Capítulo 08
El sol se estaba poniendo, pintando el cielo con tonos cálidos de anaranjado y rosa, cuando Rebecca llegó a la puerta del departamento de Freen. Se había preparado meticulosamente para esta cita, eligiendo un elegante traje oscuro que contrastaba con el tono más casual del de Sarocha. Se sentía una mezcla de nervios y emoción en el aire, como si cada instante de la noche pudiera convertirse en un recuerdo especial.
Después del beso que compartieron, la general no podía dejar de pensar en que debía de actuar de acuerdo con la situación. Por ello, tan pronto como el día siguiente llegó y sus pensamientos se encontraban claros, había decidido visitar a la profesora en su estudio y pedirle una cita directamente, una digna para que pudieran conocerse más y encontrar el rumbo en que podría ir su relación. Sarocha no dudó en aceptar, dispuesta a descubrir hasta donde estaba dispuesta a llegar la castaña con todo eso.
La pelinegra abrió la puerta con una sonrisa radiante, vestida con una blusa blanca y pantalones oscuros que resaltaban su gracia natural. Sus ojos se encontraron y la conexión instantánea entre ellas hizo que el tiempo pareciera detenerse por un momento.
—Hola, General. --Saludó, molestando a la contraria por el apodo.
—Buenas tardes, profesora. -- Contraatacando a su saludo, devolvió con un gesto sonriente.—¿Estás lista para partir?
—Jamás estuve tan lista como el día de hoy.
Acomodando un abrigo largo sobre su brazo, y una cartera en su mano libre, salió del departamento con un aura deslumbrante. Rebecca la guió hasta su automóvil, abriendo la puerta para él antes de encaminarse al lado del piloto.
Después de alistarse, acompañadas de música de la radio y una trivial conversación en el interior del auto, ambas se dirigieron a un restaurante acogedor, conocido por su ambiente romántico y su comida exquisita.
El restaurante estaba iluminado suavemente por velas y luces tenues, creando un ambiente íntimo. La mesa reservada para ellas estaba en un rincón apartado, con vistas a un pequeño jardín iluminado por luces de hadas. La suave música de fondo y el aroma a comida deliciosa completaban la atmósfera perfecta para una velada especial.
Rebecca y Freen tomaron sus respectivos asientos, y la conversación fluyó de manera natural tan pronto como ordenaron su comida, como si ya se conocieran desde hace mucho tiempo. Compartieron historias sobre sus vidas, sus pasiones y sus sueños, encontrando una profunda conexión en cada palabra intercambiada. Rebecca se maravillaba de la facilidad con la que Sarocha podía hablar de sus sentimientos y de su arte, mientras Sarocha estaba fascinada por las historias de Becky y su dedicación a su trabajo.
La cena fue un festín para los sentidos. Freen eligió sus platos favoritos y la castaña, atenta a cada detalle, se aseguró de que la pelinegra tuviera una experiencia inolvidable. Compartieron risas y miradas cómplices mientras disfrutaban de cada bocado, y el tiempo parecía volar mientras estaban en esa burbuja de felicidad.
—Sabes, me acuerdo de una vez en la que estaba en medio de una misión bastante complicada. Estábamos en una zona remota y tuvimos que hacer un despliegue rápido. Todo parecía estar yendo mal: el clima no cooperaba, el equipo estaba exhausto, y además, una de las radios dejó de funcionar justo cuando más la necesitábamos. Fue una de esas noches en las que parece que todo conspira en tu contra.
Relató la castaña, recordando rápidamente la situación que había enfrentado. Freen, con una expresión curiosa, quiso saber más.
—¿Cómo lo resolviste? Suena muy complicado de enfrentarlo.
—Bueno, fue una combinación de suerte y trabajo en equipo. A pesar de los problemas, logramos improvisar con el equipo de comunicación que teníamos a mano y utilizamos señales manuales para mantenernos en contacto. Finalmente, todo salió bien, pero la mejor parte de la noche fue cuando uno de mis compañeros, que solía ser un chef aficionado, decidió preparar una comida improvisada con las raciones que teníamos. Fue increíble, algo que definitivamente no esperaba en medio de todo ese caos.—Tomando un sorbo de su copa, prosiguió.—Siento que fue suerte e instinto hablando, a pesar de estar cansados, cuando vimos algo de esperanza, fue cuando todos volvimos a hacer lo que mejor sabemos, y con ello me refiero a la parte de cocinar y recuperar fuerzas.
