Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

capítulo dieciocho | ★

Oí el grito y azucé a mi montura mientras mi acompañante dejaba escapar una maldición ahogada antes de obligar a su propio caballo a tratar de alcanzarme. Mis ojos no tardaron en toparse con una sombra cayendo desde una de las ramas de los árboles, a unos metros de distancia; clavé mis talones en los flancos del animal, sintiendo cómo cada segundo que transcurría creaba una brecha insalvable entre la persona que se había precipitado de una de las ramas hacia el vacío.

Solté las riendas, presioné mis muslos para mantener mi sujeción en la silla y alargué mis brazos todo lo que pude. Escuché a mi compañero decir algo que se perdió en el viento mientras el cuerpo —que era una chica con una maraña de cabello rojo, descubrí en ese instante— encajaba con brutalidad en el espacio y mis manos lograban aferrarla de las capas de su vestido para sostenerla.

La fuerza del impacto me descompensó, haciendo que resbalara por el lateral de la silla y, con la chica todavía en brazos, cayera del caballo. El impacto contra el suelo, sintiendo el cuerpo de ella sobre mí, rebotando contra mi propio pecho, me dejó sin aliento; el aire se escapó de mis labios como un jadeo ahogado.

La vista pareció nublárseme unos segundos mientras mis ojos se quedaban clavados en la tupida capa de hojas entrelazadas que había sobre nuestras cabezas. Casi de manera lejana me pareció escuchar a la joven aspirar una gran bocanada de aire; la presión de su cuerpo sobre el mío hizo que el dolor por la caída quedara levemente sustituido por un nada desagradable cosquilleo que fue extendiéndose con lentitud por mis extremidades.

Mis dedos seguían aferrados a la tela de su vestido, pero por mucho que les diera la orden de que se soltaran... No parecían encontrarse muy cooperativos.

Levanté un poco el cuello, topándome con aquella maraña de mechones rojizos y su coronilla.

—Los Santos han resultado tener un retorcido modo de enviar señales —comenté, sin poderlo evitar.

Vi a mi compañero lanzarme una fulminante mirada por encima de la cabeza de la chica que acababa de salvar. En su mano sostenía las riendas de mi propia montura, que piafaba con visible impaciencia; su rostro estaba pálido por la impresión de lo sucedido sus labios fruncidos parecían contener a duras penas todo lo que le gustaría gritarme de no tener público delante.

La joven alzó la cabeza de golpe al escuchar mi jocoso comentario, haciendo que el estómago me diera un vuelco y que sus ojos de color azul —pero no un azul normal, su tonalidad era vibrante— se clavaran en mi rostro. Noté una débil llamarada de calor en mis mejillas ante la intensidad de aquella mirada.

Una mirada que no me resultaba en absoluto desconocida.

Malysheva Vavilova.

El tiempo pareció ralentizar su curso mientras nuestras miradas seguían conectadas, sin que ninguno de los dos moviera ni un solo músculo. Aquel cosquilleo que había sentido extendiéndose por todo mi cuerpo se transformó en algo distinto, una extraña electricidad que erizó mi piel...

—¡En nombre de todos los Santos, ¿estáis bien?! —el momento se rompió en el mismo instante en que aquella exclamación resonó a poca distancia de donde nos encontrábamos tendidos en la hojarasca del suelo del bosquecillo.

Malysheva dejó escapar un respingo de sorpresa y la sensación que había recorrido mi cuerpo pareció evaporarse, dejando en su lugar un rastro de tensión e incomodidad.

—Vova... —gruñí entre dientes.

Pero mi primo hizo caso omiso a la advertencia implícita que le había lanzado y no tardó en alcanzarnos. Se pasó una mano por su cabello, nervioso, antes de llegar a la conclusión de que el primer paso era quitarme de encima a Malysheva; extendió los brazos con cautela para ayudar a la joven a incorporarse, haciendo desaparecer su peso sobre mi cuerpo.

Ella parecía seguir todavía en estado de shock, aturdida por cómo se habían desenvuelto los acontecimientos desde que cayera de la rama de aquel árbol que teníamos a nuestra espalda; no se resistió —me pregunté si sabría siquiera quién era el joven que estaba ayudándole— cuando Vova hizo que se pusiera en pie, brindándome algo de espacio para poder comprobar si estaba entero.

Malysheva apartó su mirada y dejó que sus ojos azules recorrieran a mi primo, que continuaba sosteniéndola. Aguardé hasta que el reconocimiento —y todo lo que vendría después— iluminara su vista, pero la chica continuó contemplando a mi primo —al Dragmar— con un leve brillo de recelo.

Una vez Vova estuvo completamente seguro de que Malysheva no había sufrido ningún daño, la dejó junto a nuestros caballos y se inclinó para repetir el mismo procedimiento... pero conmigo. Acepté la ayuda que me brindaba, tomando su mano y todo mi cuerpo sufrió una sacudida cuando tiró de mí con firmeza, haciendo que mis pies tuvieran que soportar de nuevo todo mi peso.

