Capitulo 4
Los humanos habían recorrido un largo trecho al galope, parando solo el tiempo suficiente para tratar sus heridas.
Algunos soldados habían recibido flechazos de los ancestrales durante la batalla y también los tres guardias reales se habían llevado algunos tajos cuyas hemorragias debían ser detenidas.
Uno de los soldados cayó del caballo, no podía respirar y, por cómo se veía la herida en su costado, era muy probable que tuviera un pulmón perforado.
Hicieron lo que les fue posible, pero el hombre murió unos minutos después entre intentos desesperados por hacer llegar un poco de oxígeno a sus pulmones y a la vez ahogándose con su propia sangre debido a la hemorragia interna.
Los demás vendaron sus heridas como pudieron. Castle había recibido un buen corte en el hombro cuando Carri lo embistió con la espada por delante, aunque no lo bastante grave para detener su marcha, y Sebastian se había caído sobre algo afilado cuando Blad lo tumbó por la espalda.
Su costado sangraba de manera abundante, sin embargo, no era grave, la sangre puede ser muy escandalosa.
Lo que realmente enfurecía al rubio de pelo corto era que el escurridizo ancestral había hurtado su espada.
El ambiente estaba tenso debido a que todo había salido mal, el rey estaría furioso cuando recibiera las noticias y no sabían, qué podría ocurrir de perder los nervios al oír lo acontecido.
Sus únicos objetivos en ese momento eran, primero, apaciguar la furia de su rey al llegar al castillo y, segundo, conseguir refuerzos para recuperar a la mayor cantidad de ancestrales posible.
Tras aquella parada solo volvieron a detenerse para que los caballos descansaran, lo justo para no acabar reventando por el esfuerzo.
Ninguno de los soldados abrió la boca hasta que llegaron a la Ciudad Dorada, Víctor estaba tan indignado con sus hombres, que no les dirigió la palabra y la seriedad era evidente en su rostro, al igual que el fuego de la furia en su mirada.
Ya era de madrugada y su llegada no era esperada hasta dentro de dos días, por lo que, los guardias del castillo se sorprendieron en cantidad cuando unos veinte hombres heridos, llegaron al galope y a la cabeza iban los guardias del rey, que habían sido enviados para el cometido.
Víctor saltó del caballo, dando las riendas a un mozo, que se encontraba allí realizando su labor de recoger agua para los caballos. Los animales estaban agotados, alguno de ellos llegó a desplomarse por el tremendo esfuerzo y las, pocas y cortas, paradas que habían hecho para lograr llegar tan rápido.
En seguida ordenó, a los soldados que se prepararan y aguardaran a las nuevas órdenes e instó a Sebastian y Castle a que lo siguieran hacia la sala del trono de inmediato. Se fueron adentrando en el pasillo, ancho y alto, que conducía frente al trono.
Los suelos de la sala Real estaban decorados con una gran alfombra de color granate que recorría todo el largo del pasillo, altas columnas se extendían a ambos lados de este decoradas con líneas de oro fundido, simbolizando la riqueza del reino.
A los lados del trono se observaban estandartes, de los que colgaban las banderas rojas, con el escudo del reino, el cual era la cabeza de una pantera dorada. El trono en sí era de oro macizo y decoraciones de plata que formaban el contorno del rey.
El rey estaba sentado en este, con gesto de mal humor y contrariedad, mientras sus manos permanecían apretadas sobre los reposabrazos del trono conteniendo su impaciencia por averiguar lo que ocurría.
A su izquierda su esposa observaba, también sentada, con aires de superioridad a los recién llegados.
Vestía un vestido llamativo con decenas de pequeñas decoraciones, que apestaban a codicia, al igual que el resto de todo el conjunto en aquella sala, y al cuello lucía un collar de diamantes que brillaban como recién pulidos.
Los tres guardias reales se arrodillaron ante su rey, manteniendo la cabeza agachada para mostrar sus respetos al soberano.
—¡Levantaos! —ordenó el rey, no sabía exactamente lo ocurrido, pero nada bueno podía ser si llegaban antes de lo acordado, pues las carretas no podían avanzar tan rápido—. ¿Qué es lo que os trae tan pronto de regreso al castillo? —el rey lo dijo en un tono neutro, pero con evidente reproche en sus gestos.
Los tres compañeros se miraron tragando saliva y Víctor finalmente fue quien decidió dar la explicación pertinente, pues era el que estaba al mando en esta ocasión.
—Verá, majestad, el caso es que hemos tenido un percance con los prisioneros durante el viaje —Víctor titubeo nervioso al ver la mirada de reproche que recibió—... De alguna manera lograron salir de sus celdas y nos sorprendieron mientras descansábamos en el bosque de las hadas, los soldados estaban agotados después de haber viajado desde la madrugada...
