzgar por el comportamiento de la vegetación alrededor de su cabaña, que se sacudía con violencia aún ante la evidente falta de viento, todo el refugio botánico había respondido al terror de su madre.

—Cuidado con la bestia que se escabulle de su amo entre la compasión— se repitió en una quebrada voz baja para evitar olvidar; mientras el verde alrededor de su cabaña se apaciguaba, Pamela se puso de pie y entre suspiros —, pues la rata alada no es rival para su veneno...— añadió, dejando salir un nervioso suspiro mientras se quitaba el sudor de la frente con la mano y dirigía al baño.

Encendió la luz y entonces quedó a la vista su resaltante apariencia; una intensa y feroz cabellera pelirroja, y un conjunto de ropa interior negro, ambos resaltando gracias a su piel tan blanca como la nieve. Pamela entró y sintió el contraer de su cuerpo ante la frialdad del azulejo, aunque aún así continuo su andar hasta la regadera, entrando a la tina tras desprenderse de su ropa interior y girando las llaves de agua; entre un suspiro inicial, Pamela dejó que el agua, en un inicio fría, tibia cayera sobre su cuerpo, aunque no dejando que toda cayera al suelo, pues de una peculiar manera, y hasta algo perturbadora, parecía absorber la mitad de esta cual raíz dentro de la tierra. Había sido la décimo novena noche que tenía un sueño similar desde aquel día que aquel color cayó del cielo. Cada vez, al despertar, ella podía sentirlo desvanecerse, aquella sensación en el cráneo, debajo de su cabellera y rozando la envoltura de su cerebro, era ¿raíces? No, no raíces. Tentáculos. Era esa la sensación que hacía sacudirse con violencia al verde entre la carencia de viento soplando, era esa sensación la que la perturbaba cada vez más, como raíces que se abrían paso en su mente, salvo que estas no estaban ahí al despertar, solo el residuo mental de su viscoso y pulsante arrastrar en su interior. Con las manos temblando se llevó las manos al cabello y sintió un fuerte escalofrío apenas tocó su cabeza, pues aquella sensación se fue, nuevamente solo estaba ella.

—Solo un sueño— dijo para si misma, viéndose al espejo más allá de la regadera, notando que no había nadie más que ella —, solo eso.

Tras terminar de enjabonar su cuerpo desnudo y dejar que el agua se llevara todo, salió del baño y con calma se dirigió hacia su habitación, tomando un pantalón militar y una blusa negra, preparandose para empezar su día desde muy temprano al no poder volver a dormir, como cada vez, de las dieciocho veces anteriores que había tenido un sueño así. Entre un suspiro de coloco su calzoncillo con diseño impreso de hojas de árbol caricaturescas, subió su pantalón y abrocho con firmeza sus botas de estilo militar, tratando de cierta forma hacer juego en su vestimenta del día de hoy, al menos hasta que fue interrumpida.

—¡Ivy! ¿¡Estas en casa!?— se escucho a lo lejos la voz de una vieja conocida de Pamela. Harleen Quinzel, o...

—¿Harley?— pregunto para si misma Pamela mientras, aun agachada, paraba de abrochar sus agujetas —¿¡Harley!?— pero no hubo respuesta alguna, lo que dejo extrañada a Pamela. Quizás una broma pensó, de alguien como Harley Quinn sería de esperarse; Pamela se puso de pie y miró hacia el pasillo, tratando de ver en la oscuridad de este, pero lo único que podía ver, fue a una femenina figura en la oscuridad, de peculiar color apenas distinguible, un muy similar al azul o púrpura, esto la extrañó, pero no la freno —. Si esta es una maldita broma Harley, te juro que...— un parpadeo, un solo parpadeo basto para perder de vista a aquella figura al final del pasillo, pues si bien su mirada estática seguía ahí, la figura ya no —¿Qué demo...?— Pamela aceleró su paso hacia el pasillo, sintiendo temor por unos segundos ante el eco de sus fuertes propias pisadas hasta que llegó al apagador y encendió la luz, no había nada.

—¿¡Ya nos olvidaste, Isley!?— se escucho esta vez de más allá en el interior de la casa, de la sala o cocina tal vez; la voz nuevamente le era familiar, Selina Kyle.

—¿¡Gatubela!?— pregunto al aire Pamela, dejándo, finalmente, visible su temor creciente —¡Selina!— gritaba Pamela; ella empezó a correr hacia la sala, notando el creciente y contrastante sonar de una mujer con tacones corriendo a la par que ella hacia sonar fuertemente la suela de sus botas contra el suelo, al menos hasta llegar a la sala y ver que todo estaba exactamente igual como lo había dejado al ir a dormir, o al menos donde ella recordaba —¿¡Chicas!? ¡Esta broma no es graciosa!

—¡Oye!— escucho ahora una tercera voz que la dejo totalmente helada, no podía moverse e incluso el verde, que hasta ahora se sacudía con violencia, se había quedado quieto al compás del sonar de la puerta de la habitación de Pamela, abriéndose entre rechinidos —. Ven aquí, por favor— esa voz otra vez, pidiendo casi entre llanto, llanto que parecía de augurar una alegría pura. Cada poro en su piel se erizo entre un temor insano y primitivo pues esa voz, esa su propia voz. —Él lo entiende, Hiedra, el sabe que has hecho tanto bien como mal...

—N... No puede ser— susurro casi sin voz Pamela, dando pasos hacia atrás tan lento como le era posible —, esa es...

—Vamos, no tengas miedo— hablo Harley, entre una pequeña risa que, de no ser la situación actual, habría sido tierna

—Sabemos que lo buscas, sabemos qué buscas...— añadió Selina, poco antes de emitir un maullido tal, que parecía haberlo dado un gato enorme y con cuerdas vocales humanas; la exactitud era indescriptible

—Un Santuario.— terminó, pero esta vez, la que habló fue su voz, aún desde la habitación, pero antes de que, y entre un brillo de intenso color lila, tres pares de pasos de distinto calzado fueran escuchados corriendo a toda prisa hacia Pamela, quien repitió el acto entre un grito y corrió hacia la puerta, saliendo finalmente de su casa y corriendo hasta los arbustos en los cuales vomito ante el miedo; repentinamente el terror y preocupación anteriores, de habían ido.

—¿Señorita Isley? ¿¡Se encuentra bien!?— pregunto al borde de los gritos un hombre rubio, que venía en ayuda de la pelirroja; aquel hombre respondía al nombre de Alec Holland.

—Yo... yo... ¿No las escuchaste?— pero aquella pregunta de Pamela fue olvidada al instante por ella misma apenas echo un vistazo a su entorno; a juzgar por la posición del sol, era quizás medio día, y las personas de su gigantesco jardín se paseaban con alegría por todo el lugar. —¿Ya es de día, Alec?— pregunto de nuevo Pamela, mirando hacia su alrededor pero, desviando con temor la mirada hacia Gótica, notando como el cielo amarillo se tintaba de morado conforme más se acercaba hacia el Santuario Índigo, siendo este, y la antigua montaña Wayne, quienes sobresalían por encima de la ciudad —¿El cielo es púrpura?

—Índigo de hecho, Señorita Isley— contestó Alec tras ayudarla a ponerse de pie —, ese estúpido culto en la ciudad, pero si sigue ahí, creo que está bien, o Batman y los pesos grandes se habrian encargado de ellos ¿No creé?— aunque Alec no se veía del todo asustado, el poco temor que tenía, se desvaneció ante la seguridad con la que Pamela respiro hondo y se llevó las enormes gafas de sol rosas a los ojos

—Totalmente Alec.— sentenció entre un largo y relajado suspiro Pamela, poco antes de empezar su día con una sola solución ante tal situación rondando su mente: ¿a que hora llegaría Batman?

—Centro de caridad "Dewitt's Touch".

