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Capítulo 16

El aire en los vestidores aún estaba cargado por la reciente conversación con la vieja amiga de Freen. Aunque Rebecca había mantenido su compostura, no pudo evitar sentir una pequeña punzada de celos mientras escuchaba las viejas anécdotas que compartían. Sin embargo, no era momento de alimentar inseguridades, y ambas sabían lo que realmente deseaban esta noche: estar juntas, sin distracciones.

Mientras salían del teatro, el cielo ya estaba oscuro, salpicado de luces titilantes. Las calles estaban tranquilas, y el silencio entre ellas no era incómodo, sino anticipatorio. Freen tomó la mano de Rebecca, entrelazando sus dedos con un toque sutil, pero cargado de emociones. Sabían que esta noche iba a ser diferente. Después de semanas de distancia y una presentación importante, ambas necesitaban sentirse cerca, reconectar en todos los sentidos.

Al llegar a casa, Rebecca abrió la puerta y dejó que Freen entrara primero. Apenas cruzaron el umbral, el ambiente cambió. La atmósfera era densa, cargada de una energía que ninguna de los dos podía ignorar.

—Hoy fue increíble.—Murmuró Rebecca, acercándose lentamente a Freen por detrás mientras dejaba su bolso y chaqueta sobre la mesa cercana. El aroma característico de Freen, ese que tanto había extrañado, llenaba el aire, y Rebecca no pudo evitar sonreír.— Estabas increíble en el escenario, como siempre.

—¿Sí?— Freen se giró lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de cansancio y alivio. Había sido un día largo, pero la sensación de tener a Rebecca allí, mirándola con ese toque de admiración en sus ojos, hacía que cualquier fatiga desapareciera.—¿Lo disfrutaste?

—Más de lo que puedes imaginar.—Susurró Rebecca, acercándose más hasta que apenas quedaba espacio entre ambas.—Siempre es un honor verte bailar. Pero creo que esta noche tuvo otro tipo de magia.

El silencio volvió a inundar la habitación, pero esta vez estaba cargado de una promesa tácita. Rebecca se inclinó ligeramente, tomando el rostro de Freen entre sus manos, sintiendo cómo su respiración se volvía más pesada. Con un leve roce de sus labios, el contacto se sintió como una chispa que encendía todo lo que habían contenido durante esas semanas de separación.

El beso comenzó suave, pero pronto se volvió más profundo, más ansioso. Rebecca rodeó la cintura de Freen con sus brazos, atrayéndola hacia sí con una intensidad renovada. Freen respondió de la misma manera, aferrándose a los hombros de Rebecca como si temiera que este momento pudiera desvanecerse. Pero esta vez, no había prisa, no había interrupciones. Solo ellas dos.

—Te extrañé mucho.—Murmuró la pelinegra, su voz apenas un susurro entre los besos. Su mano se deslizó suavemente por la espalda de Rebecca, como si quisiera memorizar cada curva y línea de su cuerpo.—No puedo creer que estés aquí.

—Estoy aquí, créelo.—Respondió Rebecca, con una sonrisa ladeada mientras sus labios bajaban a besar el cuello de Freen, provocando un suave suspiro en respuesta.—Y no pienso irme a ningún lado.

Las dos comenzaron a moverse lentamente por la sala, como si sus cuerpos estuvieran guiados por una coreografía implícita. Sin decir una palabra, se dirigieron hacia el sofá, donde Freen, con una sonrisa juguetona, se dejó caer suavemente, atrayendo a Rebecca con ella. La tensión que había flotado en el aire desde el teatro, las palabras no dichas y los sentimientos contenían se liberaron en ese instante. Cada beso era una reafirmación de lo que significaban la una para la otra, cada caricia una promesa de todo lo que habían extrañado.

La luz suave de la sala parecía envolverlas en una burbuja de intimidad, alejándolas del mundo exterior. Freen acarició el rostro de Rebecca mientras la miraba directamente a los ojos, su respiración entrecortada por la emoción.

—Esta vez...—Murmuró, rozando los labios de Rebecca apenas con los suyos.—Esta vez no vamos a desperdiciar ni un segundo más.

Rebecca sonrió antes de volver a capturar los labios de Freen en un beso profundo, sin dejar lugar a dudas sobre lo que ambas querían. Lentamente, sus movimientos se volvieron más pausados, pero cargados de una intensidad que dejaba en claro cuánto se habían necesitado. Las manos de Rebecca recorrieron el cuerpo de Freen con adoración, como si no pudiera creer que finalmente estaba con ella.

Los besos se intensificaron, y cada uno de ellos contenía las semanas de distancia y las palabras no pronunciadas. Rebecca tomó a Freen de la mano, llevándola con suavidad hacia su habitación, donde el ambiente era íntimo y acogedor. La luz tenue bañaba el espacio en una calidez que parecía acogerlos en su privacidad.

—No sabes cuánto deseé este momento.

Susurró la pelinegra mientras deslizaba sus dedos por el pecho de Rebecca, recorriendo con delicadeza cada línea de su cuerpo.

