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Capítulo 19

Era una mañana tranquila en la casa de Freen y Rebecca. La luz suave del sol entraba por las cortinas mientras ambas disfrutaban del desayuno juntas, algo raro debido a las apretadas agendas que solían tener. Freen, mientras jugaba con su taza de café, no pudo evitar notar cómo los días pasaban sin que realmente tuvieran un momento para ellas mismas. A pesar de haber salido con sus amigos y tener unos cuantos días de descanso, debían de hacer algo más para conmemorar esos días.

De repente, una idea se formó en su mente. Levantó la mirada hacia Rebecca, quien estaba revisando algunas notas en su teléfono, y habló con una mezcla de entusiasmo y nervios.

—Sabes, estaba pensando... ¿Qué te parece si nos escapamos este fin de semana? Solo tú y yo.

Rebecca alzó la vista sorprendida, pero una sonrisa divertida se dibujó en su rostro.

—¿Escaparnos? ¿Tienes algo en mente o es una de tus ideas espontáneas?

Freen se rio, disfrutando del tono juguetón en la voz de Rebecca. Era justo lo que necesitaban: un poco de espontaneidad, un momento para alejarse del estrés que los rodeaba.

Dándole un sorbo a la taza, sonrió.

—Un poco de ambas. Quiero desconectar de todo, irnos a algún lugar tranquilo donde podamos simplemente estar juntas, sin interrupciones, sin misiones, sin ensayos.

Rebecca la observó detenidamente. La idea de alejarse de todo, de pasar tiempo con Freen sin las constantes distracciones de sus responsabilidades, era tentadora.

—¿Sabes? Me parece una idea perfecta. ¿A dónde quieres ir?

—Hay una cabaña en las montañas que escuché que es perfecta para desconectar. Cerca de un lago, aislada... perfecta para relajarnos.

Comentó, su sonrisa ensanchándose sobre su rostro, emocionado por la idea. Rebecca sonrió, sabiendo que no podría resistirse a esa propuesta.

Un par de días después, ambas estaban listas. Era temprano en la mañana cuando cargaron las maletas en el auto. El aire fresco del amanecer les envolvía, cargado de la promesa de un fin de semana sin preocupaciones. Freen, sentada en el asiento del copiloto, miraba por la ventana mientras se alejaban de la ciudad, sus pensamientos vagando entre la emoción y la paz que anticipaba.

—¿Estás segura de que no olvidamos nada?

Preguntó Rebecca, con una pequeña sonrisa mientras ajustaba el volante. La voz calmada de Freen la tranquilizaba, haciéndola sentir que estaba exactamente donde debía estar.

—No creo. Y si olvidamos algo, siempre podemos improvisar.—Respondió la castaña, con un tono despreocupado.—Además, el objetivo es desconectarnos de todo, ¿No es así?

Rebecca soltó una suave risa.

—Tienes razón. Vamos a ver cómo nos va sin la vida acelerada por unos días.

La carretera, que antes estaba bordeada de edificios y ruido, ahora empezaba a transformarse en paisajes más verdes y tranquilos. A medida que avanzaban hacia las montañas, el tráfico disminuía, y solo quedaban ellas dos en la carretera sinuosa, con el sonido relajante del motor y la suave música de fondo que llenaba el auto.

—¿Sabes? Me encanta cuando podemos hacer este tipo de cosas.—Dijo Freen, girando la cabeza para mirar a Rebecca.—Siento que en estos momentos realmente podemos ser nosotras mismas, sin nada que nos distraiga.

—Sí.—Asintió Rebecca, lanzando una mirada rápida a Freen antes de volver a concentrarse en la carretera.—Me siento más libre cuando estamos lejos de todo... Cuando no tengo que preocuparme por nada más que disfrutar tu compañía.

Mientras avanzaban por la carretera serpenteante que subía por las montañas, Freen sacó su teléfono y comenzó a tomar fotos del paisaje.

—¡Mira esos árboles!—Exclamó, emocionada por la vista de los pinos altos y los arroyos que corrían por los costados de la carretera.—Son enormes. ¿Cuándo fue la última vez que vimos algo así?

Rebecca rio ante la emoción de Freen, pero no pudo evitar sentirse igual de fascinada por el entorno natural.

—Hace mucho tiempo.—Respondió con una sonrisa.—Se siente bien salir de la rutina, ¿Verdad?

—Mucho.—Murmuró Freen, acercándose un poco más al cristal para admirar las montañas que ahora se alzaban imponentes ante ellas.—Es como si el mundo fuera más grande aquí... más abierto.