—¿Creéis acaso que me importa el agotamiento? Decidme que lograsteis al menos detenerlos y atrapar a la mayoría —dijo el rey cada vez más alterado.
—Lo lamento majestad no pudimos hacer nada, escapamos de milag...
—¿¡Cuál de los grupos de prisioneros es el que logró tal hazaña!? —interrumpió Cereon con brusquedad.
—Me temo, que fue aquel en el que transportábamos al príncipe majestad —dijo esta vez Castle, con precaución.
—¡No puedo creer vuestra osadía al presentaros frente a mí con estas noticias tan nefastas! Sois unos inútiles, sabíais que el grupo que transportara al príncipe y sus aliados más cercanos debía ir doblemente protegido y con vigilancia constante. Esto os costará un castigo contundente —Cereon se había levantado e iba acercándose a los tres mientras hablaba, al terminar la frase estampó su puño en el rostro de Víctor—. Eso sólo ha sido una pequeña demostración de lo que vendrá una vez solucionemos este problema que habéis formado —el rey observó como Víctor se levantaba tras haber caído y simplemente agachaba la cabeza respetuosamente en gesto de disculpa por su falta de previsión—. ¿Sabéis a dónde se dirigieron al menos?
—Me temo que no señor, pero pensamos que si dejábamos a un grupo de tres hombres siguiendo sus huellas sería más fácil rastrearlos después con más hombres —dijo Sebastian sin levantar la mirada directamente hacia su rey.
—Debéis recuperar a Tairon, sabéis que Borin no estará contento con esto, parte de nuestro trato era que su hermano no volviera para dar problemas haciendo lo necesario, pero igual no lo quiere muerto. No me importa cómo, pero, para seguir recibiendo mano de obra en el futuro, debemos mantener al príncipe en nuestro poder —Cereon les recordó lo que ya les había advertido antes de que partieran a la misión—. Víctor y Sebastian partiréis con un grupo de ochenta hombres tras ellos, no volváis a decepcionarme, de lo contrario será vuestro último error —les advirtió seriamente—, Castle debéis quedaros, otros asuntos os reclaman en este momento.
—Partiremos en el menor tiempo posible majestad —dijo Víctor, haciendo una reverencia junto a Sebastian tras golpear su pecho con el puño cerrado.
Ambos se marcharon con prisas por el mismo pasillo que habían recorrido minutos antes, dejando a Castle frente al rey mientras aguardaba sus órdenes.
Cereon pidió algo de comida y bebida para él y su esposa, dejando que su soldado esperara de pie durante unos largos minutos, hasta que la comida estuvo servida, entonces sin mirar a su paciente interlocutor y tomando una copa de la mesa, que había sido colocada frente a él por los mismos sirvientes que trajeron sus alimentos, le habló a Castle.
—Id a prepararos y tras armaros y abasteceros como consideréis oportuno, esperad en la entrada del establo antes de medio día —le dijo sin adelantarle mayor información.
Castle repitió la reverencia que habían hecho anteriormente sus dos compinches y con un asentimiento respetuoso se retiró a cumplir las órdenes.
Al mediodía se encontraba en la puerta de los establos, sin embargo, tuvieron que pasar horas hasta que apareció un carruaje frente a él.
La puerta se abrió y el rey, que se encontraba en el interior, le ordenó subir de inmediato
En un principio reinó el silencio en aquel carruaje, Castle no sabía exactamente a dónde se dirigían, pero tenía una leve sospecha debido a lo acontecido.
Cereon tamborileaba nervioso con sus dedos sobre su propia pierna, en su interior había sensaciones mezcladas de furia y temor.
Furia, porque unos de sus mejores hombres hubiesen caído en tal descuido de principiante, y temor, a la reacción que podría tener su aliado Ancestral ante todo esto.
Los soldados le temían a él, pero el, temía el tremendo poder que sabía, Borin poseía y ante su magia no podría hacer nada.
—Debéis saber que vamos camino a reunirnos con el rey Borin, más vale que todo salga bien, vuestro fallo es una deshonra para todo el reino, no creí que pudierais ser tan inútiles, ninguno de los tres, precisamente por eso os encargué esta misión —el rey hablaba entre profundamente decepcionado y a la vez furioso—. ¡Mí propio hijo ha causado esta deshonra! Aun siendo bastardo he procurado que tengáis el mejor cuidado. Os he reconocido como mi hijo y aunque jamás podréis aspirar al trono, habéis sido educado en el arte de las letras, de los números y sido entrenado para poder prever cualquier situación —Cereon estaba realmente furioso, pero aun así logró controlar el tono de su voz, sonando tranquilo tras el inicio explosivo—. ¿Qué excusa tenéis para tal desenlace?
