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Capítulo Veintinueve

(Escuchen la canción en multimedia cuando vean esto:)


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EL ECO DE LA MAGIA ANTIGUA

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                    No podía creer cuánto había desperdiciado. Tantos años guardando rencor, alimentando un odio profundo hacia una persona que llevaba muerta la misma cantidad de tiempo. La ignorancia de los problemas que la rodearon cuando era solo una niña fue el punto de quiebre en su vida y en lo que pensaba saber de sí misma. Creer que su propio padre la había abandonado le pareció lo más lógico cuando Leonard VanderWaal salió una noche de casa y nunca regresó.

          Pero lo que acababa de descubrir, nuevamente de boca de otros, la había llevado hasta esa vieja y descuidada lápida. Allí, ante la piedra fría, comprendía que aquel abandono no había sido voluntario. Su padre, el hombre al que se había forzado a odiar por tantos años debido a su ausencia, había dado su vida para protegerla. Leonard se entregó a las autoridades del pueblo, fue acusado de ser brujo y condenado a morir como tal, todo para salvarla a ella. Todo lo que hizo, lo hizo por ella.

          Todo, por culpa de ella.

          La noche en que la pequeña Nya lo esperó junto a la ventana, fue la misma en que Leonard dejó de respirar.

          «Una vida por otra vida», le habían dicho.

          ¿Qué clase de trato cruel y desalmado era ese?

          Ni siquiera el hecho de saber que había sido amenazada de muerte a esa edad tan temprana superaba las emociones que ahora se desbordaban dentro de ella. Descubrir la verdad sobre lo que en realidad había sucedido aquella noche transformaba todo lo que creía saber. Leonard no la había abandonado; se había sacrificado para que la señora Chamberlayn, su antigua niñera, pudiera sacarla de la ciudad esa misma madrugada. No había sido una coincidencia que esa mujer volviera a su vida. Todo había sido planificado por su padre.

          Cuando le dijo a su tío que quería descubrir la verdad y entender por qué él creía que Leonard nunca la habría dejado, jamás imaginó encontrarse con una historia tan desgarradora.

          Pero detrás de cada hecho hay una historia, detrás de cada acción, una intención. Y toda intención trae consigo consecuencias. Ella había sido tanto la razón como la consecuencia.

          No sabía cómo expresar lo que sentía. Ni siquiera estaba segura de si su padre podría escucharla ahora, si podría oírla pedirle perdón por todos esos años de rencor mal dirigido. Saber la verdad dolía, pero al mismo tiempo le quitaba un peso que había cargado por tanto tiempo. La incertidumbre que había construido un muro entre ella y su pasado comenzaba a desmoronarse, y por primera vez en años, se sentía en el suelo, con los pies firmemente plantados en su realidad. Casi como si sus ojos hubieran sido abiertos de nuevo.

          —Lo lamento tanto, Nya —susurró Michael, que permanecía a unos pasos detrás de ella.

          —No tienes que disculparte por nada —respondió ella sin apartar su mirada entristecida de la lápida que llevaba el nombre de su padre—. No sabías nada, igual que yo.

          Hasta ese momento, Nya no había comprendido cómo la esperanza de una persona podía quedar condenada por la ignorancia.

          Sintió una mano apoyarse con suavidad sobre su hombro, y sin pensarlo, posó la suya sobre la masculina, aceptando el gesto de cariño y apoyo que invadió su ser. El único dolor que la consumía ahora era no haber sabido la verdad antes, tal como era, y no como su mente la había convencido de que era.

          —Creo que quiero quedarme un momento a solas.

          —¿Estás segura? —preguntó Michael, aunque sabía que la respuesta era obvia. Sintió, sin embargo, la necesidad de hacerlo.

          Nya solo asintió con la cabeza, dejando caer su mano a un lado, rompiendo el contacto. Pronto dejó de sentir la presión en su hombro y escuchó el leve sonido de la desaparición que producía un hechizo. Al volverse, ya no había nadie. Michael se había ido en silencio, respetando su decisión.

          Fue entonces cuando dejó que las lágrimas que habían estado acumulándose en sus ojos finalmente fluyeran, resbalando por sus mejillas pecosas y sonrojadas. El nudo en su garganta se desató en sollozos que había estado conteniendo desde que descubrió la verdad. Ahora, en la íntima soledad que le brindaba la naturaleza, se permitió dejar de fingir fortaleza y enfrentarse al huracán de emociones que agitaba su interior.