El camino continuaba mientras ambas conversaban sobre todo y nada, disfrutando de la simpleza del momento. En algún punto, Freen bajó la ventanilla, dejando que el aire fresco de las montañas llenara el auto. El aroma a tierra húmeda y a pinos entraba junto con la brisa, creando una atmósfera revitalizante. Rebecca tomó una respiración profunda y dejó que el aire despejara sus pensamientos. La tranquilidad del viaje, sin la presión constante de sus responsabilidades, comenzaba a hacer efecto.

—Me pregunto cómo sería si pudiéramos vivir así siempre.—Comentó la pelinegra, mientras observaba cómo las nubes cubrían suavemente las cumbres lejanas.—Lejos de todo, en un lugar donde no tengamos que preocuparnos por nada más.

Rebecca se tomó un momento para considerar la idea, una sonrisa leve apareció en su rostro.

—Sería tentador.—Dijo.—Pero creo que, eventualmente, echaríamos de menos nuestras vidas. Aunque... un lugar como este para desconectar de vez en cuando no estaría nada mal.

—Totalmente de acuerdo.

Respondió Freen, inclinándose hacia el asiento, sintiéndose completamente relajada.

A mitad de camino, decidieron detenerse en un mirador al borde de la carretera. Desde allí, podían ver el valle extendiéndose bajo ellas, con el lago al que se dirigían centelleando a la distancia. La vista era impresionante, y ambas se quedaron en silencio, solo observando el paisaje.

—Es hermoso.

Susurró Freen, tomando la mano de Rebecca mientras seguían mirando el horizonte. Rebecca apretó suavemente su mano, sonriendo.

—Lo es. Pero honestamente, nada se compara a estar aquí contigo, lo hace aún más significativo.

Freen se sonrojó ante el comentario, inclinándose ligeramente hacia Rebecca para apoyarse en su hombro.

—Sabes exactamente qué decir para hacerme sentir especial, ¿Verdad?

—Solo digo lo que pienso.

Respondió la contraria, besando la parte superior de su cabeza con ternura.

Tras pasar unos minutos disfrutando de la vista, decidieron volver al auto y continuar su camino. El trayecto restante fue relajado, lleno de conversaciones suaves, risas compartidas y el constante murmullo de la naturaleza a su alrededor.

La cabaña que Freen había reservado parecía sacada de un sueño. Estaba situada al borde de un lago sereno, rodeada de altos pinos que susurraban con la brisa suave. El exterior de la cabaña era de madera oscura, envejecida por los años, pero mantenía un aire acogedor y cálido. Grandes ventanales permitían ver el interior iluminado por la luz natural del sol, que se filtraba a través del denso follaje.

Rebecca aparcó el auto en un pequeño sendero de grava que conducía a la entrada. Bajaron del coche, y mientras Rebecca sacaba las maletas del maletero, Freen se quedó parada por un momento, respirando profundamente el aire fresco y limpio. Era como si el estrés de la ciudad y sus responsabilidades se disiparan con cada inhalación.

—Es incluso mejor de lo que imaginaba.

Murmuró Freen con una sonrisa satisfecha. Rebecca, con las maletas en cada mano, se acercó y asintió, mirando a su alrededor.

—Es perfecto. No puedo creer que tengamos este lugar solo para nosotras.

Al entrar en la cabaña, los recibió una atmósfera acogedora. El interior estaba decorado con un estilo rústico, pero elegante. La sala principal tenía techos altos con vigas de madera expuestas, y una gran chimenea de piedra ocupaba el centro de la estancia. Frente a la chimenea, un sofá amplio y mullido con mantas de lana estaba listo para las noches frescas que prometían venir. A un lado, una pequeña cocina equipada con lo esencial, perfecta para preparar comidas rápidas sin complicaciones.

El dormitorio principal era igual de encantador. La cama, grande y cómoda, estaba cubierta por un edredón suave, y las ventanas ofrecían vistas espectaculares al lago. Había una puerta que conducía a un pequeño porche con una mesa y sillas, ideal para sentarse a tomar café por la mañana o compartir una copa de vino por la noche, mientras se escuchaba el tranquilo sonido del agua.

—Es aún mejor por dentro.—Dijo Rebecca, dejando las maletas al pie de la cama.—Creo que definitivamente podríamos quedarnos aquí para siempre.

Freen sonrió, acercándose a la ventana.

—Podríamos hacerlo. Imagínate despertando aquí todos los días, con esta vista... es como un refugio del mundo.

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El primer día fue dedicado a relajarse después del largo viaje. Freen y Rebecca desempacaron sus cosas, y decidieron explorar los alrededores de la cabaña. Caminaron por un sendero que rodeaba el lago, hablando de todo y de nada, disfrutando de la calma que solo un lugar como ese podía ofrecer.

