Capítulo 15
La sala estaba llena, el murmullo de los asistentes era el eco de la expectación que flotaba en el aire. Freen, tras semanas de preparación intensiva, se encontraba tras bastidores, ajustando los últimos detalles de su vestuario. Cada pequeño ajuste a su atuendo, cada revisión a los movimientos de su coreografía, la había llevado a este momento. Pero, esta vez, la emoción que sentía era distinta. Había una mezcla de nervios, euforia y algo más profundo que se revolvía en su pecho. Después de semanas de distanciamiento, sabía que Rebecca estaba de regreso, y esa noche estaría entre el público.
Freen respiró hondo, intentando calmar las mariposas en su estómago. Había pasado tantos días esperando el regreso de Rebecca, y ahora que ese momento había llegado, sentía que la actuación que estaba a punto de dar significaba mucho más que cualquier otra. Era como si su cuerpo supiera que esta vez, más que nunca, necesitaba brillar.
La general había estado lejos, en una misión importante. Los días habían sido largos, y la falta de contacto constante había generado cierta ansiedad en Freen. Sin embargo, las pequeñas palabras que intercambiaban por mensajes o llamadas breves mantenían el vínculo vivo. Pero hoy, sabiendo que Rebecca estaría en el público, sentía una motivación extra. Quería que la viera, que sintiera orgullo y emoción al ver su actuación. No solo por el recital, sino porque ella estaría allí.
Mientras esperaba su turno para salir al escenario, echó una rápida mirada entre las rendijas del telón. Su corazón dio un vuelco al verla. Entre la multitud, Rebecca estaba sentada en la primera fila, con el uniforme impecable y su mirada seria, pero atenta. Freen sonrió sin darse cuenta, sintiendo cómo la presencia de la general la calmaba y la llenaba de una confianza renovada. Sabía que, aunque estuviera frente a una audiencia llena de desconocidos, solo los ojos de Rebecca importaban.
Cuando el telón finalmente se levantó, el ambiente cambió por completo. La música inundó el espacio, y Freen, con su elegante presencia en el escenario, comenzó a moverse al ritmo de las notas. Cada paso, cada giro, estaba cargado de una nueva intensidad. Mientras danzaba, sentía los ojos de Rebecca fijos en ella, lo cual hacía que sus movimientos fluyeran con una fuerza y una pasión que se transmitía a todos los asistentes.
Rebecca, por su parte, estaba maravillada. No era la primera vez que asistía a uno de los recitales de Freen, pero esta vez había algo distinto. Quizá era la sensación de extrañarla tanto, o el hecho de estar ausente durante varias semanas, pero todo en Freen parecía más vibrante, más espectacular. Cada movimiento era preciso, cada expresión transmitía algo tan profundo que Rebecca apenas podía pestañear, temerosa de perderse algún detalle.
Cada paso, cada giro, parecía diseñado para hipnotizarla. Rebecca podía ver el esfuerzo detrás de cada movimiento, pero también la libertad con la que Freen se entregaba a la danza. Recordaba las veces en las que la tailandesa le había hablado de lo importante que era para ella cada presentación, pero esta vez lo entendía de una manera mucho más profunda. Verla así, radiante y lleno de vida, le recordaba por qué estaba tan enamorada de ella.
Mientras la observaba, recordaba las largas noches en la base, pensando en Freen, en su sonrisa, en cómo su simple presencia aliviaba las cargas del día a día. Verla en el escenario, deslumbrante y poderosa, le recordaba por qué la admiraba tanto. Freen tenía una pasión que brillaba, y hoy la estaba viendo con sus propios ojos, casi como si la estuviera viendo por primera vez.
La música llegó a su clímax, y Freen ejecutó una serie de giros con una precisión que dejó a todos sin aliento. El último acorde resonó en el aire, y ella se quedó en una pose final, respirando pesadamente pero con una sonrisa satisfecha en su rostro. El teatro entero estalló en aplausos ensordecedores, y aunque Freen agradecía el reconocimiento del público, sus ojos buscaron instintivamente a Rebecca. Allí estaba, aplaudiendo con una leve sonrisa en su rostro, una que significaba más que cualquier aplauso que pudiera recibir.
Después de que el telón cayera Freen se dirigió apresuradamente hacia los vestidores, su corazón latiendo con fuerza por la emoción de saber que Rebecca la estaba esperando. Mientras caminaba por los pasillos, su mente revivía los recuerdos de los últimos días: las llamadas breves, los mensajes escuetos, y ahora, finalmente, el momento en que volverían a estar juntas.
Cuando abrió la puerta del vestidor, allí estaba Rebecca, de pie junto a la entrada, con las manos en los bolsillos, observándola con una mirada intensa pero serena. Por un momento, ambas se quedaron en silencio, simplemente mirándose, absorbiendo la presencia de la otra. Las semanas de separación se desvanecieron en ese instante, pero la carga emocional de ese tiempo aún se sentía en el aire.
Freen no pudo contenerse más. Dio un paso rápido hacia Rebecca y se lanzó a sus brazos, sintiendo el calor y la familiaridad de su cuerpo. Los brazos de Rebecca la envolvieron con firmeza, y por primera vez en semanas, ambas se sintieron completas.
