Capítulo 7
Los caballos relinchaban nerviosos, debían llevar horas avanzando por esos túneles rocosos y el gotear del agua se escuchaba a lo lejos, generando un ambiente tenso entre los presentes.
Grandes estalactitas se habían formado a causa del terreno rico en minerales, los cuales eran transportados por las pequeñas gotas que caían del techo del lugar y que, a lo largo de los siglos, se había mantenido como territorio virgen.
Las estalagmitas habían surgido por el suelo, uniéndose en algunas zonas con las estalactitas, formando columnas y haciendo más estrecho el paso por dónde estaban situadas.
Susaní, que iba al frente junto a Irvina y Taylor, procuraba fijarse bien en cada desviación que aparecía, las décadas pasadas se notaban en algunos cambios que presentaba el territorio, así que debía asegurarse de tomar el camino correcto.
Estaba dudando frente a dos posibilidades, un sudor frío recorría su cuerpo, quizás los nervios y el cansancio le jugaban una mala pasada, pero no recordaba esa desviación. Repasó mentalmente los caminos tomados para llegar hasta donde estaban.
«Primero fuimos por la derecha, en el siguiente desvío tomamos el túnel de en medio, todo recto y por último a la izquierda», el recorrido estaba claro en su mente, pero algo había cambiado, debería haber cuatro caminos diferentes.
Irvina notó su preocupación de inmediato y miró a Taylor pensativa, acercándose más a ella para susurrarle:
—Está confusa, debemos ganar tiempo antes de que los demás se den cuenta y se extienda el pánico.
Taylor asintió sabiendo que eso sería lo menos adecuado en la situación actual y decidió retroceder hasta dónde estaban los caballos.
Allí estaba Fircas, que intentaba en vano calmarlos para que siguieran avanzando, pero su método dejaba mucho que desear, tirar de ellos sin parar no funcionaría. Era demasiado rudo para lograr tal objetivo y ya estaba perdiendo la paciencia, lo que tampoco era muy difícil tratándose de él.
La morena se acercó cogiéndolo por el antebrazo antes de que hiciera algo que no debía e indicándole a continuación, con un gesto de cabeza, que se apartara.
El de ojos marrones bufó airado apartando el brazo del agarre bruscamente y se dirigió hacia dónde estaba Cuit junto con otros compatriotas mientras refunfuñaba entre dientes.
La ancestral de quinientos años dirigió toda su atención a las bellas bestias frente a ella, acercándose más mientras comenzaba a entonar una melodía transmitida por generaciones en su familia.
La suave y melodiosa voz llamó la atención de los que estaban a su alrededor logrando distraerlos del avance y, sin dejar de cantar, instó a algunos a acercarse junto a ella con un movimiento de manos. Varios la imitaron colocándose cerca de los animales.
Los caballos habían quedado en silencio y dejaron de removerse nerviosamente. Suavemente acarició el morro al más cercano, mirando a continuación a los demás para que hicieran lo mismo.
Todo lo hizo en su idioma antiguo, el cual pocos en esta era conocían, pues no a todos se les había inculcado en su aprendizaje.
—Tiramis avanca tua til —o, dicho de otra forma, avanzad tranquilos, os protegeremos, es lo que Taylor les transmitió tras terminar la corta melodía.
—Tiramis avanca tua til —repitieron los demás ancestrales haciendo una promesa inquebrantable.
El idioma antiguo tenía algo especial, generaciones atrás habían aprendido a utilizarlo para comunicarse con la naturaleza y, hasta el día de hoy, cualquier animal respondía positivamente a esta comunicación. Por lástima ahora escaseaba su conocimiento por culpa de siglos de guerra en otro tiempo ya lejano, pero esa es otra historia.
Ahora con los caballos más calmados podían continuar a ojos de los demás, Taylor esperaba haber proporcionado a la rubia el tiempo suficiente para hallar la respuesta correcta a sus dudas.
Volviendo con Susaní, tras investigar un poco las paredes alrededor de ambos túneles, logró dar con la respuesta.
Recordó que su tío le había comentado que, cuando atravesó el laberinto, había dejado la marca de su familia grabada en los caminos correctos.
