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Capítulo 12


El rey Cereon se encontraba en su castillo, la impaciencia lo invadía, ansiaba saber si sus siervos habían logrado capturar a los fugitivos, sobre todo al príncipe.

Nada le agradaría más, que tener un esclavo de alta alcurnia con el cual descargar su furia. Nunca lo admitiría en voz alta, pero lo cierto era que envidiaba a los ancestrales.

No estaba seguro si le producía más rabia su larga vida, sus habilidades físicas o sus grandes riquezas, de lo que sí estaba seguro era de que, si tenía a Tairon en su poder, haría de cada momento de su existencia un infierno.

Se había esforzado mucho por poner su plan en marcha, la primera fase estaba completada, habiendo logrado que Borin estuviera de su lado, sin embargo, era una alianza que pendía de un hilo.

Tenía la esperanza de asegurarse que permaneciera a su lado uniéndolo a su hija, pero aún no obtenía respuesta y comenzaba a dudar de que eso fuera realmente una garantía.

La segunda fase de su plan se había visto truncada por la estupidez de sus hombres o, quizás, la astucia de sus prisioneros. No estaba del todo seguro a quien o qué culpar.

De lo que sí estaba seguro es que al menos una parte de los ancestrales habían sido trasladados con éxito, lo que significaba que podía comenzar la reconstrucción de lo que sería su nuevo punto estratégico al oeste de su reino, cerca de las costas del mar de poniente.

Castle estaba de pie junto al trono observando como su rey caminaba de un lado a otro sumido en sus cavilaciones, se mantenía erguido y firme en su posición a pesar de que estaba preocupado por cómo se desarrollarían los acontecimientos.

El rey exigió vino, necesitaba calmar su sed y de paso sosegar sus nervios. Inmediatamente entró un sirviente con una jarra llena dispuesto a servir su contenido en la copa del rey, que estaba situada en una pequeña mesa a la derecha de Castle.

El pobre hombre temblaba de temor, cuando su rey se ponía en esa tesitura siempre acababa golpeando al que se hallara más cerca.

Su miedo fue su perdición pues ante el temblor no pudo evitar que la copa resbalara de sus manos, cayendo al suelo frente a su rey. Cereon lo miró con furia centelleante en sus ojos, gritándole lo inútil que era antes de tumbarlo en el suelo de un bofetón que resonó por toda la estancia.

Bahram, que también se encontraba en la sala, dejó a un lado la daga con la que jugueteaba para observar lo que consideraba una situación cómica. Se reclinó apoyando los codos en sus rodillas, dejando la posición más relajada en la que se encontraba antes, apoyando la espalda, contra la columna junto a la que estaba sentado.

El monarca golpeó al sirviente hasta quedar inconsciente, mientras su hijo menor dejaba relucir una cruel y divertida sonrisa y su hijo mayor solo se mantenía en la misma posición en la que se encontraba antes del acontecimiento.

—¡Que alguien saque inmediatamente a este ser despreciable de mi vista! —gritó Cereon pegando una última patada en las costillas del sirviente—. ¡Tú, sírveme vino ahora mismo! —le espetó a otro siervo que se encontraba en la sala.

—Sí mi señor, ahora mismo majestad—respondió de forma sumisa el aludido obedeciendo de inmediato.

Serenia, la esposa del rey iba entrando por la puerta en el momento que retiraban al inconsciente hombre del lugar, el escándalo había llamado su atención y no pudo evitar dirigirse a la sala presa de curiosidad por lo acontecido.

Observó al bastardo quieto en su lugar, a su hijo con esa expresión que casi detestaba en él por lo cruel que, sabía, podía llegar a ser y, como no, a su marido empinando una copa de vino antes de tocar el mediodía.

Tras observar un poco la sala pudo hacerse una perfecta idea de lo ocurrido, lo cierto era que cada vez le producía mayor repugnancia todo aquello, empezando por su "amado" esposo y continuando por su hijo.

Antes de que todos sus pensamientos se vieran reflejados en su rostro, situó una pequeña sonrisa en sus labios y cubrió el asco que se reflejaba en sus ojos con una mirada tierna, que dedicó a su esposo.

