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Capitulo 6

Los ancestrales habían llegado al pie de la montaña poco después del amanecer, donde había conjuntos rocosos que formaban una barrera visual perfecta para no ser detectados por cualquiera que se acercara.

Las montañas eran enormes, los rayos del Sol se reflejaban en las nubes que rodeaban los picos más altos, dejando una visión mágica y encantadora.

El agua caía en forma de cataratas que podían observarse fluyendo desde varios lugares de la montaña y, la vegetación y los árboles, se extendían a su alrededor de manera majestuosa.

Susaní observó el territorio en busca de la entrada a una cueva donde pudieran refugiarse y descansar brevemente, mientras recordaba la senda correcta dentro de esta para atravesar las montañas.

Habían tardado más tiempo del que hubieran preferido, pero al fin lo habían logrado, respirando aliviados por poder tomar un, pequeño, pero merecido descanso.

El camino de entrada era estrecho, por lo que permitía el acceso a los caballos de casualidad.
Una vez atravesabas ese camino se abría una gran sala con paredes altas de roca negra, con grietas de las cuales brotaba agua transparente y pura en forma de cascada, lo que fue un gran alivio para los sedientos y no dudaron en beber casi de inmediato.

La cueva oscura y húmeda se vio iluminada por una pequeña fogata, donde cocinaron la carne de los animales cazados, tras deshuesarlos y desollarlos.

Tairon y Taylor se encontraban conversando mientras inspeccionaban los alrededores, fuera de aquel refugio momentáneo, y algo apartados del resto tras haberse organizado con las tareas.

—Debemos ir con cuidado, no sabemos qué tan lejos o que tan cerca pueden estar ya los humanos —le decía Taylor mientras escalaba a lo alto de un montículo de piedra para observar mejor.

—No podría estar más de acuerdo contigo —le respondía Tairon mientras la seguía—, sin embargo, también creo que deberíamos hablar antes de continuar, me gustaría solucionar las cosas entre nosotros, por lo que pueda ocurrir.

—Tenemos que hablar, pero pienso que no es el momento adecuado ahora mismo —Taylor continuó sin voltearse a verlo.

—Siento discrepar, si no hablamos ahora quizás nunca lo hagamos y no podría quedarme tranquilo.

—¿Crees que para mí es fácil? Intentaba tomar distancia para pensar sobre lo ocurrido y justo pasa todo esto... Simplemente no se si puedo seguir confiando en ti después de lo ocurrido, al menos no en el mismo ámbito —le decía Taylor contrariada mientras alcanzaba la cima dándose un último impulso.

—Por eso debemos hablar precisamente, las cosas no son como piensas, jamás actuaría de forma que te hiciera daño —Tairon llegó junto a ella y la tomó de la mano.

—¿Cuál es la versión en la que las cosas no son lo que parecen después de verte tomarla de las manos, abrazarla, besar su mejilla y susurrarle algo al oído? Porque hay muy pocas respuestas tratándose de ella —Taylor se soltó de su agarre cada vez más molesta y se puso a observar los alrededores.

—Solo intentaba consolarla por su pérdida, hace siglos que lo nuestro acabó —el príncipe hizo una pequeña pausa suspirando para reunir paciencia—. Su hermano murió en la travesía a la vuelta de Alta Siluas y sabes lo unidos que estaban, a parte me siento responsable por lo ocurrido al fin y al cabo estaba al mando en ese momento —Tairon intentaba explicar lo ocurrido, pero sabía que su fama de mujeriego le jugaba en contra.

—Comprendo eso, pero hace tiempo que nos conocemos, prácticamente crecimos juntos y he visto como has jugado con muchas, no quiero ser una más de la lista —le dijo Taylor cabizbaja.

Tairon guardó silencio, dejándola pensar, sabía que si echaba la vista para atrás recordaría que ninguna de esas mujeres había significado lo mismo y que nunca se comprometió con ninguna de ellas, a excepción de Lira, de la cual hablaban, y ella misma.

—Sabes sobradamente que a Lira nunca se lo hice, al igual que sabes que a todas ellas les aclaré que no quería nada más allá del placer de su compañía, simplemente muchas pensaron que podrían hacerme cambiar de opinión —Tairon habló bajo mientras la tomaba de los hombros girándola para mirarla a los ojos—. Has llegado a ser más importante que Lira, no solo te amo, también eres mi mejor amiga, conociéndome mejor que nadie deberías comprender que no haría tal cosa...

