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Capítulo 21

Las cortinas cerradas dejaban solo un hilo de luz filtrarse en el hogar de Freen. El sonido del reloj en la pared era el único eco en la habitación en silencio, mientras ella se encontraba sentada en el sofá, con la pierna elevada sobre una almohada. Era su noveno día de reposo, y aunque las palabras del doctor resonaban en su cabeza, "descansa y sigue las recomendaciones", lo único que podía sentir era una profunda frustración.

No había mayor condena para ella que estar atrapada en su propio cuerpo, sin poder moverse como lo había hecho toda su vida. El ballet era su pasión, su razón de ser. Cada vez que cerraba los ojos, podía imaginarse en el escenario, deslizándose con gracia, pero al abrirlos, la realidad la golpeaba: una lesión, un error, y toda su temporada había desaparecido ante sus ojos.

Sus pensamientos no dejaban de atormentarla. "¿Qué pasará si nunca vuelvo a ser la misma?", "¿Y si esto me deja fuera para siempre?". El peso de esas dudas la aplastaba, y el hecho de que Rebecca no estuviera presente todo el tiempo la hacía sentir más sola que nunca. Sabía que no era justo pensar así; Rebecca tenía sus propias responsabilidades, su vida en la base militar, pero en esos momentos de vulnerabilidad, era difícil no desear que estuviera a su lado todo el tiempo.

Se removió inquieta en el sofá, mirando su teléfono. Había mensajes de Heng y otros compañeros de la compañía, todos deseándole una pronta recuperación, pero ninguno de esos mensajes podía calmar la tormenta interna que sentía. Le dolía admitirlo, pero se sentía perdida.

De pronto, el sonido de la puerta abriéndose la sacó de su ensimismamiento. Giró la cabeza y vio a Rebecca entrar, cargando varias bolsas.

—Hola.—Saludó Rebecca, sonriéndole con ese gesto suave pero determinado que siempre lograba calmarla un poco.—¿Cómo te sientes hoy?

—Lo mismo de siempre.

Respondió Freen, intentando sonar neutral, pero su tono revelaba el desánimo que la embargaba. No quería ser una carga, pero no podía evitar que su frustración asomara.

Rebecca se acercó, dejó las bolsas en la cocina y se sentó junto a ella en el sofá, tomando suavemente su mano.

—Sé que esto es difícil, Saro, pero te prometo que todo irá bien.—Murmuró, mirándola a los ojos.—Solo necesitas tiempo y paciencia.

Freen suspiró, mirando hacia otro lado, incapaz de sostener la mirada por mucho tiempo.

—No sé si tengo tanta paciencia, Rebecca. He trabajado toda mi vida para llegar hasta aquí, y en un segundo todo se derrumbó. ¿Y si no puedo volver a bailar como antes? ¿Qué haré entonces?

Rebecca apretó su mano con más fuerza, notando el dolor en la voz de Sarocha.

—No tienes que tener todas las respuestas ahora. No estás sola en esto, Freenky. Yo estoy aquí, y pase lo que pase, seguiremos adelante juntas.

Aunque las palabras de Rebecca eran reconfortantes, Freen no podía evitar que una pequeña chispa de duda persistiera en su mente. Sentía que todo lo que había construido estaba en peligro, y que, de alguna manera, eso también afectaría su relación. Pero antes de que pudiera responder, Rebecca se levantó y la miró con una sonrisa traviesa.

—No quiero verte así todo el tiempo, así que he estado planeando algo para animarte.—Dijo, con ese tono juguetón que siempre lograba despertar la curiosidad de Freen.—Así que prepárate, porque esta noche es solo para nosotras, me tomé la noche libre.

—¿Qué tienes en mente?

Preguntó Freen, arqueando una ceja ante su curiosidad. Pensando que debía de ser algo grande, se sentó mejor sobre el sillón, observándola con un brillo divertido. No era para más que la general decidiera tomarse una noche libre después de los largos entrenamientos y las largas jornadas exhaustivas en la base.