Con los años había aprendido que era mejor mostrarse sumisa y complacida ante las acciones de Cereon, si él estaba contento con su actitud, ella no tenía que soportar el mismo trato que la servidumbre.

—Mi amado rey, ¿qué es lo que ha ocurrido? ¿Os encontráis bien? —preguntó la reina de pelo dorado, acercándose con cautela y bien actuadas muestras de afecto—. Se os han manchado las botas, permitidme que pida a mi doncella que os traiga otro par —dijo haciendo una señal a la chica que había entrado tras ella a una distancia prudente.

—Vos siempre tan amable y servicial, mi reina —le dijo el monarca complacido por su actitud—. No hay punto de comparación con cuando acabábamos de unirnos en matrimonio —terminó la frase tomándola de la barbilla y robándole un beso.

Bahram había vuelto a prestar más atención a su daga que a lo que ocurría a su alrededor, balanceándola entre sus dedos. Normalmente hubiera estado entrenando en el patio de armas, pero hoy quería estar pendiente de las noticias venideras por las que tanto interés mostraba su padre.

Sabía que la espera lo estaba volviendo loco y había enviado un cuervo la noche anterior en busca de Víctor y los demás para que le informaran de la situación.

Castle observaba la escena que acontecía frente a él atentamente, llevaba un tiempo sospechando que la reina ocultaba algo, pero no tenía pruebas, ni tampoco nada concreto con lo que poder enfrentarla, solo era un presentimiento.

Serenia por su lado puso su mejor sonrisa tras el acto del rey y tomó su mano, llevándolo hasta el trono para que se sentara. Se situó a su lado, apoyándose en el reposabrazos y comenzó a masajear sus hombros en un intento por calmarlo y que dejara de atormentar a los siervos con su ira.

—Padre —habló Bahram poniéndose en pie y acercándose al trono—, han pasado ya muchos días sin noticias, con el tiempo transcurrido y en vista de vuestra comprensible impaciencia, he enviado un cuervo en busca de nuestros soldados, espero recibir respuesta pronta del capitán y así comprobar que tan eficaz ha sido la empresa que le encargasteis.

Cereon se quedó mirándolo pensativo, no creía que fuera a obtener respuesta, puesto que Víctor tenía ordenes de informar en cuanto los capturaran y aún no había llegado ninguna noticia suya.

Por otro lado, le agradaba que hubiera tenido la iniciativa de enviar una misiva exigiendo respuestas, eso hacía visible que comenzaba a estar preparado para dirigir el reino, puesto que sabía cuándo era necesario presionar a sus súbditos de ser necesario.

Iba a responderle, cuando llegó un mozo que se encargaba de cuidar a las aves con una misiva para su majestad.

—Mi señor, ha llegado esto para vos —dijo con la mano extendida y la vista puesta en el suelo, mientras hincaba una rodilla ante su rey.

Cereon le hizo un gesto a Castle para que se acercara a tomar aquel trozo de pergamino, a lo que el castaño respondió realizando inmediatamente lo que se le ordenaba.

—Retírate inmediatamente —le dijo al sirviente una vez le arrebató lo que llevaba en sus manos—. Majestad, se trata de un mensaje de Víctor. Dice que han logrado capturar al príncipe, pero lamentablemente sólo han recuperado a trece ancestrales de todos los que se habían fugado —informó tras leer su contenido.

—Bueno hijo mío, parece que vuestro esfuerzo por que dieran señales de vida ha dado sus frutos —le dijo el rey a Bahram, haciendo que este sonriera triunfal—. ¿Cuánto tardarán en llegar al castillo? —preguntó esta vez a Castle.

—Aún tardarán al menos un día en estar de vuelta mi rey —respondió con algo de recelo, pues no quería impacientar más a su padre.

El rey suspiró, apartando a su esposa de manera tosca, se levantó de su trono y en vista de que no servía de nada estar esperando allí sin hacer nada decidió retirarse, ordenándole a sus hijos que atendieran cualquier imprevisto que se presentara hasta el día siguiente.

La reina iba a sentarse en su sitio, pero una mirada de Cereon bastó para comprender que debía acompañarlo sin decir palabra y eso hizo.