—Majestad... Padre, vuelvo a pediros disculpas, en nombre de los tres, nos confiamos demasiado, creíamos que al haber sido tan fácil capturarlos no supondrían una autentica amenaza...
—¡Silencio! —lo interrumpió Cereon llevándose la palma de su mano a los ojos -. Sois consciente, que ya no sois ningún niño, ¿no es así? —Castle asintió levemente—. Entonces no busquéis excusas, vuestro deber en el futuro es proteger a vuestro hermano, no sirven las excusas, o estás alerta o fracasas. No hay lugar para el fracaso en tu misión, de hacerlo mueres, ¿entiendes?
—Si padre, lo comprendo, mantendré la guardia alta siempre a partir de ahora —contestó Castle a sabiendas de lo que eso significaba.
—Muy bien, porque cuando lleguemos a Omahio debes tener todos tus sentidos alerta, tu hermano Bahram nos espera al salir del bosque, será más seguro ir con refuerzos, por supuesto diremos que es lo normal cuando salgo fuera del castillo. Espero que todo vaya bien y que no tengamos ningún enfrentamiento con nuestro aliado, al fin y al cabo, aún necesitaremos de sus servicios.
Cereon continuó indicándole los detalles importantes, por si algo no salía como estaba planeado, mientras el carruaje continuaba su camino.
Solo el ímpetu que tenía el rey al hablar mantenía despierto a Castle, bueno, aparte de que sería aún peor si encima no le prestaba atención tras haber estropeado las cosas anteriormente.
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Mientras todo esto acontecía, Sebastian y Víctor, tras retirarse de la presencia de Cereon, se acercaron a transmitir el mensaje del rey a los soldados y escogieron a ochenta de entre los mejores hombres que encontraron.
Finalmente dejaron a los hombres que habían sobrevivido al anterior enfrentamiento, no podían permitirse ninguna debilidad en la próxima contienda.
Los bastiones se erigían a lo largo del campo de entrenamiento, un amplio pasillo con el suelo de arena, lo cual dificultaba la movilidad de los soldados que entrenaban allí, haciéndolos más ágiles en suelo firme.
Había también muñecos hechos con troncos distribuidos a diferentes distancias, algunos con obstáculos de por medio, para que así los arqueros pudieran practicar el tiro y mejorar su destreza.
Las caballerizas se encontraban en el edificio que se extendía a la izquierda, las cabezas de algunos de los caballos asomaban por las puertas, las cuales estaban abiertas de la mitad para arriba y otros relinchaban desde el interior.
Una vez estaban todos preparados, esperaron a que llegara algún mensaje de los exploradores que habían dejado atrás.
Un rato más tarde apareció un cuervo que se posó en el dorso de la mano de Víctor, este miró su pata y allí encontró un pequeño trozo de papiro.
Al desenrollarlo vio que en él ponía suroeste, ya habían perdido demasiado tiempo, por lo que rápidamente se dirigió a sus hombres y en seguida ordenó a los soldados, que ya se encontraban preparados, que subieran a sus monturas y le siguieran.
Tras varias horas de cabalgata, algunos hombres comenzaron a preguntarse, si pararían en algún momento para dar descanso a los caballos.
Esta vez no galopaban, tenían prisa, pero no podían perder a ningún animal por causa del agotamiento.
Víctor y Sebastian estaban completamente centrados en acortar la distancia con su objetivo lo más rápidamente posible, pero también sabían que necesitaban saber a dónde se dirigían los fugitivos para poder apresarlos y hacerlos cumplir con su castigo.
Durante el camino el cuervo volvió a hacer acto de presencia indicándoles un punto más concreto al que dirigirse, también se hacía notar en el mensaje que el rastro se distorsionaba y no estaban seguros por dónde continuar.
Continuaron al mismo ritmo, podrían descansar una vez alcanzaran el punto de encuentro.
El capitán había enviado de vuelta al pájaro con orden de ser esperados hasta su llegada, mientras, podían aprovechar para inspeccionar los alrededores y, así quizás encontrar más pistas que seguir antes de alcanzarlos
Nota de la autora
Hola de nuevo mis querid@s lectores/as, otro capítulo más está aquí, y como siempre espero vuestros likes y comentarios. No dudéis en compartir esta historia con vuestros amigos, estoy segura que la encontraréis más interesante a medida que avancemos por ella.
Por cierto, Bahram tiene un significado, seguid leyendo y descubriréis cual es en futuros catpítulos.
Un abrazo, nos estamos leyendo
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