Capítulo Ocho
⠑⠥⟢—✽⟡✽—⟣⠬⠊
LO QUE SE DESMORONA EN UN SEGUNDO
⠑⠥⟢—✽⟡✽—⟣⠬⠊
Había sido un día relativamente corto y, por primera vez desde que llegaron a Tasmennul, la francesa no vio ninguna extraña actitud en su amiga de adorables pecas salpicadas en su nariz y pómulos. A pesar de que en verdad quería a Nya, no era ciega y notaba —a veces con demasiada facilidad para su gusto— que la escocesa adoptaba actitudes raras, decía o hacía cosas aún más extrañas y, aún así, no se atrevió a presionar sobre ello. Respetaba su privacidad, algo que era bastante importante para ella.
—¿Ya sabes lo que te pondrás para esta noche? —se aventuró a preguntar, aunque sus ánimos no eran los adecuados para hablar del tema.
Nya se giró para verla alarmada apenas la escuchó. Nunca había pensado en eso. En ningún momento se le pasó por la cabeza preocuparse por algo así. Era nuevo para ella, ya que preocuparse por la ropa no había sido su prioridad antes. Estaba acostumbrada a tener lo justo y lo necesario, dándole prioridad a la alimentación y un lugar donde poder pasar la noche.
Pero ahora eso no tenía nada que ver con lo que sucedería esa noche. Ella comprendió entonces lo que Isabel quería decir, a pesar de que la francesa se quedó en silencio. No era como si pudiera presentarse ante Esmour con la misma ropa que sudó durante su jornada de trabajo, la que ensució para recoger los cultivos. Tenía que ser sincera consigo misma, y la verdad era que no quería causar una mala impresión, mucho menos cuando él era el primer ser humano del sexo contrario que le hacía esa encantadora invitación. Quizás eso fue otro detalle que la impulsó a aceptar.
—Yo no había pensado en eso —confesó preocupada—. Todavía no nos dan nuestro primer sueldo y no tengo lo suficiente para comprar algo nuevo y que sea... bonito. —Se sentó en la cama, pero medio segundo después se desplomó sobre la misma boca arriba—. No puedo salir con Esmour.
La francesa observó a Nya en completo silencio y torció los labios. No le gustó para nada que su amiga tuviera esa cara de vencimiento y hasta se llegó a sentir mal por haber sacado a relucir aquello. Tan solo un mes atrás ella tuvo lo mejor y a la moda, luciendo delicadas y llamativas prendas que jamás repetía, empero Isabel sabía sobre la escasez de la castaña oscura y no lo había comentado. Incluso en esos momentos esa no había sido su intención.
Se levantó de la silla en la que había estado desde que la escocesa entró a la habitación. Dejó a un lado el libro que estaba leyendo y se acercó al armario para revisar entre sus cosas algo que sirviera de ayuda. La mayoría de ropa que poseía le parecía bastante normal, pero si las semanas que llevaba conociendo a Nya le habían servido, sabía de antemano que sería bastante extravagante para la sencillez que la contraria exudaba. Tal vez no leía mentes, pero tenía buen ojo observador en esas cuestiones y se enorgullecía de ello.
—Creo que por aquí tengo algo que te podría gustar —avisó, concentrada en su labor de buscar el atuendo perfecto.
—No tienes que hacer esto, Isabel. —Se levantó con rapidez de su lugar y se acercó a su amiga.
—Tienes razón, pero quiero hacerlo —zanjó con una sonrisa que lanzó sobre su hombro derecho en dirección a la escocesa.
Nya entrelazó los dedos de sus manos en la parte anterior de su cuerpo y esperó. Aunque en verdad le apenaba lo que la francesa estaba haciendo, no podía fingir que no le interesaba.
No tuvo que seguir esperando mucho, cuando Isabel sacó del ropero un encantador vestido de color coral. Las mangas eran largas y sueltas. Los bordes estaban acompañados de cocidos en hilo negro, al igual en el medio, rodeando las caderas. Lo observó entre asombrada y embelesada, pues antes no había visto tan de cerca un vestido tan bonito y elegante. La simple idea de que lo podía usar despertaba en ella los ánimos suficientes de querer salir.