—Lo sé... Solo tengo dudas con respecto a esto, he estado viéndote de esta forma mucho más tiempo que tú a mí y solo hace poco que empezamos a tratarnos más íntimamente, pienso que quizás tantos siglos juntos han podido confundirte —Taylor apartó la mirada de la suya y vio cómo se acercaban caballeros a caballo—. Debemos dejar esto para otro momento, se acerca el enemigo, pensaré durante nuestra travesía y aclararemos esto tras llegar al otro lado.

Taylor comenzó inmediatamente el descenso con la intención de advertir al resto y la esperanza de que Susaní hubiera trazado ya el camino.

Tairon miró en la dirección que había mirado Taylor y la siguió rápidamente tras confirmar lo dicho por esta.

—Adelantaos voy a intentar averiguar cuantos son exactamente, desde aquí no se puede ver bien —Tairon pasó por su lado corriendo y se giró para decirle una última cosa—. No dudes de mis sentimientos ni un segundo, puedo jurarte que son verdaderos.

—Solo ve con cuidado, yo avisaré al resto —Taylor fue en la dirección opuesta parándose un instante añadió—, y... No tardéis demasiado.

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El grupo dirigido por Sebastian y Victor había llegado a los alrededores de la montaña, pero no sabían dónde mirar para encontrar a los fugitivos.

Los caballos estaban visiblemente agotados, por lo que decidieron desmontar y dejarlos descansar mientras exploraban los alrededores a pie.

—Soldados tomaremos un descanso y nos dividiremos para buscar pistas —indicó Víctor—. Un grupo se quedará cuidando de los caballos y los demás exploraremos los alrededores. Frederick —llamó a uno de los soldados de mayor rango con tono demandante—, vos iréis con algunos exploradores hacía el oeste y Sebastian y yo iremos al este con otros tantos, sed discretos no queremos que nos oigan llegar si están por aquí.

—A sus órdenes —respondieron los soldados al unísono.

Unos cincuenta hombres se quedaron a cargo de los caballos, tras el camino sin parar más de uno estaba hambriento así que, aunque seguramente partirían de nuevo a toda prisa en cualquier momento, mientras unos alimentaban y daban de beber a los caballos, otros preparaban fogatas en las que cocinar algunas de las provisiones que cargaban.

No sabían cuánto les llevaría atrapar a sus esclavos por lo que fueron precavidos y llevaron consigo lo máximo que podía cargar cada uno de ellos en sus monturas (sobre todo legumbres, pan y avena para preparar gachas).

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Tairon se había acercado silenciosamente a la dirección por la que habían visto al grupo aproximarse, pudo escuchar como unos iban en direcciones opuestas y ver como otros se quedaban, contó lo mejor que pudo los hombres que había en aquel campamento improvisado.

No estaba seguro si había logrado avistar a todos, pero contó a cuarenta y seis hombres, sabiendo que otros cuantos se habían ido a explorar dedujo que serían entre sesenta y setenta.

En una situación distinta la diferencia de fuerzas quizás no significaría un gran problema, pero teniendo a casi la mitad heridos y desarmados podría ser de gran importancia.

Volvió rápidamente, pero con sigilo, a través de los árboles hasta un camino escondido entre las rocas al pie de la montaña, adentrándose en la cueva dónde se encontraban los demás.

Taylor ya los había advertido sobre lo que ocurría y había un revuelo mientras se preparaban para partir lo antes posible, Susaní parecía dar indicaciones.

Había diversos túneles que seguían el camino hacia algún otro lugar dentro de la montaña, ninguno de los ahí presentes podría haber sabido cual seguir, por suerte tenían a Susaní.

—¡Escuchadme muchachos! —habló Tairon, haciendo que todos se giraran a prestarle atención—. He observado brevemente a nuestros enemigos, de momento no saben dónde encontrarnos exactamente, pero han venido con unos sesenta o setenta hombres. No puedo decirlo con exactitud pues se han dividido para buscar pistas —hizo un barrido por las caras de todos con una mirada seria—. De momento estamos a salvo, pero estoy seguro de que no tardarán en encontrar este sitio, Susaní decidme que ya habéis encontrado el camino a seguir.