Por suerte para ellos ninguno de los caminos desaparecidos era el que debían recorrer, haciendo a la ancestral respirar aliviada. Irvina le dedicó una sonrisa y un guiño juguetón junto con un apretón de manos transmitiéndole confianza al pasar por su lado.
Tairon se había quedado observando mientras Taylor hacía lo anterior y calmaba a los caballos. El de pelo azul deseaba solucionar las cosas de una vez por todas, pero sabía que ella entraría en razón, si le daba su espacio llegarían a una solución cuando salieran.
Tan inmerso como estaba en sus pensamientos, no se percató de las voces que lo llamaban, hasta que Blad le dio un manotazo en la espalda que lo empujó un paso adelante.
Tairon los miró con el ceño fruncido y mirada amenazante, fue una expresión natural que no pudo evitar ante tal acto.
—¿Qué hacéis truhan? —dijo dirigiéndose al responsable—. Me parece que no os han enseñado modales para interactuar.
—La verdad es que no mi príncipe —contestó su amigo haciendo una reverencia burlesca y exagerada—, solo me han enseñado a ser sigiloso y disimulado, no como a vos.
Carri se rio viendo que Tairon no comprendía a que se refería el escurridizo espía de ojos verdes, haciendo que ahora se centrara en él con un ligero levantamiento de ceja.
—¿Y a vos que os pasa? —interrogó el más alto.
—Mi querido primo, venid con nosotros, antes de que sigáis llamando la atención de los más adelantados —respondió Carri, tomándolo del brazo izquierdo tras indicarle con la cabeza que Taylor los miraba.
—Os hemos observado —dijo a un lado Blad tomándolo del derecho.
—Sabemos que algo ocurre —continuó Carri.
Tairon no entendía que les pasaba, supuso que, quizás, necesitaban bromear para distraerse del estrés de la huida. Pero Blad siempre era muy serio en tiempos de batalla, por lo que le resultó extraño su comportamiento.
—Bueno ya está bien, no podemos apartarnos, ¿o acaso alguno sabe el camino? —Tairon se deshizo del agarre con un movimiento brusco de sus extremidades superiores mientras pronunciaba estas palabras al llegar al final de la caravana.
—Vamos, tranquilízate —habló Blad con un tono más moderado que antes y dejando a un lado los formalismos—, solo queremos saber que ocurre con Taylor. Hace ya casi una semana que os comportáis de forma extraña cuando estáis juntos y antes ha pasado por tu lado y ni se ha girado a mirarte.
—Con lo que te costó aceptar tus sentimientos por ella es extraño que ahora estéis tan distanciados. Antes de nuestra partida a Alta Siluas parecías mucho más unido a ella —razonó Carri, observando su semblante con mirada intrigada.
Tairon se quedó en silencio mientras avanzaban al final de la comitiva, quizás si les explicaba lo ocurrido alguno podría darle una idea de cómo arreglar las cosas con la morena que le arrebataba el aliento desde hacía ya un tiempo largo. Finalmente suspiró y les contó lo ocurrido a ellos.
Blad simplemente quedó boquiabierto, le parecía una tremenda mofa todo aquello, como si no estuviera bastante claro que esa historia estaba terminada, además, ¿por algo tan simple como eso, la magistral guerrera, se había formado toda una historia en su mente?
Carri no pudo evitar poner los ojos en blanco ante tal tópico y pasó un brazo por los hombros de Tairon.
—Primo mío me temo que lo tienes complicado —le dijo a continuación—, cuando alguien cultiva esas ideas en su cabeza sólo las podrá eliminar por acción propia, dicho de otra manera, no podéis hacer nada hasta que decida confiar en vos —concluyó el rubio volviendo al tono formal.
Blad asintió en acuerdo y Tairon suspiró con decepción por tal respuesta, Blad palmeó su hombro mientras los instaba a acercarse a Cuit y Fircas.
Quizás una charla sobre la estrategia a seguir a partir de su salida del lugar lograra distraer a su amigo hasta poder aclarar las cosas.
A medida que avanzaban un brillo azul comenzó a emanar de las paredes, lo que una vez más sorprendió a Susaní, este lugar había cambiado muchísimo y no entendía como tanto en tan poco tiempo.
Irvina se acercó a observar el motivo, pues era su especialidad, aun siendo alguien de bajo rango dentro de los ancestrales y principalmente una guerrera, también había aprendido los fundamentos de la hechicería.
A pesar de que no era común que alguien fuera de la nobleza lo hiciera, por lo que no había llegado a obtener su canalizador aún.
Por supuesto su afán de conocimiento no se detenía ahí, a este lado del océano era la experta en botánica número uno del reino y estaba entre las mejores micólogas.
Descubrió entonces, al observar de cerca, que no se trataba de las paredes en sí iluminando el espacio, si no que había líquenes y enredaderas luminosos creciendo en las paredes.
Mientras ella observaba admirada como se extendían por la superficie vertical, los demás decidieron apagar las antorchas, de momento no eran necesarias, pues podían ver a la perfección todo a su alrededor.
Susaní, sin embargo, dejó la que portaba ella encendida para poder observar bien si había alguna pista más.
Cambios tan radicales suelen ocurrir en un plazo de algunos cientos de años, sin embargo, ahí había ahora estalactitas enormes y hasta plantas que habían crecido dentro de este lugar que siempre había sido yermo, al menos en su interior.
A pesar de su extrañeza por tales hechos, instó al resto a continuar su camino, no podían detenerse a comprender los motivos tras estos cambios.
Taylor recordaba lo prometido a Tairon antes de entrar aquí, a la salida del lugar hablarían y le daría una respuesta sobre si lo suyo aún podía seguir siendo.
Sabía que no había visto nada demasiado grave, pero una parte de ella no podía evitar esa sensación de traición que sentía, solo con recordarlo el corazón se le comprimía, causando un dolor ya conocido en su pecho.
Tal vez ni si quiera era culpa del apuesto príncipe, quizás sus miedos por las traiciones vividas en el pasado eran los que la hacían dudar tan drásticamente.
Soltó un suspiro exasperado, no sabía si estaba más furiosa consigo misma o con él, al fin y al cabo, ¿qué había visto?
¿Fue, quizás, la ternura en la mirada de su amado al mirar a Lira? ¿o, tal vez, aquel recuerdo que le vino a la cabeza...?
Una mano sobre su hombro la sacó de sus cavilaciones en ese instante, Irvina la miraba interrogante y la morena soltó otro suspiro pesaroso.
—Si necesitáis decir algo quizás sea el momento, no sabemos cuánto durará la calma antes de la tormenta —le dijo la pelirroja sin detener su avance.
Susaní miró hacia atrás un instante, pero decidió seguir concentrada en su cometido, su misión era lo primero en este instante, aunque eso no impedía que escuchara la conversación en segundo plano.
—Quizás, tengáis razón —le respondió Taylor y resignada a contarle a alguien sus preocupaciones, procedió—. Se trata de Tairon, ocurrió algo antes de que todo esto estallara, fue tras su vuelta de nuestra tierra natal...
Empezó a narrar lo ocurrido y cómo salió corriendo del lugar sin saber cómo manejar la situación.
Irvina la conocía muy bien, cuando tenía alrededor de sesenta años fue quien se encargó del aprendizaje de la morena como guerrera, la que descubrió su talento nato para la esgrima y el cuerpo a cuerpo.
A lo largo de su vida la había visto reír, llorar, caerse y levantarse en incontables ocasiones y por diferentes motivos, entre ellos algunos causados por decepciones amorosas, por lo que sabía exactamente que preguntas hacerle para que encontrara la respuesta a sus problemas por sí misma.
—¿Y a qué teméis? Os conocéis desde hace siglos, podéis leer las intenciones del otro en el campo de batalla y en la vida cotidiana, sabéis que no os ha mentido, así que ¿a qué teméis?
—Temo volver a equivocarme, volver a confiar en la palabra de alguien que acabará traicionándome como...
—No es él —la interrumpió la pelirroja antes de que terminara—. Es Tairon, os vi formar unos lazos muy fuertes con cada día de entrenamiento, cada batalla y cada conversación sincera... Deberíais plantearos si vuestros motivos son los correctos.
Taylor meditó estas palabras seriamente, al fin y al cabo, lo que decía no era incierto.
—No lo pienses demasiado —intervino Susaní sacándola de su ensimismamiento—, vivimos un momento delicado, no es bueno dejar para después lo que puede resolverse ahora.
Cruzaron miradas y la morena sabía que también ella tenía razón.
Iba a dirigir su paso en su busca cuando un estruendo llamó su atención, todos se giraron con estupor mientras aún se oían rocas entrechocando.
La rubia cambió su mirada a una preocupada, con un solo pensamiento en mente, no iban a poder volver atrás y, además, se percató que la estructura era inestable.
Enseguida todos comenzaron a comprobar que el resto de la comitiva estuviera sana y a salvo.
Cuit llegó junto a ellas corriendo unos segundos después con terror en sus ojos, no podía articular palabra por algún motivo y su semblante era muy serio.
—Respirad y tranquilizaos hechicero —le dijo Taylor con voz reconfortante, situándose frente a él con una mano en su hombro—. ¿Qué ha ocurrido?
Cuit tomó aire intentando hacer lo que le había dicho, mientras movía los brazos con gestos indescifrables. Cuando al fin logró hablar dijo:
—Un derrumbamiento —comenzó el hechicero—. Me temo que ha separado nuestro camino del de algunos de los nuestros —concluyó con una mirada inquieta.
—¿Quiénes se han quedado del otro lado? ¿Pudo salvarse alguien? —preguntó Irvina de inmediato.
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Sebastian era uno de los mejores rastreadores del reino, llevaba desde su sexto invierno aprendiendo a seguir huellas y detectar amenazas.
Motivo por el cual, aunque le costó un poco determinar con firmeza el camino seguido por sus escurridizos fugitivos, al final lo logró.
Víctor organizaba a los hombres mientras él cumplía con su tarea, por lo que se mantuvo ocupado. Frederick escuchaba las órdenes y las seguía enseguida, mientras los soldados estaban atentos a todo detalle.
El rubio de pelo corto dio un grito de aviso indicando que había cumplido su misión. Tal y como les había comunicado antes su capitán, tomaron a los caballos y se colocaron tras él y Sebastian en una fila de dos en dos, situándose los guerreros en el centro y sus monturas a los lados de cada uno.
Iban iluminando el camino cuidadosamente para no caer en alguna *chimenea abierta en el suelo, todo parecía tranquilo, no se escuchaba más que el sonido natural del lugar. Cuando llegaron a la primera intersección hicieron una pequeña parada mientras el rubio observaba el suelo de los caminos, adentrándose un poco en ambos para comprobar que no pasaba nada por alto.
Se decantó por aquel en el que encontró mayor evidencia de paso reciente y continuaron. Siguió el mismo procedimiento en los siguientes cruces, pero a medida que avanzaban el aire se tornaba más pesado y los animales comenzaban a hacer movimientos alterados, rehusándose a continuar.
El capitán presentía que pronto lograrían alcanzarlos, que podrían poner fin a toda esta persecución, o al menos lo esperaba. Es fácil confundir el ansia por lograr algo con presentimiento, sobre todo si te autoconvences de que es así y, eso también, lo tenía en cuenta el moreno.
Sebastian estaba pensando en si había algo en común con todos los caminos escogidos, algo que fuera determinante, para que lo tomaran con tanta certeza, que no se hubieran tenido que volver ni una sola vez, pero no lograba unir cabos.
De pronto se percató de que había unas marcas diferentes, estas no pertenecían a un caballo y, tampoco, a un ancestral.
La pisada marcada en el suelo arenoso, que cubría una pequeña parte del camino, tenía tres dedos puntiagudos. Parecía una huella parcial, a pesar de que su tamaño era casi igual al de su mano, por lo que no supo determinar de qué especie procedía.
Víctor se acercó al ver que su segundo al mando parecía confundido, preguntando que ocurría, a lo que el rubio señaló lo que había encontrado.
—Es extraño sin duda, esperemos que no nos depare ningún peligro, de momento continuemos, seguid alerta por cualquier cosa —resolvió el moreno girándose hacia los demás.
