Capítulo 23
El sonido suave de la música resonaba en la sala de prácticas, pero no lograba calmar la mente agitada de Freen. Cada vez que intentaba realizar un movimiento que antes hacía con facilidad, su cuerpo la traicionaba. Su pierna, aún resentida por la lesión, no respondía como debería, y eso la frustraba.
—No... así no.—Murmuró para sí misma, repitiendo la secuencia una y otra vez frente al espejo.
El sudor perlaba su frente, pero no estaba dispuesto a detenerse. Sentía que cada segundo que pasaba sin mejorar la alejaba más de su objetivo, de su regreso al escenario. Hacía semanas que había vuelto a entrenar, y aunque su cuerpo estaba curado, su mente aún no lo estaba.
Freen frunció el ceño, deteniéndose de golpe. El reflejo en el espejo no era el suyo. No el que conocía. Había una sombra de inseguridad en su rostro que no podía borrar.
Detrás de ella, la puerta se abrió con un leve chirrido. Rebecca entró en silencio, observando la escena desde la distancia. No era la primera vez que la veía tan empeñada en alcanzar la perfección, pero esta vez parecía diferente. La tensión que notaba en su novia le preocupaba.
—¿Te vas a detener en algún momento o planeas quedarte aquí hasta la madrugada?
Bromeó Rebecca, intentando aliviar la atmósfera mientras se acercaba lentamente.
Freen no respondió de inmediato. Solo dejó caer los hombros, en una postura de agotamiento físico y mental. Finalmente, se giró para enfrentarla.
—No sé qué hacer, Rebecca.—Confesó con la voz cargada de frustración.—Esto no está funcionando como esperaba. No estoy mejorando lo suficientemente rápido.
Rebecca, al escuchar esas palabras, sintió un tirón en el pecho. Era difícil ver a Freen tan desanimada, especialmente cuando sabía cuán apasionada era por su arte.
—Te estás exigiendo demasiado.—Caminó hasta ella, colocando sus manos sobre los hombros de la pelinegra, masajeándolos suavemente.—Tu cuerpo necesita tiempo para sanar completamente, y también tu mente. Si tu mente no está tranquila, entonces tu cuerpo lo seguirá resintiendo, es un equipo que debe de trabajar en sintonía.
—Pero siento que ya debería estar mejor.—Insistió, apartándose un poco.—La próxima temporada comenzará más pronto de lo que puedo imaginar, y si no estoy al nivel, no podré participar.
Rebecca la miró a los ojos, comprendiendo la angustia que la invadía. Decidió que esa noche sería el momento perfecto para llevar a cabo el plan que había estado preparando en silencio. Quería recordarle a Freen lo lejos que había llegado y lo que realmente importaba.
—Bien, será mejor que salgamos por un momento de aquí.
Dijo Rebecca de repente, tomando a Freen de la mano y tirando suavemente de ella hacia la puerta.
—¿Qué?—Preguntó Freen, confundida.—No, espera, no he terminado...
—Ya entrenaste lo suficiente por hoy. Confía en mí.
Sin darle más explicaciones, Rebecca la condujo fuera de la sala de prácticas, hasta el pequeño teatro que solían usar para los ensayos generales. Las luces estaban apagadas cuando entraron, pero en cuanto cruzaron la puerta, el espacio se iluminó suavemente. Freen se sorprendió al ver a algunos de sus amigos y colegas allí, junto con personas del equipo técnico y coreógrafos.
—¿Qué es todo esto?
Preguntó, con el ceño fruncido y una mezcla de sorpresa y confusión en sus ojos.
—Quería mostrarte algo.—La general sonrió de lado.—A veces, necesitas ver las cosas desde otra perspectiva.
La música comenzó a sonar de nuevo, y el grupo de personas que estaba allí empezó a ejecutar una coreografía. No era nada complicado, más bien parecía una versión simplificada de la rutina que Freen había estado practicando. Pero a medida que los pasos se sucedían, Freen se dio cuenta de algo: los movimientos eran suyos. Eran aquellos que había creado, aquellos que tanto le había costado perfeccionar.
Y entonces entendió lo que Rebecca estaba tratando de decirle. Todo su esfuerzo, toda su dedicación, no había sido en vano. Lo que había creado tenía valor, independientemente de si lo hacía perfecto o no.
—Esto es...—Freen se quedó sin palabras, con la mirada fija en cada detalle de la coreografía.
—Es tu trabajo. Es lo que has logrado hasta ahora.—Explicó Rebecca en voz baja, a su lado.—Solo quería que lo vieras desde fuera, para que entendieras que no importa cuán difícil sea el camino, sigues siendo increíble.