Cleo y Abner avanzaban con lentitud por uno de los pasillos en los pisos superiores del refugio, pasillo cuyo techo era el mismo suelo del puente bajo el que estaban; ambos cargaban sus mochilas y un par de cajas en brazos, logrando hacer un sonoro eco al avanzar, logrando que este mismo se perdiera al llegar al final del pasillo. Pronto, ambos vieron con especial atención, y entre un creciente escalofrío, el como ambos muros alargados, habían pintadas curvos intentos de rectángulos verticales con números la parte superior, justo sobre una marca de quemadura por cigarrillo. Aquellos pintados parecían emular puertas ya numeradas, incluso como si la quemadura de cigarro fuera un intento de mirilla en la puerta dibujada en el muro. Mientras que Cleo ignoraba esto con una sonrisa, pues al haber niños en el lugar, ella los creía los responsables y hasta encontraba ternura en el acto; en contrario a Cleo, Abner miraba con cierto escalofrío cada una de estas, pues no sólo veía intrigado el por qué de las quemaduras como "mirillas", sino que notaba que todas estas guiaban en numeración hasta la puerta de la habitación en la ambos dormirian. Abner suspiro y siguió su camino junto a Cleo, sintiendo incesante el deseo, o las ganas, de mirar hacia atrás, como si algo lo estuviera llamando, pero Abner inteligentemente, no se giraria.

—No te da, ya sabes— decía Abner tras llegar ambos a la puerta del final de pasillo, la habitación de Elizabeth, y dejar las cosas en el suelo —¿Algo de miedo? Todas las puertas dibujadas tienen número hasta la nuestra...

—Abner— habló Cleo con una sonrisa, mientras colocaba las llaves en el cerrojo —. Hay niños en este lugar, no son exactamente los más ricos de la ciudad así que deben encontrar algo con que entretenerse— declaró sonriente la joven, entrando a la habitación en conjunto con Abner, quien finalmente miró hacía el fondo del pasillo, logrando ver que no había nada, pero la sensación aún seguía ahí; aún dudoso, este miró hacia el número en la puerta de su habitación: no habia ninguno.

—No hay número en esta...— susurro Abner, tras cerrarla con lentitud

—Bueno, los últimos números que vi pintados eran el sesenta y cuatro, y, el sesenta y cinco así que esta debe ser...— Cleo, mientras buscaba en su mochila con una mano, alzó su otra mano para que Abner pudiera responderle

—La sesenta y seis— declaró tajante este, tomando la mano de Cleo y sujetándola con fuerza, poco antes de soltarla y dirigirse al armario

—Sip.— contestó Cleo, tras hallar un collar que parecía ser una estrella de ocho puntas, cuatro puntas grandes y cuatro pequeñas, a metálico, y desgastado, color rosa

—Y estamos en el sexto piso— añadió Abner, abriendo de par en par el armario y suspirando ante lo que encontró en su interior; Cleo sólo esbozó una gran sonrisa ante lo que había dentro, y la numeración de su habitación —, bueno... cuando Elizabeth dijo que había algo...

—...no llegue a pensar que fuera esto...— termino con algo de decepción en su voz; en el interior del armario, colgado había un viejo traje blanco con lunares a color amarillo, verde, rojo, naranja y azul, además de unos goggles rojos colgados del gancho donde iría el cuello —, guardo todo, hasta estos...— confesaba Abner, viendo hacia el perchero en la puerta, notando un gorro de igual diseño en ella

—Es bueno volver a ver tu viejo traje, Polka— añadió con una sonrisa nostálgica Cleo, poco antes de bajar la mochila al suelo y recostarse sobre la cama —¿Te lo pondrás para salir a hablar con los compasivos esos?

—No creo que haga falta ¿Sabes?— declaró tajante Abner con una sonrisa, poco antes de mirar por mero instinto hacia la calle fuera de la ventana, viendo con un extraño sentir al ver el faro de la acera de enfrente —. Creo que se fue un poco en paz... ¿No?

