Capítulo 14
El sonido de botas resonaba con fuerza en el suelo de la base militar. Rebecca caminaba con paso firme, su rostro endurecido por la concentración y el peso de la misión que estaba a punto de iniciar. Era una operación delicada, una que no podía fallar. Mientras cruzaba el umbral hacia la sala de reuniones, sus superiores ya la esperaban, listos para discutir los últimos detalles.
—General Armstrong.—Saludó uno de los oficiales, entregándole un informe.—Todo está listo. El equipo ya se encuentra en posición.
Rebecca tomó el informe y lo hojeó rápidamente, asegurándose de que no hubiera ningún cabo suelto. Aunque su mente estaba completamente enfocada en la operación, en el fondo, una parte de ella anhelaba que todo terminara pronto. Sus pensamientos automáticamente se desviaban a su vida fuera de la base, a aquellos recuerdos de los cuales se aferraba tan pronto como se encontraba en calma, pero no cedía ante ellos con el pensamiento de que al terminar todo ello, podría regresar a su hogar.
—La misión es crucial. No podemos permitir errores.—La voz de su superior cortó sus pensamientos, devolviéndola a la realidad.—Necesitamos precisión y rapidez.
Rebecca asintió, su rostro volvió a adoptar esa expresión impasible. Sabía lo que estaba en juego. La tensión en la sala era palpable mientras revisaban cada detalle. Los minutos pasaban con rapidez y, pronto, la misión se puso en marcha.
Las luces del helicóptero iluminaron el campo de operaciones. Rebecca estaba lista, su equipo a su lado, completamente sincronizados y preparados para cualquier eventualidad. Mientras descendían, la adrenalina comenzó a bombear más fuerte. Su mente era una máquina en ese momento, cada movimiento calculado con precisión, cada comando ejecutado sin dudar. No podía permitirse pensar en otra cosa más que en la misión.
Los minutos se convirtieron en horas, y la tensión crecía a cada paso. Era una operación difícil, pero Rebecca mantenía el control. En esos momentos, la disciplina y el entrenamiento superaban cualquier sentimiento personal. Sin embargo, en el fondo, sabía que una vez que esto terminara, lo primero que haría sería buscar a Freen.
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El helicóptero descendió lentamente hacia el terreno de la operación. El viento, fuerte y frío, azotaba el rostro de Rebecca mientras observaba las luces de la ciudad al otro lado de la montaña. La noche era oscura, pero la vista desde allí era un recordatorio del mundo que estaba protegiendo, un mundo al que regresaría cuando todo esto terminara. El equipo a su lado estaba en silencio, cada uno enfocado en sus propios pensamientos, revisando mentalmente los detalles de la misión.
Rebecca sostenía su arma con firmeza, los ojos recorriendo el horizonte. Sabía que, una vez que tocaran tierra, no habría margen de error. La operación era delicada, y cualquier paso en falso podría costarles caro. Sus superiores habían sido claros: neutralizar la amenaza sin ser detectados. El enemigo se había infiltrado en las afueras de la ciudad, y su presencia ponía en peligro a la población. La misión de Rebecca y su equipo era asegurarse de que eso no ocurriera.
—Descenso en 10 segundos.
La voz del piloto resonó en sus auriculares, trayéndola de vuelta al momento.
Rebecca respiró hondo, ajustando el casco en su cabeza. Sentía la adrenalina recorrer su cuerpo, preparándose para lo que vendría. Mientras el helicóptero tocaba tierra, la puerta lateral se abrió, y el equipo salió con movimientos rápidos y coordinados. La oscuridad era su aliada, y el silencio de la noche cubría su avance.
—Equipo en posición.
Susurró uno de los soldados a través del micrófono. Rebecca asintió, avanzando entre los árboles que los rodeaban.
El terreno era difícil, pero su entrenamiento le permitía moverse con agilidad. Sabía que el enemigo estaba cerca, y cada paso que daban los acercaba más al corazón de la operación. Mientras se acercaban al perímetro de la base enemiga, el equipo se detuvo. Las luces en la distancia revelaban el campamento de los infiltrados, escondido entre la vegetación.
—Objetivo a la vista.—Confirmó otro soldado.
Rebecca se agachó, observando a través de los binoculares. La base estaba bien protegida, pero su equipo estaba preparado para cualquier eventualidad. Su plan era simple: entrar, neutralizar la amenaza y salir sin dejar rastro. Pero, como bien sabía, incluso los planes mejor trazados podían desmoronarse en cuestión de segundos.
—En posición, general.
Dijo uno de los hombres a su lado. La general sintió cierta expectativa recorriéndolo, pero asintió con calma.
Estaban listos.
Dio la señal y el equipo comenzó a avanzar en formación, sus movimientos silenciosos y precisos. A medida que se acercaban, el sonido de voces distantes llegó a sus oídos. El enemigo estaba confiado, sin sospechar lo que se les venía encima.
Cuando finalmente llegaron a la entrada de la base enemiga, el equipo se dividió. Rebecca lideró un pequeño grupo hacia uno de los flancos, mientras que el resto rodeaba el perímetro. Cada paso era calculado, cada respiración controlada. Se movían como sombras, invisibles en la oscuridad.
Al acercarse al primer guardia, Rebecca hizo una señal con la mano. Uno de los soldados a su lado avanzó con rapidez y, en un movimiento fluido, neutralizó al enemigo antes de que pudiera reaccionar. El cuerpo del guardia cayó suavemente al suelo, y el equipo continuó su avance.