—Eso es fascinante y memorable, lo que cuenta de esas situaciones es saber cómo las afronta uno y con quiénes.—Dejando sus cubiertos sobre la mesa, sonrió.—Mi experiencia en el escenario también tiene algo de caos, pero es diferente. Una vez, durante un ensayo crucial para una presentación importante, el sistema de sonido falló justo cuando estábamos a punto de hacer una parte clave de la coreografía. Nos quedamos sin música y tuvimos que improvisar. Todos los bailarines se miraron entre sí, y en lugar de detenernos, comenzamos a contar el ritmo en voz alta y a seguir adelante sin música.
—¿Cómo resultó? Creo que eso suena como una escena de una película, y todo resultó bien con ello.
La pelinegra soltó una carcajada, asintiendo.
—Tienes razón, pero sorprendentemente, salió muy bien. La audiencia estaba tan cautivada por la energía del momento que no notaron la falta de música. Fue una de esas veces en las que te das cuenta de cuánto puedes lograr cuando confías en tu instinto y en el equipo que tienes a tu lado. Al final, el recital fue un éxito, y todos nos reímos de lo absurdo que había sido improvisar en el último minuto. También nos dimos cuenta que solo fue un pequeño error que se corrigió rápido, así que pudimos evitar esa pena, pero decidimos continuar.
—Parece que, aunque nuestras profesiones sean muy diferentes, ambas hemos tenido que enfrentar situaciones inesperadas y aprender a adaptarnos. Es genial escuchar cómo encontraste una solución creativa en tu momento de crisis.
—Definitivamente. Creo que esas experiencias nos enseñan a mantener la calma y a encontrar la belleza incluso en el caos. Y escuchar tus historias me hace admirar aún más el trabajo que haces. Las situaciones inesperadas pueden ser difíciles, pero también son las que a menudo nos enseñan las lecciones más valiosas.
Tras la cena, la castaña propuso dar un paseo por el jardín del restaurante. La noche estaba fresca, y la luna llena iluminaba el paisaje de manera mágica. Caminaban juntas, hombro con hombro, admirando el entorno y disfrutando de la compañía de la otra. La conversación continuó, pero ahora había un toque de serenidad y tranquilidad en el aire, amplificado por la belleza del lugar.
Finalmente, se detuvieron frente a un pequeño estanque con nenúfares. Freen se inclinó hacia el borde para observar el agua, y Rebecca, siguiendo su ejemplo, se acercó lentamente. La tranquilidad del lugar y el suave murmullo del agua crearon un ambiente perfecto para un momento íntimo.
—Sabes.—Comenzó la pelinegra, su voz suave y contemplativa.—He estado esperando este momento desde que te conocí. No sabía que mi vida cambiaría tanto en tan poco tiempo.
Rebecca se volvió hacia ella, sus ojos reflejando la luz de la luna.
—Yo también he sentido lo mismo. Este tiempo contigo ha sido... increíble.
Freen se giró hacia Rebecca, buscando en sus ojos la misma profundidad de sentimientos que ella sentía. Sin una palabra más, Becky tomó la mano de la pelinegra, entrelazando sus dedos. La conexión entre ellas era palpable, y Freen, sintiendo el calor en su mano, no pudo evitar sonreír.
La general se inclinó hacia adelante, y Sarocha respondió con la misma inclinación. El beso fue lento y profundo, lleno de ternura y emoción. La suave presión de los labios de Rebecca sobre los de Freen transmitía todo el amor y la devoción que sentía por ella. La brisa nocturna acariciaba sus rostros, haciendo que el momento fuera aún más mágico.
Cuando finalmente se separaron, compartieron una expresión de felicidad pura.
—No puedo imaginar estar en un lugar más perfecto en este momento.
La castaña sonrió, sintiendo una profunda satisfacción en su corazón.
—Estoy de acuerdo. Esta noche ha sido más de lo que podría haber imaginado, y me alegra profundamente que sea de esa manera.
Después del paseo, Rebecca llevó a Freen a su departamento tan pronto como sintieron que se hacía demasiado tarde. Con un trayecto corto para su gusto, pero acompañándolo hasta su puerta, mientras subían las escaleras, Freen se tomó un momento para detenerse y mirar a Rebecca. La confianza y el cariño en sus ojos eran evidentes, y la general sintió una oleada de emoción.
—Gracias por una noche tan maravillosa, Rebecca.
Agradeció con una sonrisa, antes de abrir la puerta de su apartamento.
—Gracias a ti por compartirla conmigo.
Respondió, tomando la mano de la profesora con una sonrisa cálida.
Se despidieron con una última mirada, rozando sus manos de nuevo. Freen entró en su departamento, y Rebecca se alejó con el corazón lleno de alegría y esperanza por el futuro que se abría ante ellas. Ambas sabían que esta noche había sido solo el comienzo de una historia hermosa que estaban ansiosas por explorar juntas, porque no estaban dispuestas a dejarlo en una sola cita, planeaban compartir tantos momentos juntas como fuera posible.
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