Capítulo 03
La general Armstrong y la profesora Sarocha caminaron juntas hacia el pequeño café, la conversación fluyendo de manera natural y cómoda. La noche era tranquila, y las calles estaban iluminadas por las luces cálidas de la ciudad. Ambas mujeres se sentían aliviadas de poder hablar sin las formalidades y las expectativas de sus respectivos roles.
Sin embargo, justo cuando estaban a unos pasos del café, el teléfono de Rebecca sonó insistentemente. Era una llamada urgente de la base. Una situación crítica había surgido y necesitaban su presencia inmediata. Con el corazón apesadumbrado, la general explicó la situación a Freen, lamentando tener que interrumpir su primer encuentro.
—Lo siento mucho, Freen. Tengo que irme en este momento.—Murmuró la castaña con una voz cargada de frustración y pesar.
Freen, aunque visiblemente decepcionada, asintió comprensivamente.
—Lo entiendo. El deber es importante. Podemos posponer esto para una ocasión más oportuna.
Rebecca le agradeció y se dirigió rápidamente a la base, dejando a la pelinegra con una sensación de vacío y curiosidad insatisfecha. La profesora regresó a su hogar, pensando en el encuentro truncado y en la mujer que había comenzado a despertar su interés sin siquiera notarlo.
Días después, la general no podía dejar de pensar en la profesora. La sensación de haber dejado algo incompleto la perseguía constantemente. Decidida a enmendar la situación, se dirigió al estudio de ballet de Sarocha con un ramo de flores y una disculpa sincera en mente. Ni siquiera se había preocupado por despedirse al salir de la base, demasiado centrada en llegar a tiempo al estudio y poder encontrarse con Freen, eso era en lo único en que su mente se podía enfocar.
El estudio estaba lleno de vida. Los estudiantes practicaban sus movimientos, sus cuerpos fluyendo con gracia bajo la dirección atenta de Sarocha. Rebecca esperó pacientemente hasta que la clase terminó, observando con admiración la pasión y dedicación que la pelinegra mostraba en su enseñanza.
Cuando los estudiantes comenzaron a dispersarse, Rebecca se acercó con el corazón latiendo con fuerza.
—Profesora Sarocha.—Llamó suavemente.
Freen se giró y, al reconocer a la general, una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro.
—General Armstrong, no esperaba verla aquí.
La castaña levantó el ramo de flores con una expresión de genuino arrepentimiento.
—Vine a disculparme por nuestra última cita truncada. Fue algo que no pude evitar, pero realmente quiero compensarlo. ¿Podríamos tomar ese café ahora?
La profesora fingió pensarlo por un momento, sus ojos brillando con diversión mientras meditaba su respuesta.
—Hmm, no estoy segura... Tengo que programar las clases de mañana, no son fáciles de elaborar.
Obteniendo una expresión mortificada de la general, Freen soltó un suspiro sin evitar prolongar la incertidumbre de la contraria. Además, ¿Por cuánto tiempo podría molestar a una soldado? No creía que fuera por mucho tiempo, o siquiera una buena idea, no cuando su propio corazón estaba queriendo cumplir con su salida.
—Pero puedo planificarlas más tarde, tal vez pueda permitirme ir a tomar ese café.
Rebecca sonrió, relajándose un poco ante la broma.
—Si realmente estoy quitando de tu tiempo, podríamos aplazarlo hasta encontrar el momento adecuado.
La contraria rio suavemente y tomó las flores.
—Está bien, General. Acepto su disculpa y su invitación. Vamos a tomar ese café.
Freen recogió sus pertenencias sin poder ocultar la sonrisa en su rostro, colgando su mochila sobre su hombro y sosteniendo las flores contra su pecho, se acercó hasta la general para apagar las luces del estudio con el interruptor a un costado suyo, invitándola a salir del lugar.
—Antes de dirigirnos hacia el café, considero que es necesario aclarar algo.—La voz de la castaña la alertó, prestando atención a sus palabras.
—Claro, ¿Pasa algo?—Cerrando la puerta del estudio con seguro, guardó las llaves en su bolsillo.
—Dejemos las formalidades a un lado, estoy fuera de servicio así que no hay por qué referirte a mí de una manera tal como lo haces al llamarme General, ¿Por qué no nos limitamos a llamarnos por nuestros nombres?