El objetivo estaba cerca, y Rebecca lo sabía. Sus ojos no dejaban de moverse, analizando cada rincón, cada movimiento a su alrededor. La tensión era palpable, pero su mente estaba en calma, enfocada en la misión.
Cuando finalmente llegaron al corazón de la base, todo ocurrió en cuestión de segundos. Los disparos resonaron en la noche, rompiendo el silencio. El equipo de Rebecca se movió con precisión, desmantelando la operación enemiga en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de la resistencia, el enemigo no estaba preparado para la velocidad y eficiencia del equipo. Rebecca lideraba con firmeza, dando órdenes claras mientras se aseguraban de que no quedara ninguna amenaza.
Después de lo que pareció una eternidad, la misión había terminado. Los cuerpos enemigos yacían en el suelo, y el campamento estaba completamente asegurado. Rebecca respiró hondo, permitiéndose unos segundos de alivio antes de dar la orden de retirada.
—Misión completada.—Informó a través del micrófono mientras el equipo regresaba al punto de extracción.
El helicóptero los recogió poco después, y el rugido de las hélices fue un recordatorio de que habían logrado su objetivo. A pesar del éxito, Rebecca no podía dejar de pensar en otra cosa: en Freen, esperando en casa. Sabía que su trabajo era importante, pero en ese momento, lo único que deseaba era regresar a su lado.
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Mientras tanto, en su estudio, Freen estaba inmersa en la preparación de su recital. Las notas del piano resonaban suavemente en el ambiente, pero su mente no estaba del todo presente. Los días habían pasado lentamente desde que Rebecca partió en su misión, y la sensación de vacío no la abandonaba. Aunque sabía que Rebecca estaba bien entrenada y que era más que capaz de completar su misión, la incertidumbre la consumía.
Cada día, Freen intentaba mantenerse ocupada. Los ensayos eran largos y agotadores, pero incluso así, no lograba desconectar sus pensamientos. Se preguntaba si Rebecca estaría bien, si estaría a salvo, si la misión habría terminado. Cada vez que el teléfono sonaba, su corazón se aceleraba, esperando ver el nombre de Rebecca en la pantalla. Pero con cada mensaje sin respuesta, su ansiedad aumentaba.
—Concéntrate, Freen.
Se dijo a sí misma, presionando las teclas con más fuerza de la necesaria. El recital estaba a la vuelta de la esquina y quería que fuera perfecto.
Sabía que Rebecca estaría allí, si todo salía bien, y quería impresionarla. Pero con cada día que pasaba sin noticias, le costaba más enfocarse en la música.
Los días se convirtieron en semanas, y aunque Freen continuaba con sus ensayos y sus compromisos, una parte de ella estaba siempre en espera. Había hablado con Rebecca solo un par de veces desde que se fue, y aunque las llamadas eran breves, cada una de ellas era un pequeño consuelo. Sabía que no debía preocuparse tanto, pero no podía evitarlo. El distanciamiento le pesaba más de lo que quería admitir.
Por su parte, Rebecca también sentía el peso de la distancia. Aunque la misión había terminado, aún quedaba trabajo por hacer en la base, y no podía regresar de inmediato. Pasaba los días ocupada con informes y reuniones, pero en los momentos de soledad, su mente volvía a Freen.
A veces, después de un día largo y agotador, se sentaba en su habitación, mirando la pantalla del teléfono, queriendo llamarla pero sin saber qué decir. No quería que Freen la viera como alguien débil o vulnerable, pero la verdad era que la extrañaba más de lo que podía soportar.
Una noche, después de varios días sin contacto, Rebecca se sentó en su cama y tomó el teléfono. Dudó por un momento, pero finalmente decidió escribirle a Freen.
"¿Cómo va todo? Pude tener algo de tranquilidad para mandarte mensaje."
El mensaje era simple, pero contenía todo lo que no podía decir en voz alta. Minutos después, la respuesta de Freen llegó, y una sonrisa se dibujó en el rostro de Rebecca al leerla.
"Estoy bien, ¿Cómo va todo por allá? Te extraño. Espero verte pronto."
Ambas sabían que el distanciamiento no era algo que pudieran evitar, pero esos pequeños momentos de conexión les daban la fuerza para seguir adelante. Aunque las semanas pasaban lentamente, sabían que pronto estarían juntos de nuevo.
"Estoy bien. La misión ha terminado. También te extraño."
Después de enviar el mensaje, Rebecca se permitió relajarse por primera vez en días. La tensión que había acumulado durante la misión comenzaba a desaparecer, y solo quedaba el deseo de ver a Freen. Sabía que aún quedaban días antes de que pudiera regresar a casa, pero ese pequeño intercambio de palabras fue suficiente para calmar la ansiedad.
Mientras caminaba hacia los barracones, la noche se instalaba en el cielo. La base, normalmente llena de actividad, ahora estaba en silencio, lo que hacía que la soledad fuera aún más palpable. Pero a pesar de esa sensación de vacío, sabía que en algún lugar, Freen también estaba pensando en ella, esperando el momento en que pudieran reencontrarse.
A medida que los días pasaban, ambas, Rebecca y Freen, seguían con sus vidas, separadas por la distancia pero unidas por la promesa de volver a verse. Freen, concentrada en su recital, encontraba en la música una forma de soportar la espera, mientras que Rebecca, agotada pero satisfecha por el éxito de su misión, contaba los días para regresar a su lado.
Sabían que el tiempo no las separaba, sino que fortalecía su deseo de estar juntas, y aunque el distanciamiento era difícil, ambas estaban dispuestas a enfrentarlo con la esperanza de un futuro compartido.
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