El corazón de Freen se llenó de gratitud. Miró a Rebecca, sintiendo una oleada de emociones que no podía contener.
—No sé qué decir...—Murmuró, conmovida.
—No tienes que decir nada.—Rebecca sonrió, acercándose para entrelazar su mano con la de Freen.—Solo quiero que recuerdes que no estás sola en esto. Que tienes todo el apoyo que necesitas, y que no importa lo que pase, siempre estaré aquí.
Freen apretó la mano de Rebecca, sus ojos brillando con una nueva determinación. Era cierto. Había estado tan enfocada en la perfección que se había olvidado de lo más importante: el proceso y las personas que la rodeaban.
—Gracias.—Freen susurró, inclinándose hacia Rebecca y apoyando su frente contra la de ella.—No sé qué haría sin ti.
—No tienes que saberlo.—Respondió Rebecca, su voz suave y cálida.—Porque no vas a estar sin mí.
El momento quedó en silencio, solo con la música de fondo y la conexión entre ambas. La tensión, el miedo, y las dudas que habían invadido el corazón de Freen comenzaron a disiparse lentamente. Sabía que todavía tenía mucho por delante, pero ya no se sentía perdida. Con Rebecca a su lado, sabía que podría enfrentarse a cualquier desafío, incluso aquellos que creía imposibles.
Cuando la música finalmente se detuvo, Freen se apartó ligeramente de Rebecca y miró a los que habían participado en la presentación. Todos la miraban con sonrisas alentadoras, y por primera vez en semanas, sintió que podía respirar sin esa presión que la había estado asfixiando.
—Esto significa más de lo que pueden imaginar.—Dijo la pelinegra en voz alta, dirigiéndose al grupo.—De verdad, gracias por todo.
Rebecca la abrazó por detrás, rodeándola con sus brazos mientras apoyaba la barbilla sobre su hombro.
—¿Ves? No estás sola en esto.
Su voz resonó cerca del oído de Freen, llena de amor y certeza. Freen sonrió, relajándose en los brazos de Rebecca.
Quizá no sabía cómo sería el futuro, pero en ese momento, estaba seguro de algo: no importaba cuánto tiempo tomara, lo lograría. Con el apoyo de aquellos que lo querían y, sobre todo, con Rebecca a su lado, sabía que nada era imposible.
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Después del emotivo momento en el teatro, la pareja se dirigió de regreso a casa. La noche caía lentamente, y el ambiente en la ciudad estaba en calma, ofreciendo un respiro tras la jornada cargada de emociones.
Al llegar a su hogar, Rebecca se aseguró de que Freen estuviera cómoda antes de excusarse un momento para hacer una llamada rápida. Freen, sentada en el sofá con una manta ligera sobre sus piernas, miraba hacia la televisión que se mantenía apagada, sumida en sus pensamientos. Con el apoyo de Rebecca y de lo que había experimentado, una pequeña parte de ella seguía sintiendo esa presión interna, pero era mínima con la inexplicable emoción que crecía en su pecho al tener presente el significado de lo que presenció aquel día.
Mientras pasaban los minutos, Freen se dio cuenta de que Rebecca seguía fuera de la habitación. Intrigada, se levantó lentamente, sus pies descalzos apenas haciendo ruido sobre el piso de madera, y se asomó por la puerta del pasillo. Rebecca estaba en la cocina, hablando en voz baja por teléfono. Sus palabras eran apenas audibles, pero Freen captó fragmentos de la conversación.
—Sí... ha sido difícil para ella, pero estoy haciendo lo mejor que puedo. Creo que esta pequeña sorpresa la ayudó a despejar su mente...—Dijo Rebecca en voz baja, paseando de un lado a otro.—Pero aún estoy preocupada, siento que necesita algo más, algo que le devuelva la confianza por completo.
Freen entrecerró los ojos, sintiendo una oleada de emociones al escucharla. Sabía que Rebecca se preocupaba por ella, pero no había imaginado hasta qué punto. Becky estaba haciendo todo lo posible para apoyarla, incluso detrás de las escenas.
—Sí, te avisaré si noto algún cambio. Gracias por todo el apoyo... te mantendré informado, Heng.—Añadió Rebecca antes de despedirse y colgar la llamada.
En ese momento, Freen decidió entrar en la cocina, fingiendo no haber oído la conversación.
—¿Todo bien?
Preguntó con una pequeña sonrisa, tratando de disimular su curiosidad.
Rebecca se sobresaltó levemente, pero luego sonrió con suavidad, relajándose al ver a Freen.