—He encontrado el camino, podemos ir en cuanto tengamos todo listo. Irvina y Cuit se estaban encargando de las provisiones y Blad, Carri y Fircas han recolectado los materiales para las antorchas —respondió Susaní

—Bien, ¿estamos listos entonces? —Tairon miró en la dirección en la que estaban los mencionados por Susaní.

—Hemos cocinado la mayor parte de la carne, no durará muchos días en buen estado, pero no nos faltará alimento hasta alcanzar nuestro objetivo y las cantimploras están llenas —afirmó Cuit cediendo la palabra a Carri

—Nosotros hemos recolectado palos y ramas frescos, esa fue la parte fácil, la corteza fue algo más difícil de conseguir, por lo que también hemos tenido que rasgar las mangas de nuestros ropajes y, por último, hemos aprovechado la grasa de los animales para terminar su fabricación —explicó Carri.

—Terminad de preparar lo que queda de carne y partiremos, estaos preparados para entonces. Nos espera una dura travesía, estas montañas pueden ser nuestra tumba si nos equivocamos de camino —añadió Taylor.

—Ya lo habéis oído, no tenemos mucho tiempo así que sed rápidos —finalizó Tairon-

Los que ya estaban preparados fueron reuniendo a los caballos con las alforjas cargadas de provisiones a la entrada del camino a seguir, dónde Irvina, Taylor y Susaní esperaban mientras conversaban.

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Sebastian y Víctor llevaban ya un tiempo considerable buscando pistas que los condujeran hasta quienes buscaban, el Sol brillaba con más fuerza, debía ser casi mediodía, cuando un soldado les hizo señas mostrando que había encontrado algo.

El rubio se acercó rápidamente a comprobar de que se trataba, apartó un par de hojas de dónde se le había indicado para observar mejor. Eran huellas de caballos relativamente frescas, pero no dejaban un rastro a seguir.

El suelo no era bastante blando en los alrededores y no vieron más pistas, pero si fue suficiente para saber en qué dirección iban. Delante suya había árboles que dificultaban ver que se encontraba tras estos, todo indicaba que habían ido por ahí, por lo que siguieron ese camino.

—¿Creéis que habrán dejado esas huellas aquí para despistar? —preguntó Sebastian algo desconfiado.

—Es posible, no habían dejado pista alguna en un buen trecho, así que es eso o un descuido por su parte —concluyó Víctor.

—Sea como sea esos malnacidos no se saldrán con la suya, no lograrán escapar —sentenciaba el orgulloso humano.

Sebastian ardía de impaciencia y de rabia, debían encontrarlos y llevarlos junto a su rey, la muerte era mejor destino que enfrentarse a un castigo de este cuando estaba furioso y además quería su espada de vuelta.

Era un objeto de alto valor para él, heredada de su padre y que había estado en su familia por varias generaciones.

Su rabia era tal que no le importaba a quien tuviera que dañar para recuperarla. Si ya de por si era un hombre sanguinario y sin escrúpulos esto solo lo alentaba más a mostrar su peor cara a sus enemigos, la derrota y la humillación no eran aceptables.

Víctor por su parte, aunque también era consciente de la furia que su rey haría caer sobre ellos, mantenía la calma, pues nadie puede construir una buena estrategia dejándose llevar por las emociones.

Llevaban un rato mirando por los alrededores sin más pistas, cuando uno de los soldados les hizo señas nuevamente.

Se acercaron sigilosos y descubrieron una apertura entre dos rocas, el suelo de tierra había facilitado que quedaran algunas huellas marcadas que conducían a través de esta.

Mediante señas indicaron a los soldados que esperaran un momento sin hacer ruido y los dos guardias reales se adentraron deslizándose sigilosamente por el estrecho camino.

Al entrar, para su desgracia, no hallaron más que restos de hogueras y señales de que habían estado ahí no hacía demasiado tiempo.

Inspeccionaron brevemente el lugar en busca de una pista sobre dónde podían haber ido, llegando a la conclusión de que debían haber continuado por alguno de los túneles que se encontraban repartidos dentro de la cueva.

—Salid y ordenad a tres de los soldados que vayan en busca del resto, que los guíen hasta aquí. Mientras sopesaremos las posibilidades y el resto de los que esperan fuera nos ayudaran a discernir que camino seguir —dijo Víctor en tono serio.

—Como ordenéis capitán —respondió Sebastian obedeciendo de inmediato.