—Es hermoso —halagó tocando la tela con suavidad. La ligereza de la misma cedió ante su delicado trato, moviendo el resto en ondas.
—Pguébatelo. —Se lo entregó de golpe y no tardó en empujarla en dirección al baño compartido. Sin dejar que la pecosa dijera o hiciera algo más, cerró la puerta—. Cuanto estés lista, sal a mostraglo.
La escocesa no pudo evitar volver a detallar el vestido. Se atrevió a soñar despierta mientras lo dejaba colgado en el gancho de la puerta y procedió a deshacerse de sus sucias y desgastadas prendas. Por mucho tiempo se había dicho a sí misma que suspirar por cosas como esas no era importante, pero era una mujer joven. Creer que de verdad no esperaba arreglarse, vestirse o sentirse bella no había cruzado su mente, era una total mentira.
Tomó una rápida ducha y luego de secarse se observó en el espejo. Le sorprendió ver que todavía estaba igual de blanca que cuando se subió por primera vez al barco. Después de haber trabajado tantas horas bajo el ardiente sol, el cual brillaba con esmero cada mañana y medio día, no parecía que hubiese afectado el tono de su piel. Su dermis no había oscurecido y ni siquiera tenía marcas rojas de quemadura, como si la luz solar jamás penetrara su figura.
Prefiriendo dejar eso atrás, para no comenzar a preocuparse y en aras de que esa noche fuera la mejor, se vistió y trató de peinarse lo mejor que pudo. El largo de su cabello no aportaba nada a lo típico de la época, sin embargo, se negaba a cortarlo, así que se hizo la trenza de siempre. Al terminar se echó una última mirada y, al sentirse satisfecha con su reflejo, salió a la habitación.
Vestir tan bonito solo le podía ocurrir a ella una vez cada mil años, o al menos eso era lo que pensaba.
Isabel se encontraba nuevamente leyendo en su silla frente al tocador, pero apenas escuchó a Nya, volvió a dejar su lectura abandonada. Se levantó y la miró de pies a cabeza con atención. Una suave expresión cubrió los elegantes rasgos decisivos de la francesa y una sonrisa se posó en sus labios.
—Oh la la.
—Es el vestido, gracias a ti —contestó con mejillas sonrosadas—. ¿Tú no saldrás esta noche? —preguntó al notar a su amiga en pijama.
—No. Me quedaré leyendo un rato más antes de dogmir.
—Puedes acompañarnos, si quieres... —sugirió—. Creí que quería ver los fuegos artificiales.
—No quiero sostener las velas. —Negó con la cabeza, pero al notar la mirada de confusión de la pecosa, volvió a hablar—: No te preocupes por mí —declaró con rapidez. Se acercó a su amiga y posó sus manos sobre los hombros ajenos—. Ve a tener una linda noche.
Ambas mujeres se sonrieron mutuamente y le fue inevitable a Isabel no acariciar los hombros cubiertos de Nya. Lo hizo por unos pocos segundos, antes de desviar la mirada y alejarse. Carraspeó y volvió a tomar asiento, queriendo retomar su lectura, pero sobre todo, queriendo que la escocesa se fuera pronto. No podía ni quería ser egoísta sobre con quién la pecosa pasaría su tiempo libre. Era una actitud demasiado extraña y para nada aceptable.
Nya se removió por un momento en su lugar y luego se despidió con suavidad, temiendo sacar a Isabel de la burbuja en la que parecía que se acababa de sumergir. Salió de la habitación, tratando de no hacer más ruido del necesario y, con una nerviosa sonrisa temblando en sus labios, cruzó el pasillo y bajó las escaleras hasta el recibidor. Ante la recepción halló a Esmour Dunham esperándola.
Él también se había arreglado para la ocasión, pues tenía el cabello oscuro peinado hacia atrás, despejando su frente. La barba y el bigote parecían haber tenido una sesión de mantenimiento. Sus ropas eran claras, los tonos bailando entre blancos y beige. Apenas el sobrino de Beatrix la vio acercándose, una atractiva sonrisa decoró su rostro. Nya le devolvió el gesto con timidez.
—Luces encantadora —saludó el hombre. Alargó una mano en dirección a la escocesa y su mirada se suavizó, como si pudiera percibir los nervios que ella cargaba.