Cuando iban saliendo llegó su doncella con las botas que le había pedido, sin embargo, Serenia le hizo un gesto casi imperceptible para que se apartara y no dijera nada.

Bahram se levantó de su lugar y se dirigió al sitio antes ocupado por su padre, sentándose en él dispuesto a cumplir con la tarea encomendada.

Castle permaneció de pie a su lado, tal como se encontraba situado antes de la llegada de aquella ansiada misiva.

—¿No os resulta cansado estar siempre de pie custodiándonos? —interrogó Bahram de manera sorpresiva a su medio hermano.

—Es mi deber protegeros y estar alerta ante cualquier imprevisto —respondió el de pelo castaño llanamente.

Bahram asintió pensativo, no comprendía de donde salía ese carácter tan sumiso hacia él y su padre, pero a la vez tan dominante hacia cualquiera fuera de ese círculo. Era una contradicción viviente, sabiendo que nunca podría ocupar el trono, pero a la vez sabiéndose en derecho de mandar sobre cualquiera que no fuera de su sangre.

Al heredero le desconcertaba profundamente su habilidad para mantenerse sosegado ante esta idea, y a la vez admiraba, y envidiaba ese temple que demostraba ante algo imposible de cambiar.

—Tengo una propuesta que haceros —volvió a hablar Bahram con un resplandor oscuro en sus ojos grises, iguales a los de su rey, y continuó ante el gesto de pregunta lanzado por el aludido—. Cuando lleguen los prisioneros escogeremos a uno de ellos cada uno, los soltaremos en nuestro coto de caza y el primero en conseguir acabar con su presa será el vencedor.

Castle analizó brevemente sus gestos, dilucidando si se trataba de una broma o iba en serio, finalmente puso una leve sonrisa de lado y respondió:

—Os daré la oportunidad de lograrlo, pero dudo que lo consigáis —Bahram frunció el ceño ante este comentario, mostrándose evidentemente molesto por tal afirmación—, sois demasiado impaciente, os delatáis con facilidad ante las presas normales. Tratándose de ancestrales deberéis ir con mucha más cautela, sus sentidos son más agudos que los nuestros.

—No negaré que puedo llegar a ser algo impaciente cuando de conseguir una presa se trata —dijo el menor apretando los puños —, más esta vez será diferente, está en juego demostrar quién tiene la mayor habilidad en este campo, además, el ganador tendrá el privilegio de hablar ante el pueblo en la próxima ceremonia que acontezca —dejó salir una pequeña sonrisa antes de continuar—. Definitivamente no podréis negarme que para vos sería un honor ocupar mi lugar esta vez en tal ocasión.

—En tal caso, hagámoslo más interesante y digamos que el perdedor deberá irse a supervisar la labor de los esclavos en el nuevo punto fronterizo —propuso Castle, sabiendo que al heredero no le agradaría nada irse de la ciudad durante tan largo periodo de tiempo.

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Habían recorrido un largo camino de regreso, pues ya no iban constantemente galopando. Víctor había enviado una misiva apenas salieron de los alrededores de las montañas encantadas, detallando la fecha en la que se enviaba y los días que tardarían en llegar.

Cuando estaban a casi un día de distancia llegó un cuervo con un mensaje del heredero al trono, pidiendo explicaciones y apremiándolos para que regresaran lo antes posible.

El capitán dio por hecho que su mensaje no había llegado a tiempo y que el ave debió sufrir algún tipo de retraso que le impidió cumplir su misión.

Rápidamente redactó otra misiva y atando el recipiente a la pata del ave lo mandó de vuelta raudo.

Los ancestrales fueron vigilados mucho más de cerca esta vez, en ningún momento se les permitió hablar, ni hacer ningún movimiento sospechoso.

Esta vez sus ataduras ocupaban pies y manos, evitando que hicieran cualquier movimiento ágil. Esto retrasaba considerablemente su marcha, pero era mejor que fuera así y que no lograran armar ninguna nueva treta para escapar.

Los humanos no mostraban piedad ante ningún gesto extraño, propiciando golpes a la mínima oportunidad, lo que hacía que nuestros valientes tuvieran la moral bajo mínimos y un aspecto cada vez más demacrado.

