6. De aquí, para allá
¡Davis! ¿cómo están esos ojos igual a un par de safiros bañados en oro? Espero que hermosos como siempre.
Bueno ya estamos en verano y no, aún nos quedan algunos días en la universidad, pero pronto saldré para...
¿Salir a beber? O ¿Ir de fiesta con Paul? Aún no lo tengo claro, han pasado muchas cosas, y no solo hablo de los deberes de la carrera, también de lo que me ha sucedido contigo.
He investigando un poco sobre la diversidad sexual, ya que mi atracción por tí se ha incrementado considerablemente, hay muchos nombres que no había oído en mis veintidós años de vida, yo solo pensé que eran los gays, las chicas estas que se gustan y la persona que no le importa si es hombre o mujer, pero al ver el listado en la pantalla de mi computadora me quedé con una mezcla de asombro e ingenuidad.
¿No binario? ¿Queen? ¿Pansexual? ¿Acaso hay gente que les atraen los panes de forma sexual?
Todos y cada uno tenían una bandera y descripción (historia y esas cosas) incluso ví que la homosexualidad existía desde hace mucho, según lo que leí desde A. C. (Antes de Cristo) Solo que no tenía un nombre.
Bueno dejando aparte de todo eso que averigüe; te encontré hace unos meses ya (es que no te hablé en noviembre así que son unos tres...¿cinco? Bueno no sé, lo que sea) en fin, en aquel momento me pediste que fuera contigo a un sitio, eso fue después de que saliera de mi prueba de química, saliéramos, tú también estabas y pues si cuando llegamos al lugar yo me quede tipo: “¿No joda, un burdel de prostitutas bailando en tubo?” la emoción que sentí al ser invitado por ti fue inmensa, pero al entrar al local, se esfumaron, como cuando le mienten a un niño para ponerle una inyección.
Incluso me recomendaste a la mejor bailarina para una demostración privada, sin embargo no me sentí tan complacido con su baile, aunque lo hacía bien y sus curvas eran muy notables, pero no me dió una erección, ni nada por el estilo con ella, fue como si estuviera en un carnaval y ella fuera parte de el.
Duramos mucho allí y después nos fuimos a un bar o temática de conejitas, en donde las mujeres usaban una especie de uniformes de falda corta, muy corta con una cola blanca y un sostén negro, con un par de orejitas en su cabeza; empezaste a ordenar cervezas y al irnos a otro lugar ni siquiera me dejaste pagar, decías una y otra vez:
“Yo invito”.
Al final de la noche tomamos un taxi que nos llevó a casa y en el trayecto tú no dejabas de pronunciar el nombre de “Alejandro”.
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