—Muchas gracias —contestó sonrojándose y aceptando la mano masculina—. Tú, tú... tú estás bien... —En ese instante deseó poder regresar el tiempo y jamás haber abierto la boca.
—Muchas gracias a ti —respondió él con un tono divertido, pero que no le hizo sentir incómoda—. ¿Vamos?
La castaña oscura asintió y sin esperar más, ambos se dirigieron al zaguán para salir de la posada. Pero antes de que pudieran abandonar el vestíbulo, la voz de Beatrix los detuvo en sus lugares.
—¿Ya se van tan pronto?
La joven se giró y trató de domar sus rasgos sorprendidos. La pelinegra se encontraba organizando unos papeles en la recepción, sus ojos claros concentrados en la labor, sin embargo, Nya sabía que estaba más pendiente de ellos dos que de lo que hacía. Miró a Esmour rogando en su interior para que él fuera quien hablara primero, puesto que desde esa mañana, la escocesa sentía que ya no le agradaba como antes a su jefa.
—Sí, tía. Ya casi empieza la primera ronda y no quiero que lleguemos tarde para conseguir un buen lugar con una buena vista.
—¿No quisieran comer algo antes de irse? —propuso, aunque no miró al castaño, sino a Nya.
Su mirada volvía a ser amable sobre ella, lo que le hizo cuestionar en su cabeza si lo que pasó horas antes fue invención de su amplia imaginación. Beatrix ya no se veía molesta con el hecho de que no estaría trabajando en la apertura de las fiestas del pueblo. Hasta su sonrisa de labios pareció ensancharse cuando cruzaron miradas, un curioso y divertido brillo bailando en los iris azules de la señora Harte.
—Comeremos algo en el puerto —volvió a contestar Esmour. Había algo en la situación que también parecía divertirle, pero la escocesa no lo comprendió—. ¿Ahora si podemos irnos, tía?
—Está bien, está bien —accedió la mujer riendo con suavidad—. Ya no los atrasaré más. Que tengan una encantadora noche.
—Gracias, Sr. Harte —adelantó Nya, esperando poder salir pronto de la posada. Se había empezado a sentir incómoda con la conversación silenciosa que sobrino y tía sostuvieron ante sus narices, sin molestarse en incluirla.
—Oh, ¿será que podrían darme noticias de Nagini? —pidió volviendo a detenerlos—. Me llegó la palabra de que no se ha presentado en su puesto esta tarde.
Esmour asintió y prefirió apresurarse a cruzar las puertas dobles de la posada, antes de que a Beatrix se le ocurriese algo más para retrasarlos. Nya le siguió de cerca, sintiendo las repentinas ganas de dejar de estar bajo el radar de la atenta mirada de la mujer. Desde hacía varios días que había dejado de sentir que algo saldría mal. Había logrado despejar su mente de lo sucedido en la bodega de Naturalis y todos los misterios que rodeaban la presencia de Newt Scamander.
Sin embargo, su interior parecía querer entrar en un estado de paranoia antes de que cualquier cosa sucediera en realidad. Así que la castaña oscura optó por catalogar aquellas exasperantes sensaciones en simples nervios. En su cabeza quería convencerse que esa salida con el Sr. Dunham era una cita, ya que así podría excusar y tratar de olvidar los instintos que parecían ir ligados con su maldición de convertirse en una bestia con plumas.
—¿A la Sra. Beatrix no le molesta? —preguntó de un segundo a otro mientras se dirigían al puerto.
—¿Qué es lo que debería molestarse? —inquirió Esmour alzando una ceja. Nya desvió su mirada hacia el frente cuando notó un destello en sus ojos que no le agradó del todo.
—Bueno, que... —Se aclaró la garganta y agachó la cabeza para mirar el andén por el que transitaban—. Tú entiendes.
—Ah... ¿lo dices por nuestra cita?
Seguir caminando y luchar por no volver a ponerse tan roja como los tomates que recogió ese día fue un verdadero reto para ella. ¡Sí era una cita! Eso explicaba con mayor facilidad su peculiar desasosiego.
