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Capítulo Cinco


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INMUNE

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                     Todo pensamiento que pudo haber sido claro o racional, se borró por completo de la cabeza de Nya. Sólo pudo quedarse estupefacta, observando al hombre cuyo rostro estaba bañado en pecas y cuyos ojos no mantenían una constante conexión con los suyos propios. Hasta se atrevía a apenas formular la idea de que él lucía mucho más nervioso que ella en esos momentos, si es que la diferencia en sus inhalaciones era señal suficiente para ello.

          Ninguno de los tres se atrevió a moverse en la pequeña bodega desde que el castaño rojizo habló. La escocesa seguía totalmente confundida y asustada, el desconocido parecía haber sido atrapado in fraganti y el animal extraño no había apartado sus ojos grandes de la figura de Nya. Para terminar de rematar la situación, la joven no podía determinar la razón por la que Isabel o Nagini todavía no llegaban a su auxilio.

          ¿Sería posible que el hombre que estaba bloqueando la puerta que da a la tienda tenía algo que ver con eso?

          —¿Q-quién es usted? —preguntó a medias, sacando valor de donde no creía encontrar. De paso, comenzó a mirar su alrededor de reojo, queriendo asegurarse de encontrar algún objeto que le sirviera para defenderse, en caso que llegase a ser necesario.

          El desconocido se removió en su sitio, pasando su peso corporal de un pie a otro, hasta que por fin se atrevió a mirarla directo a los ojos, luego de varios segundos incómodos en silencio. La castaña oscura no se acobardó bajo su mirada de un color bastante parecido a las aguas más tranquilas de un mar puro, porque en vez de percibir alguna amenaza en aquellos irises ajenos, sólo notó timidez y clara preocupación.

          No pasaron más de cinco segundos mirándose, cuando él frunció el ceño y ladeó la cabeza hacia un lado, los rizos de su cabellera acompañando el inocente movimiento.

          —Sus ojos. —Tragó saliva inseguro y desvió la mirada unos segundos antes de volverla a posar con renovada curiosidad sobre la fémina —. Se parecen mucho a los de... a los de un Pájaro del Trueno.

          Si era posible sentirse más confundida o perdida, ese era el momento exacto.

          En definitiva, era de aspecto urgente que la francesa o Nagini entraran a la bodega y le ayudaran, porque ella no sabía qué pensar, mucho menos qué hacer. ¿Qué clase de persona hacía un comentario sobre sus ojos y no sobre la criatura que seguía en medio de ellos dos? ¿En verdad estaba un paso más cerca a la locura y ella era la única que podía ver aquel simio perezoso observarla desde su posición?

          Un momento. Había hablado de sus ojos.

          Algo no estaba bien.

          Parpadeó varias veces seguidas, dándose cuenta que su vista era perfectamente nítida y clara. Logró captar hasta el más mínimo detalle, como el polvo en el aire o el pequeño hilo suelto de la gabardina azulada que el contrario tenía doblada sobre la maleta café que cargaba. Incluso una solitaria hormiga que trepaba el marco de la puerta cerrada logró llevarse su atención un instante.

          Y eso solo podía significar una terrible cosa: sus ojos estaban dorados.

          —Dado el hecho de que no sé quién es usted, lo tomaré como un insulto —declaró cortante —. Ni siquiera sabía que existía un ave con tal nombre —finalizó, cerrando sus ojos con fuerza unos segundos con tal de controlar el color de sus irises.

          —¿Se encuentra bien?  —curioseó él, dando otro paso hacia ella —. Nunca había visto a alguien con tal cualidad —murmuró, pero Nya alcanzó a escucharlo a la perfección.

          Sintiéndose atacada de repente con apenas esas simples palabras, agarró con todas sus fuerzas una desgastada tabla de madera que captó su atención. Apuntó el objeto hacia el animal y luego hacia el extraño, quien dio un paso al frente apenas ella tomó la pieza. Apenas estuvo segura que no se le acercarían, dio unos cuantos pasos hacia atrás, buscando generar mayor distancia, pero gracias al reducido espacio del cuarto, no fue mucha como deseó.

          —Le voy a pedir que se retire y se lleve a su mascota —dijo y el temblor en su voz fue imposible de ignorar.

          La garganta se le cerró del miedo, señalando que dentro de poco llegarían las lágrimas. Justo por situaciones como esa, la habían hecho moverse siempre de un lugar a otro, sin poder vivir en paz ni formar lazos con nadie. Le resultó alarmantemente reconocible lo que tendría que hacer a continuación, pues a pesar de sus esfuerzos y pocos días en su nueva vida, alguien estaba viendo lo que ella llevaba toda su vida tratando de ocultar.

          El hombre, al verla tan afectada con su sola presencia, se apresuró a disculparse con suavidad, su rostro contraído con preocupación. No pudo evitar decir aquello, pues aquellos tremendos ojos dorados en verdad le recordaban mucho a Frank, un Pájaro del Trueno que llevaba consigo en su maleta, al cual había rescatado de unos traficantes en Egipto.

          —Mi nombre es Newt Scamander —se presentó, esperando que así, la joven mujer que estaba a punto de llorar no lo hiciera. Él no tenía ni la más mínima idea de qué hacer con las personas lloraban delante suyo.

          El cuerpo de ella pareció relajarse un poco al escucharlo, sin embargo, aquello no fue suficiente para que ella volviese a hablar. Ni siquiera intentó presentarse de vuelta. Hasta donde Nya sabía, gracias a sus experiencias vividas, ya estaría siendo tachada de fenómeno y bruja. Sospechaba que, apenas el Sr. Scamander posara un pie en la calle, no tardaría en salir corriendo para gritar a los cuatro vientos que había una abominación viviendo entre los isleños.

          » N-no se tiene que presentar si no lo desea —dijo y dio un paso hacia adelante, pero se detuvo de repente cuando la castaña oscura apuntó hacia él con la desgastada tabla de madera. Alzó las manos en señal de rendición —. No le quiero hacer daño.

          —Mejor prevenir que lamentar —contestó a medias.

          El inglés pudo notar la manera en que ella no dejó de mirar cada pocos segundos al demiguise. Lucía cada vez más asustada entre más detalló a la pasiva criatura, la cual había dejado en claro que quería acercarse a la desconocida. El hombre, sabiendo numerosas cosas sobre animales fantásticos, le resultó extraño ese comportamiento, puesto que, cuando lo encontró en el puesto de Pórtland, se vio bastante reacia a acercarse a él.

          —Se llama Dougal —habló con cierta precaución, desconociendo del todo la razón por la que decidió compartir una información tan trivial con ella —. Bueno, es claro que ese nombre lo escogí yo. Es más sencillo ponerles nombres, aunque todavía no estoy seguro de que le agrade...

          Dejó de hablar al darse cuenta de que nada de lo que dijera podría tranquilizar a la fémina de llamativos irises dorados. Soltó un corto suspiro, desviando su mirada hacia la puerta que quedó detrás de él y aprovechó la privacidad para hacer lo que debió haber hecho apenas la vio.

          Sacó su varita del bolsillo y la apuntó hacia la castaña.

          Gracias al movimiento que resultó tan inesperado por parte del Sr. Scamander, Nya pegó un pequeño grito y soltó de golpe la tabla que con tanto esmero había sostenido para protegerse. Se cubrió el rostro con las manos, observando entre sus dedos lo que el hombre usaría para lastimarla, empero al detallar el objeto, no pudo evitar que la confusión se adueñara de sus rasgos.

          Era solo un palito de madera, no un objeto filoso y cortopunzante.

          —¿Qué es lo que va a hacer con eso? —preguntó alzando ambas cejas, extrañada.

          Retrocedió unos cuantos pasos, aunque eso no pareció ser suficiente para acercarla por completo a la puerta trasera. Dejó de mirar al inglés y sus ojos fueron a parar sobre la bola de pelos blanquecina, que no dudó más de cinco segundos para volver a acercarse. Nya casi podía jurar que el animal la observaba a ella como la más extraña criatura y fue casi imposible no encontrar ironía en ello.

          ¿Cuál era la manía de ese mono con querer estar cerca a ella?

          La escocesa devolvió su vista hacia el Sr. Scamander, dándose cuenta que él estaba mucho más cerca al animal y que la puerta hacia la tienda estaba quedando libre. Respiró hondo, buscando reunir fuerzas y valentía.

          En el segundo en el que tomó una decisión, los ojos del mono brillaron y sufrieron un cambio abrupto, pasando de un cálido amarillo a un azul frío y resplandeciente. Nya se lanzó hacia adelante en dirección a la salida, y cuando estuvo a punto de tocar la perilla, la criatura fantástica saltó encima de ella, desequilibrándola. Sin perder siquiera un segundo, la castaña cayó al suelo por su lado izquierdo, tropezando con unas cajas y tratando de quitarse al animal de encima. Era una verdadera lástima que sus desesperados movimientos no eran para nada comparados a los del mono.

          —¡Dougal! —exclamó el Sr. Scamander impresionado, acercándose con rapidez a socorrer a la mujer. Aquellas no eran las actitudes normales de un demiguise.

          Luego de varios intentos, tropiezos y choques, enredados con disculpas que salieron disparadas una y otra vez de sus labios, logró retener a Dougal entre sus brazos. No tardó en alejarse de la escocesa y regresar a su maleta, que había dejado tirada en el suelo al segundo que se adelantó para ayudar a la castaña.

          Nya resopló con fuerza, sintiendo que el pecho le iba a explotar gracias a la fuerza de sus latidos. Recargó su espalda contra la pared y se apartó el cabello del rostro, tratando de controlar su respiración. No estaba lastimada, salvo los golpes que se dio sola al caer sobre la cajas y sus pobres intentos por quitarse al animal de encima.

          Posó su mano derecha sobre su pecho, sintiendo los rápidos golpes que daba su corazón, no obstante, una nueva carrera contrarreloj los aceleró al ver cómo el hombre, de rostro bañado en pecas, metió a la criatura en su maletín y no tardó en cerrarlo, dejándolo sobre el piso.

          Nya miró el objeto con atención, esperando ver algún bulto que denotara la presencia de un ser viviente de mediano tamaño en el interior, pero no vio nada fuera de lo común.

          —¡¿Qué fue lo que hizo?!

          El simple pensamiento de que el hombre le hizo tal daño a la criatura al introducirla a la fuerza en la maleta, volcó su estómago de formas desagradables. Quizás no se sintió cómoda con la criatura y trató de quitarla cuando le saltó encima, pero eso no quería decir que le deseara tal mal.

          —Es... sé que es complicado creer esto, pero Dougal está bien —trató de tranquilizar, pero Nya no escuchó sus palabras.

          —¡Se va a asfixiar ahí adentro! ¡¿Qué ha hecho?!

          De repente escucharon pasos al otro lado y voces que la escocesa reconoció con inmediato alivio. Giró su rostro hacia la puerta esperanzada, desde su posición todavía contra la pared, sentada en el suelo, luego observó su entorno y su expresión decayó. La bodega estaba hecha un desastre gracias al susto que el mono le hizo pasar hace unos momentos.

          ¿Cómo podría explicar algo así? ¿Un huracán volcó todo un estante y ella cayó accidentalmente sobre las cajas por tal fenómeno imprevisto? Bueno, tal vez Nya necesitaba mejores ideas y mentiras si quería sobrevivir un día más en Tasmennul.

          Se levantó y sacudió su ropa, pero antes de que pudiera hacer o pensar en algo más, sintió que la agarraron de la muñeca derecha. Sin siquiera dejarla reaccionar, una desconocida sensación la cubrió.

          Todo su alrededor se entremezcló en un torbellino de colores y movimiento que la envolvieron e hicieron parte a la escocesa, su cuerpo no pudiendo evitar la corriente que la llevó arrastrada lejos del suelo que pisaba. Estaba segura que no había pasado mayor tiempo cuando sintió firmeza bajo sus pies y que la electrizante corriente que se adueñó de ella en contra de su voluntad la dejó de pie en otro lugar. Ya no estaba en la bodega, estaba afuera, casi adentrándose a la vegetación.

          En un acto de reflejo, apoyó sus manos sobre sus rodillas, tratando de controlar las repentinas ganas de trasbocar.

          ¿Qué acababa de ocurrir?

          —Siento mucho eso —escuchó que alguien dijo a su lado.

          Pegó un salto y alzó la cabeza de golpe, solo para encontrarse con la apenada mirada del Sr Scamander. Sin embargo, gracias a su rápida reacción, la cual su cuerpo todavía no estaba listo para controlar, Nya no tardó en marearse y terminar tumbada una vez más sobre el suelo. Esta vez no fue cemento lo que recibió su retaguardia, sino la seca comodidad de la arena.

          Se llevó las manos a su cabeza, sintiendo que dentro de poco se desmayaría al lado de un extraño.

          —¿Qué fue todo eso? —cuestionó sin aire. Parpadeó y notó que su mirada era borrosa, lo que le ayudó a darse cuenta que sus ojos habían regresado a un color normal —. ¿Cómo es que ha sido capaz de hacer eso?

          —Soy un mago —contestó con simpleza y se agachó delante de ella, ofreciéndole una mano para ayudarla a levantarse, empero apenas la castaña lo miró al rostro, él se sonrojó y desvió sus orbes hacia la arena.

          Le sorprendió el haberse encontrado con unos irises perfectamente cafés oscuros. Antes había estado sorprendido con aquel deslumbrante dorado, pero al verlos ahorita, determinó que el color no importaba. Ella tenía unos ojos muy bonitos.

          —Claro... ¿Cómo no se me ocurrió antes?

          —Por desgracia, ha visto demasiado —comentó con suavidad, sin atreverse todavía a mirarla otra vez al rostro.

          —Ya lo creo —suspiró Nya, rechazando el gesto y poniéndose de pie por su propia cuenta —. Estoy un paso más cerca a la locura —concluyó para sí misma.

          Newt empuñó la mano que ofreció, sintiéndose avergonzado, aun cuando no pudo evitar sonreír un poco al escucharla decir tales cosas.

          —Si no le molesta quedarse quieta —invitó volviendo a apuntarla con su varita —, terminaré pronto.

          Lástima que todo lo que empezaba tenía un fin.

          —La veces que he escuchado eso, siempre termina mal —confesó con voz ahogada y cerró los ojos en derrota —. Prometo que no dirá nada sobre lo que le hizo al animal.

          El Sr. Scamander arrugó el entrecejo y negó repetidas veces con la cabeza, luciendo como un tierno venado bajo la atención de un cazador. Él mismo aborrecía la idea de dañar a cualquier ser viviente.

          —Dougal está bien, tiene suficiente espacio —trató de explicarse, pero sabía que no daría al caso, mucho menos cuando ella estaba tan asustada. Detestó en verdad ser el causante de ello —. Y no le voy a hacer daño, confíe en mí.

          —También he escuchado eso. No puedo confiar en usted, mucho menos después de haber visto lo que hace —respondió abriendo los ojos para observarlo.

          Él suspiró desganado.

          —No tiene que hacerlo —aseguró —, obliviate.

          Un humo se apoderó de su vista y la empañó por completo. No le permitió ver nada con claridad, a pesar de haber parpadeado. Así mismo como eso sucedió, se disipó con el paso de los segundos y se encontró rodeada de árboles.

          Observó hacia todas partes, no logrando comprender en qué momento había llegado hasta allí. Se encontraba sola y casi adentrándose al bosque tropical. Frunció el ceño e hizo una mueca con los labios, luego comenzó a caminar, dirigiéndose hacia donde creía que vería las primeras casas del pueblo.

          Mientras avanzó, no tardó en llenar su cabeza con preguntas, tratando de resolver la razón por la que parecía que una gran laguna negra había tragado sus recuerdos de cómo llegó hasta allí. No lograba rememorar nada después de haber botado las margaritas en el basurero. Le era imposible comprender qué sucedió con ella.

          Lo único positivo que logró sacar de aquella particular situación, es que todavía llevaba su ropa puesta. No se había convertido en esa bestia que tanto le desagradaba.

          A unos cuantos metros divisó el techo y las paredes de las tiendas de la calle principal. La puerta trasera de Naturalis estaba abierta. Posiblemente era la única señal que recibiría de su imprevisto paseo hacia la jungla. Apresuró sus pasos para adentrarse a la bodega, pero apenas estuvo ahí, el arrepentimiento de ver aquel desastre llegó igual de rápido. ¿A qué horas había hecho tal desorden?

          Se apresuró a comenzar a organizar el lugar, mordisqueándose el interior de la mejilla por los crecientes nervios. No tenía dudas de que, si Beatrix llegase a la tienda y viera lo que hizo, dejaría de darle trabajo, un lugar donde dormir y comida para llenar su estómago. No podía dejar que su primer día demostrara su escasa capacidad para trabajar en un sitio como aquel.

          Solo pasaron unos pocos minutos, cuando la puerta que daba hacia la tienda se abrió de golpe, mostrando una molesta francesa, cuyos rasgos crispados fueron directos hacia la figura agachada de Nya.

          —La tienda está a punto de explotar, aquí hablan trop vite* y dos niños se han burlado de mi acento —se quejó posando sus manos sobre sus caderas, sus mejillas enrojecidas por la frustración —. ¿Qué tanto has estado haciendo acá?

          La escocesa boqueó los primeros segundos, no pudiendo encontrar una rápida respuesta, pues su mente seguía en blanco. Después agachó la mirada y observó la caja que carga en esos momentos.

          —Tropecé con el estante y... con esas cajas de allá y las tablas de acá —respondió en voz baja, pero la francesa alcanzó a escucharla.

          No había que ser un genio para saber que Isabel no le creía ninguna palabra, sin embargo, dejó pasar eso y suavizó su expresión. Bajó los tres escalones que tenía ante ella y se dispuso a ayudar a Nya para terminar pronto de organizar el lugar.

          —Tienes suerte de que Beatrix no se haya pasado hoy por aquí —le recordó, alzando una de las cajas. Apenas pudo ocultar la mueca de desagrado al sentir el polvo acumulado del cartón hacer contacto con sus suaves manos —. Nagini dijo que suele hacer eso.

          —No volverá a pasar, lo prometo —dijo la escocesa en un hilillo de voz.

          Isabel, luego de haber dejado la caja donde Nya le indicó que iba, se acercó a ella y posó su mano izquierda sobre la ajena. Acarició con suavidad el dorso, llamando la atención de la otra.

          —Ne t'inquiète pas* —la tranquilizó.

          Nya no entendió ni la primera palabra que escuchó, empero dedujo que su amiga trató de hacerle saber que no estaba enojada con ella. Asintió con lentitud y subió sus ojos para devolverle la mirada. La francesa le sonrió con suavidad, pero a los segundos reaccionó y alejó su mano al tiempo que desvió sus orbes de los oscuros. Seguido de eso, Isabel echó una mirada a la bodega y soltó un pesado suspiro.

          » Cuando terminemos, saldremos a almorzar, c'est bien?* —invitó, a pesar de que esa vez no se molestó en mirar a la escocesa.

          —Es una buena idea.

          Asintió aunque la fémina de ojos pardos no la estaba mirando. Continuaron organizando el espacio hasta que quedó una solitaria tabla de madera a mitad de camino. Nya se agachó y la agarró, mirándola con genuina curiosidad.

          —Puedes botar esto —indicó la contraria, dirigiéndose hacia la tienda y dejando a la escocesa sola una vez más.

          La castaña oscura volvió a asentir, pensativa, sin quitar sus orbes del objeto que sostenía.

          De repente, la laguna negra en su mente comenzó a despejarse y abrió camino a curiosas imágenes de un hombre de rizos castaños rojizos. También un mono de pelaje largo y blanco se presentó en sus pensamientos. La palabra mago, no tardó en hacer eco en su cabeza. Un escalofrío recorrió su espalda desde la nuca y se esparció hasta sus brazos y pies.

          Recordaba todo a la perfección.






Trop vite: Demasiado rápido.
Ne t'inquiète pas: No te preocupes.
C'est bien?: ¿Está bien?

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Nya tuvo un reencuentro con cierta criatura y el hechizo de Newt no funcionó.
Bienvenidos sean los problemas ^^

a-andromeda

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