Capítulo 27
Maraton 6/?
Las puertas del edificio se abren con suavidad y Aaron entra con el coche y lo aparca con rapidez y precisión. No tarda ni un segundo en recogerme al lado de la portezuela y en arrastrarme a través del vestíbulo hacia el ascensor.
—Buenas noches,Robert—digo mientras Aaron me hace pasar por delante de su puesto a toda velocidad y me mete en el ascensor.
-¿Tienes prisa?-Le dije riendome
—Sí —me contesta con decisión mientras introduce el código. Las puertas del ascensor se cierran y me empuja con suavidad contra la pared de espejos.
-¡Me debes un polvo de disculpa! —ruge, y me ataca la boca.
¿Qué coño es un polvo de disculpa y por qué le debo uno? Puedo hacer una lista tan larga como mi brazo de todas las disculpas que me debe él a mí. No se me ocurre nada por lo que deba disculparme yo.
—¿Qué es un polvo de disculpa? —jadeo cuando me coloca la rodilla entre los muslos y acerca la boca a mi oído.
—Tiene que ver con tu boca.
Tiemblo cuando se aparta de mí y me deja hecha un saco de hormonas, jadeante y apoyada contra la pared para poder mantenerme en pie.
Retrocede hasta que su espalda choca contra la pared opuesta del ascensor. Me observa con atención bajo los párpados pesados de sus ojos,se quita la camiseta y empieza a desabrocharse los botones de la bragueta de los vaqueros. Entreabro la boca para que me entre aire en los pulmones y espero instrucciones. Soy una muñeca de trapo temblorosa.
Él es la perfección hecha persona con sus marcados músculos que se tensan y relajan con cada movimiento.
Los vaqueros se abren y revelan su vello. Su erección cae sobre la palma de la mano que la estaba esperando. No lleva bóxeres. No hay barreras. Lo miro a los ojos, pero él tiene la vista baja; se está contemplando a sí mismo Mi mirada sigue a la suya y veo que dedica caricias largas y lentas a su excitación; la respiración se le va agitando más con cada una de ellas.
Verlo tocarse me provoca un cosquilleo en la entrepierna y mi temperatura corporal se eleva. Ay, Dios, es más que perfecto. Le recorro el cuerpo con la mirada y encuentro la imagen más erótica que haya visto jamás. Tiene los músculos del abdomen tensos, los ojos llenos de lujuria y el labio inferior carnoso, entreabierto y húmedo. Ahora me está mirando,observándome atentamente desde el otro lado del ascensor.
—Ven aquí. —Su voz es grave y su mirada misteriosa. Me acerco lentamente a él—. De rodillas. —Estabilizo la respiración y, poco a poco,me arrodillo en el suelo delante de él. Le paso las manos por la parte delantera de las caderas sin que nuestras miradas se separen. Me contempla sin dejar de acariciarse despacio. Este hombre que se masturba erguido ante mí me tiene completamente fascinada. Usa la mano libre para acariciarme el rostro mientras jadea un poco. Me da unos golpecitos en la mejilla con el dedo corazón—. Abre —ordena. Separo los labios y traslado las manos a la parte de atrás de sus piernas para agarrarme a sus muslos.
Él me roza un lado de la cara en señal de aprobación y se coloca delante de mis labios—. Te la vas a meter hasta el fondo y me voy a correr en tu boca.
—Me pasa la punta húmeda por el labio inferior y me apresuro a lamer con la lengua la perla de semen cremoso que se le escapa—. Y tú te lo vas atragar.
El estómago me da un vuelco y la respiración se me queda atrapada en la garganta cuando se acerca y se introduce despacio en mi boca. Lo veo cerrar los ojos; aprieta la mandíbula con tanta fuerza que creo que va a estallarle una vena de la sien. Lo agarro con decisión de la parte de atrás de los muslos y tiro de él hacia mí.
—Jooooder —gruñe con los dientes apretados. Sigue teniendo una mano en la base, y eso evita que me la pueda meter entera. Me pone la otra en la nunca y se tensa. Respira con dificultad. Noto la presión que se aplica en la base, sin duda para evitar correrse de inmediato.
Momentos después, ha recuperado la compostura y retira la mano de la base, despacio, para colocarla en mi nuca junto a la otra. Suelta unas cuantas bocanadas de aire. Se está preparando mentalmente. Más me vale esmerarme.
Deslizo la boca hacia la punta y, con malicia, llevo una mano hasta la parte delantera de su muslo, se la meto entre las piernas y se la coloco bajo los huevos. Me sujeta la cabeza con más fuerza y lanza una letanía al techo. Le tiemblan las caderas. Le está costando mantener el control.
Con delicadeza, recorro con la punta del dedo, arriba y abajo, la costura de su escroto. Los ligamentos del cuello se le tensan al máximo. Lo estoy disfrutando. Está indefenso, vulnerable, y yo tengo el control. A pesar de sus exigencias iniciales, que si arrodíllate, que si abre la boca, está totalmente a mi merced.
Es un buen cambio, y no se me pasa por alto el hecho de que quiero complacerlo.
Soy vagamente consciente de que se abren las puertas del ascensor,pero decido ignorarlas. Estoy absorta en lo que le estoy haciendo. Traslado la mano a la base del pene, se lo sujeto con firmeza y le paso la lengua por la punta para terminar con un beso suave al final. Veo que baja la cabeza en busca de mis ojos.
Cuando los encuentra, empieza a dibujar círculos en mi pelo con las manos mientras yo se la lamo entera prestando especial atención a la parte de abajo y disfrutando enormemente cuando palpita varias veces y él deja escapar pequeños chorros de aire entre los dientes.
Me observa sin querer cerrar los ojos y decidido a ver lo que le estoy haciendo. Yo sigo recorriéndola arriba y abajo, presionando la punta de la lengua contra su hendidura cuando llego a la gruesa cabeza. Me lanza una de sus sonrisas arrebatadoras, pero se la borro de la cara y lo dejo sin aliento cuando vuelvo a ponerle la mano en la cara posterior del muslo y a empujarlo hacia mi boca.
—¡Jesús, Kate! —ladra.
Me roza el velo del paladar y tengo que esforzarme para no vomitar a causa de la invasión. Parece tan gruesa en mi boca... Inicio la retirada, pero ahora es él quien me deja sin aliento al embestirme y dejarme sin respiración. Me enreda los dedos en el pelo cuando la saca lentamente y vuelve a meterla soltando un largo gemido de puro placer.
Adiós a mis ilusiones de llevar la voz cantante.
Sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Una vez más, él tiene el poder.
—Joder,Kate. Tienes una boca increíble. —Vuelve a embestirme mientras me sujeta con sus fuertes manos y me acaricia el pelo con calma al mismo tiempo.
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