—Lo que vi, todos lo vieron Abner— declaró tajante Cleo, mientras se tomaba de las manos y las posaba sobre su vientre con una notoria preocupación —. Ese hombre, no es eso, es una cosa rara...— termino ella, mirando hacia Abner, notando como este dejo de colocar sus cosas en el escritorio

—¿Crees que sea un telepata o algo así?— pregunto Abner tras tomar la silla y jalarla al frente de Cleo; él se sentó con lentitud y tras un largo exhalar, habló —. Pudo serlo, solo una ilusión...

—¿Y si no?— pregunto Cleo, notándose asustada, poco antes de bostezar y lograr así sacarle una sonrisa a Abner

—Si no es un hombre, y es una cosa rara, yo te protegeré— contestó sonriente Abner, bajando la persiana de la pequeña ventana entre susurros

Yo te protegeré— sobrepuso alegré Cleo, mientras levantaba las cobijas y se preparaba para dormir, teniendo el fugaz recuerdo de el aspecto "monstruoso" de aquel hombre —. No quiero dormir sola hoy...

—No lo harás, dormiré en la silla o en el suelo— contestó Abner, mientras doblaba su traje para hacerlo una almohada

—No— contestó ella, mientras se estiraba un mechón de cabello —, ¿podrías dormir a mi lado?— mas su cuerpo y expresiónes no demostraban intención secundaria o algún deseo, más bien exhibía un temor puro, casi equiparable al de una niña pequeña

—P-Por supuesto, Cleo— contestó Abner, con una apagada sonrisa empatica

Poco rato después, Abner se quitó los zapatos y procedió a envolverse en la cama en compañía de Cleo que, encojida de brazos debido a la timidez, se acercó lentamente a Abner, quien cual instinto protector la abrazo en respuesta a la situación de ambos y del frío debido a las nevadas de invierno; mas un sentimiento que ambos escondían el uno de otro emergio cuando la luz fue apagada por un colorido punto, similar a un enorme confeti, lanzado desde el dedo de Abner; un temor que no les permitió dormir a pesar de estar cansados tras todo el día, y a su vez les pedía a gritos dar un vistazo más hacia la calle más allá de la ventana, pero lo que ninguno iba a hacer, era hacerle caso a tal sentir. Por otro lado, y bajo el centro de caridad, Sebastian y un pequeño grupo de ratas corrían por las alcantarillas, corriendo por tuberías y enormes cloacas, entre chillidos y el chocar de sus afiladas, y pequeñas, garitas con los suelos de las cloacas de Gótica; corrían y tomaban aire cada cientos metros, yendo a la delantera aquella pequeña rata con la mochila roja, o al menos siendo así hasta que algo asusto al enjambre de ratas.

—Nacido un lunes...— se escucho una rasposa y gastada voz gruesa, seguida del golpear del agua al paso de un gigante, un gigante que ahuyento a todas las ratas: Solomon Grundy. Este enorme zombie sólo avanzaba por las cloacas, sin importarle menos que nada las ratas a su lado, siguiendo su camino entre un desganado andar —, casado un miércoles...

Fue entonces que los intensos, y agonicos, chillidos de las ratas a la distancia en un túnel de las cloacas llamaron la atención de Sebastian, quien miró curioso con sus ojos negros hacia una purpurina luz que emanaba al fondo de aquel túnel; entre un autoritario chillar, y un tierno mover de sus bigotes, Sebastian llamó a las ratas a su alrededor y todas corrieron hasta la fuente de aquel abrumador sonido, encontrándose con algo que, podría ser una situación de cualquier día para estos roedores de cloaca, no era más que aterrador incluso para lo que sus pequeñas mentes podían llegar a comprender; punzantes y viscosos tentáculos translúcidos se retorcían atrapando y llevándose a las ratas que podían agarrar hasta desaparecerlas, eso, o destrozarlas apenas las aplastaba al no poderlas atrapar. Sebastian, entre chilló llamo a todas sus ratas a atacar a aquella criatura, sin percatarse que un par más de estas criaturas salían por detrás de ellas, amenazando con repetir aquel acto.

Pero sin muchos de estos pequeños roedores saberlo, no todos saldrían de esta, o al menos no muchos lograrían escapar de sus viscoso agarre.

