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Capítulo 13

Freen revisaba los documentos sobre la nueva coreografía que estaba diseñando para su próximo recital. Era una oportunidad importante, un evento en el que había trabajado durante meses y que finalmente estaba tomando forma. Mientras tanto, Rebecca se encontraba a kilómetros de distancia, inmersa en las responsabilidades de la base militar, donde nuevas decisiones la mantenían ocupada día y noche. Ambas vivían una realidad cada vez más marcada por sus respectivos mundos profesionales, y aunque su relación había florecido, el peso del trabajo comenzaba a sentirse.

Después de aquel día perfecto que pasaron juntas, parecía que todo estaba en calma entre la general y la profesora. Las sonrisas compartidas y los momentos de cercanía habían reforzado su relación, haciéndola más fuerte de lo que cualquiera de las dos hubiera imaginado. Sin embargo, con el pasar de los días, la realidad comenzó a hacerse presente.

Las obligaciones de la general en la base aumentaron considerablemente, llamándola de vuelta con una urgencia que no podía ignorar. Lo que comenzó como una ausencia temporal se transformó en varios días de silencio, donde los mensajes y llamadas se fueron volviendo esporádicos, casi inexistentes. Sarocha intentaba entender, consciente de la gran responsabilidad que pesaba sobre Rebecca, pero no podía evitar sentir cómo la distancia comenzaba a abrir una grieta entre ellas.

La profesora no era ajena a las largas horas y la dedicación que la general debía otorgar a su puesto, pero la falta de comunicación la hacía cuestionarse si realmente estaban tan alineadas como había sentido aquel día. A medida que los días avanzaban, esa duda comenzó a crecer, transformando lo que antes era tranquilidad en una preocupación constante. ¿Cómo se encontraba ella? ¿Cómo iba su trabajo? No sabía que tan grave era el asunto en la base, sin embargo no podía dejar a un lado la incertidumbre del momento.

Una tarde, después de un día agotador en la academia, Freen se sentó en el sofá de su estudio, mirando el reloj, esperando una llamada que no llegaba. Habían pasado varios días sin escuchar la voz de Rebecca. Sabía que la base requería toda su atención, pero la distancia comenzaba a sentirse más profunda.

Esa misma noche, la general, exhausta, caminaba por el frío pasillo de la base. Los días se hacían cada vez más largos, y aunque siempre había puesto su deber por encima de todo, por primera vez comenzaba a sentir que algo le faltaba. Cada vez que pensaba en Freen, sentía una punzada de culpa por no poder estar más presente. Sin embargo, no había tiempo para el remordimiento. Las reuniones estratégicas y decisiones importantes seguían acumulándose.

Finalmente, una noche, Rebecca encontró un breve momento para llamar a Freen. Escuchar su voz la llenó de alivio, pero también de preocupación.

—Te he echado de menos.—Dijo Freen suavemente desde el otro lado del teléfono.—¿Cómo estás? ¿Todo está bien en la base?

—Lo siento, Saro. He estado atrapada aquí, las cosas se están complicando en la base y no he podido salir. Te prometo que...—La general dudó un momento antes de continuar.—Que en cuanto tenga tiempo, te veré.

—Lo entiendo, Rebecca.—Respondió la pelinegra con una sonrisa que ocultaba la inquietud que comenzaba a sentir con la situación.—Solo quería saber si estabas bien. Sé que tu trabajo es importante, y que también se trataba de algo serio cuando te llamaron de emergencia, solo ten cuidado, ¿Sí? Sabes que estaré esperando aquí por ti.

El silencio se instaló entre ambas, ninguna quería mostrar la tensión que sentía. Para Rebecca, la culpa aumentaba, y para Freen, la incertidumbre comenzaba a pesar más.

Días después, la general recibió una noticia que la llenó de preocupación. Una misión inesperada requeriría que se ausentara por un período más largo de lo planeado. Su pecho se apretó al pensar en cómo esto afectaría su relación con Freen. Sabía que no podía fallar en su trabajo, pero tampoco quería fallar como pareja.

Decidida a no dejar que el trabajo fuera la única prioridad, Rebecca se tomó un momento para escribirle a Freen y proponerle verse antes de su partida.

Cuando finalmente lograron reunirse en la cafetería que tanto les gustaba, Freen notó la tensión en los ojos de la general. La conocía lo suficiente como para saber que algo más estaba sucediendo.

—¿Qué ocurre?

Cuestionó mientras revolvía el té que se encontraba frente suyo. Becky dejó escapar un suspiro pesado, mirando a Freen con una mezcla de frustración y culpa.

—Me han asignado una nueva misión, y tendré que estar fuera más tiempo del que esperaba.—Dijo lentamente.—Sé que no he estado mucho por aquí últimamente, y me duele. Pero no quiero que sientas que esto significa que no te doy importancia.

Freen dejó la cucharilla sobre el plato y la miró en silencio por un momento, formulando las palabras adecuadas para expresarse. Sabía que el trabajo de Rebecca siempre sería una prioridad, pero también entendía que una relación significaba compromiso mutuo.

—Rebecca, sé lo importante que es tu trabajo, y no estoy aquí para pedirte que lo dejes todo por mí. Solo necesito saber que, incluso con la distancia, sigo siendo importante para ti, que realmente nos veas juntas en esto.

Dijo, su voz suave pero firme. La general extendió su mano y tomó la de Freen.

—Siempre lo eres, Saro. Nunca lo dudes. Pero esta situación... a veces me pregunto si podré equilibrar todo. No quiero perderte, pero tampoco quiero fallar en mi deber.

La pelinegra sonrió, apretando su mano.

