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Capítulo 20

Después del viaje que las llenó de energía y optimismo, la rutina volvió a imponerse en las vidas de Rebecca y Freen. Para Rebecca, los días se dividían entre la base y las interminables reuniones con su equipo de entrenamiento, mientras que Freen, como de costumbre, se entregaba por completo a los ensayos para su próximo recital. Sabía que este evento sería clave en su carrera y quería estar en su mejor forma.

Cada mañana, Freen llegaba al estudio temprano, ajustando cada detalle de su coreografía con precisión obsesiva. Su cuerpo estaba acostumbrado a los dolores musculares y la fatiga, así que ignoraba las señales que su cuerpo le enviaba. Tenía demasiado en juego. Los ensayos se intensificaron, las sesiones eran más largas y exigentes. Sus compañeros de baile lo notaban, pero Freen apenas se daba cuenta del agotamiento.

Una tarde, mientras practicaba un salto complicado que requería fuerza y equilibrio precisos, sintió una punzada aguda en su pierna. A medida que aterrizaba, el dolor se intensificó, como si algo dentro de su pierna se hubiera desgarrado. Intentó mantenerse de pie, pero una ola de dolor la derribó al suelo. Los otros bailarines corrieron a su lado mientras ella trataba de ocultar la gravedad de su lesión.

—Estoy bien, solo fue un tirón.

Murmuró, pero el sudor frío que recorría su frente y la rigidez en su rostro delataban que era mucho más que un simple tirón.

El coreógrafo insistió en que la llevaran a la clínica. Freen, aunque con miedo, aceptó. No quería empeorar la situación.

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Horas después, el diagnóstico llegó. La expresión seria del doctor no presagiaba nada bueno.

—Has sufrido una distensión grave en los músculos de la pierna. Aún estamos revalorando la gravedad de la lesión.—Explicó el médico con voz calmada pero firme.—Necesitarás reposo absoluto durante al menos las siguientes tres semanas, seguido de un par de ejercicios que ayudarán con la movilidad. No podrás participar en la próxima temporada de recitales, eso estaría exigiendo mucho a tu cuerpo y necesitas mantenerlo en calma.

Las palabras resonaron en la cabeza de Freen como un golpe sordo. Todo su esfuerzo, su dedicación... y ahora, justo en el momento clave, su cuerpo le fallaba. El silencio se apoderó de la habitación mientras el doctor le entregaba las instrucciones del tratamiento. Su mente estaba en blanco, pero una sensación de fracaso comenzó a invadirla.

Cuando Freen llegó a casa, caminaba cojeando con una mezcla de dolor físico y emocional. No podía dejar de pensar en las palabras del médico. Sus sueños de participar en el recital se desvanecían, y no podía evitar sentirse responsable. Un mensaje breve fue todo lo que pudo escribirle a Rebecca: "Me lesioné."

Rebecca, que estaba en medio de una reunión en la base, leyó el mensaje y su estómago se revolvió. Aunque Freen no dio detalles, el tono del mensaje transmitía la seriedad de la situación. Sin dudarlo, se disculpó y salió de la base, conduciendo a toda velocidad hacia su casa. Al llegar, encontró a Freen sentada en el sofá, con la mirada perdida en el vacío. Su pierna estaba vendada, y su rostro reflejaba el agotamiento y la frustración.

—Saro, ¿Qué pasó?

Preguntó Rebecca con preocupación mientras se arrodillaba frente a ella, tomando suavemente su rostro entre las manos. Freen apartó la mirada, tragando el nudo que se formaba en su garganta.

—Me lastimé durante el ensayo... el doctor dijo que necesito descansar durante tres semanas. No podré bailar en la próxima temporada.

Su voz se quebró al final, el peso de sus palabras hundiéndose en el aire. Rebecca respiró hondo, buscando las palabras adecuadas.

Sabía lo importante que era para Freen ese recital, y también sabía que ninguna palabra podría aliviar el dolor que sentía en ese momento.

—Lo siento tanto, Saro.—Susurró mientras la abrazaba con fuerza, sintiendo la tensión en el cuerpo de Freen.—Pero no es tu culpa. Las lesiones ocurren, no puedes controlar eso.

Freen negó con la cabeza, apartándose ligeramente.

—Fue un descuido de mi parte. Sabía que estaba agotada y aun así seguí forzándome. Lo arruiné, Rebecca... trabajé tanto para esto, y ahora...

