Capítulo 3
Cuando Víctor y Tairon habían cruzado las espadas, Castle se percató de que ahora al menos podría eliminar a la mayor amenaza, es decir, ese era el príncipe, el heredero, si continuaba con vida podría ser un problema.
Tras esta reflexión se lanzó a por él con rápidez, Carri pudo ver sus intenciones y advirtió a Tairon de ello con un grito.
Ante esto, Tairon, empujó a Víctor logrando alejarse de él y esquivando a Castle en el último segundo, pero ante lo repentino de todo, hizo un mal movimiento y cayó al suelo quedando brevemente desprotegido.
El rubio embistió al humano en el segundo siguiente evitando que intentara un segundo ataque contra el príncipe.
Ante la situación los captores terminaron siendo presas viendose obligados a retirarse a toda prisa.
Blad fue tras Sebastian, alcanzándolo con una embestida y provocando un corto enfrentamiento, en el que el guardia real le lanzó un puñetazo en el costado.
Cuando fue a dar un segundo puñetazo, dirigido a su cara, Blad paró el puño con su mano, dedicándole una mirada seria y fría.
Sebastian estaba enfurecido, pero aun así no iba a ignorar el hecho de que, ahora mismo, estaban en desventaja, por tanto, hizo un esfuerzo y se soltó del agarre que tenía Blad sobre su mano.
Mientras veía a los últimos guerreros de su bando (incluyendo a Víctor y Castle, que pasaron cerca suya corriendo), subirse a los caballos y emprender la retirada, le dedicó unas últimas palabras al Ancestral de mirada esmeralda.
—Volveremos a vernos y entonces os arrepentiréis todos de esto.
Y habiéndole propinado una patada en el pecho a su contrincante emprendió la retirada, para así, contar al menos con algunos segundos extra.
—Tened por seguro que nos veremos de nuevo, maldito desgraciado... —decía Blad para sí mismo con un tono desafiante y a la vez contrariado, mientras se levantaba y sacudía el polvo de sus ropajes.
Tairon se sentó con una sonrisa en el suelo por haber logrado aquella victoria.
Su primo lo observó serio tendiéndole la mano, la cual el peliazul no dudó en aceptar, poco después Blad se acercaba a ellos observando la rápida retirada de los humanos.
Tairon tenía una mirada triunfal y muy buen humor en ese momento, suficiente para permitirse un par de risas, cosa que a Blad no le pareció adecuado.
—Deberíais serenaros, han caído hombres y mujeres buenos, guerreros centenarios, merecen cierto respeto, sobre todo de su príncipe, que es por quien la mayoría lucha —le dijo en un tono bajo, pero con reproche evidente.
—Tenéis razón —le concedió más serio que antes, pero sin terminar de quitar la sonrisa de su rostro—, ha sido una ardua batalla, pero lo hemos logrado, hemos evitado que nos lleven hasta su ciudad y hemos ganado, también merecemos al menos un poco de alegría por ello mientras llega la próxima contienda, ¿o me equivoco?
—No deberíais regodearos tanto, hemos entrenado durante cientos de años y, aun así, más que ganar, me parece que hemos perdido, mirad a vuestro alrededor y pensad, ¿a dónde nos dirigiremos ahora? —dijo Carri, señalando los cuerpos repartidos por el suelo y preocupado por no tener un hogar al que regresar.
—Reunamos a todos, hay que juntar todas las provisiones posibles y si se puede algún caballo para transportarlas más fácilmente —dijo Tairon, ahora más centrado en el próximo objetivo.
Una vez se reunieron todos los supervivientes contaron que eran cuarenta y uno los que quedaban, entre ellos Taylor, Susaní, Irvina, Cuit, Fircas (un guerrero hábil en combate cuerpo a cuerpo que había luchado con el príncipe en la batalla de los 100 años), Tairon, Blad y Carri.
Los demás eran guerreros y arqueros más jóvenes, con los cuales no habían llegado a combatir en ocasiones anteriores.
Los anteriormente nombrados se entendían muy bien entre sí por haber combatido juntos y varios de ellos, aparte de excelentes guerreros, eran grandes estrategas.
Taylor y Tairon habían pasado horas debatiendo sobre estrategias cuando la ocasión lo ameritaba y casi siempre habían salido triunfales de esas batallas.
Carri era muy carismático y solía emplear la diplomacia en su estrategia siempre que fuera posible, cuando no era el caso no tenía problema en adaptarse a la situación.
