IX
Su padre se puso de pie, quería correr hacia su hijo y darle un buen golpe por el show que estaba ofreciendo. Todos los invitados no paraban de murmurar y seguramente serían cosas que no le venían nada bien a su imagen de familia perfecta. Su esposa le pedía que se calmara, pero estaba tan molesto que solo pensaba en disciplinar a su hijo por todas las tonterías que estaba diciendo.
No pudo avanzar más de dos pasos cuando su hijo sacó una navaja de tamaño considerable. Jungkook la había mantenido muy bien oculta en el interior de su saco.
—¡Jungkook! –grito su hermano y se puso rápidamente de pie, igual que muchos de los invitados.
—¡No se les ocurra acercarse! –La navaja la puso sobre su pecho. La presionó contra él, pero sin hacerse daño.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! –grito su padre con los ojos abiertos por la sorpresa.
—Hijo, por favor, no cometas una locura. Baja eso.
Su madre estaba llorando, su hermano también tenía los ojos inundados de lágrimas que pronto caerían en un fuerte torrente. Vaya mierda ¿Ahora que estaba atentando contra su vida si le prestaban atención? ¿Acaso la muerte era la respuesta que él siempre buscó para sentirse amado?
—Jungkook, te lo ruego baja eso –la que hablo con desesperación fue Jungsul.
Incluso ella parecía preocupada de que Jungkook terminará con su vida.
—Por favor, hermano, no lo hagas. Yo sí te amo y lo sabes, siempre he estado para ti y he compartido tus buenos y malos momentos. Si lo haces me dejarás un inmenso dolor.
Sus ojos llorosos le suplicaban a Jungkook que no lo hiciera, era una súplica desesperada y dicha desde lo profundo de su alma. Jungkook soltó más sollozos mientras negaba ante las súplicas de su hermano. Le dolía mucho escucharlo, a él era el único que extrañaría junto con Jimin.
Seguramente este último lo odiaría en cuanto se enterara. Podía imaginarse a su amigo parado frente a su lápida, regañándolo por no hacerle caso y asistir a esa maldita fiesta. Una amarga sonrisa apareció en sus labios ante esa imagen.
—Por favor no lo hagas.
Su padre también dijo algo, su madre, Jungsul y algunos invitados que estaban alrededor del chico también lo hicieron para tratar de evitar un desastre. De repente todo a su alrededor dio vueltas y aquellas voces que escuchaba todos los días, diciéndole una y otra vez lo inútil, estúpido y lo poco que valía para su familia aparecieron. Esta vez no eran susurros, eran gritos que le ocasionaron un terrible dolor en su pecho y cabeza, lo único que quería era callarlas. Pero antes…
—Hermano. –Levantó su mirada con mucho esfuerzo.
Su hermano mayor jamás había visto tan destrozado a Jungkook. Ese rostro juguetón y con ganas de vivir había desaparecido para dar lugar a una llebo de tristeza y dolor, pero sobre todo cansado de vivir con todo ese peso sobre sus hombros ¿Por qué nunca se había dado cuenta de cuánto sufría su hermanito? Si lo hubiera hecho, ¿habría alguna diferencia?
—Espero que tú sí logres ser feliz, porque yo nunca lo fui.
Hizo la presión necesaria y poco a poco sintió como aquel frío metal lo atravesaba. Se dejó caer de rodillas al suelo, le dolía y una sensación de ahogamiento lo invadió junto con la necesidad de toser. Lo hizo, y lo que salió fue un espeso líquido de color rojo, salió más sangre de la que esperaba y seguía escupiendo.
Sus rodillas ya no pudieron detenerlo; sin embargo, no callo al suelo, alguien lo impidió. Era su hermano mayor. Podía escuchar su voz pidiendo a gritos que llamaran a una ambulancia. También escuchaba a su madre llorar desconsolada y a Jungsul respirar agitada, seguramente debido a la impresión.
Hubo más gritos de parte de los invitados, al único que no escucho fue a su padre ¿Estaría viendo como su hijo moría con esa expresión fría y fastidiada que siempre tenía cuando hablaban o quizás si había un poquito de dolor en sus ojos? Ya no habría forma de saberlo. Sus ojos se cerraron, le pesaban mucho y ya no quería hacer el intento de volverlos a abrir ni siquiera para mirar una última vez a su hermano. Poco a poco el cuerpo de Jungkook perdió fuerzas. Sus manos que seguían sosteniendo la navaja cayeron a los costados.
Cualquier rastro de luz se apagó y por fin se sintió tranquilo de que no volvería a ver esa asquerosidad que solo significaba sufrimiento, pues ya no habría un mañana para él.
Después los sonidos se apagaron y un espeso silencio se apoderó de sus tímpanos. Ya jamás escucharía ninguna palabra hiriente.
Y por último su espíritu se apagó, dándole aquel deseado descanso al alma destrozada del joven y dejando en su lugar una inmensa tranquilidad, pero sobre todo paz, una inmensa paz.
FIN
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