—Refugio Botánico de Gótica.

La noche parecía llegar poco a poco sobre Gótica, pues el cielo antes azul ahora lucia un brillante naranja. Aquellos que habitaban aquel refugio, y se encargaban de algunos cuidados y trabajos en, y del, mismo, ahora regresaban a sus cabañas con calma y bajo el acojedor viento y luz ámbar de la tarde, ante una calma que solo fue interrumpida ante el creciente sonar de un enorme y ruidoso motor acercándose, acto que los hizo a todos girarse hacia el sonido, viendo así una enorme estela de humo detrás del batimovil, mismo que se acercaba con rapidez y sin algún aviso de sus intenciones. Dentro del batimovil, y bien armados, venían Batman, Black Bat y Rick Flag, preparándose para todo aquello que les esperara en el jardín del edén que Hiedra Venenosa se había creado tras su arresto y posterior liberación. El batimovil freno entre un violento derrapar, abriéndose las puertas apenas el humo empezó a desaparecer; Batman fue el primero en salir, seguido de Black Bat y Rick Flag, este último con la mano posada sobre la funda de su arma. Tan rápido como las rejas, echas de madera y enredaderas, se abrieron para dejar pasar a los tres héroes, la gente comenzó a acercarse a la entrada, viendo con cierta molestia a Batman y compañía; Batman en amenaza se llevó la mano bajo la capa y de esta sacó su petaca con alcohol.

—¿Vienen por Hiedra?— pregunto un hombre, quizás en sus treinta años de edad, mientras se posaba amenazante frente a Batman; este solo dio un trago hondo a su petaca y luego miró al hombre

«Curioso que se refieran a ella como Hiedra Venenosa, si son los que la apoyan»

—Lo que sea que estés pensando hijo, no lo hagas— respondió entre una calma tal, que transmitía una amenaza; las personas dieron un par de pasos hacia atrás

«Es invierno. Y aquí está tan cálido y verde como una dulce mañana de primavera»

—Okey escuchen, solo venimos a hablar con Pamela— explicó Black Bat con ambas manos en alto, tratando de calmar a la muchedumbre, cosa que parecía funcionar, al menos hasta que miraban hacia Rick Flag a sus espaldas, reavivando un poco el eufórico momento

—¿No vienen para tratar de llevársela de nuevo a Arkham?— pregunto Alec, mientras sacudía un poco su saco para dejar a la vista el mango de su revolver

—Por favor, inténtalo, veamos que tanto tardas en recuperarte— amenazó Batman, por lo que Alec mostró sumisión —No ha habido Arkham en mucho tiempo— explicó con más calma Batman, caminando al frente en conjunto a sus dos compañeros

—Se ven algo eufóricos por verlos aquí...— señaló Rick, mientras avanza a junto al resto viéndose guiados por Alec y la multitud

—El primer Batman peleo muchas veces con ella, y luego de que Batman fuera ella tras lo ocurrido con él Salón de la Justicia, bueno, se molestaron un poco de los meses que estuvo en recuperación intensiva— declaró apenada Black Bat, tratando de no ver a la multitud

—Ella lo entiende— explicó Batman, en referencia a Pamela —, sabe que el pasado está en el pasado, pero lo importante es el ahora.

—¿Y donde está ella?— pregunto insistente Rick, mientras trataba de sacarle alguna respuesta a las personas, pero estas solo se dedicaban a verlo fríamente

—¡Doctora Isley!— exclamó Batman, tras todos llegar al patio de la cabaña de Pamela, quien estaba recargada en la valla de madera en su pórtico —. ¿Me llamó?

—Así es, Doctor Wayne— contestó a igual propiedad Pamela, quitándose los lentes y bajando de su pórtico hasta quedar junto a los héroes, pidiendo con la mirada a las personas el retirarse —. Descuiden, yo llame a Batman, me habría gustado haberlo hecho con una batiseñal como la de Gordon, pero tu sabes, son costosas...