Susaní e Irvina podían vencer a cualquier enemigo si se cubrían las espaldas mutuamente, pues, su conexión en el campo de batalla era tal que podían prever los movimientos de la otra y adelantarse, actuando así de escudo mutuo.
Blad, inmerso en sus pensamientos, observaba su trofeo, el cual había sustraído hábilmente en mitad de su enfrentamiento con Sebastian, <<una magnífica espada>>, se decía a sí mismo recordando como el humano, concentrado en que no lo siguiera, no se percató de que la retiraba de su cinto al caer.
Él tenía ese talento, pasaba desapercibido en sus movimientos, aun siendo el centro de atención de la gente, por ello era el perfecto espía y formaba parte esencial a la hora de formar estrategias para la batalla, pues aportaba información de suma importancia.
Carri miraba a su alrededor, observando los cuerpos de los combatientes caídos durante el enfrentamiento, algunos se hallaban tirados en medio del camino, otros entre los árboles... Aun había algunos que luchaban por sobrevivir, pero sus heridas eran demasiado profundas...
Tairon sacó a todos de su ensimismamiento, ya no lucia una sonrisa triunfal, más bien una mirada cargada de coraje y seriedad en su voz al hablar.
—Recoged lo que encontréis de utilidad, comida, armas, monturas, todo lo que podamos utilizar —les dijo, y tras una breve pausa continuó—... Y daos prisa, por ahora estamos a salvo, pero volverán con refuerzos y en ese caso no tendremos las mismas oportunidades.
—Se habían confiado tras su victoria en nuestra ciudad, eso y que estuviéramos desarmados, hizo que no prestaran suficiente atención, pero no creo que eso vuelva a ocurrir, pues ahora han visto de lo que somos capaces —aportó Blad, especulando sobre su fuga poco preparada—. ¿A dónde nos dirigiremos ahora?
—Si me permitís, respecto a eso, podría tener una solución —Taylor intervino mostrando un papiro que sostenía—. Encontré este mapa en una de las alforjas, y creo que sé en qué bosque estamos. Teniendo en cuenta a donde nos dirigíamos, solo hay un bosque que, al atravesarlo, haga el camino más corto y seguro _
—decía tras desdoblar el papiro y señalando sobre el mismo...
—El bosque de las hadas —dijo Susaní pensativa.
—Exactamente —confirmó Taylor—, y si queremos alejarnos del enemigo y dirigirnos hacia algún aliado, solo podemos escoger un camino —terminó señalando otro puto del mapa.
—Las Montañas Encantadas... Parece una buena idea, sin embargo —Tairon no estaba del todo convencido con esto—... ¿Cómo haremos para no perdernos en ese laberinto?
—Yo conozco un camino, hace ya unas décadas que lo atravesé, pero aún recuerdo las indicaciones —aportó de nuevo Susaní.
—De acuerdo... Entonces al suroeste, me parece buena forma de poner distancia entre nosotros y esos canallas... Al menos hasta poder frenar sus planes —Blad pronunciaba estas palabras mientras recogía una bolsa con provisiones del suelo y continuaba inspeccionando las cercanías.
—Si algo tengo claro, Su, es que podéis guiarnos perfectamente por ese lugar misterioso —dijo Irvina de pasada, metiendo cantimploras, llenas de algún licor o agua, en las alforjas de un caballo que habían dejado atrás.
Terminaron de reunir rápidamente todo lo que encontraron y emprendieron su camino. Pensaron en tomar algunos de los carros en los que habían estado prisioneros, pero su camino bosque a través no les permitiría avanzar y esa era su mejor posibilidad para despistar a los humanos.
La espesura del bosque iba disminuyendo a medida que pasaban las horas de travesía.
Los pájaros se escuchaban de forma constante y la vida en aquel lugar era evidente sólo por los sonidos que emitían las pequeñas criaturas que habitaban en él.
Hablando con los otros guerreros, unos siglos más jóvenes que ellos, Cuit y Fircas descubrieron que varias carretas más habían partido de la fortaleza separados de ellos, al parecer habían escuchado a uno de los soldados decir que sólo era el principio de aquella historia.
Continuaron charlando y sacando conclusiones. Al amanecer estaban saliendo del bosque, encontrándose una gran explanada, con menos árboles, pero no menos verde.
El césped resplandecía y las flores alegraban la vista en diferentes tonos, mientras su aroma hacía que los olores se mezclaran en el aire, pudiendo sentir a veces toques cítricos y otras dulces.
Los ancestrales estaban agotados tras toda la noche avanzando a pie, pues, aunque habían logrado reunir algunos caballos, no eran suficientes para avanzar cabalgando, pero si para alivianar su carga, cosa que agradecian enormemente.
Continuaron hasta estar en una zona más o menos cubierta, así no los verían desde lejos, en caso de que los soldados humanos volvieran a buscarlos y ahí se detuvieron a tomar un respiro unas horas.
—Muy bien, creo que es hora de que descansemos y nos encarguemos de los heridos, estar agotados no nos ayudará a defendernos mejor —dijo Tairon, atando mientras el caballo al que sostenía de las riendas a un árbol—. Comed algo, bebed y dormid un poco si lo necesitáis, no pararemos demasiado.
Repartieron la fruta, el pan y la bebida que tenían, de forma igualitaria y racionándola, para que aguantara al menos un día más, después, tendrían que pensar en cazar algún animal y recolectar frutos comestibles que se encontraran en el camino.
Algunos de ellos bebieron licor para adormecer un poco el dolor de sus heridas, muchos necesitaban sutura, aunque sin los medios necesarios a su alcance sólo podían paliar el dolor y procurar no desangrarse.
El resto bebió agua procurando mantenerse hidratados y alerta ante cualquier peligro inminente.
Carri repartió un par de mantas, pues a pesar de que brillaba el sol, el ambiente estaba fresco. Unos cuantos se sentaron en lo alto de los árboles, que los cubrían de miradas indiscretas, vigilando los alrededores por si debían ponerse en guardia.
Blad se ocupaba de que los caballos estuvieran adecuadamente atendidos junto a Taylor, la cual podía comunicarse con ellos en el idioma antiguo de los ancestrales, esto hacía más fácil comprender las necesidades de los animales y ayudaba a crear un vínculo de entendimiento mutuo.
Susaní e Irvina estaban organizando las provisiones restantes, habían calculado 3 raciones más para cada uno, raciones diminutas, pero suficiente para no desfallecer antes de alcanzar las montañas.
—Es un alivio que hayamos podido escapar de los humanos, a saber, lo que habría pasado de no ser así —comentaba Susaní pensativa.
—No sé qué habría pasado si no hubiéramos escapado en ese momento, pero, ten por seguro, que después lo habríamos hecho de alguna forma —le respondió la pelirroja, apoyando una mano en su antebrazo y hablando sin los habituales formalismos.
—En eso tienes razón, siempre logramos salir de todas las situaciones peligrosas en las que acabamos —le concedió la rubia acariciando su mejilla suavemente.
—Claro, la unión hace la fuerza pequeña —Irvina la rodeo por la cintura con sus manos, pegándola a ella y depositando un suave beso en sus labios—. Ahora vamos, antes de seguir el camino también deberíamos descansar un poco, aquí ya hemos terminado.
Susaní asintió y, unidas de la mano, se dirigieron a sentarse junto a un árbol y descansar lo que restara de tiempo antes de continuar su camino.
La pelirroja se apoyó en el tronco del árbol y la rubia de pelo largo se situó entre sus piernas de espaldas a ella y, envuelta en sus brazos, no pudo evitar caer en un profundo sueño.
Tairon y Carri conversaban con Fircas, el cuál era alto y ancho, con una mirada vivaz de color marrón mientras comían y debatían sobre sus posibilidades de triunfar con las armas que habían conseguido y recordaban viejos tiempos de pasada.
Ahí fue cuando les comentó lo que habían descubierto con Cuit y los primos se miraron con decisión, debían ir a rescatarlos en cuanto obtuvieran la ayuda de sus aliados.
Tairon sabía que Fircas era un gran luchador y un guerrero muy leal, a pesar de que su estabilidad mental se había visto afectada por los años de lucha, el continuaba pudiendo distinguir el momento de atacar y de permanecer con la guardia baja.
Sin embargo, su cerebro siempre se mantenía en modo guerra, haciendo que sonara brusco cuando la situación se volvía seria o iba contra algún protocolo, por lo que siempre era bueno mantenerlo ocupado y bajo supervisión de una autoridad que el aceptara.
Nota de la autora:
Espero que estéis disfrutando la lectura, deja tus preguntas e impresiones en los comentarios si quieres y no olvides dejar tu like si te está gustando.
Un abrazo y nos estamos leyendo querid@ lector/a.
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