¡Hola hermoso Davis! Ya estamos en el mes nueve de lo que va de año, ¡Ya cumpliste tus veintidós años! Estás más viejo que yo, pero eso no importa sigues igual de atractivo.

El día de tu cumpleaños solo estuvimos tu y yo, te entregué el reloj con tonos verdes que compre con Gerard y te gustó me diste un abrazo y nos fuimos a comprar un pastel, ese día fue la primera vez que visité tu casa, es amplia y algo... Desordenada incluso más que la mía, pero es normal, los estudiantes de medicina apenas tenemos tiempo para comer en horario de clases. En fin, después de comer el postre debido a al celebración, bebimos un poco de alcohol y me dijiste cosas, cosas que rompieron mis ilusiones contigo, fue triste escucharte nombrarlo de nuevo; Alejandro. ¿Qué te hizo ese hombre para que aún estés suspirando por él? Tus ojos deprimidos y tu voz apagada eran de una persona dejada por su amor.

Despecho.

Eso era justo lo que tenías y querías estar junto a mi por ello; eso es lo que pienso ¿Será cierto que utilizas mi amistad para ello?

En el proceso de tus lamentos, dijiste: “Besame ya no quiero llorar, Alejandro”.

Lo confirme, no fueron suposiciones mías, ni rumores que tanto decían las mujeres que estaban flechas por tí, te gustan los hombres, y estás sufriendo por uno como si te hubieran arrancado una extremidad.

Lo único que hice para confirmar aquello fue preguntar: ¿Eres homosexual?

Respondiste con un: “Acaso no vez que si poste de luz, amo los penes ¿algún problema?” con la botella del vino en la mano, recostado en su sofá.

Antes de irme de tu apartamento, limpié un poco y te puse una manta; en el camino de regreso llamé a Gerard, estaba impotente y debido a eso me lo folle tantas veces, que al levantarme solo oí sus sonidos de dolor.

Ahora ya sé que no te intereso como hombre, solo como amigo, un amigo para descargar tu corazón roto.

¿Y el mío que estaba lleno de ilusiones, ahora quién lo consuela?