—No tienes que elegir entre las dos cosas. Solo tenemos que aprender a adaptarnos, como lo hacemos con nuestras profesiones. Yo también estoy lidiando con mucho en la academia, y entiendo cómo se siente estar dividido. Pero estamos en esto juntas, ¿Recuerdas? Cuando te digo en cada llamada y mensaje que estaré esperándote, lo digo en serio. Siempre me tendrás aquí, lo tienes que recordar.

La comprensión mutua entre ellas fue un bálsamo para ambas. Sabían que sus vidas profesionales siempre estarían allí, pero también sabían que podían apoyarse la una a la otra en esos momentos de conflicto.

—Gracias por entenderlo.

Murmuró Rebecca, sintiendo como un peso menos se removía de sus hombros, dejándolo respirar mejor.

—Siempre lo haré.—Respondió Freen, sonriendo.—Ahora, ¿Cuándo será esa misión? Quiero aprovechar el tiempo que tengamos antes de que te vayas.

Ambas se quedaron en silencio, pero la sensación de paz que compartían era palpable. Sabían que la distancia no sería fácil, pero también sabían que podrían enfrentarlo, como siempre lo habían hecho. Mientras se miraban a los ojos, una promesa no dicha se formaba: aunque sus trabajos a veces las mantuvieran alejadas, su relación era lo suficientemente fuerte para resistir cualquier reto.

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El sol brillaba a través de las cortinas, filtrando suaves haces de luz en la habitación donde Rebecca y Freen descansaban después de haber pasado el día anterior juntas en la cafetería. La atmósfera estaba impregnada de una tranquilidad apacible, esa calma que solo se siente cuando las obligaciones están en pausa, cuando no hay prisa por despedirse. Era un día especial: Rebecca tenía su primer día libre en semanas.

Se estiró en la cama, sintiendo el peso de la tensión acumulada desaparecer momentáneamente, mientras sus pensamientos flotaban hacia Freen, quien se encontraba en la cocina preparando café. Era un gesto pequeño, pero que representaba la calidez que habían compartido en esos días previos, sin interrupciones ni la sombra de la base militar sobre ellas.

Al salir por el pasillo en dirección a la cocina, la encontró apoyada en la encimera, con una leve sonrisa en los labios, al ver que Rebecca se acercaba.

—Buenos días.—Murmuró mientras servía las tazas de café.

—Buenos días.

Respondió Rebecca, acercándose para robarle un beso en la frente, un gesto cariñoso que ya se había vuelto habitual entre ellas.

El día parecía perfecto. Sin presiones, sin llamadas de la base, solo ellas dos disfrutando de pequeños momentos. Salieron a caminar, exploraron una librería cercana, e incluso Freen la llevó a su cafetería favorita, la que había abierto hace algunos meses. Todo parecía fluir con naturalidad, como si este fuera el curso que sus vidas deberían haber tomado desde siempre.

Sin embargo, a lo largo del día, había una pequeña sombra de incertidumbre en Rebecca. Sabía que este día libre era solo una pausa, y que pronto tendría que regresar a la base, donde lo esperaban nuevas responsabilidades que le exigirían cada vez más tiempo. El distanciamiento era inevitable, y aunque lo sabía, no podía evitar que la culpa se apoderara de ella.

Por la tarde, mientras compartían una cena sencilla en casa, Freen se dio cuenta del silencio de Rebecca.

—¿Todo está bien?—Preguntó con suavidad, sus ojos buscando los de Rebecca.

Rebecca asintió, pero su mirada delataba algo más. Finalmente, decidió ser honesta.

—Sí, solo es por mañana... Tengo que volver a la base, pero estaré fuera de comunicación.—Tomando un sorbo de su bebida, bajó la mirada.—No sé cuánto tiempo estaré ausente, Freen.

Admitió, su voz cargada de un peso que no había sentido antes. La profesora la miró, sus ojos suavizándose ante la confesión.

No se sorprendió, pues sabía que la vida de Rebecca era exigente. Pero el pensamiento de no verla por días o semanas hizo que su corazón se encogiera un poco. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por la tristeza, Freen extendió su mano y la colocó sobre la de Rebecca.

—No voy a pretender que será fácil, pero lo entiendo. Es parte de tu vida, de lo que haces. Y yo estaré aquí cuando regreses.—Respondió con una leve sonrisa.—Solo recuerda avisarme que estás bien cuando tengas tiempo, sé que no será todos los días, pero solo quiero saber que te encuentras bien, es lo que más te pido.

—Está bien, puedo hacer eso.

Asintió, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios. Pasaron la noche en compañía mutua, compartiendo conversaciones ligeras, risas y algunos momentos de reflexión en silencio.

La calma del día les ofreció un respiro necesario antes de que las responsabilidades las separaran nuevamente. A pesar de que el distanciamiento estaba a la vuelta de la esquina, ambas se sentían más cercanas que nunca.

Rebecca la observaba mientras se acurrucaban en el sofá, notando la serenidad en su rostro. Se sentía afortunada por tenerla, y aunque la vida les presentaría desafíos, en ese momento solo importaba lo que sentían la una por la otra.

La noche terminó con un abrazo prolongado, un último recuerdo de un día perfecto, antes de que la rutina las obligara a separarse.

Al día siguiente, cuando el reloj marcó la hora de la partida, Rebecca se detuvo en la puerta, mirando a Freen una vez más.

—Nos vemos pronto, ¿Sí?

Dijo con una sonrisa, aunque en el fondo sabía que las responsabilidades la absorberían de nuevo.

—Te esperaré.

Respondió Freen, devolviéndole la sonrisa, aunque con una mezcla de tristeza y determinación en los ojos.

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