Capítulo Veinticuatro
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ATRAPADOS EN LA TEMPESTAD
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► Cuando la primera piedra impactó, dirigida justo hacia la cabeza de Nya VanderWaal, el caos estalló de inmediato. Solo se necesitó un segundo y un acto de violencia para dar inicio a una indeseada, pero previsible, batalla.
Aunque no la golpeó de lleno, la piedra le rozó las manos, que instintivamente se levantaron para protegerse del impacto. Se agachó, pero no lo suficiente como para evitar el doloroso roce del objeto sólido. Las criaturas, aterrorizadas, entraron en pánico y comenzaron a correr en todas direcciones; algunas incluso atacaron, sintiéndose amenazadas, y Nya no podía culparlas por su reacción.
—Merde!* ¡Nya! —exclamó Isabel, corriendo hacia ella—. ¿Estás bien?
La escocesa asintió con rapidez, con los ojos bien abiertos y los dorsos de las manos adoloridos por el golpe. Ninguno de los tres había tenido tiempo de reaccionar, y ahora se encontraban en medio de un campo de batalla del que necesitaban escapar de inmediato.
—Debemos irnos de aquí. Beatrix no se detendrá —dijo Newt, deteniendo cualquier objeto que pudiera causarles daño físico a él y a las dos mujeres, con su varita en alto.
Quizá, en una situación diferente, Nya habría admirado las habilidades mágicas de Newt. La varita que sostenía no era solo un objeto; parecía ser una extensión de su propio cuerpo, llena de valentía y destreza. Él lucía confiado y seguro, sin dudar de sus talentos como mago, y esa imagen le habría gustado tenerla grabada en su memoria.
—¡No! —se opuso la pecosa—. ¡No podemos dejarlos solos!
Isabel y Newt se miraron, comprendiendo que Nya se refería a las criaturas, pero en ese momento les parecía imposible controlar a todas. Ni siquiera la vasta experiencia del magizoólogo podría calmar a todos esos seres vivos, que estaban defendiendo sus vidas y el territorio que habían conocido. Newt también deseaba proteger a todos, pero la insistencia de Nya por permanecer en peligro lo llenaba de nerviosismo y frustración.
—¡No tienen escapatoria! —gritó Beatrix, con una mirada de victoria escalofriante, mientras sus acompañantes se preparaban para atacar y comenzar a entrar en el sótano..
—Debemos ocultarnos, Nya —le advirtió Isabel, tomando uno de sus brazos y tratando de llevarla a un lugar más seguro.
No solo eran los muggles, llenos de odio hacia lo diferente y lo extraordinario, los que provocaban el alboroto, sino que los animales fantásticos también habían decidido atacar. Nadie en el grupo podía creer lo que estaban presenciando, el odio que los humanos expresaban en cada embestida, como si hubieran vivido experiencias tan desastrosas como las de Beatrix, que la habían llevado a convertirse en quien era.
—No podemos dejarlo solo, Isabel —suplicó Nya, plantando los pies en el suelo y sin apartar la mirada de Newt, quien continuaba en pie, deteniendo todo lo que podía para protegerlas.
Pero Newt era solo uno contra más de veinte personas. Era cuestión de tiempo antes de que la fuerza bruta superara su astucia y él resultara herido. Nya no sabía si podría soportar esa carga.
Isabel, quien no había apartado sus ojos pardos del rostro de la escocesa, comprendió que no lograría convencerla, mucho menos cuando el mago las protegía de manera tan desinteresada. Newt no dudó en interponerse entre ellas y las piedras y palos que volaban en su dirección.
—¿Tienes alguna idea? —preguntó, pero pronto soltó un grito cuando alguien la agarró por detrás.
Al escuchar la exclamación de la francesa, Nya se dio la vuelta de inmediato, solo para que su rostro preocupado se transformara en una mueca de enojo.
Delante de ella, sosteniendo con fuerza a Isabel, estaba Esmour Dunham. Sus ropas estaban sucias y desaliñadas, al igual que su piel y su cabello. Ya no parecía el hombre atractivo que Nya había conocido y del que había sentido una ingenua atracción; ahora solo veía a un isleño enfurecido, desesperado por obtener la delantera, algo que ella no estaba dispuesta a permitir.
—Puedes calmar todo esto si tú y ese mago —señaló con el mentón hacia Newt— se entregan. —Asintió con la cabeza, su voz sonando agitada—. Prometo que no le haré nada a esta belleza demoníaca.
Isabel se agitó con desesperación en el agarre del sobrino de Beatrix, soltando quejidos y palabras en francés, claramente insultos dirigidos al hombre que la tenía atrapada.
