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Epílogo

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RAÍCES DE ESPERANZA

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Un año después.


                    Después de haber pasado los últimos meses en Londres, y tras haber soportado el frío invierno de esa época del año, el calor seco de las Islas Blancas se sentía extraño para Nya; pero, a pesar de la incomodidad inicial, lo recibía con los brazos abiertos.

          Habían llegado a la isla Mercentum. Su lugar de origen.

          Cuando dejó atrás Tasmennul hace casi dos años, junto a alguien que terminaría siendo vital en su vida, jamás pensó que volvería a pisar estas islas norteamericanas. Pero allí estaba, descendiendo del barco, con Newt a su lado y su inseparable maleta. Esta vez, Nya también traía la suya.

          Podía recordar a la perfección esa sensación de expectativa atravesando su cuerpo, ese impulso incontrolable que le hacía desear que el dorado de sus iris se mostrara. Exactamente como sucedió la primera vez que llegó a estas tierras. Ahora, le resultaba increíble sentirse segura y convencida de que, al final, todo estaría bien.

          El pueblo que se extendía frente a ellos también le traía a Nya recuerdos de su primera llegada. Aunque técnicamente era la segunda vez —dado que había nacido en Mercentum— no pudo evitar notar las similitudes entre la arquitectura de este lugar y las otras islas como Amennor y Tasmennul.

          Le sorprendía la sensación de familiaridad que sentía con la tierra, su tierra. Y aceptaba aquella conexión con agrado.

          Ser quien era, una hija de la naturaleza, no hacía su existencia más irreal de lo que en algún momento llegó a creer. Seguía siendo Nya VanderWaal y tenía toda una vida por delante para descubrir y valorar todo lo que tenía y lo que deseaba.

          Sintiendo un leve apretón en la mano que tenía entrelazada con la de Newt, una sonrisa iluminó el rostro de la pareja.

          Esta era su nueva oportunidad de vida. Juntos, comenzarían de cero, construyendo algo que les perteneciera por completo, algo que compartirían y amarían. No había mejor lugar para ello que el centro principal de criaturas fantásticas, donde Newt podría continuar su investigación para su libro, y Nya, lista para dejar que sus instintos aportaran a la experiencia y conexión con la naturaleza, podría cuidarlas y proporcionarles un ambiente sano y protegido, junto al magizoólogo.

          Sus orígenes eran diferentes, pero se complementaban de una manera que hacía pensar que el destino había tenido esto planeado desde el principio. Aunque Nya no solía creer en esas cosas, la idea de que los caminos de ambos se hubieran cruzado de manera casi inevitable, para llegar hasta ese punto, le resultaba reconfortante.

          —¿Estás lista para conocer tu nuevo hogar? —preguntó Newt, mientras ambos caminaban por las calles del pueblo costero.

          —El viejo y el nuevo —respondió Nya, riendo.

          —Aunque será mejor primero descargar el equipaje y asegurarnos de que esto no se salga de control —comentó Newt con diversión, alzando su maleta café.

          —Pronto encontraremos el lugar perfecto para todos ellos —prometió la mujer.

          —En realidad... ya lo tenemos —añadió Newt, apenas conteniendo su emoción.

          —¿De qué estás hablando? —preguntó Nya, mirándolo con confusión.

          Sin pronunciar una sola palabra ni soltar la mano de su pareja, Newt aumentó un poco el ritmo mientras avanzaba por las animadas calles del pueblo. Se movía en línea recta, decidido, sin detenerse ni mirar atrás. Nya lo seguía de cerca, sintiendo cómo la emoción de él se contagiaba en sus venas, haciendo que su corazón latiera más rápido, cargado de expectativas. Nada parecía capaz de interrumpir el buen ánimo de ambos, ni siquiera cuando las casas comenzaron a escasear y los campos abiertos y deshabitados los rodearon.

          No fue hasta que avistaron a unos metros una acogedora cabaña en medio de un terreno fértil que Nya sintió que podría hacerse ilusiones. Era difícil resistirse a la tentación de soñar; ni siquiera se esforzaba por controlar su sonrisa, a pesar de que comenzaba a sentir sus mejillas entumecidas por la alegría.

          Cuando estuvieron a pocos pasos de la entrada, el mago se detuvo, dejando su maleta sobre el suelo e hizo lo mismo con la de Nya. Con las manos libres, Newt se colocó frente a ella. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos brillaban, comunicándole miles de palabras y emociones que Nya había aprendido a interpretar con el tiempo.

          El magizoólogo parecía tener algo importante que decir.

          —Sé que hablamos de construir nuestro hogar con nuestras propias manos, pero tienes que admitir que nuestros planes se han alterado un poco en los últimos tres meses —comenzó a decir, su voz llena de cariño.