Los tres soldados partieron con premura, esta vez llegaron rápidamente a dónde estaban los demás, encontrando a Frederick y el resto de los hombres de regreso.

Este se acercó a ellos interrogante, mirando si alguien más venía con los soldados y, al ver que nadie más se acercaba, fijó su atención en ellos.

—¿Dónde están nuestros superiores? —les preguntó preparado para cualquier respuesta.

—Nos han enviado a buscaros y a transmitir sus órdenes, debemos recoger el asentamiento y volver junto al capitán y los demás con premura —respondió el soldado que iba en cabeza.

—¡Ya habéis oído soldados, preparaos y poneos en marcha! —ordenó Frederick a los que holgazaneaban por el lugar y volvió su atención al soldado— ¿Habéis obtenido alguna pista?

—Sí señor, hemos hallado una cueva en la que hicieron una parada, en esta hay diferentes túneles, sospechamos que han seguido su camino por alguno de ellos, los demás se han quedado buscando alguna señal más de su paradero —respondió con seriedad el soldado interrogado.

—Perfecto, descansen y coman algo mientras los demás terminan de recoger y alistar a los caballos —concluyó Frederick marchándose a supervisar que el resto hiciera lo que debía.

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Mientras todo esto acontecía Cereon había llegado a las puertas de Omahio, reuniéndose antes con su heredero y hermano de Castle.

Mantuvieron una conversación a una distancia prudente, en la que decidieron que su heredero se quedaría apostado allí con la mayoría de sus hombres y el resto iría junto a él.
Formando una comitiva de cincuenta soldados y los dos miembros de la realeza se acercaron a Omahio.

A pesar del tiempo que llevaban manteniendo reuniones diplomáticas aún no había logrado discernir cual era el límite de Borin para dejar salir su ira y eso era lo que más preocupaba al rey.

Decidió mantener el mismo tono amistoso de siempre con su anfitrión, esperando que no le resultara difícil manipular su reacción para que se tornara a su favor.

Los cincuenta soldados fueron instados, por el chambelán del castillo, a esperar en el patio de armas junto a las caballerizas y rodeados de los edificios donde se entrenaba a las tres facciones del ejercito ancestral.

Castle caminaba nervioso junto a su padre, pero demostrando completa entereza al resto, no podía mostrar debilidad ante sus nuevos aliados y, aun mucho menos, frente a su padre.

Los largos pasillos por los que eran guiados los llevaron a la sala del trono, que volvía a ser, después de mucho tiempo, el lugar para recibir a los comensales que querían audiencia con el rey.

Cuando entraron atravesando las grandes puertas, Borin estaba sentado en su trono dando instrucciones a algunos subordinados y una sirvienta le masajeaba los hombros con cara de resignación. 

Vestía ropajes simples y raídos, por lo que Castle dedujo enseguida que era una plebeya sin mayor importancia que servir.

Borin miró a Cereon y paseo su vista por la sala, observando al mismo ancestral que los guio durante el camino acercarse a él.

Arqueando una ceja ante la información que le transmitió en voz baja y mostrándose visiblemente contrariado procedió.

—Amigo Cereon, que grata sorpresa teneros de visita por aquí, más decidme ¿por qué tanta cautela? —Saludó el nuevo monarca señalando que se le había comunicado su excesiva compañía.

—No es por cautela rey Borin, es el protocolo para cuando salgo del castillo, un rey debe estar siempre bien protegido allí donde vaya —respondió Cereon restándole importancia.

Borin lo miró pensativo unos segundos antes de proceder a contestar, no le agradaba demasiado la cantidad de soldados apostados en su casa, sin embargo, mantuvo la calma.

—Me parece correcto, siempre que se mantengan lejos del interior del castillo —le sugirió Borin con un trasfondo exigente en su tono.

Cereon se removió incómodo, aunque era algo de esperar, el mismo hubiera aclarado eso en su castillo.

—Veo que habéis cambiado algunas cosas en muy poco tiempo —dijo Cereon iniciando una conversación.

—Así es, ahora las cosas son como debían haber sido hace tiempo —respondió, fijando su verde mirada en el humano y tratando de deducir las intenciones de su visitante—. Bien, exponed a que habéis venido tan apresuradamente.

Cereon se dio cuenta que la actitud en el ancestral había cambiado.
Durante sus reuniones siempre se había mantenido un tono alejado de la sospecha y de igualdad, pero algo en su mirada se había apagado tras el tiempo en el que no se habían visto cara a cara.

No sabía qué le había hecho cambiar de opinión finalmente y ceder ante su propuesta, pero sospechaba que debió ser algo que oscureció su alma.

—Me temo que uno de los grupos que transportábamos logró fugarse y, aunque no supone un gran problema en mis planes, temo que os puede perjudicar directamente a vos y vuestro nuevo reino —el rey humano decidió no dar más rodeos, era mejor ser directo y ver lo que ocurría.

Borin quedó en silencio pensativo, lo que puso más nervioso a Cereon que lo observaba expectante por su respuesta.
El de ojos verdes frunció el ceño y preguntó.

—¿Qué grupo exactamente? —una pregunta escueta, cuyo tono demostraba tranquilidad más que preocupación.

—El grupo en el que iba vuestro hermano me temo, por eso creí pertinente presentarme ante vos y deciros que intentaremos capturarlos, pero no puedo prometer su supervivencia, espero que nuestras relaciones diplomáticas no se vean afectadas por tal situación —no sabía leer la expresión que apareció en el rostro de su anfitrión, definitivamente había algo distinto en él—. Sé que nuestro trato fue mantenerlo con vida, pero me temo, que no puedo prometer que eso vaya a seguir así.

—Matadlos a todos pues —Borin soltó estas palabras sin pestañear, dejando perplejo a Cereon—. No me miréis así, ¿preferís una disputa entre nosotros? Cualquiera que se haya ido en esas jaulas dejó de ser mi problema y pasó a ser el vuestro, son vuestra propiedad ahora, haced lo que os plazca.

Cereon no daba crédito, no es que el tuviera problema con hacer tal cosa, pero recordaba lo reticente que era el castaño a provocar daño a cualquiera de su especie.

¿Era tal vez todo una fachada y en su corazón habitaba más oscuridad de la que quería aparentar?

Antes de esta reunión, temía su gran poder, pero ahora, temía lo que escondía, y eso era peor, porque no le permitía calcular sus movimientos.

Ante su silencio Borin lo miró levantando las cejas, cuestionando, silenciosamente, que otra cosa hubiera esperado el rey que respondiera.

Castle permanecía firme al lado de su padre, no sabía que estaría pensando su progenitor, pero para el eran muy buenas noticias.

La alianza no peligraba y ya no tendrían que medirse en su trato a los esclavos ancestrales, simplemente pasarían a ser igual al resto de esclavos que ya tenían.

Solo veía ventajas a la situación, por lo que no comprendía el extenso silencio que guardaba el rey.

—Me complace escucharos tan decidido amigo, continuemos pues con nuestros planes —dijo finalmente Cereon con firmeza—. Si me disculpáis, me reuniré con mis hombres en el patio para organizar nuestra partida, es un largo viaje de vuel...

—Ni hablar —dijo secamente Borin desconcertando a ambos humanos, al ver su expresión el ancestral soltó una leve risa—. No debéis preocuparos amigo, quedaos esta noche, vos mismo lo habéis dicho, es un largo viaje y en poco tiempo va a anochecer. ¡Hoy celebraremos nuestra victoria como es debido!¡Firis! Decidle a los cocineros que preparen un banquete.

—Como ordenéis, majestad —contestó Firis sumisa, partiendo a cumplir la orden.

El rey humano, que había palidecido por un momento, recuperó igual de rápido el color y la sonrisa en su rostro.

—Bueno, creo que esa es una gran idea, vamos a fortalecer nuestra reciente alianza —Cereon dijo esto teniendo una ocurrencia mejor para hacer efectivo del todo este nuevo comienzo, pero se la comentaría durante la cena—. Les ordenaré pues a mis hombres que descansen hasta nuestra partida.

Cereon se dirigió a la salida seguido por Castle, aliviado por la forma de reaccionar de su anfitrión, pero a la vez, desconfiado por lo que le decía su instinto.

Es por eso que debía jugar la carta bajo la manga esa noche y manipular, una vez más, la situación a su favor. 

Nota de la autora.

Un chambelán es el que se encarga de dirigir el hogar del rey bajo sus órdenes.

Vestimenta de Borin.

Vestimenta de Castle.

Vestimenta Cereon.

Vestimenta soldados humanos.


Algunas de las vestimentas que llevan los ancestrales huidos tras ser despojados de su armadura.

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Un enorme abrazo.

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