Dos
"I don't wanna look at anything else now that I saw you"
Gyuvin entró a la Casa Grande, suspirando y secándose el sudor de la frente luego de haber entrenado lucha cuerpo a cuerpo.
Se encontró a sus amigos ahí dentro, sentados en círculo mientras comían fruta. Yujin fue el primero en percibir su presencia, como siempre.
—¡Hola Gyuvin!— lo saludó emocionado — Eunbi y yo hemos acabado la lectura que te dije.
Yujin habló por veinte minutos sobre lo mucho que esa historia lo había afectado, al parecer, el menor había pasado dos horas de la madrugada llorando por algo que leyó, un personaje había muerto o algo así. Gyuvin lo escuchó atentamente mientras comía un poco antes de ir a su siguiente parada, no pudo evitar atragantarse cuando Yujin mencionó que los había visto a él y a Ricky en su momento en la playa.
Sabía que Yujin los había espiado, pero era mucho más vergonzoso escuchar cómo contaba todo eso sin ninguna pena frente a sus amigos y algunos otros semidioses que los escuchaban desde las otras mesas.
—Por cierto — habló Minjeong, una de sus mejores amigas, levantando la vista del tablero de ajedrez que tenía en frente, interrumpiendo su juego contra Hanbin — Ricky dijo que te espera en el campo de arquería.
Al escuchar eso, Gyuvin se apresuró a llegar a dicho lugar, sabía que tenía que estar ahí, pero no había visto a uno de sus hermanos en todo el día, lo que lo tenía preocupado.
Era normal que Jungwoo desapareciera a veces, ¿pero con tanta frecuencia? Sabía que él y Matthew solían darse escapadas para pasear o hablar, después de todo, ellos eran los más responsables entre los hermanos de Gyuvin, así que les gustaba ayudarse entre ellos, pero Jungwoo no se había aparecido casi nada esos días, aún cuando él pasaba todo el año en el campamento.
Gyuvin quería confiar en él, pero a veces llegaba llorando a su cabaña, diciendo que había perdido el apetito y pasando su plato de comida a sus hermanos menores, aún cuando ellos sabían lo mucho que Jungwoo ama comer.
Mientras se aproximaba, pensó en que esa noche debía hablar con él, pero sus pensamientos se vieron eclipsados por una cabellera rubia.
Ricky parecía concentrado, apuntando una flecha hacia el tablero a bastantes metros de distancia. Gyuvin no quiso interrumpirlo, sabía lo mucho que a su novio le costaba concentrarse para disparar flechas.
Permaneció unos segundos observando el hermoso perfil de Ricky desde una distancia, hasta que él decidió soltar su flecha, la cual quedó a unos centímetros del centro del tablero.
—Nada mal.
Ricky se volteó en seguida, cambiando su rostro concentrado por una sonrisa que hizo que el corazón de Gyuvin se acelerara.
—¿Llevas mucho tiempo mirando? Esa flecha fue horrenda.
Gyuvin negó, acercándose y dándole un abrazo a Ricky, como si no se hubieran visto en años y no hace unas horas en el desayuno.
—No digas eso, has avanzado demasiado, tu puntería va en mejora.
Ricky miró a sus zapatos, sonrojado.
—Xiaoting ha dicho que el único disparo que he logrado acertar ha sido en tu corazón.
Ambos rieron, sabían que Xiaoting no solía decir cosas cursis, pero toda parte dulce de ella, normalmente oculta, salía a la vista cuando se trataba de ellos dos.
—Bueno, Xiaoting tiene razón — asintió Gyuvin, rodeando a Ricky por la cintura — Pero eso no quita que te hayas convertido en un mejor arquero, Ri, has mejorado muchísimo — terminó de decir dándole un beso en la mejilla.
Ricky le devolvió el abrazo, inhalando el aroma natural que Gyuvin desprendía.
—Estoy sudando, no te recomiendo abrazarme con esa intensidad — bromeó Gyuvin.