Tairon sentía una completa impotencia al no poder hacer demasiado por sus compatriotas y amigos, un dolor intenso le estrujaba el corazón cada vez que pensaba en cómo de mal iban las cosas y que la esperanza parecía desvanecerse con cada paso que daban en dirección contraria a su salvación.

Poco quedaba de su habitual actitud bromista y semblante relajado tras los últimos días.

Blad se mantenía en un estado de observación continua, al tener una mayor actitud sumisa era el que más desapercibido pasaba, poco se fijaban en él, lo que le permitía observar cosas que los demás no captaban.

A pesar de esto, también era consciente que en esta ocasión escapar resultaría imposible, no solo por la desventaja numérica que de por si era demasiada, si no también, por la cautela que mostraban los humanos esta vez a su alrededor.

Asumió que lo mejor era resignarse de momento y esperar a ver como se desarrollaban los acontecimientos más adelante.

Carri por su lado había perdido cualquier motivación para actuar de forma diplomática con sus captores después de recibir varias palizas por intentar razonar con ellos. Ahora solo esperaba el momento de devolverles los golpes.

En alguna ocasión viendo como golpeaban a algunos más jóvenes que ellos, actuando por impulso, intercedió para defenderlos, a pesar de lograr propinar un par de cabezazos y romper alguna nariz a los humanos, era quien siempre se llevaba la peor parte.

Finalmente acabó siendo objeto de todas las injurias y aquel con el que descargaban su frustración los guardias si creían que estaban yendo demasiado lento.

Una vez alcanzaron su destino, enviaron a todos los ancestrales a los calabozos. La entrada se encontraba cerca del patio de entrenamiento, unas empinadas escaleras de piedra conducían dentro de la tierra, dónde la única iluminación eran unas antorchas colocadas en los muros que sostenían la estructura subterránea.

La humedad de las paredes hacía el ambiente pesado, se podían oír gotas cayendo y un olor horrible impregnaba cada rincón de aquel lugar.

Había muchísimas celdas, algunas vacías tras los gruesos barrotes de hierro, otras dejaban ver algunos prisioneros aterrados y desnutridos.

Pero las peores eran aquellas en las que el olor a muerte era tan intenso que estaba claro que sus únicos habitantes debían ser cadáveres putrefactos.

Definitivamente era un lugar horrible y los ancestrales solo podían repudiar aquella estancia que causaba en ellos un severo rechazo y ganas de vomitar.

Tairon no pudo evitar pensar que el hedor que aquí había era peor que el de un campo de batalla, lo que era decir mucho teniendo en cuenta la cantidad de muertes que se producían y las condiciones de falta total de higiene en las que se habían visto envueltos.

Finalmente abrieron una celda, haciendo pasar a seis de ellos dentro, y metiendo al resto en otra que había dos celdas más allá.

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Victor y Sebastian estaban finalmente ante el rey, tras dar un detallado informe de lo ocurrido, el rey parece sopesar sus opciones.

Sabía que su mejor opción para mantener a todos los esclavos bajo control era acabar con cualquier posibilidad de que el príncipe quisiera revelarse, hundir su autoestima y quitarle cualquier rastro de esperanza que pudiera quedar en él.

De pronto se le ocurrió una idea, la mejor forma de evitar una rebelión era alejar a los seguidores de los líderes.

—¿Cuáles de ellos son los que más resistencia y poder sobre el resto han demostrado? —interrogó el rey a su capitán.

Sebastian y Víctor compartieron miradas antes de responder, pues debían dar la información más precisa posible.

—Sin lugar a dudas pienso que el príncipe y su primo son los más revoltosos, los demás pueden dar problemas si se vieran alentados a ello, pero por lo general se han comportado de forma bastante sumisa durante el viaje —respondió finalmente Víctor con gran convicción.

El rey reflexionó brevemente, bajo la mirada expectante del resto de los presentes, antes de tomar una decisión. Más cuanto mayor era su reflexión más sentía que debía ver con sus propios ojos el comportamiento de aquellos ancestrales acostumbrados a ser libres y dictar su destino.

—Bien, quiero que subáis a todos los prisioneros que habéis traído al patio de entrenamiento, vamos a comprobar hasta qué punto son sumisos y quienes están dispuestos a alzarse en armas viendo que humillan a uno de los suyos —dictaminó el rey con una sombría expresión que dejaba ver parte de sus intenciones.

Haciendo una reverencia se retiraron para cumplir con lo encargado, una vez los soldados se retiraron, Bahram y Castle compartieron una mirada sabiendo que era el momento de llevar a cabo su desafío, más primero debían convencer al rey de que era buena idea.

—Padre —habló el menor con tono de respeto—, si me permitís, tengo una idea para ponerles a prueba, dejadnos escoger a dos de ellos y realizar una cacería, tal acto no podrá acallar a los menos temerosos, que al final serán los que podrían causar una revuelta, pues quien vive con miedo no levanta una mano contra su amo.

Cereon entrecerró los ojos mirando a su hijo, deduciendo que Castle tendría algo que ver con tal idea, puesto que había mencionado a dos presas y eso le olía a competición fraternal, cosa muy habitual en sus descendientes.

Tamborileó con los dedos sobre el reposabrazos de su trono, tras algunos segundos el rey se puso en pie, comenzando a pasearse por la sala.

—No voy a concederos tal cosa —habló finalmente con firmeza y autoridad deteniendose frente a Bahram—, si deseáis demostrar vuestra valía como cazadores y ver quién es el mejor de los dos hacedlo con animales, o con algún sirviente reemplazable. Necesito a la mayor cantidad posible de ancestrales para terminar cuanto antes las obras, no parecéis comprender la importancia de este punto estratégico para alcanzar mis planes —hizo una pequeña pausa antes de continuar con el ceño fruncido—. ¿Cuál ha sido vuestra apuesta esta vez?

Bahram se removió inquieto viendo que quizás esta vez había sido mala idea apostar con algo que parecía ser tan importante, miró a Castle que negó levemente con la cabeza a las espaldas de su padre, pero ya no había vuelta atrás, el rey esperaba una respuesta y parecía impacientarse más a cada segundo que callaba.

—El ganador daría el discurso en la próxima ceremonia —comenzó el heredero dubitativo, pensando en ocultar la otra parte de la apuesta, hasta que vio como el rey levantaba una ceja, como queriendo decirle ¿y qué más?—... El perdedor... debía irse a supervisar el trabajo de los esclavos, alejándose de Ciudad Dorada —logró terminar entre titubeos y con voz temblorosa.

El rey asintió girándose hacia su trono y mirando a Castle por primera vez, pensó que se estaban volviendo demasiado insolentes planeando travesuras a sus espaldas y pretendiendo engañarlo después para llevarlas a cabo. Este comportamiento merecía un castigo para ambos.

—Bien pues consideraros ambos perdedores —sentenció Cereon dejándolos perplejos y confusos—. Partiréis con el siguiente envío de esclavos, llevaréis a cabo la tarea que parece contrariaros a ambos, por lo que me parece un excelente castigo, así aprenderéis a no planear cosas a mis espaldas. 

Castle apretó los puños que escondía a su espalda en posición firme, no dijo nada más se maldijo a sí mismo por haber propuesto tal desenlace para el perdedor. Bahram aún no podía creerlo, no recordaba la última vez que se le había aplicado algún castigo, el hacía y deshacía tal como le apetecía.

Más ninguno dijo una palabra, sabiendo que la autoridad del rey no podía ser contradicha, por lo que solo les quedó agachar la cabeza y retirarse a recoger sus pertenencias para partir en el momento en que su rey lo ordenara.

Cuando Castle y Bahram salían por la puerta, llegó Sebastian para avisar al rey que los prisioneros estaban esperando tal como había ordenado.

Castle le dirigió una mirada fastidiada a su antiguo compañero al pasar por su lado, dejando a este con preguntas sobre lo que habría ocurrido, más no le dio mayor importancia y centró su atención en escoltar al rey una vez lo hubo informado




N/A 

Al fin logré terminar este capítulo, espero lo hayais disfrutado, no olvidéis comentar, siempre me da una gran alegria leeros y saber vuestra opinión.

Gracias a todos aquellos que me mostrais vuestro apoyo leyendo, compartiendo, dando una estrellita y dejando vuestras palabras, de verdad que me llega al corazón.

Un gran abrazo a todos! 

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