Rebecca sonrió mientras empezaba a sacar cosas de las bolsas. Freen observó cómo comenzaba a preparar una cena en la cocina. Había velas, una botella de vino, y música suave sonando de fondo. El ambiente se sentía diferente, casi mágico, como si Rebecca estuviera tratando de crear un pequeño refugio lejos de todas sus preocupaciones.

—Es una sorpresa, solo una manera de distraernos de todo un poco.

Mientras Rebecca cocinaba, Freen la observaba en silencio. Los movimientos seguros y tranquilos de su novia la reconfortaba. Sabía que Rebecca estaba haciendo todo lo posible para estar a su lado a pesar de su apretada agenda, y aunque sus miedos seguían presentes, ese pequeño gesto le daba algo de paz.

—¿Qué te parece si cenamos en el balcón?—Sugirió Rebecca cuando terminó de preparar la comida.—Hay una vista increíble esta noche, y creo que nos vendrá bien un poco de aire fresco.

La pelinegra asintió, y con la ayuda de Rebecca, se levantó y se dirigieron al pequeño balcón del departamento. Las luces de la ciudad brillaban a la distancia, y el aire fresco de la noche la envolvió de inmediato, dándole un respiro de sus pensamientos oscuros.

—¿Recuerdas la primera vez que cocinamos juntas?

Preguntó Freen, intentando romper el silencio. Rebecca soltó una pequeña risa mientras servía las copas de vino.

—¿Cómo olvidarlo? Terminamos quemando casi todo, pero fue una de las mejores noches de mi vida.

Freen sonrió, recordando aquel caos en la cocina, pero también de las risas que habían compartido en ese momento. A veces, momentos como ese eran todo lo que necesitaba para recordar que, pasara lo que pasara, siempre había algo bueno esperando al final del túnel.

Mientras cenaban, la conversación fue fluyendo de manera más natural. Hablaron de sus recuerdos, de su relación, y por primera vez en días, Freen se sintió un poco más ligera. Rebecca le contó sobre algunas historias de la base, intentando hacerle reír, y aunque Freen seguía preocupada por su futuro, por un momento, esos pensamientos quedaron a un lado.

Freen tomó un sorbo de vino, sintiendo la calma que Rebecca había logrado traerle con su sorpresa. Miró a la General, que estaba sonriendo de una manera que Freen ya conocía: algo divertido estaba a punto de salir de sus labios.

—¿Qué pasa?—Preguntó, arqueando una ceja con cierta intriga.

Rebecca se rio entre dientes y se acomodó en el sofá, mirándola con una chispa traviesa en los ojos.

—¿Te he contado alguna vez lo que pasó con Gemini en uno de los entrenamientos nocturnos en la base?

Comenzó Rebecca, claramente disfrutando del recuerdo. Freen negó con la cabeza, aún más intrigada por sus palabras.

—No, pero ya quiero saberlo. ¿Qué hicieron esta vez?—Preguntó, sabiendo que cualquier historia que involucrara a Gemini siempre terminaba en algo caótico.

—Bueno, era una de esas noches en las que todo el equipo tenía que hacer patrullaje en las áreas más alejadas de la base, básicamente en medio de la nada. Gemini y yo estábamos asignados juntos, y como siempre, él estaba haciendo bromas para pasar el rato. Sabes cómo es, no puede estar serio ni por un segundo.

Empezó a contar Rebecca con una sonrisa nostálgica. Freen ya se estaba riendo en silencio, anticipando lo que venía.

—El caso es que estábamos caminando en la oscuridad, y de repente escuchamos un ruido extraño. Algo que nunca habíamos oído antes. Ambos nos pusimos serios y sacamos nuestras linternas. Era una zona donde supuestamente no había nada, pero el ruido seguía, cada vez más fuerte, como algo arrastrándose.