          —Igualmente, podría haber ayudado —le recordó Nya, levantando una ceja y provocando que un aro de magia dorada danzara en una de sus manos.

          —Quería que tuviéramos algo listo para nuestro hijo o hija cuando llegara —admitió, sonriendo mientras posaba una mano en el vientre levemente abultado de la mujer.

          —No importa el lugar, Newt. Ni siquiera su estado —replicó Nya, colocando su mano izquierda sobre la de él, el anillo plateado de compromiso brillando a la luz del sol—. Tú eres nuestro hogar, y donde quiera que estés, nosotros también estaremos.

          —Te amo tanto, Nya VanderWaal —susurró Newt, acercándose a ella y besando sus labios con suavidad.

          No era justo. No podía ser justo que cada vez que lo besaba, sintiera esa descarga eléctrica recorrer su columna vertebral y asentarse en su corazón, acelerando sus latidos. Si eso era lo que significaba el amor y la felicidad, no deseaba cambiarlo por nada en el mundo. Estaba segura de que viviría esa experiencia una y otra vez, con tal de estar a su lado, de compartir todo con él, de formar una familia juntos. Todo.

          —Pronto seré Nya Scamander —recordó, mostrando el anillo.

          Aquello hizo que una sonrisa iluminara el rostro del mago, quien tomó su mano y depositó un suave beso sobre la plata del accesorio.

          —Bienvenida a tu nuevo hogar, cariño.


༼꧁༺ᴥ༻꧂༽


          —Estarán bien, así que puedes dejar de preocuparte —intentó tranquilizarla Newt.

          —No lo sé, Newt... esos escarbatos me causan demasiados dolores de cabeza con sus travesuras —suspiró Nya, entrelazando su brazo con el de su prometido.

          —Esperemos que, una vez les muestres tus ojos dorados, dejen de lado todas las demás travesuras.

          Nya resopló. —Si vuelvo a encontrar más joyas, o lo que sea, que no nos pertenezca... ni quiero imaginar cómo les hablaré.

          —Tal vez necesiten que su mamá les dé una buena reprimenda —bromeó el mago, para luego besar la mejilla de Nya.

          —Porque el papá los consiente demasiado —replicó ella con una sonrisa.

          Había pasado una semana desde que se habían instalado en Mercentum, en su acogedora cabaña. Gracias a la magia de Newt, su hogar contaba con un hechizo de expansión que les permitía tener espacio de sobra para las criaturas que lo necesitaran. El terreno también estaba cerca de las montañas, donde ambos sospechaban que Nya había nacido; sin embargo, debido a la condición de la mujer, aún no habían emprendido el viaje hacia allí.

          La señal de que estaban en el lugar correcto era la gran cantidad de animales fantásticos que llegaban a su jardín, atraídos por el aura protectora y mágica del Pájaro Azul.

          El libro de Newt avanzaba a buen ritmo, con la principal intención de enseñar a sus colegas magos que las vidas de esos animales debían ser protegidas y comprendidas, en lugar de ser prohibidas o exterminadas. Ambos se apoyaban y ayudaban mutuamente en sus vocaciones; aunque a veces surgían pequeñas discusiones, hasta el momento todo fluía en un ambiente ameno y positivo.

          Ahora caminaban por las calles principales del pueblo, dirigiéndose a un encantador restaurante para cenar, donde planeaban reunirse con Michael Wysman, quien acababa de llegar a la isla. El auror había acordado visitarlos una semana después, deseando conocer el lugar de nacimiento de su sobrina y su nuevo hogar.

          El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de hermosos tonos anaranjados. Algunos establecimientos estaban cerrando, pero aún había varias personas paseando por las calles.

          Mientras pasaban frente a una galería, Nya se detuvo al captar una imagen a través del ventanal.

          Por un momento, sintió que el corazón se le detenía.

          Frente a ella se desplegaba un paisaje de una isla, pero lo que realmente le llamó la atención fue la imagen de un pájaro azul. El ave tenía las alas extendidas, sus ojos eran dorados y su figura estaba rodeada por un aura brillante y dorada. Se parecía mucho a su propia forma fantástica.

          No quería asustarse ni sacar conclusiones precipitadas, pero casi podía jurar que de alguna manera se estaba viendo reflejada en aquel cuadro.

          —No sé si mis ojos me engañan, pero... ¿esa eres tú? —preguntó Newt a su lado, su tono de voz revelando que se sentía igual de asombrado que ella.

          —No lo sé... debería ser imposible, ¿verdad?

          El magizoólogo se encogió de hombros.

          —¿Te parece si entramos? —preguntó, nervioso.