De vez en cuando, Freen se detenía para tomar fotos del paisaje o simplemente para admirar la belleza que lo rodeaba. "Mira eso", exclamaba emocionada cada vez que encontraba una flor silvestre o un rincón particularmente hermoso del bosque. Rebecca la observaba con una sonrisa, encantada por cómo Freen parecía encontrar magia en los pequeños detalles.

Caminando de vuelta a la cabaña, decidieron encender la chimenea para prepararse para la noche que comenzaba a enfriar. Rebecca, siempre práctica, se encargó de encender el fuego, mientras Freen preparaba una cena ligera en la pequeña cocina. El ambiente era relajado, íntimo, y ambas se sintieron en casa en ese espacio aislado del resto del mundo.

Cuando la comida estuvo lista, se sentaron en la mesa del comedor, que tenía una vista perfecta del lago a través de las ventanas. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de colores naranjas y rosados, reflejándose en el agua.

—¿Sabes?—Dijo Freen, rompiendo el silencio cómodo mientras tomaba un bocado de su comida.—Esto es exactamente lo que necesitábamos. He estado esperando un momento como este desde hace semanas.

Rebecca asintió, masticando lentamente antes de responder.

—Es increíble cómo, a veces, olvidamos lo importante que es tomarnos un tiempo para nosotras mismas. Solo... desconectar.—Sus ojos se suavizaron al mirar a Freen.—Debo agradecerte por planear esto.

Freen sonrió, con la mirada fija en Rebecca.

—No tienes que agradecerme nada. Estar aquí contigo es todo lo que quiero.

Después de la cena, se trasladaron al porche, donde el aire nocturno comenzaba a refrescar. Se sentaron juntas, compartiendo una manta mientras bebían vino y observaban las estrellas aparecer lentamente en el cielo oscuro. La conversación fluía suavemente, y en algún momento, Freen se inclinó para apoyar su cabeza en el hombro de Rebecca, disfrutando de la calidez de su cuerpo a su lado.

Al día siguiente, el clima era perfecto. El sol brillaba con fuerza, pero la temperatura seguía siendo agradable. Decidieron aprovechar el día y hacer algunas actividades al aire libre. Cerca de la cabaña, había un pequeño bote de remos disponible para los huéspedes, así que Freen, emocionada, insistió en que fueran al lago.

—Nunca he sido muy buena con los botes.

Admitió Rebecca mientras se encargaba de los remos, observando cómo Freen se acomodaba al otro lado del pequeño bote con una sonrisa traviesa.

—Eso lo hace más divertido.—Respondió Freen, inclinándose hacia atrás, dejando que el sol le diera en el rostro.—Y además, yo solo quiero relajarme. Tú puedes remar.

Rebecca soltó una risa.

—Ah, claro. Ya entiendo. Yo hago el trabajo duro, y tú disfrutas de la vista. Muy justo.

Recibiendo un guiño por parte de la pelinegra, no se quejó. Ver a Freen tan feliz y relajada la hacía sentir bien. Remó suavemente por el lago, disfrutando del sonido del agua golpeando suavemente el bote y del paisaje a su alrededor. Estaban completamente solas, rodeadas por la naturaleza y la calma del lago.

—Es increíble aquí.—Comentó Freen, abriendo los ojos para mirar a Rebecca.—Podríamos hacer esto más seguido.

—Definitivamente deberíamos.—Coincidió Rebecca, remando un poco más hacia el centro del lago, donde todo parecía más tranquilo.—Aunque no puedo prometer que siempre seré tan buena remando.

Freen rio suavemente, disfrutando del momento.

La noche del segundo día, después de otra caminata por los alrededores y una cena sencilla, decidieron terminar el día como lo habían empezado: relajadas frente a la chimenea. El fuego crepitaba suavemente, llenando la cabaña de una luz cálida y danzante. Freen y Rebecca se acomodaron en el sofá, compartiendo una manta y una taza de té caliente.

—Creo que este ha sido el mejor fin de semana que hemos tenido en mucho tiempo.

Mencionó Freen, acurrucándose más cerca de Rebecca. La general asintió, besando suavemente su cabello.

—Definitivamente. No cambiaría esto por nada.

—Sabes que podríamos hacer esto más seguido.—Sugirió Freen, su voz llena de tranquilidad.—No necesitamos esperar a que todo sea perfecto. A veces, solo necesitamos escapar, aunque sea por un par de días. Tampoco es de planearlo con demasiada anticipación, es mejor hacerlo de manera espontánea.

—Es una promesa.

Dijo Rebecca, con una sonrisa, antes de inclinarse para besar suavemente los labios de Freen.

La noche continuó entre caricias suaves, palabras susurradas y el calor del fuego. Ambas se sintieron más conectadas que nunca, sabiendo que, a pesar de lo caótica que podía ser su vida, siempre podrían encontrar refugio en la otra.

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