—Lo sé, porque también lo estuve esperando.—Respondió Rebecca, acercándose para besar su frente con ternura.—Y lo haremos especial.

El ambiente cambió, y lo que antes era ansia, ahora se convertía en una calma reconfortante. Ambas se tumbaron en la cama, pero esta vez no hubo prisas ni urgencias. Era un momento de conexión profunda, de redescubrimiento mutuo. Freen apoyó su cabeza en el pecho de Rebecca, escuchando los latidos de su corazón. Era un sonido tranquilizador, una constante en medio de la tormenta que había sido su vida en esas semanas de separación.

—Esto es todo lo que necesitaba.

Murmuró Freen, su voz apenas un susurro mientras sus ojos comenzaban a cerrarse. Había algo en estar en los brazos de Rebecca que la hacía sentir segura, completa.

—Yo también.—Contestó Rebecca, acariciando el cabello de Freen con delicadeza.—No más despedidas. Estoy aquí, contigo.

El silencio envolvió la habitación, solo roto por sus respiraciones pausadas, y finalmente, la sensación de estar juntas en la soledad de su hogar llenó todos los espacios vacíos que habían dejado durante su separación. El cansancio, tanto físico como emocional, fue disipándose mientras se sumergían en la tranquilidad que solo podían encontrar en la otra.

Los ojos de Freen se abrieron ligeramente mientras sus dedos seguían trazando patrones invisibles en el pecho de Rebecca. Levantó la vista, observando el rostro relajado de su amante. Aunque estaban cómodas y en paz, había una pregunta que no podía quitarse de la mente. Quería saber qué había pasado en la misión, pero también sabía que podía ser un tema delicado.

—¿Cómo te fue en la misión, Rebecca?

Preguntó, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Fue un tanto complicado.

Admitió en voz baja, dejando que la oscuridad de la habitación envolviera sus palabras. Freen se acomodó mejor, escuchando con atención mientras Rebecca comenzaba a hablar. No quería interrumpirla, solo quería entender lo que su pareja había vivido en campo.

—Estuvimos en el campo durante semanas.—Continuó la general, su voz volviéndose un poco más grave mientras hablaba de la misión.—El equipo y yo estuvimos en constante movimiento, casi sin tiempo para descansar. Hubo momentos en los que no sabía si podríamos lograrlo. La tensión era palpable, y cada paso que dábamos parecía más peligroso que el anterior, no estábamos seguros de a quién nos enfrentábamos e ir a ciegas nunca es buen presagio, el cansancio y la incertidumbre nos estaba superando.

Sus palabras parecían envolver la habitación en un aire más denso, como si las sombras de lo que había vivido comenzaran a proyectarse alrededor de ellas. Freen, con una mano acariciando suavemente el brazo de Rebecca, intentaba reconfortarla en silencio.

—Pero lo logramos, y es por eso por lo que estoy aquí, de vuelta.—Rebecca continuó, su tono volviéndose más suave.—Todos regresamos sanos y salvos, pero no fue fácil. Hubo momentos en los que pensé en ti, en nosotras. Y fue con ello que entendí cuando los demás mencionan aferrarse a la imagen de alguien para salir de ahí, la motivación suficiente para terminar con todo y salir ilesos.

Freen sintió cómo el pecho de Rebecca se elevaba y descendía lentamente, su respiración empezaba a relajarse. Sabía que hablar de la misión no era algo sencillo para ella, pero estaba agradecida de que compartiera esos detalles, por mínimos que fueran.

—Debió ser agotador.

Murmuró Freen, acercándose un poco más, buscando consuelo en la calidez del cuerpo de Rebecca.

—Lo fue.—Admitió Rebecca, su voz cada vez más baja.—Pero estoy aquí ahora, y eso es lo único que importa. Estar contigo hace que todo valga la pena.

El silencio volvió a caer entre ellas, pero esta vez no era incómodo. Freen podía sentir que, poco a poco, la tensión en el cuerpo de Rebecca se desvanecía. Era como si hablar sobre la misión la hubiera ayudado a liberarse de una parte del peso que había estado cargando durante esas semanas. Sus manos, que antes recorrían el cabello de Freen, ahora descansaban sobre su espalda, con una caricia suave y protectora.

—Me alegra que estés aquí.—Susurró, su voz apenas audible mientras sus párpados comenzaban a cerrarse lentamente.—Contigo, siempre me siento segura.

—Y yo contigo.

Respondió Rebecca, con una sonrisa tranquila en los labios mientras sus ojos también comenzaban a cerrarse.

La oscuridad los envolvía por completo, pero en esa oscuridad no había miedo ni soledad. Solo la certeza de que, después de todo lo que habían pasado, estaban juntas.

Y eso era suficiente.

El murmullo del viento afuera apenas se escuchaba mientras ambas se sumían en un sueño profundo, sus cuerpos acurrucados, protegidos por la calidez de su amor y la certeza de que, pasara lo que pasara, siempre tendrían ese refugio en el cual encontrarían paz.

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