—Te extrañé tanto.
Murmuró la pelinegra contra el cuello de Rebecca, su voz quebrándose un poco por la emoción.
Rebecca cerró los ojos y apretó el abrazo, sin decir una palabra, dejando que el silencio hablara por ella. Las emociones que la habían inundado durante su misión se desbordaron en ese momento, y solo tener a Freen entre sus brazos le daba la paz que había necesitado durante semanas.
Lentamente, Rebecca inclinó la cabeza y dejó un suave beso en la frente de Freen. Sus labios se deslizaron hacia sus mejillas, y finalmente, con un gesto lento pero decidido, se encontraron en un beso profundo. El beso estaba lleno de necesidad, de un deseo acumulado de todos los días que duró su separación. Ambas se aferraron a la otra, sabiendo que ese momento era solo para ellas.
El aire en el vestidor se cargó de electricidad, y la intensidad entre ambas iba en aumento. Cada caricia, cada gesto, era una forma de reconectar, de recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, justo cuando el ambiente parecía estar a punto de explotar, la puerta del vestidor se abrió bruscamente.
Ambas se separaron de golpe, sus corazones latiendo con fuerza por la interrupción. En el umbral de la puerta estaba una vieja conocida de Freen, alguien a quien no había visto en años. La amiga entró, claramente sorprendido al verlas juntas en una posición tan íntima. Los ojos de esta se abrieron con sorpresa al notar la cercanía entre ellas, y la situación se volvió tensa en un segundo.
—Oh, ¿Interrumpo algo? No sabía que ustedes...
Preguntó la intrusa, claramente incómoda pero intentando ocultarlo con una sonrisa.
El aire en el vestidor, cargado de la emoción de su reencuentro, cambió abruptamente con la inesperada aparición de la recién llegada. Freen se giró hacia la puerta, y sus ojos se iluminaron al reconocer a la inesperada visita.
—¡Charlotte!—Respondió Freen, con una sonrisa amplia, claramente sorprendida pero genuinamente feliz de verla.—No puedo creerlo, no esperaba verte después de tanto tiempo. ¿Cuántos años han pasado desde la última vez que nos vimos?
Charlotte, una mujer de mirada cálida y porte relajado, sonrió al ver la reacción de Freen.
—¡Saro! No podía perderme tu recital. Sabía que sería increíble, como siempre.
Freen, sin soltar del todo a Rebecca pero aflojando ligeramente el agarre, hizo las presentaciones con un entusiasmo renovado.
—Rebecca, esta es Charlotte, una vieja amiga de la universidad. Estuvimos en la misma clase de danza durante años. Y Charlotte, esta es Rebecca, creo que puedes reconocerla.
Rebecca, siempre la mujer serena y compuesta, extendió la mano con una sonrisa educada.
—Mucho gusto.
Charlotte le estrechó la mano con una sonrisa amistosa, pero sus ojos parecían pasar rápidamente de Freen a Rebecca, notando el aire de intimidad entre ellas.
—El gusto es mío, he escuchado mucho sobre ti. ¿Estás en el ejército, no es así? Creo haberte visto en una nota donde salió el recital que dio Freen hace tiempo.
Freen soltó una pequeña carcajada.
—Ella es la general Armstrong, misma a la cual le dediqué ese recital de la nota, y justamente acaba de regresar de una nueva misión.
El rostro de la mujer palideció con la información.
—¿G-general?
Recibiendo un asentimiento, la pelinegra decidió cambiar la conversación, notando una ligera tensión en los hombros de Rebecca.
—Bueno, no esperaba que te aparecieras por aquí justo ahora. ¡Pero me alegra verte!
Charlotte se acercó un poco más, sin perder el aire jovial.
—¿Recuerdas nuestras noches de práctica antes de las presentaciones? Solíamos quedarnos hasta tarde en la sala de ensayo intentando perfeccionar las coreografías. A veces hasta el amanecer.—Añadió con una risa nostálgica.—Estoy en la ciudad para firmar un contrato con una nueva agencia, pero vi que estaban promocionando tu recital y decidí venir para verte, ha pasado mucho tiempo.
Rebecca, aunque mantenía su expresión neutral y su postura relajada, sintió una pequeña punzada en el pecho. Había escuchado antes algunas historias sobre los días de universidad de Freen, pero la familiaridad en la conversación entre ambas la incomodaba. Era como si Charlotte hubiera abierto una ventana al pasado de Freen, uno en la que ella no había estado presente, y ese pequeño fragmento de vida compartida entre las dos resonaba en su interior.
—Lo recuerdo, solías reprenderme por fallar en los pasos, ¡Pero seguía aprendiendo!—Exclamó, soltando una carcajada.—Me alegra poder verte nuevamente, y me siento halagada con tu presencia, sueles desaparecer por un largo tiempo y apareces cuando menos me lo espero.
—No lo sabíamos, pero esas noches de práctica fueron las mejores. No solo por la danza, sino por la compañía.—Agregó, mirándola con una sonrisa cómplice.—El trabajo consume mucho de mi tiempo, es rara la oportunidad que tengo para salir de la rutina.