Sugirió con cierto tono de duda, disimulando lo mejor posible. Parpadeando, asintió ante su petición.
—Está bien, entonces dejaré de llamarte General.
Mostrando una pequeña sonrisa que recién surcaba sus labios, caminaron juntas hacia el café, esta vez sin interrupciones. La atmósfera era ligera y amistosa, y ambas se sintieron más relajadas a medida que hablaban. Rebecca habló de su vida fuera del ejército, de sus intereses personales y de los momentos tranquilos que atesoraba. Freen, a su vez, compartió historias de su juventud, de cómo había descubierto su amor por la danza y los desafíos que había enfrentado para convertirse en profesora.
A medida que la conversación avanzaba, Freen se dio cuenta de que Rebecca no era solo la imponente general que había conocido en el teatro. Era una mujer con sueños, temores y deseos, alguien que anhelaba conexión y comprensión tanto como cualquier otra persona.
—Es fascinante.—Murmuró la profesora, apoyando la barbilla en su mano mientras miraba a Rebecca.—Pensé que solo conocía una faceta de ti, pero eres mucho más que la general que comanda respeto y autoridad.
Rebecca sonrió, sintiendo una calidez en su corazón.
—Y tú eres más que una profesora de ballet talentosa. Eres alguien que puede ver más allá de las apariencias y encontrar lo que realmente importa.
—Considero que somos personas extraordinarias, pero en ámbitos distintos.—Tomando un sorbo de su café, sonrió con satisfacción.—Mientras a ti se te da el liderazgo en el campo, a mí se me da el liderazgo dirigiendo un recital, una danza, tenemos en común los temas de liderazgo y coordinación a mi parecer.
Pensando su perspectiva, asintió en acuerdo.
—Pueden ser tan parecidos y diferentes a la vez.
—Ese es el encanto de la vida, muchas cosas son tan parecidas por dentro, pero por fuera parecen ser todo lo contrario. Es algo extraño si lo piensas a detalle, pero también si lo comparas es lo que hace único a cada cosa que nos rodea.
—A decir verdad, no esperé tener una conversación profunda sobre la vida y las cosas, no puedo evitar pensar en que es sorprendente el rumbo de la charla.—Confesó, tamborileando los dedos sobre la superficie de la mesa.
Ambas mujeres se dieron cuenta de que, a pesar de sus diferencias, compartían una conexión profunda y sincera. La noche continuó con risas y conversaciones, y para cuando se despidieron, sintieron que habían dado un paso significativo en su forma de verse.
Por ello, tan pronto como la pelinegra volvió a casa aquella noche, no dudó en buscar entre sus contactos el nombre de su amigo, marcando rápidamente su número sin importar la hora.
—¿Bueno?
La voz al otro lado de la línea debió de ser razón suficiente para colgar y pensar en resolver sus dudas al día siguiente con un horario razonable, pero sus dudas no la dejarían dormir.
—Heng, ¿Cómo estás?
Cuestionó en un tono casual, caminando a lo largo de su habitación.
—Dios, Freen, ¿Te das cuenta de la hora qué es? Deberías de estar durmiendo.
El comentario no pareció importarle, decidiendo cuestionarlo directamente.
—¿Qué tanto conoces o sabes de la general Armstrong?
—¿Qué?
—Sí, ya sabes, ¿Qué tanto sabes de ella? ¿Cómo es con su escuadra, con sus hombres? ¿Cómo es su comportamiento en la base? Trabajaste a su lado, ¿No?
Cuando dejó de hablar, se percató de la inactividad del otro lado de la línea, despegando el celular de su oreja solo para comprobar como la llamada había sido colgada. Antes de poder siquiera quejarse, un mensaje entró, su amigo le decía que tenía demasiado sueño como para hablar de la general, pero que estaba dispuesto a contestar todas sus preguntas al día siguiente en una hora razonable.
Sonriendo ante ello, contestó con una afirmación antes de desplomarse sobre su cama, releyendo el mensaje mientras sentía un vuelco en su corazón.
¿Qué era lo que le pasaba? Esa no parecía ella, pero tampoco le desagradaba. Ahora no solo tenía la emoción atrayente por parte de la danza y de sus alumnos, sino que había una nueva fuente de energía que le daba esperanza a su rutinaria vida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro