Capítulo Treinta
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(Letra en cursiva: recuerdos o escenas pasadas.)
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REDESCUBRIRSE ENTRE SOMBRAS Y LUZ
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De pie frente a la puerta que había llamado hogar durante las últimas semanas, Nya no movía un solo músculo para entrar. Permanecía inmóvil, observando la madera oscura con una serenidad engañosa, como si estuviera esperando a que alguien le abriera. Pero por dentro, era consciente de cada latido de su corazón, acompasado con su respiración. Cualquiera que pasara por la calle pensaría que estaba esperando pacientemente, pero la verdad era más profunda.
Este sería su hogar si realmente fuera Nya VanderWaal Wysman. Pero no lo era. Solo era Nya, la hija de la naturaleza, el Pájaro Azul. Sabía que había sido creada con un propósito, uno que de seguro la acompañaría por el resto de su vida. El mundo estaba lleno de peligros, y los humanos, con su tendencia a temer lo que no comprendían, no lo harían más fácil.
No se sentía capaz de entrar a la casa de Michael. Aunque muchas de sus pertenencias estaban en una de las habitaciones, tampoco podía encontrar el valor para tocar el timbre o usar las llaves que le habían dado para abrir la puerta.
Ahora sabía quién era, de dónde venía. Las historias que Margaret le contaba de niña eran en realidad retazos de su propia vida. La niña de las montañas era ella, y Margaret, la mujer que la había encontrado, tampoco era escocesa. Era de Mercentum, era americana.
Si Margaret no la hubiera encontrado, ¿habría sabido quién era desde el principio? Quizás, pero Nya también se daba cuenta de que no habría vivido ni la mitad de lo que había experimentado hasta ahora.
—Entonces, ni Leonard ni Margaret son mis padres... —susurró Nya tras un largo silencio, una vez terminó de escuchar la historia de Dumbledore.
El hombre, con su barba y elegante traje gris, asintió. Sus ojos, sin embargo, reflejaban una compasión profunda. Ninguno de ellos sabía cómo reaccionaría la joven ante tantas revelaciones, ni siquiera ella misma. Había optado por quedarse en silencio, mirando con fijeza la taza humeante de té que sostenía entre sus manos. Sintió un leve tirón en una de sus mangas, pero ni siquiera eso logró sacarla del estado de shock en el que estaba sumida. Sabía que Dougal, el fiel demiguise, seguía a su lado; él nunca la dejaba sola, sobre todo cuando percibía su malestar.
No fue hasta que sintió unas manos grandes y cálidas posarse con suavidad sobre las suyas, envolviéndolas en una caricia reconfortante, que por fin pudo salir de su ensimismamiento. Levantó la vista y se encontró con los ojos claros de Newt, observándola con una preocupación evidente, pero también con el mismo cariño que siempre reservaba para ella y sus criaturas. Su corazón dio un vuelco al cruzarle una duda fugaz.
¿Cómo podría alguien como él haberse enamorado de una persona que, en realidad, no era del todo humana?
Luego recordó que todo lo que estaban escuchando de Dumbledore también era nuevo para el magizoólogo.
¿No debería eso cambiar la forma en que él la veía?
Con un suspiro tembloroso, volvió sus ojos hacia el profesor.
—Pero Michael me dijo que... que Margaret había estado embarazada. Que le envió una carta contándole la noticia, y los planes de llamarla Nya.
Al escuchar la firmeza con la que ella hablaba, Dumbledore supo que lo que venía no sería más fácil que lo anterior. Lo que estaba a punto de decir tenía el poder de desatar lágrimas, confusión, o incluso desesperación. No había una forma más suave de abordarlo; la verdad debía ser dicha tal cual era, aunque doliera.
—Margaret... ella... —Dumbledore hizo una pausa, y tanto Nya como Newt se tensaron en sus asientos. Parecía que hasta el propio hombre barbudo, con todo su conocimiento, encontraba difícil pronunciar lo siguiente—. Tuvo un aborto espontáneo... del bebé del que hablas.
El grito ahogado de Nya rompió el tenso silencio, y en un instante, se levantó bruscamente de su asiento.
Ahogando un sollozo, Nya retrocedió unos pasos y se dejó caer sobre la acera. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ella, mientras la tormenta que había amenazado toda la tarde se desataba. No hizo ningún esfuerzo por cubrirse, ni por ocultar las lágrimas que corrían por sus mejillas pecosas. El agua, mezclada con sus lágrimas, no podía lavar el peso de lo que sentía.
Estaba abrumada, confundida, rota.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara una puerta abrirse y cerrarse detrás de ella. Los pasos que descendían por las escaleras de concreto resonaron en el aire, hasta que sintió una presencia a su lado. Limpiándose los ojos con las mangas de su chaqueta, aunque sabía que era en vano, se preparó para enfrentar la mirada de Michael Wysman. Él no se había molestado en buscar refugio de la lluvia; tan solo se sentó junto a ella, paciente, esperando a que fuera la primera en hablar.
—Recogeré mis cosas en cuanto encuentre otro lugar donde quedarme —anunció con la voz temblorosa, una vez que logró encontrarla de nuevo.
Michael frunció el ceño, desconcertado.
—¿De qué estás hablando, Nya?
—De que no soy ni VanderWaal ni Wysman... Ni siquiera soy del todo humana —dijo atropelladamente, como si quisiera deshacerse de las palabras antes de que la pudieran abrumar aún más—. Saliste a buscar a una familia que, al final, ni siquiera soy yo.
—Lo sé.
—¿Qué? —Nya lo miró sorprendida, buscando entender lo que acababa de decir.
Michael se enderezó, mirando al frente. Las luces de la calle iluminaban la escena con su brillo cálido y distante, mientras unas pocas personas caminaban con sus sombrillas y los autos pasaban sin prisa. El contraste entre lo cotidiano y la turbulencia emocional que compartían era casi surreal. Tal vez hablar mientras observaba algo tan simple le daba la calma que necesitaba.
—Margaret desapareció poco tiempo después de que me enviara esa carta anunciando su embarazo —comenzó a decir, con la mirada perdida—. Traté de encontrarla, pero fue imposible. Cuando supe que había tenido un bebé, no tuve motivos para dudar... hasta que te vi por primera vez. —Volvió a mirarla—. No lo supe en ese mismo instante, tal vez porque no quería aceptarlo. Te había estado buscando tanto tiempo, que lo único que me importó fue saber que por fin te tenía ante mí, y a salvo. Pero debo aceptar también la verdad.
—¿Cuál verdad? —preguntó Nya con un hilo de voz.
—Que no te pareces a ninguno de los dos —respondió con suavidad, sin apartar sus ojos azules del perfil de ella—. Físicamente. Pero cuanto más te conozco, más veo a mi hermana en ti.
—Yo quiero que ellos sigan siendo mis padres —murmuró entrecortada, luchando por controlar el temblor en su cuerpo.
Era demasiado duro. La idea de estar sola en su existencia la aterraba.
—Oh, Nya... —susurró Michael, rodeándola con un brazo y atrayéndola hacia él en un abrazo—. La sangre llama, pero la familia no es solo sangre. Leonard y Margaret fueron y siempre serán tus padres. Y si me lo permites, yo seguiré siendo tu tío.
Las palabras, simples pero sinceras, le ofrecieron un pequeño respiro en medio de la tormenta.
Había sido demasiado para asimilar.
Sabía que había sido irrespetuosa al abandonar el café de forma tan abrupta, pero necesitaba poner en orden sus pensamientos. No era fácil aceptar que no tenía una familia de verdad, al menos no la que se suponía estaba destinada a tener. Era una criatura que solo aparecía en momentos de necesidad. Entonces, ¿qué le pasaría cuando el Mundo Mágico dejara de necesitarla?
¿Desaparecería?
¿Moriría?
Una vez más, deseaba que algo normal se asentara en su vida. Necesitaba un ancla, pero no sabía dónde encontrarla.
Frustrada, se pasó las manos por la cara, notando lo fría que estaba su piel por la noche que comenzaba a caer. Tenía que moverse, ir a algún lugar, porque quedarse en el mismo sitio parecía solo aumentar su desesperación.
Cuando al final sus pies empezaron a moverse por el asfalto húmedo, una voz que conocía demasiado bien la detuvo. Sin voltear, se quedó quieta en su lugar. Sabía que, si lo hacía, correría a sus brazos en busca del consuelo que tanto ansiaba, pero ya no estaba segura de si debía hacerlo.
¿Qué mirada encontraría al darse la vuelta?
No era humana. Era un mito, una leyenda. ¿Debería siquiera existir en ese momento?
Resoplando entre dientes, continuó su camino. Sin embargo, los pasos detrás de ella no tardaron en seguirle. Pronto sintió una mano envolver la suya, obligándola a detenerse.
► Por un segundo, se permitió disfrutar de la caricia y el calor que le proporcionaba, antes de querer alejarse. Pero el agarre del mago de cabello castaño rojizo no se lo permitió.
—No me alejes, Nya —pidió Newt, seguro de que ahora lo escuchaba.
—¿Por qué haces todo esto?
—Porque te quiero —respondió sin titubear.
—¿Cómo haces que todo parezca tan sencillo? —preguntó con voz temblorosa, mientras se giraba para mirarlo a los ojos.
—Porque el amor es complejamente sencillo. Quererte ha sido una de las cosas más fáciles y naturales que he hecho o sentido en toda mi vida.
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Apenas había terminado de darse un baño y envuelta en una bata, salió hacia su recámara. Sin mirar a ninguna otra parte, se dirigió al armario para buscar su pijama. De repente se había sentido agotada y lo único que deseaba, era cerrar los ojos para dar por terminado aquel día, el cual estuvo lleno de demasiadas sorpresas. Su mente y su cuerpo parecían apenas estar asentando todo el huracán que se había desatado en ella, así que en realidad no le sorprendía aquel cansancio en lo absoluto.