—No sé si hay algún tipo de regla, dado que los dos trabajamos para ella, eres su sobrino y todo lo que resulte raro y no sea del agrado de Beatrix.
—No te preocupes por eso, Nya —trató de tranquilizarla. Su tono fue suave y atractivo a sus oídos—. Ya soy un adulto, sé en quién estoy interesado —finalizó con otra de sus tantas sonrisas que la pecosa estaba empezando a disfrutar ver.
El resto del camino hacia el puerto fue tranquilo. Los dos se encerraron en una conversación que ni siquiera el gran número de personas que también seguían su mismo rumbo pudo interrumpir. Compartieron pedazos de recuerdos donde para Nya fue válido distorsionar la verdad. Si ella quería que ese lazo que recién estaba creando con Esmour se fortalciera, era consciente de que debía mentir sobre muchas cosas de su vida, lo que no sabía que era, lo que podía hacer, la maldición y el peso de las malas memorias.
Eran demasiadas cosas sobre las cuales ella no estaba dispuesta a compartir, por miedo a arruinar algo que creía que estaba perfectamente bien.
En cuanto llegaron a las calles principales, el gentío aumentó de manera considerable. Por primera vez en su vida no se preocupó por nada. Nadie la conocía ni escuchaba rumores sobre la familia VanderWaal, por lo que no había personas que se le quedasen mirando por más tiempo del que considerase normal. El peso que cargaba y la hacía doblarse sobre sí misma, alimentando sus deseos de huir o desaparecer, se esfumó esa noche.
Ya era hora que las cosas brillaran más para ella.
༼꧁༺ᴥ༻꧂༽
Los vientos costeros, el sonido de las olas y el ambiente en general del puerto estaba haciendo de Tasmennul un lugar que la escocesa no quería tener que dejar atrás. Después de pasar tanto tiempo mirando sobre su hombro hacia atrás, preocupada porque fuera a ser señalada de fenómeno o monstruo, aquel respiro fue tan fresco y energizante que las mejillas ya comenzaban a dolerle de tanto sonreír.
Con Esmour habían recorrido casi todos los puestos de comida, probando bocados de los platillos ofrecidos y dejando en todos su voto para el festival gastronómico. Nya no se sentía capaz de poder elegir solo uno y estaba convencida que los jueces tendrían un tiempo difícil en escoger al ganador de ese año. Su estómago nunca antes se había llenado tanto ni tampoco se había sentido tan satisfecha.
La música típica de las islas se escuchaba en todas partes. Habían varios grupos tocando e incluso algunos de ellos contaban con bailarines, por lo que les era complicado poder concentrarse en un sólo espectáculo. Si encontraban algo para ver, a los minutos ya se estaban acercando a otro sitio, pues la variedad y lo llamativo que resultaban esas fiestas era nuevo e increíble para Nya. Quería ver todo y Esmour fue un gran acompañante todo el tiempo, llenándola de información que antes ella no se había molestado en escuchar antes.
El sonido de algo explotando en el cielo nocturno la sobresaltó y llevó su mirada hacia arriba de inmediato. Alcanzó a ver grandes estrellas fugaces de colores regarse en una circunferencia imperfecta y una exclamación ahogada salió de su boca medio abierta. Así como vio aquella nueva constelación, otra le siguió y extendió incluso más alto y grande, del color del sol para luego regar su polvo en dirección a la tierra, pero desvaneciéndose por muchos metros más arriba de las cabezas de todos aquellos que disfrutaban de los fuegos artificiales.
Oyó una suave risa a su derecha, pero no necesitó ver quién era, sabía que el sobrino de Beatrix había visto su reacción de cerca.
A pesar de que era consciente de todo lo que la rodeaba, su espíritu y mente estaban volando igual de alto que aquellas estrellas coloridas y ficticias. Entre tanta iluminación y agradable estupefacción, el iris de sus ojos destellaron aquel dorado natural, muestra de las emociones acumuladas en su interior.
—¿Qué te parece?
—Es mágico —suspiró y regresó su mirada hacia Esmour, no sin antes parpadear varias veces seguidas y asegurarse que el color de sus orbes volvía a ser el café opaco que era considerado normal.
—Sí, parece magia —concordó torciendo los labios con un rápido disgusto que desapareció al latido siguiente—. Pero te puedo asegurar que eso no lo es.
La manera en que el castaño dijo aquello le hizo abrir una nueva caja de preguntas. Pero luchó por cerrarla y desecharla, pues no quería que nada extraño arruinara lo que parecía ser la mejor noche que tenía en años.
—¿Toda la semana será así?
—No, cada noche tiene algo nuevo y distinto por mostrar —contestó ofreciendo su brazo derecho para invitar a la pecosa a entrelazarse con él—. En mi humilde opinión, esta es la mejor de todas.
—En verdad gracias por la invitación. Todo es maravilloso.
En cuanto estuvo a punto de estirar su mano hacia Esmour, una mujer se cruzó en medio de ambos, prácticamente empujándolos fuera de su camino. Nya retrocedió confundida y miró a la desconocida soltar una rápida disculpa y seguir con su camino, empero al distinguir sus rasgos, quedó helada.
—¿Nagini?
La nombrada trastabilló al escuchar su nombre, mas no se detuvo y siguió su trayecto, dejándola aún más confundida. La pelinegra lucía bastante nerviosa en verdad y parecía estar escapando de algo o alguien. Eso le pareció incluso más extraño, pues nunca vio que la indonesia tuviera una actitud hostil o de aversión hacia nada ni nadie, pero esa noche era justo todo eso lo que estaba mostrando.
Nya volvió su mirada hacia donde esperaba encontrar a su cita, pero se sorprendió aún más cuando lo vio alejándose de ella sin siquiera haberle avisado lo que haría. Casi parecía que ni le importaba ese detalle.
Antes de que la escocesa se diera cuenta, ya estaba también caminando con rapidez detrás de él. Por poco le toca trotar, dándose cuenta que el castaño era bastante ágil y rápido, incluso sumergido en ese mar de personas. Ella tenía que disculparse seguidamente, porque no dejaba de chocar con las personas, lo que le ralentizaba mucho su misión de alcanzar a Esmour y preguntarle por fin qué era lo que sucedía.
—¡Esmour! —gritó esperando poder llamar la atención del hombre. Ahora solo alcanzaba a distinguir su cabeza, moviéndola hacia los lados, sin indicios de contestar al llamado de ella.
Siguió tratando de alcanzarlo, pero en medio de esa carrera, notó que se estaba alejando cada vez más del gentío. Tenía más libertad para desplazarse y el ruido iba quedando a su espalda, junto a los llamativos fuegos artificiales cuyas explosiones brillantes no fueron suficiente para mantenerla en el puerto. Las tiendas de la calle y otros locales estaban cerrando y habían pocas personas alrededor. Antes no había caminado por esa zona, así que decidió afanarse todavía más para hallar al sobrino de Beatrix. Quizás cuando él la viera la acompañaría de regreso a la posada, o al menos eso esperaba ella.
No pasó mucho tiempo cuando se tuvo que detener. Ya no había estado caminando sobre cemento sino que ya pisaba tierra y pasto, estaba rodeada de palmas, arbustos y altos árboles. Aunque no le gustaba la idea de cambiar sus ojos, tuvo que hacerlo para poder ver en la oscuridad que ahora la envolvía. La noche no tenía una luna acompañándola esa vez, así que Nya tuvo que valerse de algo que detestaba con todo su ser.
Trató de regular su respiración y dejar de escuchar los acelerados latidos de su corazón en sus oídos. Miró hacia todas partes e incluso trató de retomar el camino devuelta hacia el puerto, empero eso solo sirvió para que siguiese enredada en el laberinto de la naturaleza.
Un escalofrío recorrió su espalda y se dio cuenta que debió haberle hecho caso a sus paranoicos instintos que habían querido dejarla protegida en la posada. Su desespero por vivir una vida normal y fingir ser alguien que no era estaba cobrando sus días de tranquilidad en esos momentos. El miedo y la incertidumbre se afianzaron con fuerza en su anatomía y tuvo que aguantar la respiración. El susurro del fantasma del pasado se consolidó con el grito de una mujer.
Lo bueno ya empezó ;)
Se darán cuenta que las raras actitudes de algunos personajes no son tan inocentes después de todo.
a-andromeda
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro