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Capítulo 5.

Tairon había revisado los alrededores del lugar, asegurándose que fuera seguro emprender nuevamente el camino hacia las montañas, fijó sus habilidades de ancestral en sentir las energías que había a su alrededor.

Pudo sentir a las ardillas que jugueteaban en los árboles, los pequeños erizos que caminaban por el suelo, el aletear de pájaros e insectos, cómo se arrastraban los gusanos por debajo de la tierra y la forma en la que el viento movía las hojas de los árboles con una suave caricia.

No sentía rastro de humano alguno, ni tampoco ningún otro ser pensante, aparte de los demás ancestrales que le acompañaban.

Se permitió también pararse a reflexionar sobre lo ocurrido, procesar sus sentimientos confusos con respecto a su hermano.

No comprendía la verdadera motivación para todo esto, su padre incluso le había enviado una carta a su vuelta, cosa que no era habitual...

Quizás algo escapaba de su conocimiento y comprensión en el tema, pero a pesar de todas las disputas paternofiliales, nunca hubo problemas fraternales por los que preocuparse.

También estaba lo expuesto por el consejo, sabía que su padre no aprobaría ningún tipo de reunión secreta entre alguno de ellos dos y gobernantes de otros reinos, cualquier reunión diplomática debía ser notificada y autorizada antes de llevarse a cabo...

Aunque había muchas cosas que no comprendía a ese respecto, pues su padre dejó el poder al pueblo, pero realmente, a fin de cuentas, mandaba sobre el consejo.

Decidió salir de sus cavilaciones de momento, por ahora era seguro partir y debían hacerlo con la mayor brevedad posible.

Se aseguró de borrar algunas huellas, por si acaso, antes de regresar con el resto.

Nada más acercarse vio a todos preparados y Cuit lo saludó con un gesto que evidenciaba esperanza.

—Volvemos a estar descansados y listos para continuar el camino, Taylor me dijo que os informara sobre la distancia que nos queda por recorrer y si no apretamos el paso, me temo que podríamos tener problemas. Si nos mantenemos en movimiento toda la noche y descansamos lo justo, lograríamos alcanzar nuestro destino en un par de días. Una vez logremos llegar podríamos descansar mejor y desde las cuevas tendríamos mayor capacidad defensiva, según lo que cuenta Susaní, por lo que merecería la pena —le transmitió el hechicero esperando que el jefe del ejército tomara una decisión.

—¿Considera el resto que esta es la mejor opción? —preguntó Tairon tras reflexionar unos segundos, pues algunos estaban heridos y a pesar de haber tratado las heridas, no disponían del 100% de su capacidad motora.

—Si lo que os preocupa son los heridos debéis saber que la mayoría están dispuestos a no descansar en toda la noche con tal de estar a salvo —le respondió Cuit con mirada decidida.

—Muy bien, pues emprendamos la marcha, los humanos no han logrado acercarse lo suficiente por el momento, pero de alguna manera sé que no se quedarán conformes con el resultado —continuó diciéndole Tairon mientras avanzaban hacia los demás—. Los heridos irán en los caballos, a partir de ahora, no pararemos hasta alcanzar nuestro destino, una vez allí podremos pensar en tomar otro descanso —terminó diciendo cuando estuvieron junto a los demás.

—Mi príncipe, me temo que no todos podrán seguirnos, algunos de ellos han llegado a duras penas hasta aquí —intervino Fircas ante la inminente marcha—, sin embargo, no hay mucho que podamos hacer. Incluso con algún sanador que los atendiese de inmediato, sus posibilidades de supervivencia serían ínfimas.

Tairon se acercó a estos guerreros junto a Fircas y se aseguró de dejarles agua y algo para que pudieran tener su última comida.

Les expresó lo mucho que lamentaba estas circunstancias, unos se mostraron comprensivos y otros ante su inminente final expresaron su contrariedad y maldijeron a la familia real.

El príncipe simplemente aceptó las palabras de todos y ordenó continuar el camino.

—Tai sugiero que los heridos vayan en el centro, portando los arcos que hemos logrado conseguir, así estarán protegidos desde cerca y nosotros desde lejos —dijo Taylor tras haber pensado bastante en cómo avanzar de una forma estratégica que proporcionara la defensa más adecuada en esa situación.

—Me parece buena idea, manteneos alerta y aseguraos de tener vuestras armas y raciones a mano, por cualquier cosa que pudiera pasar en el camino. Sabéis a dónde nos dirigimos, así que mientras sigáis esa dirección encontraréis nuestro destino —dijo Tairon mientras volvían a emprender su camino y posicionándose de la manera indicada después de que el príncipe terminara de dar su aprobación.

A medida que avanzaban iban viendo algunos animales, como *duo senes vulpes o *sus feram de dos cuernos.

Fircas, había mantenido una conversación sobre las raciones con Irvina y Susaní, así que, sabía que había que aprovechar cada ocasión para conseguir provisiones antes de adentrarse en las montañas.

Sin suficiente alimento no podrían sobrevivir, ahí dentro no había plantas, ni animales de los que alimentarse.

Al día siguiente de haber dejado a los moribundos y con un par de los ancestrales más jóvenes, se encargó de cazar un duo senes vulpes y un sus feram de dos cuernos.

No fue tarea fácil, pues el duo senes vulpes era extremadamente ágil y el sus feram de dos cuernos, una vez comenzaba a cargar en tu dirección, era casi imposible de detener.

El duo senes vulpes tenía una vista periferica de 360°, genéticamente estaba preparado para que, mientras con una de sus cabezas se alimentaba, la otra se mantenía alerta, vigilando los alrededores.

También disponían de una conexión entre sus cerebros, podían comunicarse telepáticamente y visualizar en cada uno de ellos lo que la otra cabeza observaba, en paralelo con su propia visión.

Disponían de dos corazones y tres pulmones, los cuales proporcionaban suficiente sangre y oxígeno para mantener los dos cerebros plenamente funcionales.

El cuerpo de estos animales tenía, normalmente, una longitud de noventa y cinco centímetros a un metro quince, una cola que medía entre sesenta y cinco y ochenta centímetros y tenían una altura que superaba el medio metro, llegando en ocasiones a los setenta centímetros.

Un macho podía pesar entre trece y dieciséis kilos, mientras que las hembras rara vez superaban los catorce kilos y medio de peso.

Los ancestrales eran conscientes que estaban en época de reproducción por lo que se aseguraron de cazar un macho, que además también les proporcionaría más carne.

El sus feram, a pesar de su tamaño, de casi 2 metros de longitud, una altura de un metro con diez centímetros de media y un peso que rondaba entre los ciento treinta y los ciento cincuenta kilos, era un temible adversario.

No eran animales muy veloces, pero debido a su corpulencia y a su piel, prácticamente impenetrable, una vez que te tenían como objetivo, era difícil que salieras victorioso.

Su punto débil se encontraba situado en la parte trasera de su cabeza, por lo que siempre era mejor atacarlo por la espalda para incapacitarlo sin percances.

El macho y la hembra se distinguen por los cuernos, pues los del macho son más gruesos y alargados, mientras que los de la hembra, aparte de ser más finos y cortos, tienen la punta redondeada.

Los machos además tienen grandes colmillos que sobresalen de su hocico, haciendo que parezcan dos cuernos más.

Tuvieron que cortar al sus feram en trozos para poder cargarlo más fácilmente, pues aún sin órganos pesaba unos noventa kilos.

Támpoco se molestaron en deshuesar al animal muerto, pues les llevaría demasiado tiempo y debían darse prisa para regresar con el resto.

Metieron los trozos aprovechables del animal en sacos improvisados con algunas de las mantas que llevaban consigo y emprendieron un rápido avance para volver a reunirse con la pequeña caravana que habían formado.

En el camino y con el duo senes vulpes a sus hombros, Fircas escuchó un movimiento extraño no muy lejos de ellos, el crujir de unas ramas y algo que sonaba muy parecido a susurros.

Inmediatamente se detuvo, e instando a los otros dos a seguir su camino, dejó a la presa en el suelo para subir a un árbol desde el que creía poder apreciar de forma adecuada lo que ocurría alrededor, pues el espeso follaje impedía una visión clara.

Una vez estuvo lo bastante alto detuvo su ascenso y observó a su alrededor, pudo ver pequeñas agrupaciones de árboles, pero por lo general la vista estaba despejada.

Continuó mirando hacia un riachuelo que fluía entre dos de estas agrupaciones, allí sólo había algunos animalillos bebiendo de sus aguas, entonces miró en dirección a dónde unos pájaros levantaron su vuelo repentinamente.

Agudizó la vista y pudo ver como unos humanos observaban el terreno, como buscando un rastro, segundos después pudo distinguir el escudo que portaban en sus armaduras y en seguida supo que los de Ciudad Dorada no andarían lejos.

No perdió un segundo más. Bajó de aquel árbol, recogió su presa del suelo y echó a correr lo más rápido que pudo.

Alcanzó a los dos que le habían acompañado en apenas unos minutos, adelantándolos sin detenerse.

—Moveos lo más rápido que podáis, los de Ciudad Dorada se aproximan —les gritó de pasada, dejándolos estupefactos un segundo.

Tras unos milisegundos de sorpresa, lo siguieron aumentando su ritmo hasta igualar el de Fircas.

Habían necesitado unas dos horas para atrapar a sus presas y desde que se habían separado ya eran cuatro más o menos, o eso deducía Fircas por la posición del sol en el cielo.

Debían mantener el ritmo una hora más tal vez un poco menos y, con suerte lograrían alcanzarlos.

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Mientras, Taylor observaba el mapa y calculaba que no podían encontrarse ya a una distancia excesiva de su objetivo, aunque no lo bastante cerca como para llegar antes del mediodía del día siguiente, no a este ritmo...

—¿Creéis que Fircas y los dos guerreros novicios volverán pronto? —preguntó Irvina a su lado, con cierto tono de frustración.

—Sinceramente... No lo sé, pero si en un rato no nos han alcanzado debemos retomar el ritmo anterior, o estaremos demasiado expuestos —Taylor respondió pensativa mientras apoyaba su mano en su mentón—. Es importante que lleguemos a las montañas antes del anochecer, si no será difícil encontrar la entrada correcta.

—Eso es cierto —intervino Susaní mientras masticaba satisfactoriamente su manzana—, no creo que el Rey se haya tomado muy bien las noticias que, por el tiempo transcurrido, ya debe haber recibido.

—Cogeré un caballo y galoparé a una pequeña distancia de vosotros, así al menos sabremos si están aún muy lejos —decidió Irvina, girándose en seguida para hacer lo que decía.

—Esperad, si hacéis eso y ellos vuelven antes que vos, por lo que sea, no podremos seguir esperando además por vos, pensaos bien si tomar el riesgo —advirtió Taylor contrariada, pero sabiendo que la situación no podía alargarse mucho más.

Irvina respiró profundo y lo meditó un momento, soltando el aire de forma pesada, pero con una mirada decidida respondió.

—Haced lo que debáis si es el caso, pero eso no pasará.

Susaní y Taylor compartieron una pequeña mirada mientras observaban cómo se marchaba la pelirroja y continuaron caminando en silencio.

Irvina galopó rápidamente hasta la última colina que habían pasado, aprovechando la altura para poder ver más a lo lejos.

No conseguía visualizar nada trascendente alrededor de su posición, se mantuvo unos minutos más observando.

Un poco decepcionada porque sus compañeros no estuvieran aún ni a esa distancia de los demás, decidió regresar y, emprendiendo su camino de regreso, fue cuando logró visualizar algo de movimiento a lo lejos.

Observó brevemente para concluir si eran quienes esperaba encontrar o no y finalmente decidió que lo eran por la agilidad que observó en sus movimientos.

Galopó hacia ellos dando un golpe con los talones a los costados de su caballo y se detuvo a escasos metros de ellos.

Fircas al ver a Irvina acercarse dijo a los otros que se detuvieran un momento, estaban exhaustos por el camino recorrido, sudorosos y casi sin aliento, lo que era normal después de tanto tiempo corriendo sin parar.

—¿Todo bien? ¿Necesitáis que os aligere la carga? —les preguntó Irvina sin dejar de observar todo atenta.

—Lo más importante es que aviséis al resto de que los humanos se están acercando, vi a dos de ellos tras lograr nuestro objetivo, parecían estar rastreando —soltó Fircas rápida y seriamente, su mirada estaba llena de arrojo y decisión.

—Pero no estaría mal que te llevaras parte de esto —añadió uno de los jóvenes con cara de extenuación y ofreciendo el saco improvisado que contenía unos treinta kg de restos animales.

—¿A qué distancia los visualizasteis? —preguntó Irvina a Fircas, mientras tomaba lo que le ofrecía el ancestral más joven con una mirada que decía "Estos jóvenes de hoy".

—Calculo que eso fue hace unas dos horas, el sol estaba en lo alto del cielo cuando ocurrió, pero avanzarán más lentos que nosotros, siguen el rastro muy meticulosamente —dijo Fircas retomando el camino que llevaba.

—Les avisaré, uno de vosotros puede venir conmigo a caballo, enviaré a alguien más para ayudaros a los dos restantes, solo seguid todo recto hacia el suroeste, es el camino que he tomado yo, pero, al contrario —les dijo Irvina ayudando al joven a subir al caballo y retomando su cabalgata para informar lo antes posible de la situación.

Llegaron de vuelta junto al grupo principal poniendo su montura al límite.

Desmontaron rápidamente e Irvina se dirigió en seguida a los dos ancestrales que estaban más cerca, entre ellos Cuit, para que cabalgaran rápidamente a ayudar a los rezagados, estos asintieron y partieron de inmediato hacia la dirección indicada.

Un par de heridos que no estaban tan graves les dieron sus monturas para que pudieran realizar tal gesto e Irvina enseguida se dirigió a dónde estaban Taylor y Tairon, que parecían mantener una charla importante.

—Lamentando mucho interrumpir vuestra conversación, traigo noticias importantes —dijo la pelirroja dándole a la situación la seriedad que ameritaba—. Fircas me ha informado de que ha avistado un par de humanos de Ciudad Dorada rastreando el camino hasta nosotros, al parecer no muy lejos de aquí.

—Bueno sabíamos que nos seguirían, lo que me extraña es que se hayan acercado tanto —Tairon se quedó pensativo unos segundos antes de continuar—. Es imposible que hayan llegado hasta Ciudad Dorada antes del amanecer, y sin refuerzos no nos habrían seguido, estaban demasiado heridos.... Debo admitir que nuestros rivales son más astutos de lo que aparentan —Tairon golpeó su palma con el puño en un movimiento descendente llegando a la conclusión.

—Deben haber enviado algunos de los suyos tras nosotros una vez los perdimos de vista en su retirada —dijo Taylor deduciendo la conclusión a la que llegó Tairon.

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Sebastian y Víctor habían necesitado día y medio, pero al fin lograron alcanzar a los exploradores, los cuales estaban inspeccionando los alrededores del río cercano a donde los avistó Fircas.

El rastro había llegado a su fin, sospechaban que habrían seguido al otro lado del río, pero al menos la dirección parecía ser siempre la misma, el suroeste.

Tanto soldados como caballos estaban agotados, sedientos y hambrientos, no les quedó más remedio que parar un rato para cubrir sus necesidades y descansar un poco, de nada servía alcanzar a su presa si no podían estar a la altura de la situación para capturarlos.

Los exploradores les informaron de lo que habían ido encontrando durante el camino y de lo que se habían llevado del lugar de la huida.

Fue un informe algo escueto, puesto que a parte de los caballos no sabían exactamente cuantas armas ni víveres habían logrado reunir.

Tampoco podían extender demasiado este descanso, por lo que finalmente retomaron la marcha tras unas horas en la dirección a la que los guiaba el rastro, sin dejar de tener en cuenta la posibilidad de encontrar más pistas en el camino que le dieran una idea más concreta de su destino final.


Anotaciones:

*Duo Senes Vulpes: zorro de dos cabezas.

* Sus Feram: jabalí. 
N/a
Hola mis queridos lectores, como siempre espero que estéis disfrutando de esta aventura, ya van apareciendo nuevas criaturas y veréis que se van descubriendo misterios de este continente.
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