Capítulo 05
La profesora Sarocha despertó esa mañana con una mezcla de nerviosismo y emoción. Su mejor amigo, siendo médico en la base militar donde trabajaba la general Armstrong, la había invitado a pasar el día con él en su trabajo. Era una oportunidad perfecta para conocer mejor el mundo en el que Rebecca se desenvolvía y entender más a la mujer que había capturado su corazón.
Después de una tranquila mañana en el estudio de ballet, Sarocha se dirigió hacia la base. Al llegar, Heng la recibió con una cálida sonrisa y un abrazo.
—¡Freenky! Me da gusto verte por aquí, te esperaba más tarde.—Comentó, envolviendo un brazo alrededor de los hombros de la pelinegra.
—Fue una práctica rápida, pero debo de admitir que sí llegué antes de tiempo.—Con un leve rubor, aclaró su garganta.
—De todas maneras, me alegra tanto que hayas venido, Freen. Te mostraré todo lo que puedas ver en un día aquí.—Murmuró Heng, guiándola hacia la enfermería.
Sarocha observaba con curiosidad mientras Heng le explicaba su trabajo, atendiendo a los soldados y asegurándose de que todos estuvieran en buen estado de salud. Aunque el ambiente era muy diferente al de su estudio de ballet, había una similaridad en la dedicación y el cuidado que Heng mostraba hacia sus pacientes.
Sabía que su lugar era tan importante como el resto de los puestos desempeñados en toda la base, también de la clase de peligros que existían por el simple hecho de ejercer su profesión. Freen siempre se enteraba cuando Heng tenía que salir con alguna de las escuadras, pidiendo que regresara a salvo y que ayudara tanto como fuera posible. Su admiración por el mayor era grande, de solo imaginarlo salvando vidas y traer de regreso a esos soldados vivos le causaba un revoloteo, tener una vida en sus manos lo podría aterrar, pero a su amigo le apasionaba poder ayudar tanto como fuera posible.
—¿Cómo está la general Armstrong?
Cuestionó Freen mientras caminaban por el pasillo, observando todo a su alrededor con curiosidad. Heng sonrió, notando el interés en la voz de su amiga.
—Está bien, como siempre. Es una líder increíble, y sus hombres la respetan mucho. Estoy seguro de que te impresionará verla en su elemento.
—Apuesto a que es increíble en su labor, no tengo dudas de ello.
Justo en ese momento, un grupo de soldados pasó corriendo por el pasillo, dirigiéndose hacia el campo de entrenamiento. Heng miró su reloj y asintió.
—Parece que están terminando su entrenamiento matutino. Vamos, te llevaré a ver, creo que te interesará verlo.
Freen siguió a su amigo hasta el campo de entrenamiento, donde la general Armstrong estaba en medio de un grupo de soldados, dando instrucciones claras y precisas. Su presencia era imponente, y su voz resonaba con autoridad y confianza. La pelinegra se quedó observando, impresionada por la manera en la que Rebecca se desenvolvía, liderando con una mezcla de firmeza y apoyo. Los hombres a su alrededor parecían tener su completa atención puesta en ella, asintiendo y afirmando cada una de las oraciones que la castaña daba, las voces alzándose al unísono.
Becky, sin darse cuenta de que Sarocha estaba allí, continuó supervisando el entrenamiento hasta que finalmente dio por concluida la sesión. Los soldados se dispersaron, algunos dirigiéndose hacia la enfermería para chequeos de rutina. Rebecca se quedó atrás, revisando algunos informes cuando levantó la vista y vio a Sarocha. Freen se sintió atrapada por un momento, pero con un leve empuje de Heng, se encaminó en dirección a la General, bajo la mirada atenta de la misma.
La sorpresa y la alegría se reflejaron en su rostro.
—Sarocha, ¿Qué haces aquí?
Cuestionó, caminando hacia ella. La pelinegra sonrió, sintiendo una calidez en su pecho.
—Heng me invitó a pasar el día aquí, tenía curiosidad en la forma en que se desenvuelve el interior de la base.
Rebecca miró al médico con curiosidad, sorprendida por la conexión
—No sabía que ustedes dos se conocen.
Heng sonrió y asintió.
—Somos amigos desde hace años, suelo visitarla en sus recitales cuando tengo tiempo libre.
Con un asentimiento, la general volvió su atención a la profesora.
—Bienvenida a la base, sé que no puede ser tan pintoresco como tu estudio o un teatro, pero también puedes ver la disciplina aquí.
—De hecho, es impresionante. Gracias por la bienvenida, es un lugar particularmente interesante.
Sonrió, girando su rostro para seguir observando lo que la rodeaba.
—Logramos ver el final del entrenamiento, Freen quedó impresionada.
Codeando el costado de la pelinegra, comprendió el significado detrás de sus palabras.
—Estoy impresionada, General Armstrong. Es increíble lo que hace. Puedo ver por qué sus hombres la respetan tanto.
A Rebecca no le pareció tanta formalidad, ¿Dónde había quedado la confianza planteada en la cafetería? Deseaba cuestionarla, pero tampoco lo creía correcto teniendo a su médico de la base tan cerca de ellas. Alejando sus pensamientos, sintió un calor en su corazón al escuchar esas palabras.
—Gracias, Sarocha. Significa mucho para mí que estés aquí y que puedas ver esta parte de mi vida.
Heng sintió que detrás de toda la palabrería, había un significado oculto, pero no cuestionó nada por el momento, ya tendría tiempo para después. Decidido, interrumpió suavemente.
—Bueno, tengo que volver a la enfermería. Las dejo para que puedan pasar tiempo juntas. Freen, si necesitas algo, estaré en mi oficina, sabes dónde encontrarme.
Con eso, el mayor se retiró, dejando a Rebecca y Freen solas. Cuando el silencio pareció gobernar, la castaña actuó por inercia y tomó la mano de la profesora, guiándola hacia una pequeña área de descanso cercana. Freen tardó en comprender el cambio de atmósfera, pero su corazón latió desbocado al percatarse de la soledad en el lugar, pasando una mano por su cuello tratando de disimular el sonrojo que quería avecinarse en su rostro.
—¿Cómo te sientes estando aquí?
Preguntó Rebecca, genuinamente interesada. Sarocha miró a su alrededor, tomando un momento para responder.
—Es diferente a todo lo que estoy acostumbrada, pero me alegra haber venido. Puedo entenderte mejor y ver cómo te desenvuelves, fue deslumbrante ver como todos te tienen respeto y hacen lo que ordenes, es una imagen que no puedo describir lo suficientemente bien.
—¿Te apetece seguir conociendo la base? ¿El médico Asavarid terminó de darte el recorrido?
Negó.
—Solo conocí los alrededores de la enfermería, cuando veníamos a la explanada fue cuando se percató que tu entrenamiento terminó, así que no pude ver más.
Percatándose del cambio en la manera a que se refería a él, una pequeña sonrisa surgió en las esquinas de sus labios.
—Allá me trataste de manera diferente, pensé que habíamos dejado las formalidades a un lado.
—No sé de qué manera hablarte mientras estés en tu traje, en la cafetería no estabas en servicio, pero aquí estás en tu ambiente. Además, estaba Heng y no sabía si era correcto llamarte por tu nombre estando él presente.
Confesó, jugando con sus manos en un acto de nerviosismo.
No la mal entiendan, estaba disfrutando de ver a la General y conversar, pero tampoco podía negar que su aura la estaba intimidando un tanto. Se sentía diferente tratarla fuera de la base a estarla viendo dentro de su labor, casi quería dar una reverencia completa y pedirle permiso para hablar con ella.
—Está bien, no fui lo suficientemente clara la última vez en que podrías llamarme por mi nombre, independientemente si estoy en servicio o no. Pero si te sientes cómoda llamándome de tal manera, hazlo, no me molesta a cómo te refieras a mí.—Alzando su mano en dirección a la salida del área de descanso, preguntó.—¿Quisieras que te diera el resto del recorrido? Puede que te interesen varios lugares que hay en la base, prometo que será interesante.
Con una sonrisa, asintió.
—Me encantaría seguir con el recorrido.
Pasaron el resto del día juntas, Rebecca le mostró diferentes aspectos de la base y compartió historias de su tiempo en el ejército. Con cada momento, se acercaban más, entendiendo y apreciando las diferencias y similitudes en sus vidas.
Al final del día, mientras el sol comenzaba a ponerse, Freen y Becky se encontraron de nuevo en el campo de entrenamiento, ahora vacío y tranquilo. La general miró a Freen, y fue en ese momento en que comprendió la magnitud de sus sentimientos. No solo se trataba de mostrarle su trabajo, sino hacerla parte de su vida, un pensamiento que se aferró a su mente cada que miraba a su dirección.
Con esa idea, se quedaron allí, disfrutando del silencio y la compañía de la otra, sabiendo que este era solo el comienzo de un viaje lleno de amor y descubrimientos compartidos.
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