En cuanto escuchó que alguien carraspeaba, no dudó en darse media vuelta en un susto. Sentado sobre su cama, encontró a Newt. El mago tenía la vista concentrada en suelo alfombrado de la habitación, sus mejillas estaban sonrojadas y una nerviosa sonrisa bailando en sus labios. Pequeñas gotas de agua caían de sus rizos y su ropa estaba un poco húmeda, indicándole a la mujer que estuvo caminando un rato bajo la lluvia.
El corazón de Nya pegó un saltó al verlo, cayendo en cuenta, de manera placentera, que la presencia del hombre no le incomodaba en lo más mínimo. Incluso cuando se encontraba en sus estados más vulnerables, lo único que había hecho él, fue respetarla.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Michael me dejó entrar —explicó, aunque se negaba a despegar sus ojos del piso —. Estaba preocupado, pero te quería dar tu espacio.
Los labios de la mujer se curvaron en una sonrisa cariñosa. Dejando olvidado el armario con su ropa, se acercó a Newt y se sentó a un lado de él, tomando una de las manos masculinas entre las suyas. El tacto de Newt fue frío en contra de su piel tibia por el baño.
—Usted, señor Scamander, me tiene demasiada fe y paciencia —comentó, riéndose un poco, pero de todas maneras, sus palabras tenían ese tono serio y esperanzador por debajo.
Si él decidía que ella era demasiado con lo que lidiar, jamás lo culparía. Aunque eso no quería decir que ella no quisiera que él siguiera a su lado de todas las maneras posibles.
»Lo siento —dijo después de unos segundos, cuando notó que Newt no le devolvía la mirada —. Siento ser tan impulsiva y querer escapar cuando la situación es demasiada para mí. Siento haberme tratado de alejar.
En cuanto sintió que nada sucedería por parte del magizoólogo, comenzó a alejar sus manos, pero el agarre del hombre se hizo presente de repente, llamando su atención. De inmediato sus ojos fueron a parar en el rostro de Newt, el cual ya le estaba devolviendo la mirada.
Ahí fue cuando se dio cuenta, finalmente, que nada había cambiado. Que sus repentinos miedos de dejar de significar algo para él, eran en realidad inexistentes.
—Por favor nunca me dejes de mirar así —pidió Nya en un susurro, apoyando su frente en la del mago.
Newt soltó un suspiro tembloroso y cerró los ojos. Ambos permanecieron inmóviles en esa posición durante varios minutos, sin querer romper el cómodo silencio que los envolvía. No obstante, Nya empezó a preocuparse por el silencio del pelirrojo, ya que desde que había notado su presencia, él no había pronunciado palabra alguna.
—Nunca me importó cuán diferente eres —dijo el magizoólogo, como si hubiera percibido de repente la angustia en la castaña. Su voz salió suave, y su aliento rozó los labios de ella—. Creo que desde el momento en que te conocí, sentí que había algo en ti que me interesaba, algo que necesitaba. Ahora sé que no es algo... eres tú.
—Te quiero tanto, Newt.
En lugar de responder con palabras, él lo hizo con un beso.
Con sus labios, dibujó en los de ella las mismas palabras que sus corazones ya habían expresado. Las manos de Newt se deslizaron por la espalda de Nya, atrayéndola hacia su cuerpo, mientras ella acunaba su rostro. El espacio de aire entre ellos comenzó a sentirse como una barrera insuperable, y la necesidad de estar lo más juntos posible se volvió apremiante. A medida que sus respiraciones se entremezclaban y sus labios se acariciaban mutuamente, la tela de la ropa se convirtió en una molestia contra sus cuerpos cálidos. Aún así, antes de dar ese paso, Newt se apartó y la miró a los ojos, formulando una pregunta silenciosa.
A pesar de que los ojos del magizoólogo estaban encendidos de amor y deseo, su preocupación por el bienestar de Nya prevalecía sobre cualquier impulso. Ella respiró con fuerza, notando cómo su piel se erizaba, con pequeñas corrientes de emoción recorriendo cada parte de su ser. Los brazos que la envolvían en ese abrazo lleno de deseo parecían ser todo lo que necesitaba en ese momento.
Sin perder un segundo más, Nya asintió, con sus ojos brillantes fijos en los de él.
—Sí —respondió de inmediato—. Estoy segura. Sí, quiero.
Lo veo y no me lo creo. ¡LO VEO Y NO ME LO CREO!
Este, damas y caballeros, ha sido el último capítulo de Daughter of Nature.
¿Están llorando o yo lo estoy haciendo sola? Nah, creo que también les estoy escuchando jajaja
¡Pero no se asusten! Todavía falta un epílogo y una que otra sorpresa :D
Por cierto, ¿quién más quiere un Newt Scamander en su vida? :v
Mil gracias por estar aquí, acompañándome en esta aventura. Espero verlos en lo siguiente para cerrar esta historia como se merece ;D
No olviden votar y comentar qué les ha parecido este capítulo.
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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