El contrario se separó de él, riéndose un poco.
—Estoy igual, no es como que fuera la primera vez que te veo así, de hecho, has estado peor.
Gyuvin rió con ganas, volviendo a besar las mejillas de Ricky.
Escucharon a lo lejos unos suspiros, y pudieron visualizar a unas de las hermanas de Ricky, también practicando arquería, pero habían interrumpido su práctica con tal de verlos en su propia burbuja.
Gyuvin no terminaba de entender el afán de las hermanas de Ricky por observarlos ser felices, sabía que varias de ellas tenían novio, incluso los pocos hermanos de Ricky tenían pareja, pero ellos dos siempre eran los que llamaban la atención de ellas.
A este punto ya estaban acostumbrados.
—Ven, sigamos practicando.
Ricky, muy en el fondo, sabía que Gyuvin ni siquiera necesitaba practicar, era uno de los mejores arqueros en el campamento. Sin embargo, su corazón se derretía al saber que Gyuvin insistía en practicar a su lado, además, lo ayudaba mucho, Ricky siempre había sido un fanático del tiro con arco, pero nunca se le había dado bien.
Ricky insistía mucho en aprender, mejorar con el tiempo, Gyuvin conocía la razón de su insistencia y su motivación para aprender... su corazón se hizo chiquito al recordar el momento en que Ricky decidió entrenar tiro con arco como si su vida dependiera de ello, porque en el pasado sí había dependido de una flecha, y sabía que la mente de Ricky viajaba a ese día casi siempre que debía soltar una hacia el tablero frente a él.
Ricky suspiró cuando Gyuvin se acercó a él, tomando sus manos para guiar sus movimientos.
Y ahora, su novio, para él, el mejor arquero, lo sostenía suavemente, alineando la flecha sin soltar las manos de Ricky. El rubio podía sentir la calidez del cuerpo de Gyuvin atrás del suyo, su respiración calmada y la fuerza de sus brazos al ayudarle a apuntar.
—Relaja los hombros — le indicó el castaño.
Ricky sabía que estaba tenso, no por estrés u otras cosas, más bien sabía que la cercanía de Gyuvin tenía ese poder sobre él, haciéndole olvidar los recuerdos que lo atormentaban.
Obedeció a sus instrucciones, pensando que quería que Gyuvin lo sostuviese de ese modo toda la eternidad.
Cuando soltó la fecha, esta dio justo en el blanco, dejando a un Ricky más concentrado en la forma en que Gyuvin se separó de él que en la flecha que reposaba en el centro del tablero, perfectamente disparada.
Ricky hizo un puchero, que no pasó desapercibido para el menor que lo miraba con ojos expectantes.
—¿Todo bien? Ese disparo fue bueno.
El rubio decidió contestarle con acciones. No soportaba lo lindo que Gyuvin se veía ese día, su cabello castaño brillaba y sus facciones resaltaban con cada rayo de luz que caía sobre su rostro. Así que, en forma de agradecimiento, Ricky tomó el rostro de Gyuvin y en cuestión de segundos, lo estaba besando.
Habían pasado meses desde que se besaron de esa forma, la última vez había sido en una de las visitas de Ricky a casa de Gyuvin. Xiaoting se había quedado en la sala con la señora Kim, charlando sobre cosas que solo ellas entendían mientras Ricky y Gyuvin se hundían en su burbuja de amor, encerrados en el cuarto del menor.
Ricky se derritió internamente cuando sintió las manos de Gyuvin posarse en su cintura, acercándolo más a su cuerpo porque si algo caracterizaba a la pareja, es que amaban tenerse lo más cerca posible.
No sabían cuánto tiempo había pasado, pero no querían separarse, Gyuvin adoraba sentir la piel de Ricky contra la suya, su aroma natural que desprendía a pesar del sudor por el calor que hacía en el campamento.
Y Ricky... Ricky creía que estaba jodido.
