Epílogo
Unos años después...
El teatro estaba lleno, como era de esperarse en un evento tan importante. La emoción en el ambiente se sentía a flor de piel, mezclada con la expectación. Freen observaba desde detrás de las cortinas el escenario donde en pocos minutos ofrecería un recital especial. La razón de esta presentación lo llenaba de una mezcla de orgullo y nostalgia. Esta vez, no era solo un recital, sino un homenaje para la escuadra de Rebecca Armstrong, su ahora pareja, quien se retiraba de su carrera militar.
Respiró profundo y cerró los ojos, preparándose para salir al escenario. Sabía lo que este recital representaba no solo para Rebecca, sino para ella misma. Era como cerrar un ciclo. Recordaba con claridad la primera vez que la había visto, aquella general en la audiencia, atenta y encantada por sus movimientos. Hoy, años después, estaba en el mismo lugar, pero con un propósito completamente diferente. Estaba ahí, no solo como la general que la observaba desde la distancia, sino como la persona que había compartido su vida, que había sido su apoyo en los momentos más difíciles y quien la amaba profundamente.
Las luces se atenuaron y Freen salió al escenario. La primera nota resonó, llenando el lugar con una melodía suave y melancólica. Desde el público, Rebecca la miraba, sus ojos brillando con una mezcla de admiración y emoción. No podía evitar recordar aquel primer recital en que lo vio, cuando no sabía que esa conexión cambiaría sus vidas para siempre. El déjà vu era inevitable. Estaba en la misma posición, mirando a la misma mujer, pero ahora todo había cambiado. Estaba allí no solo como espectador, sino como el futuro que ambas habían construido.
La música avanzaba, y cada movimiento de Freen era impecable, una combinación de delicadeza y fuerza que le hacían honor a su recuperación tras su lesión. Mientras bailaba, Rebecca no podía evitar sonreír al ver lo mucho que había logrado, lo lejos que había llegado. Era un recordatorio constante de su resiliencia y pasión. Esa mujer, su pareja, era todo lo que alguna vez había soñado.
Al finalizar el recital, las luces se apagaron por un momento antes de que una voz resonara por el teatro. Uno de los superiores de Rebecca tomó el micrófono para ofrecer unas palabras en honor a su retiro. Habló de su dedicación, de los logros alcanzados y del respeto que había ganado entre sus compañeros. Los aplausos llenaron la sala, pero Rebecca, con una sonrisa modesta, solo tenía ojos para Freen, que ahora la observaba desde el escenario, con una mirada tierna y cálida.
Finalmente, el evento concluyó. Las personas comenzaron a levantarse de sus asientos, despidiéndose con amables palabras. Rebecca permaneció un momento más sentada, observando cómo la gente se dispersaba lentamente, pero su mente ya estaba en otro lugar. Sentía que, después de todas las emociones de esa noche, había llegado el momento de hacer algo que había estado pensando durante los últimos meses.
Con determinación, Rebecca salió del teatro rápidamente, buscando una floristería cercana. Al entrar, observó cada ramo hasta que encontró uno casi idéntico al que le había enviado a Freen la primera vez, aquel arreglo que marcó el inicio de su historia. Pagó y salió apresurada, regresando al teatro antes de que Freen se marchara.
Freen, después de su impecable presentación, estaba en su camerino, cambiándose y relajando sus músculos después del esfuerzo. Unas cuantas felicitaciones de sus colegas y algunos amigos le habían alegrado la noche, pero algo en su pecho le decía que faltaba algo. Y no sabía bien qué era.
De pronto, alguien llamó a la puerta del camerino. Freen, ligeramente confundida, pensó que sería algún asistente para recoger las últimas cosas, pero al abrirla, se encontró con Rebecca frente a ella, sosteniendo el ramo de flores que la dejó sin aliento.
—¿Rebecca?—Preguntó Freen, sorprendida y con una sonrisa tímida.—Estaba por terminar de alistarme e irnos a cenar, pensaba llamarte para ver dónde nos veríamos.
—Quería ser la última en verte hoy.—Respondió Rebecca, con una mezcla de nervios y emoción reflejados en su mirada.—Estas flores... quería que fueran como la primera vez. Como cuando te envié aquel ramo en la primera presentación que hiciste para mi escuadra y para mí.
Freen tomó el ramo con suavidad, recordando aquel momento con claridad. Era un gesto que había cambiado todo. Y ahora, aquí estaba, repitiéndose, pero con un significado mucho más profundo.
—Gracias...—Susurró, sonrojada, observando con adoración las flores.—A diferencia de la primera vez, ahora las entregaste tú.
Mencionó con un brillo divertido en sus ojos.
Rebecca se tomó un segundo para respirar, sabiendo que este era el momento adecuado. Se acercó lentamente, como si quisiera asegurarse de que cada paso estuviera cargado de intención y amor. Sacó un pequeño estuche de su bolsillo y, antes de que Freen pudiera reaccionar, se arrodilló frente a ella, su mirada fija en los ojos sorprendidos de la pelinegra.
—Freen, hemos vivido tantas cosas juntas... y esta noche, mientras te veía bailar, supe que no había nada más en este mundo que quisiera que estuviera a mi lado todos los días.—Abrió el estuche, revelando un anillo simple, pero elegante, que brillaba bajo la luz tenue del camerino.—Pensé en un lugar indicado para hacer esto, pero al final creo que este es el lugar donde todo comenzó para nosotras y tiene un gran significado para las dos. No se me ocurre un mejor momento para pedirte esto, así que... ¿Me dejarías ser tu compañera de vida, Freen?
Los ojos de la mayor se llenaron de lágrimas al ver el anillo, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Todo en ese momento era perfecto. El lugar, el gesto, las palabras. Rebecca había encontrado la manera exacta de tocar su alma de nuevo, justo como lo hizo aquella primera vez.
—Sí.—Susurró entre lágrimas, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.—Claro que sí, Rebecca.
La general se levantó, colocando el anillo en el dedo de Freen con manos temblorosas por la emoción. Y antes de que cualquiera de las dos pudiera decir algo más, Freen la abrazó con fuerza, sintiendo que, en ese instante, todo lo que alguna vez habían soñado, todo por lo que habían luchado, estaba finalmente en su lugar.
Se separaron lo suficiente para mirarse a los ojos, y Rebecca, con una sonrisa amplia, susurró:
—Hemos llegado hasta aquí, juntas. Ahora, lo único que quiero es seguir el resto de nuestras vidas así, de esta manera.
Y esa noche, en aquel pequeño camerino que había sido testigo del inicio de su amor, Freen y Rebecca sellaron el compromiso de una vida juntas, con la promesa de que, sin importar lo que el futuro les trajera, siempre estarían ahí, la uno para la otra.
Fin.
🪖🩰🪖🩰🪖🩰
Y ahora sí con esto llegamos al final, muchas gracias por sus comentarios.
Nos leemos pronto
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro