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Viernes Santo.

Tephros » TaeHyung.

Aclaración: no se busca ofender la religión ni las creencias o no creencias de ninguna persona.


—Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa y de mi pecado purifícame —rogó en tono bajo la entrecortada y aterrada voz de Jungkook. Sus esqueléticas manos sostenían con fuerza un crucifijo, el cual se movía violentamente gracias al temblor en sus extremidades. Estaba de rodillas, con la cabeza completamente gacha y los ojos empuñados—. Mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo ante tus ojos cometí.

Nada lo salvaría esta vez, ni siquiera el inmenso poder y amor de Dios. Eso lo tenía en cuenta.

En realidad no importaba que hubiese estado todo el día de oración en oración. No importaba que sus rodillas dolieran gracias a la posición. No importaba que su espalda estuviese completamente destruida debido a todos y cada uno de los fuertes latigazos que se dio a sí mismo. No importaba que su estómago rugiera por el ayuno, ni que su cabeza estuviese dando vueltas precisamente por la falta de alimentación. No importaba nada. Estaba jodido.

Y lo sabía. Pero rogaría por perdón. Rogaría hasta que no quedara nada de él.

—Oh, señor Jesucristo, yo me postro a los pies de tu cruz y te pido que me cubras con la preciosísima sangre que brotó de tu sacratísimo corazón y tus santísimas llagas —sus ojos se empuñaron otro tanto en cuanto el suelo bajo sus rodillas comenzó a temblar, pero de manera diferente. Era como un balanceo en medio de feroces brincos que ayudaban a que el dolor en sus piernas incrementara. Sollozando, trató de seguir con la oración—: Lávame, mi Jesús, en el agua viva que brota de tu corazón. Señor Jesús, te pido que me rodees con tu santa luz.

Golpes, pasos, risas, gritos y maldiciones. Esa era la respuesta de su amado "señor y salvador".

Colocando rápidamente el crucifijo que todavía permanecía en sus manos en su cuello, se apoyó contra el piso aún vibrando y con su diestra ahora vacía tomó el látigo.

—¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa! —casi desgarró sus cuerdas vocales al gritar, y también cuando dio tres latigazos a su ya de por sí lastimada espalda—. ¡¡Ruego a la bienaventurada siempre Virgen María, a los ángeles y a los santos que roguéis por mí a Dios nuestro señor. A-Amén!! —entonces otros dos latigazos más. Todo Jungkook temblaba y su apariencia era por poco cadavérica, recordándole la forma en la que la avaricia y el poder habían acabado plenamente con él—. ¡Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso! ¡Perdón, padre, imploro perdón!

Calma...

El suelo dejó de moverse, al igual que los golpes, los pasos, las risas, los gritos y las maldiciones de oírse. Jungkook se había aferrado otra vez al crucifijo en su mano, aunque estando éste todavía colgado en su cuello. Respiraba fuertemente por la nariz mientras amargas lágrimas se deslizaban por sus mejillas hasta caer al piso a pocos centímetros de su cara. Su espalda ardía y su ritmo cardíaco estaba acelerado.

Tragó en seco, jadeando, sollozando e hipando. Trató de calmarse; sin embargo, cuando iba a disponerse a hacerlo el temblor y los escandalosos demonios volvieron, ahora con mucha más potencia. Los gritos ensordecieron al hombre, quien en un intento desesperado por huir se acurrucó en uno de los rincones de la parroquia.

Estaba arrepentido. De verdad lo estaba. Pero también era verdad eso de que iba a perecer eternamente en el infierno.

—¡Por favor, padre, no me abandones! —vociferó, lastimando su espalda cada vez más al arrinconarla contra la pared—. ¡Pido perdón, padre, pido per...


"Para ti ya no hay Dios ni salvación".


Era una voz inhumana, gruesa, sacada del mismísimo infierno. También era cruel, vacía y directa; simplemente tenía toda la pinta de ser Tephros, el maldito demonio del que nunca podría librarse. El demonio en el que confió, el que en un pasado le dio tantas cosas y el que, de la misma manera, se las cobraría todas y cada una.

Tiritando, sin poder expresarse bien y mirando con pánico a todos los lados de la iglesia, Jungkook optó por empezar una oración contra Satanás y sus respectivos demonios:

—¡¡En el santo nombre de Jesús, yo suplico ahora que, cualquiera sea mi propiedad física o espiritual que haya sido colocada bajo la jurisdicción de Satanás, me sea devuelta, para colocarla bajo el señorío de nuestro señor Jesucristo!! —volvió a gritar, siguiendo en eso de mirar a todos lados—. ¡Revélame, padre, aquellas partes de mis acciones que dieron a Satanás la posibilidad de introducirse en mi vida!