Freen asintió, recordando esas épocas con cariño.
—Sí, eran buenos tiempos. Aprendí mucho gracias a ti. También por ello eres una de las mejores bailarinas del país.
Dijo, dándole una pequeña palmada en el brazo. Aunque la interacción entre ellas era inocente, la cercanía de su tono y los recuerdos que compartían no pasaban desapercibidos para Rebecca.
Rebecca, quien seguía escuchando atentamente, asintió con una leve sonrisa, pero por dentro no podía evitar sentirse ligeramente desplazada. Aunque su relación con Freen comenzaba a fortalecerse, había algo en la forma en la que Charlotte hablaba con ella, esa conexión inmediata, que la hacía sentirse ajena a ese momento. Un leve malestar se apoderó de ella, pero lo escondió bajo su habitual compostura.
—Entonces, Charlotte, ¿Sigues bailando? Mencionaste de esta agencia que firmaste.
Preguntó Rebecca, intentando mantenerse en la conversación mientras observaba de reojo cómo la amiga de Freen se relajaba a su lado. La mencionada negó con la cabeza, soltando una risa suave.
—No tanto como antes. La vida me llevó por otros caminos, pero siempre me aseguro de ver a Saro cuando puedo. Es inspiradora, ya sabes. Aunque no la vea tanto como me gustaría, es genial que siempre haya algo de lo que hablar cuando nos encontramos.
—Sí, entiendo. La vida suele llevarnos por caminos distintos.
Respondió Rebecca, manteniendo su voz tranquila, pero sintiendo esa ligera incomodidad crecer. La idea de que Charlotte y Freen compartían un pasado tan cercano era inevitablemente molesto, aunque Rebecca sabía que no había razón lógica para sentirse así. Era un simple reflejo de los celos, pero no dejaría que afectara su comportamiento.
Freen, por su parte, notó que Rebecca había estado en silencio más de lo normal. Giró ligeramente hacia ella, poniendo una mano sobre su brazo como una señal de apoyo, intentando conectar.
—Rebecca, Charlotte fue una de mis primeras amigas en la universidad. Ella siempre me ayudaba a perfeccionar mis coreografías, pero sabes que esos tiempos ya pasaron.
Dijo en un tono suave, intentando aliviar cualquier posible incomodidad. Sus palabras eran simples, pero llevaban implícito un mensaje claro: lo que ella y Rebecca tenían era lo que importaba ahora.
Rebecca le devolvió la mirada, su sonrisa regresando más sincera esta vez.
—Lo sé. Solo estoy impresionada por cuánto has logrado desde entonces.
Charlotte, ajena al pequeño intercambio entre ellas, continuó hablando sobre recuerdos y anécdotas de la universidad, pero Rebecca ya no prestaba tanta atención. Su mirada se enfocaba de vez en cuando en Freen, y aunque el malestar de los celos seguía latente, decidió dejarlo de lado. Sabía que lo que tenía con la bailarina era sólido, y no había razón para dejar que una vieja amistad lo perturbara.
Después de unos minutos de conversación, Charlotte, al notar que tal vez estaba interrumpiendo algo más importante, decidió despedirse.
—Bueno, fue genial verte, Freen. Y Rebecca, fue un placer conocerte. Espero que podamos coincidir de nuevo en alguna otra ocasión.
Dijo, estrechando la mano de Rebecca una vez más, esta vez con un gesto más sincero.
—Claro, igualmente.—
Respondió Rebecca con amabilidad, observando cómo la mujer se alejaba por el pasillo. Tan pronto como la puerta se cerró, Freen volvió a dirigir toda su atención a Rebecca.
—¿Estás bien?
Preguntó, con una sonrisa suave pero genuina, sabiendo que el reencuentro con una vieja amiga, aunque agradable para ella, probablemente había sido algo incómodo para Rebecca.
La general soltó un suspiro ligero, sus hombros relajándose mientras la tensión que había estado conteniendo empezaba a disiparse.
—Sí, estoy bien. Solo me tomó por sorpresa. No esperaba que alguien más apareciera justo en este momento.
Freen se acercó, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Rebecca, y la miró directamente a los ojos.
—Ella es solo una amiga del pasado, Rebecca. Lo que importa es que estás aquí conmigo ahora, y tuvimos muchas semanas sin vernos, deberíamos solamente relajarnos esta noche.
Rebecca le sonrió, sintiendo que sus palabras calmaban cualquier rastro de incomodidad que aún quedaba.
—Tienes razón. Eso es lo único que importa.—Con esa confirmación, ambas volvieron a acercarse, retomando la conexión que habían compartido antes de ser interrumpidas.—¿Tienes alguna sugerencia?
Pensándolo por un momento, la pelinegra asintió, sus ojos brillando ligeramente.
—¿Por qué no vamos a casa y compramos la cena de camino? Solo quiero estar contigo, sin nada extravagante, solamente saber que estamos en el mismo espacio, juntas y sin preocupaciones.
Con un asentimiento, Rebecca tomó su palabra. Si ese era su plan, entonces lo harían de esa manera.
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