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Ya estaba bien, ya veía los colores del crepúsculo y del ocaso, ya disfrutaba de la genialidad de Rivera y de Picasso, sin embargo, de la nada, uma tormenta llegó a mis ojos, una roca cayó en mis hombros; el hombre ya no tiene hambre, ni de hembras ni de obras, sólo quiere comer y obrar hasta el cansancio, sólo quiere soñar con la suicida soga del fracaso.
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