Nya miró a su alrededor, ansiosa por encontrar una forma de ayudar a su amiga, pero no vio nada que pudiera servirle ni una idea que valiera la pena. No podía arriesgarse a usar la misma magia sin poner en peligro a Isabel, y eso era lo último que deseaba. Estaban rodeadas y, aunque lo detestaba, Beatrix tenía razón: no podrían escapar de allí, al menos no sin causar más problemas de los que ya existían.
Era inútil y desconsiderado que Nya decidiera por sí misma y también por Newt, pero creía que tenían más posibilidades de salvarse que Isabel. No era que dudara de la fortaleza y valentía de su amiga; siempre la había admirado por eso. Sin embargo, ahora no estaba segura de que fuera suficiente, aún más sabiendo que Esmour y Beatrix no se detendrían ante nada. Lo habían dejado claro.
Ambos eran el tipo de enemigos peligrosos que ya no tenían nada que perder.
Sin gastar más tiempo, Nya asintió con cuidado, asegurándose de que Esmour lo notara. A medida que ella se acercaba con cautela, el isleño comenzó a aflojar su agarre sobre Isabel. No se entregaría hasta que su amiga estuviera fuera del alcance de Esmour. Aunque no podía garantizar la seguridad de Isabel, al menos tendría una ventana de escape que no podía perder.
—Nya, no —susurró Isabel, con los ojos llenos de lágrimas de repente.
Si antes la francesa había creído que no podría querer más a la pecosa, en ese momento supo que estaba equivocada. No estaba dispuesta a permitir que ese insólito trato se concretara; confiar en Esmour, Beatrix y su grupo era algo absurdo. Sin embargo, comprendía la desesperación de Nya.
Cuando la presión constrictiva sobre su cuerpo cesó, Isabel no dudó en volverse hacia el castaño y propinarle un puñetazo en la cara. Su muñeca derecha protestó de inmediato por el golpe.
El tiempo pareció ralentizarse ante los ojos de Nya.
Mientras su amiga extendía las manos hacia ella, tratando de escapar juntas, Esmour, aunque sorprendido por el ataque, no tardó en reaccionar. Alcanzó a la francesa una vez más, rodeando su cintura con fuerza. Isabel aprovechó ese último impulso para empujar a Nya hacia Newt, quien seguía ocupado enfrentándose a los muggles, aunque se le comenzaba a notar el agotamiento.
Cuando la escocesa tropezó con sus propios pies y cayó sobre las manos, lastimándose, Isabel se volvió hacia el castaño, lista para atacar de nuevo. Sin embargo, se detuvo al sentir un objeto afilado y frío hundirse en su abdomen. Un grito ahogado se escapó de sus labios mientras sus ojos se abrían de par en par. Su mirada se dirigió hacia la zona donde provenía aquella agonizante sensación.
Esmour sonrió con sorna mientras retiraba el arma de la carne de la francesa, dejándola deslizarse hasta caer al suelo. Isabel miró sus manos, ahora empapadas de su propia sangre, que brotaba sin parar de su herida, aterrorizada y sorprendida. El castaño la miró por última vez, observando cómo ella se encogía de dolor, antes de centrar su atención en Nya, que se había levantado del suelo. Notó que la mujer estaba desorientada y, en ese momento, era un blanco fácil, así que no dudó en avanzar hacia ella con pasos largos.
—¡¿Qué le hiciste?! —gritó Nya, incapaz de apartar la mirada de la herida de Isabel.
Aunque la pregunta era redundante y sabía a la perfección lo que había ocurrido, no quería aceptarlo del todo. Lágrimas amargas y desesperadas resbalaban sin cesar por sus mejillas, y sus ojos ya no mostraban ese café oscuro, sino un magnífico dorado, sus iris brillando como diamantes.
—¡¿Qué le has hecho?! —volvió a exclamar mientras retrocedía, tratando de alejarse de Esmour, que no se había detenido ni un segundo.
El hombre tuvo la desfachatez de encogerse de hombros, luciendo despreocupado.
—Solo me estaba estorbando y mi paciencia se agotó —respondió con una escalofriante sonrisa, continuando su avance como un lobo acechando a su presa—. Ella no quiso cooperar, así que... tuve que hacerlo.
—Querías hacerlo de todos modos, incluso después de que cumpliera tu palabra —escupió la pecosa con rencor.
—¡Aquí no se cumplió nada! —gritó Esmour con furia—. Ella ya no tenía salvación por estar enamorada de ti.
Nya soltó un sollozo, apenas capaz de procesar lo que acababa de escuchar. Miró hacia atrás y se encontró con una imagen aún más desalentadora: Newt, como había temido desde un principio, había sido derrotado en algún momento y yacía en el suelo, tratando de protegerse de los golpes que le propinaban. Luego, su mirada se dirigió a Isabel, desplomada sobre su lado derecho, encorvada y dándole la espalda.