►          Recibiendo el visto bueno de su prometida, Newt y Nya decidieron cruzar la puerta que daba acceso a la galería. En cuanto entraron, una explosión de colores se desplegó ante sus ojos. El lugar estaba repleto de pinturas, cada una más vibrante que la anterior, retratando paisajes fantásticos poblados por criaturas aún más asombrosas. Las obras variaban en tamaño y capturaban una amplia gama de tonos y escenarios con un exquisito y minucioso detalle.

          El movimiento de ese arte los envolvió como un abrazo, ya que se alejaba por completo de los estilos sombríos y pesimistas que predominaban en la época, influenciados por la guerra mundial. Era un gran cambio entrar en ese espacio, que rebosaba de vibras animadas y coloridas. Sin embargo, ni Nya ni Newt podían concentrarse en ello, pues las imágenes ante ellos parecían tan reales que casi podían tocarlas; porque eran reales en el Mundo Mágico.

          ¿Sería posible que el artista fuera un mago o una bruja?

          —¿En qué puedo ayudarles? —preguntó una mujer con un acento diferente al americano, que se encontraba a sus espaldas.

          Si antes Nya había sentido que su corazón se detenía, ahora no tenía la menor duda de que en verdad sucedía.

          Tomando una profunda bocanada de aire, ella y Newt se dieron la vuelta para encontrarse con una mujer. Unos ojos pardos los saludaron con amabilidad, observándolos con curiosidad.

          Era Isabel Beauson.

          Su cabello estaba mucho más largo que la última vez que Nya la había visto. Su piel lucía más bronceada y vibrante, bastante viva, al igual que el resto de ella. En su despedida, Isabel había estado recién salida de cirugía, pero ahora era la misma y, al mismo tiempo, alguien diferente. La reconocía a la perfección y se sentía demasiado nerviosa como para dirigirse a ella en ese instante.

          Nunca creyó que la volvería a ver en realidad.

          Nunca imaginó que tendría la oportunidad de reencontrarse con su mejor amiga.

          —Son unas pinturas preciosas —logró murmurar Nya.

          —Muchas gracias —respondió Isabel con una sonrisa—. ¿Hay alguna que les llame la atención en particular?

          —Quisiera preguntarle, si me lo permite, señorita...

          —Isabel Beauson.

          —Isabel —repitió Nya, esforzándose por contener su amplia sonrisa y las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos—. ¿De dónde sacó todas estas ideas para plasmarlas?

          La francesa se cruzó de brazos y se mostró pensativa por un momento. Luego, su mirada se posó en un cuadro en particular, y se acercó a él para apreciarlo durante unos segundos. Newt y Nya esperaban expectantes la respuesta de la artista.

          —No estoy segura —respondió la mujer con sinceridad—. Pero estas imágenes me visitan a menudo en mis sueños. No sé si las inventé o si son... alguna especie de recuerdo —concluyó, riendo un poco y luego negó con la cabeza.

          Al escuchar esas palabras, Nya sintió cómo la nostalgia la invadía.

          Sí, eran recuerdos, pero no podían decírselo.

          —Son muy buenas —halagó Newt, inclinando la cabeza.

          —Muchas gracias, señor.

          —Quisiera llevarme la que está en la vitrina —pidió Nya de repente.

          Nunca pensó que tendría la oportunidad de verse a sí misma en su forma fantástica, pero Isabel había hecho un trabajo maravilloso al representar y expresar en pinceladas lo que Nya deseaba transmitir; lo que significaba para quienes buscaban su ayuda. Era increíble que, tras tantas vueltas que da la vida y tantos cambios que pueden ocurrir, ese momento se estuviera materializando.

          Era evidente que su amiga no la recordaba, pero eso no la entristecía; al contrario, lo apreciaba.

          Cuando llegó a Mercentum, buscando comenzar una nueva vida, no había imaginado que tendría la oportunidad de recuperar a Isabel, y ahora esa posibilidad se encontraba ante ella.

          Y estaba decidida a aprovecharla.

          —Esa ha sido una gran elección, señora... —comenzó a decir la pintora, alargando el final de la frase.

          —Solo Nya —respondió ella.

          Isabel se detuvo un instante, como si el nombre despertara algo en su memoria, pero pronto se recompuso y, sonriendo, se dirigió hacia el cuadro que iba a vender.

          —Este es uno de mis preferidos, Nya —continuó la francesa—. Se llama El Pájaro Azul.




Y eso es todo en este apartado. Espero que el epílogo haya logrado sacarles varias sonrisas como a mí. ScamWaal me da demasiada vida, son quizás la pareja más tierna que creado ^^

Espero que les haya gustado este final, pero no se vayan todavía, pues aún queda el apartado de gráficos y el de agradecimientos (:

¡Feliz lectura!

a-andromeda

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