No pudo continuar, las palabras se le atoraban en la garganta, y los ojos comenzaban a llenarse de lágrimas que no quería dejar salir. Rebecca la miró con detenimiento, viendo cómo la frustración y el dolor la carcomía.

—No lo arruinaste. Has trabajado demasiado duro para dejar que esto te defina. Vas a recuperarte, y volverás más fuerte que nunca. Solo tienes que darte tiempo para sanar.

Las palabras de Rebecca eran reconfortantes, pero Freen no podía evitar sentir que todo estaba desmoronándose.

Los días siguientes fueron una prueba de paciencia y fortaleza para ambas. Freen estaba obligada a quedarse en casa, con su pierna inmovilizada, mientras su mente viajaba a todos esos escenarios posibles en los que su carrera podía verse afectada. A veces, la frustración se convertía en rabia, y otras veces, en una tristeza profunda que ni siquiera el apoyo de Rebecca lograba disipar completamente. Cada vez que Becky la visitaba, encontraba a Freen más retraída, más atrapada en sus propios pensamientos. Aunque ella trataba de ser el pilar de apoyo, sabía que esto era algo que Freen tenía que superar a su propio ritmo.

Una noche, después de un día particularmente difícil, Rebecca llegó a casa y encontró a Freen mirando por la ventana, sumida en sus pensamientos. Se acercó a ella, rodeándola por la cintura con sus brazos y apoyando la cabeza en su hombro.

—Hey, ¿En qué piensas?

Preguntó Rebecca, su voz suave como el viento nocturno que entraba por la ventana.

—En todo lo que podría perder.—Respondió Freen en un susurro. El dolor de la pierna ya no era lo que más lo afectaba, sino la incertidumbre sobre su futuro.—Mi estudio, mis clases... Ni siquiera podré enseñar mientras me encuentre fuera del baile, es mi trabajo, es a lo que me dedico y tengo que dejarlo.

Rebecca la giró suavemente para mirarla a los ojos.

—No vas a perder nada, Freen. Esta lesión no es el final, es solo un obstáculo. Te recuperarás, y cuando vuelvas, serás mejor porque habrás superado esto.—Hizo una pausa, acariciando su mejilla con suavidad.—Y yo estaré aquí, a tu lado, en cada paso del camino.

Freen apoyó su frente contra la de Rebecca, dejándose consolar por sus palabras. Aunque el miedo seguía ahí, la presencia de Rebecca le daba una sensación de seguridad que no podía encontrar en ningún otro lugar.

—Gracias por estar aquí.

Murmuró, cerrando los ojos y dejándose caer en los brazos de Rebecca.

Esa noche, mientras ambas se acomodaban en la cama, Freen finalmente habló sobre sus temores más profundos.

—¿Y si cuando regrese ya no soy la misma? ¿Y si no puedo bailar como antes?

Preguntó, su voz rota por la duda. Rebecca la miró a los ojos, con una expresión serena pero decidida.

—No serás la misma, y eso está bien. Serás más fuerte, más sabia. Y bailarás con más pasión, porque habrás pasado por algo que no todos pueden superar.—Se acercó más, susurrando.—No importa lo que pase, Freen. Yo siempre estaré aquí, apoyándote.

El silencio que siguió fue cómodo, envuelto en el calor de sus cuerpos y la cercanía de sus corazones. Lentamente, ambas se dejaron arrastrar por la paz de la noche, sabiendo que, aunque los días por venir serían difíciles, no estarían solas para enfrentarlos.

Los días que siguieron al accidente de Freen se sintieron más largos de lo habitual. El dolor físico que sentía en su pierna era casi tan profundo como el que experimentaba emocionalmente. Sentía que todo su esfuerzo, toda la dedicación que había puesto en su próximo recital, se había esfumado en cuestión de segundos. Estaba atrapada en reposo forzado, y cada día que pasaba sin poder entrenar lo sentía como una carga pesada sobre sus hombros.

Rebecca, por su parte, hacía lo imposible por estar presente a su lado. Aun con la presión de sus responsabilidades en la base, sacaba tiempo para acompañarla a cada cita médica y la llevaba a sus sesiones de fisioterapia. Estaba ahí, siempre, ofreciendo palabras de ánimo, sosteniendo su mano, mostrándole que no estaba sola.

Una tarde, mientras caminaban lentamente hacia la clínica para una nueva revisión, Freen rompió el silencio que había caído sobre ellas.

—Rebecca... no tienes que estar aquí todo el tiempo.—Dijo con un susurro, evitando mirarla a los ojos.—Sé que tienes cosas más importantes en la base. No quiero que descuides tus responsabilidades por mí.

La menor la miró con una mezcla de incredulidad y preocupación. Sabía que Freen no lo decía en serio, pero la inseguridad en su voz la preocupaba.

—Mi mayor responsabilidad es estar contigo, Freen.—Respondió con firmeza.—La base puede esperar. Tú eres lo más importante ahora.

Freen intentó esbozar una sonrisa, pero la frustración la invadía de nuevo. No quería sentirse como una carga, no quería que Rebecca sintiera que debía elegir entre ella y su trabajo. Pero antes de que pudiera decir algo más, llegaron a la clínica y fueron recibidas por el doctor.

Los días siguientes fueron duros, tanto física como mentalmente. Cada ejercicio parecía recordarle a Freen lo lejos que estaba de volver a su rutina, de regresar al escenario. Sin embargo, cada vez que sentía que no podía más, alzaba la mirada y veía a Rebecca observándola desde el otro lado de la sala, con una sonrisa de aliento y una mirada que le decía: "Tú puedes".

Una noche, después de una de esas agotadoras sesiones, ambas volvieron al apartamento. Rebecca parecía más cansada de lo habitual, su rostro reflejaba la fatiga acumulada de días de entrenamientos intensos en la base.

—¿Estás bien?

Preguntó Freen, mientras se acomodaba en el sofá con una bolsa de hielo sobre su pierna. Rebecca asintió, pero el agotamiento en su mirada lo traicionaba. Se dejó caer a su lado, pasando una mano por su rostro.

—Sí...—Respondió con un suspiro.—Solo ha sido una semana dura en la base. Hay mucho que hacer y el entrenamiento ha sido más intenso de lo que esperaba. Pero no importa.—Dijo rápidamente, forzando una sonrisa.—Lo importante es que tú estés bien.

La pelinegra la miró detenidamente. Sabía que Rebecca estaba intentando ser fuerte para ella, pero no podía ignorar el cansancio en su expresión, el peso que parecía llevar sobre sus hombros.

—Bec...—Dijo suavemente, tomando su mano.—No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Está bien si necesitas un respiro también.

Rebecca cerró los ojos, asintiendo levemente. Sabía que Freen tenía razón, pero había algo en ella que no le permitía bajar la guardia. No cuando su pareja la necesitaba tanto. Pero en ese momento, sentada en la oscuridad de la sala, sintió cómo todas las barreras que había levantado comenzaron a desmoronarse. Todo el cansancio, el estrés y la preocupación lo inundaron de golpe. Temía tener un momento de tranquilidad, porque sus pensamientos se arremolinaban y sus preocupaciones se volvían a asentar en su sistema, sin dejarla descansar realmente.

—A veces siento que no estoy haciendo lo suficiente.—Admitió en voz baja, su mirada perdida en el suelo.—Entre la base y estar contigo... siento que no puedo equilibrarlo todo. Quiero ser todo lo que necesitas, pero no sé si estoy logrando hacerlo bien. Quiero ayudarte, pero no sé de qué manera hacerlo sin agobiarte a ti también, las palabras comienzan a parecer repetitivas.

Freen la escuchó en silencio, su corazón apretándose ante las palabras de Rebecca. Nunca la había visto tan vulnerable, tan insegura. Con cuidado, se inclinó hacia ella y apoyó su cabeza en su hombro.

—Estás haciendo más de lo que podrías imaginar.—Le susurró, entrelazando sus dedos.—No tienes que ser perfecta. Lo único que necesito es que estés aquí, conmigo. Y eso ya es suficiente. Inclusive si no puedes estar aquí por tus deberes en la base, lo comprendería y sabría que tu trabajo llama, no tienes porqué sentirte diferente ante ello, entiendo que tus responsabilidades siguen siendo las mismas, tú sigues teniendo mucha carga sobre tus hombros y no quisiera agobiarte más.

Rebecca soltó un suspiro profundo, como si al fin hubiera soltado el peso que llevaba. Se quedaron así, en silencio. Poco a poco, el cansancio fue tomando control y, sin darse cuenta, ambas se quedaron dormidas, reconfortados por la presencia de la otra.

A la mañana siguiente, fueron despertadas por el sonido de la alarma. Era el recordatorio de que la realidad las esperaba, de que había más sesiones de ejercicios por delante para Freen y nuevas responsabilidades en la base para Rebecca. Pero a pesar de todo, sabían que podían sobrellevar cualquier cosa juntas. 

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