Sabía que cada semidiós tiene un defecto fatídico, un punto letal, una debilidad que podría hacer que todos sus propósitos cambiaran y se movieran en dirección contraria si esa debilidad se cruzaba en el camino.
Y Ricky estaba casi seguro de que la suya tenía nombre y apellido, cabello castaño, una nariz pequeña y bonita y un perro extraño.
Cuando se separaron, Ricky admiró el hermoso rostro de Gyuvin, su sonrojo por los minutos que habían pasado sin dejar de besarse. Tenía los labios brillantes, y pensó que su intercambio de saliva había sido tan bueno para ambos como para no importarles los aspectos que tenían ahora, Ricky pensó que era la vista más bella que podía existir, y que no quería ver nada más que no fuera Gyuvin sonrojado y sonriendo.
Estaban dispuestos a continuar besándose, dejando de lado la práctica de tiro, de no ser por un carraspeo que sonó a lo lejos, que los hizo voltear, sin siquiera avergonzarse de que los hayan visto.
—Lamentamos interrumpir.
Jiwoong y Matthew estaban atrás de ellos.
Matthew miró a su hermano menor con una mueca burlona, Gyuvin le devolvió una sonrisa, eran incontables las veces que los habían descubierto en algo así.
—Matt y yo estaremos fuera del campamento — dijo Jiwoong — No nos es posible salir durante el año si no es en esta época debido a sus horarios, así que iremos de paseo.
Ambos sabían a dónde iba todo, así que esperaron que la propuesta de Jiwoong saliera.
—¿Quieren venir? Hay un restaurante hermoso que sé que les gustará.
Ahora, al ser semidioses, sabían que era peligroso estar fuera, con todos los monstruos y criaturas dispuestas a matarlos; pero ya eran todos mayores de edad. Tenían en cuenta que su peligro era mucho mayor a los 13 años, y de forma milagrosa, habían salido vivos de todas esas dificultades que a corta edad enfrentaron.
Ricky se erizó un poco al recordar la segunda misión en la que fue, acompañado de Yujin y Gyuvin, sintiéndose mal porque a pesar de haber ahuyentado esos pensamientos durante su entrenamiento, era consciente de que lo perseguirían de por vida.
El miedo, el peligro, todo lo que Gyuvin había pasado y ocultado en ese entonces para protegerlos...
Fue horrible, algo que un Gyuvin de 14 años no debía haber pasado.
Y aún así, nunca borraba su sonrisa cuando estaban juntos. Gyuvin se esforzaba por mostrar su radiante sonrisa a todos, asegurándose de que estuvieran bien, de que estuvieran felices...
Sobretodo Yujin y Ricky, que desde esos largos meses fuera cumpliendo con su tarea, no volvieron a ser los mismos.
A Ricky le dolía pensar que todo ese tiempo sufrieron, pero una vez que todo acabó y descubrió el contexto de lo sucedido y que, en efecto, él y Yujin se habían llevado la parte más ligera del sufrimiento, se preguntó si de verdad merecía lo que él castaño hacía por él.
Nunca se lo perdonaría.
No había día que no pensara en lo mucho que costó que Gyuvin le contara cada detalle de la misión, de la profecía que enfrentaban.
No había madrugada en la que no despertara pensando que Gyuvin posiblemente estaría teniendo pesadillas. Y como siempre, él diría que estaba bien, diría que no es nada y que cada día está más acostumbrado.
Ricky observó a Gyuvin, que escuchaba a Jiwoong diciendo que su salida sería tranquila y explicando los lugares que irían a visitar.
Vio la emoción en los ojos de su novio, una chispa de felicidad que había tardado mucho en recuperar. El anillo que le había dado en su cumpleaños hace unos años llamó su atención, y pensó una vez más en lo que le dijo el día que se lo regaló, afirmando ese pensamiento cuando le aceptaron a Jiwoong y Matt esa salida.
Ricky era el único que podía darle a Gyuvin los recuerdos felices que necesita.
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