Freen la miraba atenta, notando cómo Rebecca exageraba un poco para añadir dramatismo.

—En ese momento, Gemini me dice: 'Rebecca, creo que estamos a punto de descubrir algo grande. Quizás sea una criatura mutante o... ¡un fantasma!'—Rebecca imitó la voz de su amigo, haciendo que Freen soltara una carcajada.

—¿Gemini asustado? No lo puedo creer.—Bromeó Freen, sacudiendo la cabeza.

—¡Exacto! Gemini siempre actúa como el tipo duro, pero esa noche no estaba tan confiado. Nos acercamos al lugar del ruido, y cuando lo alumbramos con las linternas, ¿Sabes lo que encontramos?

Freen negó con la cabeza, claramente interesado en el desenlace.

—¡Un montón de mapaches!—Rebecca estalló en risa, recordando el momento.—No eran criaturas peligrosas ni nada por el estilo, solo unos mapaches que habían estado husmeando en las provisiones que llevábamos. ¡Pero Gemini gritó tan fuerte que casi hace que todo el campamento se despierte!

—¡No puede ser!

Exclamó la pelinegra, riéndose tan fuerte que tuvo que tomar aire. La imagen de un Gemini asustado por unos simples mapaches era demasiado buena.

—Y lo peor es que, después de eso, Gemini no paraba de justificarse. 'No era miedo', decía, 'solo estaba... sorprendido'. Pero nadie se lo creyó. Desde entonces, cada vez que escucha algo extraño, todos bromeamos diciéndole: '¡Cuidado, los mapaches vienen por ti!'.

Ambas rieron durante un buen rato, las tensiones se disiparon en medio de la broma. Rebecca se inclinó un poco más hacia Freen, disfrutando de verla tan relajada y sonriente después de todo lo que había pasado. El ambiente pesado que había llenado los días anteriores se había esfumado por completo, al menos por ese momento.

Freen, aun riendo, miró a Rebecca con cariño y dijo:

—Gemini parece ser todo un personaje. No me sorprende que siempre tengas anécdotas divertidas con él.

—Sí, la verdad es que trabajar con él hace que las cosas sean mucho más llevaderas. Incluso en los días más duros, Gemini siempre sabe cómo hacer que todos se rían.—Respondió Rebecca, sonriendo.—Pero eso no significa que no lo usemos como excusa para burlarnos de él de vez en cuando.

—Tienes que invitarme a la base algún día para conocer más de esas historias en persona.

Dijo Freen, aún con una sonrisa en el rostro. Rebecca la miró con ternura.

—Lo haré, pero solo si prometes no contarle a Gemini que te conté esta historia. No quiero que me mate.—Bromeó, provocando otra risa de Freen.—Aunque me gustaría verlo intentarlo, lo derribaré a los cinco segundos.

El ambiente se sintió más ligero, la compañía y las risas habían conseguido desviar momentáneamente las preocupaciones de Freen. La cena, las historias y la presencia de Rebecca hicieron que la noche fuera justo lo que necesitaba para recordar que, aunque el camino a la recuperación sería largo, siempre habría momentos de luz entre las sombras.

Después de la cena, Rebecca la guio de vuelta al sofá, y ambas se recostaron en silencio, disfrutando de la cercanía de la otra. El calor del cuerpo de Rebecca a su lado le brindaba la seguridad que tanto necesitaba.

—Gracias por todo esto.—Susurró Freen, apoyando la cabeza en el hombro de Rebecca.

—No tienes que agradecer nada.—Respondió Rebecca, acariciando su cabello suavemente.—Solo quiero que sepas que no importa cuánto tiempo necesites, siempre estaré aquí para ti.

Freen cerró los ojos, dejando que esas palabras se quedaran grabadas en su mente. Sabía que la recuperación no sería fácil, pero con Rebecca a su lado, quizá, solo quizá, todo saldría bien.

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