—Parecías insistente en tu llamada, Pamela— declaró Batman, viendo como las personas del refugio lentamente se alejaban

«No hace falta ponerle mucha atención, esta asustada»

—Tengo algo que puede servirte sobre esos hongos en el Santuario Índigo— contestó tajante Pamela, en aras de desviar la charla al asunto

—¿Estas bien?— pregunto Black Bat tras verla tomar su brazo con algo de nervios tras una fugaz mirada a su cabaña —Luces un poco, asustada...

—Fue una noche difícil, creo...— explicó Pamela, tras tomarse de la nuca y tallarse —, pero no es por eso que los llame. Es sobre esas plantas raras.

—Dime lo que sepas, Pamela— decía Batman, poco antes de empezar a avanzar todos tras de ella

En la lejanía, aún dentro del refugio botánico y, hacia donde se dirigían nuestros héroes, una parbada de zopilotes, cuervos y hasta auras volaban en círculos sobre la esquina más alejada del refugio, misma que se encontraba en gran cercanía al viejo Asilo Arkham. Ocasionalmente dichas aves de rapiña descendian para arrancar uno o más pedazos de sus presas moribundas, o directamente muertas. Batman rápidamente noto, y se extraño de, su presencia.

«Con Isley controlando el verde, estas aves no deberían tener algo que comer»

Todos avanzaron por varios minutos entre montículos y campos planos de tierra y notoria vegetación verde, notando con extrañeza como aquel pequeño grupo de aves de rapiña, no hacia más que aumentar de tamaño mié tras más de acercaban.

«Según se, la carne muerta y ese tipo de desechos con consumidos por el verde una vez caen rendidos al suelo de este lugar»

Pero una horrida escena los recibió apenas estos llegaron a la cima del último montículo antes de tener plena vista a las planicies sobre las que surcaban las aves; su temor se elevo con rapidez, siendo Black Bat quien más rápidamente lo exteriorizo. Pamela sólo tomó aire y habló tras mostrarles tal putrido panorama.

—Cuando la nieve se torne negra, empezará el banquete de dioses— susurro Pamela casi de manera automática, llamando la atención de sus acompañantes apenas terminó de hablar y notando con insana sorpresa propia que ella hubiera dicho eso —Yo eh... no se... no se por que dije eso ¿Por que mierda dije eso?— se preguntó, y regaño, entre susurros

—¿Hace cuanto que esto sucede?— pregunto Batman, mientras miraba plenamente aquel panorama con  propios ojos rojos de la máscara

—Desde que cayó el color ese del cielo— declaró tajante Pamela, tras señalar con desgane el cielo —, todo empezó de a poco, al igual que mis... delirios...

—¿Delirios?— pregunto Black Bat, notando como entonces Pamela se tomo del brazo con pena

—Creo que esto lo comprueba ¿No, Thomas?— pregunto Flag, mientras miraba el putrido panorama —Ese Santuario Índigo, no es sólo un culto...

—Es un culto parásitorio. En muchos sentidos— finalizó Batman entre un suspiro de molestia y preocupación

El panorama al frente era putrido, solo así se podía describir. Una corrupción en la vegetación había logrado cruzar incluso a través del domo mágico que Doctor Chaos había creado para el verde en su interior, pudriendo y contaminando todo el verde con un rancio e innato índigo; las flores y vegetación había tomado tal coloración índigo e incluso parecía moverse en contra del viento; más y más de esos extraños hongos luminosos y punzantes se hacían presentes en lo más lejano de aquella corrupción que venía, no sólo desde el lugar de caída del color, sino desde el propio Asilo Arkham, ahora Santuario Índigo.

Con el ganado del refugio no fue diferente, mientras que algunos murieron ante la contaminación tras pastar del índigo que una vez fue verde, otros entraron en un monstruoso coma, muertos en vida mientras los mismos luminosos hongos índigo crecían y se alimentaban de sus cuerpos, expandiéndose más de a poco. Ante aquello, Batman finalmente de permitió mostrar preocupación auténtica tras tragar saliva.

«Si hace unos días estábamos apenas colocabamos el aceite. Ahora hemos encendido la hornilla»

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