Todo lo que más temía se estaba convirtiendo en realidad, y ella no había podido hacer nada para detenerlo.
De repente, varias criaturas comenzaron a ser violentadas y derrotadas, algunas incluso heridas de muerte si los humanos lo consideraban necesario. En medio del caos y con las últimas ideas de esperanza tocando fondo, Nya alcanzó a ver a Nagini, que yacía doblegada sobre su débil cuerpo, a merced de los muggles.
Eran demasiadas pérdidas, demasiado dolor, demasiados sacrificios inesperados. Habían llegado hasta allí porque Beatrix Harte había percibido que había algo diferente en Nya, y habían caído en esa situación porque no supieron planear una defensa, mientras la traficante tenía experiencia en lo que hacía.
Aquel instinto de huir que había arraigado en el interior de Nya ahora era inexistente; había llegado a la conclusión de que, más que correr lejos de los demás, había deseado huir de sí misma. En su momento, había creído que podría escapar de su propio ser si llegaba a un lugar donde nadie la conociera ni supiera nada de su pasado. Sin embargo, ahora comprendía que eso no era posible.
No existía manera de huir de uno mismo, incluso si esa era la voluntad. Defender a las personas que amaba también era una decisión libre, y no dudó en tomarla en ese instante.
Con un grito desgarrador que brotó desde lo más profundo de su ser, su forma humana desapareció, dando paso a la majestuosa ave que representaba su esencia. Lo que más destacó en esos momentos era que estaba completamente consciente de lo que sucedía a su alrededor, en control de su propia magia y acciones. Convertirse en esa criatura ya no era un castigo, sino una elección que abrazaba con toda su naturaleza.
Sobrevolando el lugar y esquivando los ataques que ahora se concentraban en ella, Nya supo qué hacer a continuación para proteger a sus amigos en aquella situación.
Los aleteos suaves y constantes que utilizaba para mantenerse en el aire se volvieron más intensos y veloces, creando tornados de viento de un color turquesa con destellos dorados. Aquella fuerza mágica se concentró en un solo punto, manteniendo a los humanos alejados de su cuerpo, para luego desatar los tornados por el lugar, lanzando a muchos isleños por los aires.
Aprovechando ese instante, descendió hacia el suelo y atrapó a Newt entre sus alas, dejándolo montar sobre su elegante cuello; hizo lo mismo con Nagini y luego fue en busca de Isabel.
Nya trató de ignorar la palidez de la francesa mientras esperaba que Newt y Nagini la sostuvieran para volver a elevarse, antes de que esa ventana de escape se cerrara. Comunicándose con las demás criaturas fantásticas supervivientes, juntos se dirigieron hacia la salida.
Aquella libertad ansiada estaba al alcance de sus manos, y la emoción comenzó a llenar sus corazones de esperanza. Sin embargo, en cuanto cruzaron las puertas del sótano con éxito, un hechizo de origen desconocido fue lanzado hacia Nya, lo que desequilibró su vuelo y provocó que perdiera altura, velocidad y fuerza.
No pasó mucho tiempo antes de que cayeran de nuevo al piso.
Los cuerpos de Newt, Nagini e Isabel rodaron sobre el pasto y los cultivos, mientras que Nya, aún en su forma fantástica, chocó y rebotó varias veces contra la tierra, arrastrándose hasta que la fricción y la gravedad la dejaron inconsciente.
Al ver el estado en que se encontraban Nya e Isabel, Newt se levantó lo más rápido que pudo, ignorando el mareo que le invadió al hacer ese movimiento tan repentino. También había recibido golpes, y no dudaba que los animales en su maleta estuvieran igualmente afectados, pero en ese momento solo le importaba el bienestar de las dos europeas.
—¡Nya! —exclamó, corriendo hacia la figura caída de la ave turquesa.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, su corazón dio un vuelco al ver un extraño líquido brotar de una de las alas y del pecho de la criatura. No estaba seguro, pero casi podía jurar que era sangre, su sangre mágica, pues las heridas eran visibles y profundas. Esperaba que el ala no estuviera rota; de lo contrario, el dolor sería insoportable cuando Nya recobrara la consciencia.
—¡Necesita atención médica de inmediato! —alertó Nagini, arrodillada junto al cuerpo inconsciente de Isabel mientras presionaba la herida sangrante en su abdomen—. Aún no está muerta, pero lo estará pronto si no hacemos algo.
Merde: Mierda
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Sorrynotsorry
Espero que les haya gustado el capítulo. No olviden votar y comentar qué les ha parecido ;)
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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