—Sí, solo estaba haciendo algunas gestiones.—Respondió, caminando hacia ella y rodeando su cintura con un brazo.—Estaba viendo cómo podíamos planificar lo que viene. Quiero asegurarme de que tengas todo el apoyo que necesitas, tanto para tu recuperación como para tu regreso.
Freen se dejó caer en sus brazos, apoyando la cabeza en su pecho mientras suspiraba. Aunque se sentía mejor, aún había algo en su interior que lo mantenía inquieto.
—Sé que estás haciendo mucho por mí.—Murmuró.—Pero a veces me siento como una carga. No quiero que toda tu vida gire en torno a mi recuperación.
Rebecca acarició suavemente su cabello, besando su frente antes de hablar.
—Cariño, no eres una carga. Estoy aquí porque quiero estar contigo, en cada paso del camino. No se trata solo de tu recuperación física, también es tu bienestar emocional lo que me importa. Y si hay algo que puedo hacer para que te sientas mejor, lo haré.
Freen levantó la mirada, encontrándose con los ojos oscuros de Rebecca. Había una sinceridad abrumadora en sus palabras que la reconfortaba, pero también le generaba cierta culpa.
—Solo... no quiero que te sacrifiques tanto por mí.—Mencionó, bajando su tono de voz.—Ya tienes tus responsabilidades en la base, tus entrenamientos. No quiero que te preocupes tanto por mí que termines descuidando lo tuyo.
Rebecca sonrió con ternura, apretándola un poco más contra su pecho.
—No te preocupes por eso. Todo está bajo control.—Aseguró con un guiño.—Y, hablando de la base, justo hoy me pasó algo curioso. Quería contártelo para distraerte un poco de todo esto.
—¿Ah, sí?—Freen levantó una ceja, interesada.—Cuéntame.
Rebecca soltó una pequeña risa y la guio de vuelta al sofá, donde ambas se acomodaron.
—Resulta que hoy, durante el entrenamiento, uno de los reclutas novatos se quedó dormido en medio de una práctica. Es un tipo grande, muy fuerte, pero al parecer la noche anterior se quedó viendo películas hasta tarde.—Comenzó Rebecca, la diversión reflejada en sus ojos.—Así que en medio del entrenamiento, todos estábamos haciendo flexiones y de repente escuchó un ronquido. Al principio pensé que me lo había imaginado, pero luego me doy cuenta de que venía de él.
—¿En serio?—Freen soltó una risita, ya anticipando lo que vendría.
—Lo juro. El tipo estaba completamente fuera de combate, dormido boca abajo en el suelo.—Rebecca agitó la mano en el aire, aún divertido por el recuerdo.—Lo gracioso es que, cuando me acerqué para despertarlo, se levantó tan rápido que ni siquiera se dio cuenta de que había estado roncando en primer lugar. Todo el mundo estaba aguantando la risa, tratando de no delatarlo, pero fue imposible. Al final, inclusive tuve que reírme por su cara de confusión, no entendía porque todos se estaban riendo.
—Pobre tipo, debió haberse muerto de la vergüenza cuando se enteró.—Dijo Freen entre risas, imaginándose la escena.
—Oh, definitivamente. Pero lo bueno es que se lo tomó con humor. Aunque ahora tiene una nueva reputación como el "dormilón oficial" del grupo.
Ambas rieron juntas, el ambiente ligero y despreocupado, lo cual era justo lo que Freen necesitaba. Durante esos momentos de risa y complicidad, el peso de sus preocupaciones comenzó a desvanecerse, aunque fuera por un rato.
Después de un rato, cuando las risas se apagaron, Rebecca lo miró de nuevo, más seria esta vez.
—¿Ves? A veces, incluso cuando todo parece difícil o fuera de control, suceden cosas que nos recuerdan que no todo es tan malo como parece.—Dijo suavemente.—Y aunque las cosas no estén saliendo como esperabas con tu recuperación, eso no significa que no estés avanzando. Yo te veo, Freen. Estás dando lo mejor de ti, y eso es más que suficiente.
Freen la miró a los ojos, conmovida por la sinceridad de sus palabras. Rebecca siempre sabía cómo decir lo correcto, cómo calmar su mente y hacerle ver las cosas desde una perspectiva diferente.
—Gracias, Rebecca.—Susurró.—De verdad, no sé qué haría sin ti.
Rebecca le sonrió antes de inclinarse para depositar un suave beso en sus labios, dejando que el silencio cómodo llenara el espacio entre ellas. Ambas sabían que aún había retos por delante, pero también sabían que, mientras estuvieran juntas, podrían enfrentarlos.
Y con esa certeza, Freen se permitió descansar, sabiendo que no tenía que cargar con todo solo.
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