          No tenía palabras para expresar, ni siquiera para sí misma. No sabía si debía quedarse de pie o sentarse, si seguir mirando la lápida o el vasto campo que se extendía ante ella. Ni siquiera sabía si continuar llorando o secar sus lágrimas y marcharse. Se sentía perdida por completo, lo cual era una cruel contradicción a lo que había sentido en las últimas semanas, cuando creía haber encontrado su lugar en el mundo. Ahora, todo se veía distorsionado y fuera de lugar tras las recientes revelaciones.

          No fue consciente del tiempo que pasó ahí. Ahora, acostada sobre el césped, observaba el cielo, ya nublado y oscureciéndose, anunciando la inminente llegada de una llovizna. Escuchó unos pasos acercándose, pero no se molestó en volverse hasta que sintió algo posarse sobre ella.

          Sobresaltada, se incorporó con rapidez y se encontró cara a cara con los grandes ojos amarillentos de Dougal, que la detallaba con curiosidad. Soltó un suspiro de alivio y acarició el pelaje blanquecino del demiguise. Jamás dejaba de sorprenderla desde que lo conoció.

          —¿Mi tío te ha enviado? —preguntó, sin necesidad de mirar al magizoólogo que ahora se sentaba a su lado.

          —De hecho, tuve que convencerlo de decirme dónde estabas —explicó Newt, observándola con su habitual calma.

          —Quería estar sola.

          —Lo sé, él me lo dijo.

          Nya suspiró y levantó la vista hacia el mago, encontrándose con una mirada cálida que sostenía la suya con la misma intensidad y amor que ella sentía por él. No había ni rastro de lástima en sus ojos, algo que ella agradecía demasiado, pues lo último que necesitaba era un pésame. Sin necesidad de palabras, mientras se miraban el uno al otro con detenimiento, Nya sintió cómo Newt Scamander, sin tocarla, la sostenía de una forma que nunca había imaginado, haciéndole entender que su universo no se desmoronaba por lo que acababa de descubrir.

          Con un suspiro, esta vez más suave, una ligera sonrisa apareció en sus labios antes de acercarlos a los de Newt. El mago respondió al gesto de inmediato, y aunque todo era aún nuevo y reciente para ambos, la ternura que sentían al compartir ese beso seguía siendo sorprendente. Cada vez que lo hacían, experimentaban la misma conmoción en sus corazones y cuerpos, como si nunca pudieran acostumbrarse, pero aceptaban esas sensaciones con el alma abierta.

          Cuando se separaron, Nya apoyó su cabeza entre el pecho y el mentón de Newt, quien la rodeó a ella y a Dougal con sus brazos, envolviéndolos en un abrazo reconfortante.

          Pasó el tiempo, aunque ella no supo cuánto, y la comodidad fue tal que sus párpados empezaron a pesarle. La tranquila respiración de Newt sobre su coronilla y los constantes latidos de su corazón le parecían las melodías más maravillosas que podía escuchar en ese momento tan necesario. En esos instantes, no podía evitar pensar que ella y Newt encajaban de formas inesperadas y poco convencionales, encontrando su punto de unión en las criaturas mágicas que los habían llevado a conocerse.

          A punto de caer en el sueño, algo por el rabillo de su ojo derecho llamó su atención. Al girar el rostro, vio un guante de cuero negro flotando en el aire, haciéndoles señas. No había nadie más en el cementerio, así que era evidente que el mensaje iba dirigido a ellos, lo cual le provocó una mezcla de incomodidad y curiosidad.

          —Uh... ¿Newt?

          —¿Qué pasa? —respondió él, sin apartar la mirada de ella.

          —¿Por qué hay un guante saludándonos?

          Apenas las palabras salieron de los labios de Nya, Newt y Dougal giraron sus ojos hacia donde ella señalaba. Y en efecto, allí estaba el guante, saludándolos y haciéndoles señas para que se acercaran.

          —Vamos —dijo Newt con calma, levantándose y ayudando a Nya a ponerse de pie también.

          —Newt, por favor no me digas que vamos a seguir a un guante —protestó Nya, quedándose en su lugar mientras sostenía a Dougal con una mano.

          Newt la miró con una media sonrisa.

          —¿Confías en mí?

          Nya soltó un suave resoplido, alzando la vista hacia el cielo antes de devolver su mirada a los ojos claros de Newt.

          —Sabes que sí —respondió con firmeza y ternura.

          Sin decir una palabra más, el magizoólogo extendió su mano hacia Nya. Ella no dudó en colocar la suya sobre la de él, entrelazando sus dedos con los de Newt. Al hacerlo, se sintió más tranquila mientras caminaban juntos hacia el guante flotante, que parecía estar pidiendo que lo agarraran.

          —Esto se pone cada vez más raro —susurró la escocesa.

          —No me sueltes —le pidió Newt, mirándola antes de bajar la vista hacia Dougal, que se mantenía fielmente junto a ella—. Y tú, no te sueltes de ella.

          Dicho esto, el magizoólogo tomó el guante flotante con una de sus manos.

          La sensación que siguió no le era desconocida. El familiar desvanecimiento del entorno, para reaparecer en un lugar completamente diferente, le recordaba la primera vez que había conocido a Newt. Aquella vez, en la pequeña tienda naturista donde trabajó por tan poco tiempo antes de que el caos se desatara. Recordaba con claridad la extraña sensación de náuseas cuando apareció fuera de la bodega, rodeada de árboles y plantas tras haberse desintegrado por completo.

          Quizá todo estaba destinado a ser así, por eso ahora todo era distinto.

          Ya no estaban en el campo ni cerca de la tumba de Leonard VanderWaal. Ahora se encontraban sobre el tejado de un edificio en el corazón de Londres, rodeados por las calles grises y agitadas de la ciudad, bajo un cielo nublado. Tuvieron que caminar con cuidado para no acercarse demasiado al borde. Al doblar una esquina, vieron a un hombre vestido con un elegante traje que combinaba perfectamente con el paisaje londinense. Llevaba un sombrero oscuro de media copa y les daba la espalda.

          —Profesor Dumbledore —saludó Newt en cuanto reconoció al hombre que parecía estar esperándolos.

          Cuando el desconocido se volvió para enfrentarlos, una amistosa sonrisa se dibujó en su rostro. Nya se removió incómoda, apretando con más fuerza la mano de Newt. Se sentía fuera de lugar, consciente de la obvia relación que existía entre el magizoólogo y el señor Dumbledore. No sabía cuánto tiempo llevaban conociéndose, y en ese momento ella se sentía como una completa intrusa, aunque sabía que Newt jamás la haría a un lado.

          —Es un placer conocerte al fin, Nya —dijo el hombre de barba blanca y ojos azules, mirándola con calidez.

          Ella lanzó una mirada de reojo a Newt antes de volver la vista hacia el hombre. Quizás, después de todo, sí debía estar allí.

          —El gusto es mío —respondió en voz baja, añadiendo casi en un susurro—, creo...

          El comentario pareció divertir al profesor, quien respondió con serenidad.

          —Acompáñenme, tenemos mucho de qué hablar.


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          —¿Y cómo fue todo? —preguntó Dumbledore, caminando junto a la pareja.

          Las calles londinenses se habían oscurecido casi por completo, cubiertas por una espesa neblina. Este velo brumoso no era obra de la naturaleza, sino de un hechizo que el mago barbudo había lanzado sobre la ciudad. Parecía la manera perfecta de mantener un perfil bajo, como si estuviera a punto de compartirse información delicada que requería total discreción. Nya, alerta, sentía el peso de ese misterio y pensaba que ya había vivido suficiente para una sola vida. Esperaba que las piezas por fin encajaran, aunque aún rondaban dudas sobre su propia naturaleza y capacidades.

          Algo en su interior le decía que ese momento estaba cerca. Había aprendido a confiar en sus instintos, y eso le había ayudado a aceptarse a sí misma.

          —Están convencidos de que usted me envió a Norteamérica, aunque les dije que no fue así —respondió Newt.

          Para Nya, aquello era una nueva revelación.

          —Aunque, técnicamente, sí lo hizo —añadió Newt con una sonrisa suave—. Me indicó dónde encontrar al Ave del Trueno, sabiendo que lo devolvería a su hogar y, de paso, descubriría el mayor Tráfico de Magia en América.

          Al escucharle hablar de Frank, Nya no pudo evitar recordar el día en que lo liberaron en Tasmennul, donde su vuelo provocó la tormenta que borró los recuerdos sobre el Mundo Mágico en los muggles involucrados. Todo había sido inesperado y, en cuestión de días, las acciones de Beatrix y Esmour dejaron de ser tan discretas como inicialmente pensaban.

          Por un momento, Nya se preguntó si Dumbledore tenía la habilidad de ver o predecir el futuro. Si Queenie Goldstein podía leer pensamientos, ¿por qué no podría existir la clarividencia?

          Pronto, los tres se detuvieron frente a una cafetería solitaria, iluminada con luces bajas y cálidas. Siguiendo a Dumbledore, entraron al lugar y tomaron asiento alrededor de una mesa vacante. Dougal, fiel a su naturaleza, se mantuvo invisible junto a Nya, aunque ella sabía que estaba allí, al igual que los otros dos magos.

          —Una buena historia siempre atrae incluso a los menos curiosos —comentó Dumbledore una vez que todos se acomodaron.

          —Parece que está dispuesto a compartir una, señor —dijo Nya, rompiendo su silencio tras gran parte del recorrido.

          —En mi familia hay una historia que cuenta que un Fénix acudirá a cualquier Dumbledore que necesite ayuda —empezó, como si se tratara de una simple charla—. Dicen que mi bisabuelo tuvo uno, pero el ave alzó vuelo al morir él, y nunca regresó.

          —Con todo respeto, profesor —intervino Newt—, no creo por un segundo que nos haya contado esto solo para entretenernos.

          —Ah, ahí está lo divertido, ¿no te parece, Newt? —respondió Dumbledore, levantando una ceja con aire enigmático—. Pero he cumplido con lo que me pediste, y ahora tengo una historia mucho más interesante que contar.

          Estas palabras despertaron la curiosidad en Nya, quien se enderezó en su asiento, prestando total atención al profesor. No estaba segura de por qué de repente sentía tanto interés en lo que el barbudo tenía que decir. Tal vez era el aura de misterio que lo rodeaba, o quizás solo estaba agotada de tanto enigma. De cualquier modo, creía que ya nada podría sorprenderla más de lo que había vivido. Además, siempre había sido buena escuchando historias, y recordar la que era su favorita le ayudaba a sentir la cercanía de su madre, Margaret, en los momentos que más lo necesitaba.

►          Esa historia hablaba de una niña encontrada por una mujer en las montañas, acunada por un lecho de hojas verdes, azules y doradas, que la protegían de cualquier mal. Los detalles sobre la veracidad de aquel cuento, o si la isla donde ocurrió realmente existía, eran un misterio para Nya, quien nunca logró recordar el nombre del lugar. A veces estaba segura de que su madre jamás lo mencionó.

          —Creo que quiero escuchar esta historia, señor Dumbledore —dijo Nya, mostrando un creciente interés.

          —Seguro que ya la habrás oído antes —respondió él, con una chispa de diversión oculta en su mirada.

          El mago tenía un aire enigmático, alguien que sabía mucho, que guardaba secretos y los manejaba con astucia.

          Ante sus palabras, Nya no pudo evitar dirigir una mirada a Newt. Él seguía observando al hombre de traje elegante, sin parecer sorprendido, pero sí expectante, y quizás, un poco preocupado. Parecía que esa historia contenía mucho más de lo que ella había imaginado en un principio.

          De repente, ya no estaba segura de nada.

          —Bueno —suspiró Nya—. Puede que sí, he escuchado muchas historias a lo largo de mi vida.

          Volvió su atención por completo hacia Dumbledore, quien comenzó a narrar:

          —Se dice que cuando el Mundo Mágico se encuentra en necesidad de salvación y protección, la naturaleza misma elige a alguien para cumplir con esa tarea.

          »Esa persona tiene la capacidad de comunicarse con las criaturas mágicas y transformarse en un ave poderosa y mística. Nacida de la propia naturaleza, entre las montañas más altas de una de las Islas Blancas: Amennor —continuó el hombre mayor, mientras una extraña energía recorría el cuerpo de Nya, despertando en ella un sentimiento de reconocimiento—. En las historias más antiguas de los orígenes mágicos, este ser es conocido como el Pájaro Azul, el protector de la magia.

          Nya luchó contra sus propios instintos, permaneciendo completamente inmóvil. Estaba pasmada, sorprendida y abrumada. Se sintió ridícula por haber creído que ya lo había visto u oído todo, cuando le faltaba conocer lo más importante: su propia verdad. No podía seguir engañándose. No necesitaba ser la persona más inteligente del mundo para darse cuenta de que la figura de la que hablaba Dumbledore era ella.

          De pronto, todo cobraba sentido. Las criaturas mágicas siempre buscaban su compañía, sin que ella entendiera por qué. Podía comunicarse con los animales fantásticos. Se transformaba en un ave turquesa y sentía la magia fluir por sus venas.

          Por alguna razón, ella era la hija de la naturaleza.

          Ella era el Pájaro Azul.

          Nya se reconocía a sí misma en las palabras que acababa de escuchar. Recordaba la historia que su madre solía contarle cuando era pequeña. Sin embargo, si todo lo que oía era cierto, entonces Margaret no sería realmente su madre, al menos no en el sentido convencional. Nya no pertenecía a la sociedad tal como la conocía. Era un caso aparte, una excepción en todo lo que había creído saber.

          Por un momento pensó que debería sentirse distante, como si lo que estaba ocurriendo no la afectara. Pero las palabras resonaban con una lógica que encajaba con lo que había esperado durante tanto tiempo.

          Entonces, ¿por qué terminó con Margaret? ¿Qué habría sido de ella si nunca la hubieran encontrado?

          —Tu mirada lo dice todo, Nya —intervino el hombre de cabello castaño, observándola con atención—. ¿Conoces la historia?

          —Usted sabe que yo soy la historia —respondió Nya, con una firmeza que no había sentido hasta ese momento.

          Dumbledore volvió a mostrar esa expresión de fascinación y entretenimiento que le era tan propia.

          —Muy bien —asintió—. Pero aún tienes dudas.

          —¿Cómo es que sabe todo esto? —preguntó Nya, su tono revelando la creciente desesperación—. ¿Por qué parece que todo el mundo sabe más de mí que yo misma?

          —Newt buscó mi ayuda en cuanto llegó a Londres contigo y Wysman, hace dos semanas —explicó Dumbledore—. Aunque él no esperaba que yo supiera lo que sucedió con Margaret, Nya. No todas las historias son ciertas, pero cada una contiene una verdad, y tú eres esa verdad.

          —¿Lo que sucedió con mi madre? —susurró Nya, apenas capaz de pronunciar las palabras. A pesar de todo, se negaba a llamarla de otra manera.

          —Creo que deberíamos detenernos aquí —intervino Newt de repente—. Ya han sido suficientes revelaciones por hoy.

          —No —se negó Nya de inmediato—. Estoy cansada de esperar. Quiero saberlo todo, ahora.

          —Nya...

          Ella lo interrumpió con suavidad: —Estoy bien, Newt —le aseguró, tomando una de sus manos entre las suyas antes de volverse de nuevo hacia Dumbledore—. Si hay algo más que deba saber sobre mí, estoy lista para escucharlo.




Si escuchan a alguien festejando porque por fin salió el título de la historia, SOY YO:D

¿Se esperaban algo como eso?
Es confuso para nuestra protagonista, porque acababa de visitar la tumba de un hombre que creyó que era su padre biológico, para después enterarse de que no tiene padres biológicos en realidad xdd Sí, es confuso jajajajaj ¿Cómo creen que será la reacción de Nya después de todo esto? Lo de la historia ya había sido nombrado antes, así que no crean que es un plot twist xddd
¡Festejemos porque al fin apareció Dumbledore! Me preocupa un poco haber hecho un out of character, pero estoy contenta con como ha quedado el capítulo y esta última e interesante escena.

Por cierto, no es por ser mala ni nada, pero el final está cada vez más cerca ^^ (yo también estoy llorando, bye)

¡Mil gracias por todo el apoyo! No olviden votar y comentar qué tal les ha parecido ;D

¡Feliz lectura!

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*La idea del título, los orígenes de Nya y su historia, sus habilidades, sus transformaciones, etc, ES MI TOTAL CREACIÓN. Por lo tanto queda prohibida cualquier clase de copia, traducción o robo de idea. Una cosa es inspirarse, otra es tomar todos los mismos elementos y apropiarse de ellos injustamente.

a-andromeda

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