Era en vano, porque sus "acciones" no tenían remedio. Ni siquiera si el mismísimo Dios bajaba a perdonarle se salvaría del infierno.


"Patético, asqueroso y condenado humano... No trates de retrasarlo más. Tu tiempo en esta vida debió haber acabado hace siglos, y tu alma ahora le pertenece a mi amo y señor Satanás".


Lamentablemente, lo que decía Tephros era verdad. No importaba la lástima que Jungkook pudiera transmitir, él simple y llanamente era merecedor del infierno y de los infinitos sufrimientos que habitaban en él. Después de todo... el infierno era el menor de los castigos que se le podía dar a un Nigromante.

Revivir muertos, invocar demonios y tener el poder de darles cuerpos vacíos qué poseer eran una de las tantas prácticas que un Nigromante experimentado como Jungkook solía hacer. La Nigromancia fue lo suyo en un pasado. La magia negra le iba de maravilla, y fue en una de esas prácticas donde conoció a Tephros, quien le compartió los secretos más profundos y oscuros del universo. Tephros lo hizo un brujo poderoso, quizá el mejor de la época y uno de los mejores que existió. Le había dado belleza y juventud por décadas, y Jungkook solía saberlo todo. Podía hacer cuánto daño quería sin limitaciones. Podía verlo todo, hasta el futuro más incierto.

Y esa fue la parte que no pudo soportar.

Cuando se vio a sí mismo gritando de dolor en un lago de magma en el infierno, cuando se vio suplicando por perdón y cuando vio su alma irremediablemente perdida fue que decidió dejar sus lujos para, en su lugar, buscar el perdón que nunca llegaría de Dios.

Dejó de lado aquel aspecto hermoso y encantador para adoptar uno cadavérico y horrible, como se suponía debía estar desde hacía años. Parecía muerto en vida. Dejó las riquezas y los lujos por pobreza y mendiguez. Y también se llevó la enemistad de todos los demonios habidos y por haber.

Fueron años de sufrimiento, de llanto y de arrepentimiento verdadero que nunca olvidaría. Pidió mil veces perdón, y en ninguna de esas veces fue escuchado. Rogó, imploró, se arrastró y fue ignorado. Subió como palma y cayó como coco. Sus años gloriosos desaparecieron, dándole lugar a la miserable vida que siempre debió llevar. Había caído en las garras de Satanás y ya no había quién pudiera sacarlo de ellas. Había acudido al pecado, y ciertamente lo cometió con el mayor de los gustos.

Por eso no había perdón.

Agotado, lloriqueando y jadeando, Jungkook se limitó a seguir orando y rezando en voz baja. Sus turbulentos ojos no dejaban de moverse de allí hacia allá, intentando vislumbrar al dueño de sus pesadillas. Los gritos, pese a ser atronadores y angustiosos ya no captaban tanta parte de su atención. Lo terrible seguía siendo el balanceo del recinto y, de manera repentina, los fuertes golpes a la entrada principal de la iglesia.

—Padre nuestro que estás en el cielo... —susurró, observando fijamente la puerta. Los golpeteos iban mucho más allá de un simplón ruido. Retumbaba en las paredes, en el suelo vibrante y en su cabeza, como "martillando" allí—. Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino... —terminó por pegarse en plenitud a la pared, sin dejar de mirar el origen de impacto. Sentía en el aire la presencia de Tephros tras esa puerta. Sentía el ambiente pesado y su inminente destino demasiado cerca—. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo... —todo se calmó para ese entonces. Silencio completo—. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y...

Carcajadas empezaron de nueva cuenta a sonar, pero ya no de varios entes. Eran las carcajadas de Tephros. Carcajadas graves que helaban la sangre en el pobre Jungkook.


"¡Y líbranos del mal, amén!".


Concluyó Tephros por él. Jungkook brincó en su sitio, y con piernas temblorosas intentó levantarse y correr, pero fue justamente ahí cuando se percató de que se hallaba levitando. Se sacudió en tanto intentaba hacer algo; no obstante, jamás se esperó el duro golpe que se dio contra el suelo, lastimando su cabeza en el proceso.

Parpadeó en reiteradas ocasiones, jadeó y se arrastró en busca de la luz o del auxilio del padre celestial. Tal vez estaba viendo demasiado mal, porque a duras penas pudo notar el par de pezuñas que irrumpían en su tortuoso "camino". Una de ellas se paró en su cabeza, así obligándolo a quedarse recostado en el piso.


"Basta de huir, brujito. Tu alma le pertenece a Satanás y seré yo quien te lleve hacia él".

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