Advirtieron a los hombres de tal misterio para que permanecieran alerta y continuaron. Avanzaban más lentamente ahora, los caballos oponían demasiada resistencia y les costaba hacerlos seguir, pero al final lograban que dieran otro paso en la dirección elegida.
Las cosas continuaron de la misma forma un trecho más de su trayecto, pero uno de los caballos que iban en el centro de la fila se acabó encabritando.
El animal relinchaba y soltaba coces a quien se le acercara, parecía completamente fuera de sí, de tal manera que acabó golpeando a uno de los soldados que más cerca se encontraba.
El soldado recibió el impacto en la cara, esto significó un desmayo instantáneo. Los demás se alejaron para no correr la misma suerte, pero pudieron observar en el caído que mandíbula y nariz ya no estaban en la posición que debían.
Finalmente, el caballo logró hacerse un hueco y huir en la dirección de la que venían, derribando a algunos en el proceso.
Todos se acercaron entonces a ver la completa gravedad del asunto, la mandíbula desencajada, la nariz rota y un baño de sangre por todo su rostro, por no hablar de aquel color morado que había adquirido en segundos, indicaban un traumatismo grave.
Frederick negó con la cabeza tras comprobar si aquel hombre despertaría, aún vivía pero no parecía que eso fuera durar mucho tiempo.
Todos lamentaron tan inesperada y trágica circunstancia, ya era mala suerte caer de esa manera.
Comprobaron que los demás estuvieran todos bien, incluyendo a los que había arrollado el caballo. Viendo que ningún otro había sufrido daños decidieron continuar tras unos minutos.
No había nada que pudieran hacer por el herido y su misión continuaba, así que no lo dudaron demasiado.
Puede parecer que es un acto insensible dejar a su suerte a alguien que está a punto de morir, pero era algo habitual cuando estaban de misión, por lo que, aun sintiendo lástima por él, ya estaban curados de espanto.
A medida que avanzaban el ambiente se volvía más pesado, la temperatura subía de forma acelerada, el fuego de las antorchas empezó a removerse por un repentino viento.
Muchas antorchas se apagaron sin poder resistir la fuerza de este, dejando a los humanos casi sin visión, apenas unas pocas llamas permanecían encendidas aguantando.
Finalmente quedaron completamente a oscuras, inmóviles en su sitio temiendo dar un paso en falso, trataban de distinguir algo en aquel lugar.
Sus ojos comenzaban a adaptarse a la oscuridad, aunque solo distinguían sombras a su alrededor, un silencio sepulcral reinaba entre ellos. Entonces uno de ellos distinguió una ligera luz azul más adelante.
—Allí hay algo —vocifero el soldado haciéndose oír.
No fue difícil ver a que se refería siendo la única claridad en todo el lugar, a Víctor le pareció extraño, sin embargo, tampoco había más remedio que ir hacia la luz.
A medida que avanzaban dificultosamente contra la fuerte corriente de aire, comenzaron a escuchar sonidos, no sabían de qué se trataba, pero el mal presentimiento del moreno de la cola de caballo se acentuó más.
A pesar de que ahora su camino estaba iluminado por aquel brillo azul, aun no tenían la mejor visibilidad, por lo que cuando algunos gritos se escucharon entre ellos todos reaccionaron desenvainando. Frederick escuchó el grito a su lado, pero al mirar en esa dirección el que iba junto a él ya no estaba.
—¡Juntad espalda con espalda! —ordenó Víctor pegando su espalda a la de Sebastian— ¡Manteneos juntos!
—¿Qué creéis que está pasando? —pregunto el rubio permaneciendo alerta.
—No tengo ni idea, jamás me había ocurrido algo parecido —respondió el mayor confuso.
*Chimenea: se dice en términos de montaña, de una grieta vertical que puede ser escalada.
N/A
Hola de nuevo, que os parece el giro que han tomado las cosas? Que teorías os rondan la mente?
Gracias por leer y llegar hasta aquí, ver que seguís leyendo me da una enorme alegría y aún más ganas por continuar esta historia.
Un gran abrazo y nos seguimos leyendo en los comentarios y próximos capítulos.
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