Malysheva, saliendo poco a poco de su estupor, empezó a retorcerse las faldas entre sus puños. Su mirada se tiñó de horror cuando nuestros ojos se cruzaron a través de la poca distancia que nos separaba; me fijé en cómo sus nudillos empalidecieron a causa de la fuerza con la que sostuvo la tela hasta que una auténtica mueca de pavor retorció sus facciones.

Algo iba mal.

Ella abrió y cerró la boca varias veces, incapaz de mediar palabra. Un segundo después se dobló en una pronunciada —y, a todas luces, dolorosa— reverencia a unos pocos pasos de mí; el cabello le cayó como una cortina a ambos lados de su rostro, ocultándome su expresión. Vova la observó tan aturdido como me sentía yo ante aquella reacción por su parte.

—Por favor, Alteza —me suplicó—. Perdonad mi torpeza.

Mi primo y yo nos miramos mientras Malysheva continuaba deshaciéndose en disculpas por lo sucedido, dejándome atisbar un leve timbre de temor en su voz. Un ligero temblor que delataba el pánico que sentía la joven; un sentimiento que no me resultaba del todo desconocido.

No en aquella situación, después de que cayera a plomo sobre mí mientras intentaba impedir que se estrellara contra el suelo.

No siendo quiénes éramos Vova y yo.

—... estaba oteando el palacio desde aquella rama cuando creí ver a algui... algo —estaba diciendo Malysheva, corrigiéndose un instante después—. Cuando quise darme cuenta, mi pie se encontraba en el vacío y ya no tenía nada de lo que aferrarme.

Vova permanecía mudo de la impresión, de ver a aquella joven sin apenas dar señales de saber su identidad y disculpándose profusamente frente a mí, movida por el temor de que haberme caído a plomo encima podría desencadenar consecuencias fatales para ella. Incluso para su familia.

—Os ruego que lo sucedido no salga... no salga de aquí —Vova cada vez parecía más y más intrigado por aquella joven que no había dado muestras de reconocerle—. Y os estaré agradecida eternamente por haber impedido que yo... —se irguió de golpe, con los ojos completamente abiertos y asustados—. ¿Os encontráis bien, Velikiy Knjaz? ¿No estáis herido a causa de la caída...?

Decidí poner fin a su diatriba nerviosa en aquel instante, compadeciéndome de ella. Recordé nuestro primer encuentro, en aquella ostentosa jugada que hizo el padre de Viktoriya; aquella noche también se había mostrado algo inquieta por mi presencia, reconociéndome desde el primer momento. Sin embargo, la ignorancia que estaba mostrando con Vova parecía ser sincera.

Esbocé una sonrisa con la que pretendía relajarla, hacerle saber que podía tranquilizarse; que no iba a pasarle nada.

—No os preocupéis por mí —le dije, empleando un tono conciliador— y tampoco lo hagáis por este pequeño... accidente; lo único que tendré al final del día serán un par de moratones nuevos, nada más —el rostro de Malysheva pareció ponerse un poco más pálido—. Ni Vova ni yo diremos una sola palabra al respecto —prometí.

Vi la duda planear unos instantes sobre sus ojos de color azul mientras nos calibraba a mi primo y a mí. Su expresión no delataba que hubiera caído en la cuenta de ante quién se encontraba todavía, pero yo no quise sacarla de su ignorancia; Vova tampoco parecía guardar intenciones de compartir con ella su verdadera identidad, limitándose a lanzarme una mirada llena de advertencias.

—Os doy mi palabra de que no hablaremos con nadie de lo sucedido —le aseguró Vova a Malysheva.

Ella no pareció muy convencida, ya que entrecerró los ojos con sospecha y continuó evaluando a mi primo en silencio.

—Quizá sería buena idea marcharnos ahora mismo —agregó Vova, apartando la mirada—. Antes de que alguien pueda descubrirnos y empezar a hacer preguntas.

Los caballos piafaron, recordándonos su presencia... y la visible impaciencia que sentían por ponerse en movimiento de nuevo. Vova y yo habíamos salido aquella mañana a recorrer los terrenos de palacio —el único lugar donde mi primo podía moverse sin vigilancia— y a competir con nuestras monturas; nuestra pequeña escapada nos había retrasado ligeramente de las obligaciones que muy amablemente su padre le había encargado de refrescarle mediante una escueta nota donde le escribía una hora y un lugar.

Donde mi tía estaría esperándole junto a un nutrido grupo de jovencitas ansiosas por conocerle al fin de una manera mucho más personal.

Me aclaré la garganta.

—No podría estar más de acuerdo, Vova —coincidí con mi primo y luego clavé mis ojos en Malysheva—. ¿Nos permitiríais que os escoltáramos hasta palacio?

* * *

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro