Capítulo 11
Cuit y Susaní permanecían junto a Taylor observándola, el hechicero se apartó solo un momento para conseguir algo de agua y cuando iba de regreso pudo ver a la guerrera levantando su torso bruscamente, a la vez que lanzaba un grito al aire.
La rubia tomó a la castaña por los hombros en un gesto tranquilizador, evitando a su vez que se pusiera en pie de forma repentina.
Lucía una expresión confusa y a la vez algo asustada, como si algo le hubiera provocado un gran shock y tuviera que asimilar demasiada información de golpe.
—Tranquila, estás a salvo —dijo Susaní tras soltarla—. Tu temperatura corporal está algo elevada, Irvina debe estar por llegar con ensalomeun, pero es mejor que permanezcas en reposo hasta que te tomes el elixir curativo una vez esté listo —Taylor asintió en respuesta—. ¿Sabes qué es lo que te ha ocurrido?
Entre tanto el hechicero había llegado nuevamente a su lado y ofrecía el agua a la pelinegra, que la aceptó encantada.
—Veo que se han acabado los formalismos —intentó bromear Taylor con voz entrecortada tras beber, pero continuó al ver la seriedad en las miradas de sus interlocutores—. Es una larga historia... Ha sido como una revelación, aunque creo que lo más importante a destacar sería que hay algo... o alguien ahí dentro que se metió en mi cabeza por unos instantes y desató una reacción en mi cuerpo y mente.
—No lo comprendo, ¿a qué te refieres exactamente? —la confusión en la rubia no hacía más que aumentar.
—Antes, cuando has perdido el control, desataste una fuerza muy poderosa a tu alrededor —decidió intervenir Cuit con cierta cautela en su voz—. ¿Tuvo eso algo que ver con ese algo, o alguien?
Taylor los miraba a los dos desde su posición en el suelo, sin entender a que se refería, pues no era consciente de haber hecho nada y pensándolo bien, tampoco era consciente de haber llegado hasta donde estaban, lo que la llevó a preguntarse cuanto había estado sumida en ese estado de "meditación" por así llamarlo.
Su mirada perpleja y confundida hizo entender a ambos que no tenía idea de lo que le estaban hablando, por lo que le contaron lo ocurrido sin mayor dilación.
—Eso puede tener una explicación — Taylor hizo una pequeña pausa ordenando sus ideas antes de continuar—. Veréis he tenido una revelación mientras estaba inconsciente, al parecer no soy quien pensaba y mis padres no son los que creía, no sé cómo explicároslo sin que parezca una locura....
—Solo dínoslo como lo hayas descubierto, pienso que no hay mejor manera —dijo Susaní con total curiosidad por sus palabras y algo impaciente por entender lo ocurrido.
Cuit asintió en acuerdo, y tras unos segundos de reflexión y poner orden a sus pensamientos Taylor les contó todo lo ocurrido desde que Enlil entró en su cabeza hasta el momento de despertar.
Ambos quedaron boquiabiertos y con más preguntas que respuestas tras conocer los detalles. En ese momento Irvina regresó y al ver a Taylor despierta corrió a darle un fuerte abrazo, diciéndole lo mucho que los había preocupado y frunció el ceño al ver las caras de confusión que tenían todos.
—¿Ha ocurrido alguna otra cosa en mi ausencia? —preguntó buscando respuestas.
—Después te lo cuento, de momento será mejor que preparemos el elixir y Taylor se lo beba, yo me encargo, tú siéntate y descansa un poco —le dijo la rubia tomando la planta que traía en su mano y proporcionándole un beso en la mejilla antes de levantarse.
Taylor se sentía agotada, la fiebre había aumentado desde que abrió los ojos hasta que terminó de contar la historia y su cuerpo parecía estar pasando por un proceso de transformación que le robaba la energía.
Susaní había machacado el ensalomeun con una piedra a modo de mortero y había mezclado la sustancia resultante con agua, obteniendo una sustancia de un color morado verificando que el proceso había sido correcto y el elixir estaba listo para ser tomado.
La pelinegra se lo bebió con una expresión de asco, pues el sabor no era precisamente bueno, y ahora solo quedaba esperar a que hiciera su efecto.
A pesar de todas las preguntas que aún rondaban la cabeza de Cuit y Susaní decidieron que era más adecuado continuar hablando después de que se sintiera mejor.
Pusieron a la pelirroja al día con todo lo que se había perdido en su ausencia, dejándola igual de confundida que a ellos con los impactantes hechos.
Los demás habían hecho lo posible por reunir leña y encender algunos fuegos antes de que anocheciera y se habían puesto cómodos para obtener al fin un merecido descanso.
Los ánimos parecían haberse levantado un poco tras tanto caos y estrés, aunque se notaba cierta preocupación en ellos y lo vivido les atormentaría aún un tiempo, al menos sentían que estaban a salvo.
Las dos guerreras dejaron a su amiga a cargo del hechicero, Cuit podía ser bajo y demasiado delgado para ser un ancestral, pero era de fiar y sabía cómo actuar en caso de ser necesario ayudar a Taylor, por lo que se tomaron el atrevimiento de darse un descanso de tanta tragedia.
Tanto la pelirroja como la rubia necesitaban darse un baño, eran las únicas que no se habían quitado toda la suciedad acumulada durante esos días de huida y no les resultaba nada agradable.
Se apartaron un poco del resto del grupo, querían algo de intimidad y poder conversar sobre los últimos acontecimientos, por lo que se agradecía que el lugar fuera tan solitario.
Encontraron una pequeña charca entre las rocas bosque adentro, lo cual era ideal porque formaba un muro natural a su alrededor y el agua parecía fluir desde debajo del suelo. Pudieron notar que se formaba una especie de vapor por encima de la superficie, esto les hizo pensar que quizás habían tenido la suerte de encontrarse con aguas termales.
Susaní fue la primera en hundir su mano para comprobarlo y no pudo evitar sonreír completamente complacida por confirmar sus sospechas.
Tal fue su alegría que enseguida saltó sobre Irvina, la cual la atrapó en el aire y se dejó rodear por sus piernas mientras que la rubia gritaba de alegría y la abrazaba efusivamente.
La pelirroja sonreía, observando como la rubia actuaba de la manera que siempre lo hizo antes de todo este problema, acercó su mano a su mejilla y se fundieron en un tierno beso.
—Vamos a disfrutar del agua caliente y relajarnos —le dijo Irvina dejándola en el suelo y comenzando a desvestirse para a continuación, lanzarse al agua bajo la atenta mirada de su acompañante—. Venga Su, estás muy lenta para las ganas que tenías de entrar —bromeó un poco para molestarla.
La de ojos grises hizo un pequeño mohín y tras poner los ojos en blanco siguió los pasos de su chica y saltó dentro del agua salpicándola.
Entre risas jugaron un rato como si fueran niñas pequeñas sin ninguna preocupación, era algo necesario para quitarse toda la tensión de los últimos días y ambas sabían que seguramente no volverían a tener la oportunidad de relajarse hasta dentro de algún tiempo.
Cuando salieron del agua se tumbaron en el césped, la pelirroja apoyó la cabeza en sus manos, mientras que la rubia se apoyó en el cuerpo de la primera, quedando ambas boca arriba y observando las estrellas en silencio durante algunos instantes.
Al cabo, Irvina le comentó aquella extraña sensación que tuvo al adentrarse en el bosque y que, al recoger la tan necesaria planta, también encontró una roca ovalada, la cual le mostró en ese instante.
Susaní tomó aquel objeto entre sus manos y lo observó con detenimiento durante unos instantes, lo elevó poniéndolo frente a su cara y por casualidad la luz de la luna lo iluminó dejando ver un destello en su interior.
Sobresaltada por el inesperado acontecimiento casi se le cae de las manos, a simple vista parecía solo una roca, pero ahora se miraron con el ceño fruncido intentando comprender que podía ocultar en su interior.
—Deberías guardarlo bien —dijo la rubia devolviéndoselo—, no sé lo que será, pero sí estoy segura de que tiene algo especial.
La de ojos azules asintió guardándolo en un trozo de tela y atándoselo al cuello.
—Tendremos tiempo de averiguarlo, pero por ahora deberíamos regresar junto al resto y descansar.
Al terminar la frase se puso de pie y tendiéndole la mano ayudó a su compañera a levantarse para iniciar el camino de vuelta.
Al día siguiente todos se veían más descansados e Irvina consideró que podían reanudar la marcha, era de vital importancia llegar cuanto antes a Aquaria y comunicar todo lo ocurrido a sus aliados.
El ensalomeun había hecho su efecto en Taylor y ya no tenía fiebre, pero seguía confusa por todo lo que tenía que asimilar. Decidió adentrarse en el bosque para poder despejarse un poco, sus amigos intentaron persuadirla, pues seguían preocupados, pero no lograron convencerla.
Al ver que no había nada que hacer, Susaní pensó que al menos podía darse un baño relajante en las aguas termales y le indicó el camino a seguir.
La pelinegra aceptó la propuesta, pensando que quizás esto la ayudaría a aclarar sus ideas y llegar a comprender mejor todo lo que estaba ocurriendo.
Encontró el lugar sin mucha dificultad y quedó admirada por la belleza que desprendía, allí rodeada de los árboles, el agua cristalina que desprendía aquel vapor y los vivos colores de la naturaleza, no parecía que estuvieran en una situación tan reñida.
Lentamente se sumergió en el agua caliente, notando como esta le quitaba tensión a sus músculos, cerró sus ojos abandonándose a las sensaciones relajantes y despejó su mente de cualquier preocupación, acabando en un estado de meditación que alteró su percepción del tiempo.
Cuando quiso darse cuenta, el Sol brillaba con toda su fuerza en lo alto del cielo y el agua ya no le resultaba tan relajante, si no que le producía un excesivo calor que había enrojecido su piel y del que ahora necesitaba librarse.
Se dirigió hacia dónde había dejado su ropa anteriormente, pero se detuvo cuando vio que esta se movía de forma extraña. Dio un paso hacia atrás por la sorpresa cuando una pequeña criatura de no más de un metro de altura saltaba de entre los ropajes, quedando situada frente a ella.
La observó con sus ojos de serpiente, que contrastaban con el resto de su cuerpo peludo y adorable, la nariz de color rosa se movía olisqueando el aire, parecía que intentaba reconocerla.
Taylor reconoció a la criatura, se trataba de un cunimi, había visto ilustraciones de esta especie antes, pero eran tan raros que nadie había podido encontrar uno en persona desde hacía décadas, al menos hasta donde ella sabía.
Dio un paso en dirección a la criatura, pero esta al ver su intención se puso en posición de ataque, dejando salir un pequeño gruñido. La pelinegra se rio un poco ante esto, pues su cuerpo de conejo no imponía demasiado, pero el pequeño animal enseguida mostró unos afilados dientes, dejando ver que podía ser peligroso si lo deseaba.
La mestiza levantó las manos en señal de que no pretendía hacerle ningún daño y después señaló hacia su ropa.
—Tranquilo, solo necesito acercarme para recoger mis ropajes, prometo no hacerte ningún daño —le dijo en tono tranquilizador intentando dar un paso hacia delante una vez más.
El cunimi pegó un salto hacia atrás, mirando donde había señalado, sin perderla de vista ni un instante. Pareció entender que solo quería cubrir su desnudez y con algo de recelo le permitió acercarse.
La criatura se quedó observando con la cabeza ladeada y acortó un poco más la distancia con la pelinegra cuando esta se hubo vestido. Dio saltitos a su alrededor, dejándola algo confusa por la actitud del animal, hasta que finalmente se detuvo frente a ella y mirándola a los ojos le preguntó:
—¿Qué te ha ocurrido?
Taylor casi se cae de la sorpresa, creyó que estaba sufriendo alguna alucinación y sin dar crédito se arrodilló frente a aquel ser y lo observó detenidamente.
—¿Piensas contestarme o vas a mirarme hasta que anochezca? —volvió a formular otra pregunta el cunimi ladeando una vez más la cabeza.
—Esto no puede ser verdad —se dijo Taylor echando su cuerpo hacia atrás, había escuchado el sonido, pero no había visto que moviera los labios—. ¿Puedes hablar?
—Claro que hablo, tendremos que comunicarnos de alguna manera —le respondió dando pequeños saltitos de manera impaciente—, pero no todos pueden oírnos, cuenta la profecía que solo alguien muy especial puede y que cuando aparezca será un puente entre nuestra especie y el resto de Dasaurey.
—Esto es inaudito —se decía Taylor, aun pensando que debió darle un golpe de calor o algo así para que su mente invente tales cosas—. ¿Por qué puedo oírte entonces? —preguntó mientras tamborileaba nerviosa con sus dedos sobre su pierna.
—Serás ese alguien especial pues —respondió algo desganado—. No has respondido a mi pregunta, ¿qué te ha ocurrido?
La pelinegra comprendió que no iba a decirle más nada si no respondía, por lo que le contó brevemente toda la situación en la que se habían visto envueltos ella y los demás ancestrales.
El cunimi prestó gran atención a sus palabras, asintiendo ante cada giro de los acontecimientos y notándose un brillo creciente en sus ojos a cada palabra que salía de la boca de la chica.
Cuando terminó de desvelarle lo acontecido, el cunimi daba saltos de alegría mientras gritaba que era ella, pues la profecía aseguraba que se trataría de alguien que huía de unos captores, que a su vez esto la empujaría hacia un proceso de descubrimiento personal y que sería fruto de una unión entre especies.
Taylor sonrió sin dejar a un lado su escepticismo y dándole una caricia en la cabeza como hubiera hecho con su mascota, le dijo:
—Bueno pequeño, debo volver junto al resto, espero que encuentres a ese alguien tan especial pronto.
El cunimi no pensaba rendirse, había estado mucho tiempo buscando y había recorrido un largo camino como para dejar escapar a su elegida así de fácil, por lo que fue tras ella sin ningún disimulo.
Taylor se percató de esto y continuó andando pensando que, quizás, se acabaría cansando, pero cuando ya estaba a punto de llegar junto a los demás, comprendió que el cunimi no tenía intención de irse por su propio camino.
Sonrió para sí misma y se giró agachándose frente a él para estar a la misma altura.
—Ya que parece que no vas a rendirte, al menos dime, ¿tienes nombre?
—Claro que lo tengo —dijo orgulloso en respuesta—, mi nombre es Ripler y nunca me rindo.
Taylor le sonrió con ternura a su ocurrente nuevo amigo y retomó la marcha, llegando rápidamente a su destino.
Irvina la miró de forma desaprobatoria, quería haber partido ya, pues el camino era largo y además estaba preocupada por su tardanza.
Iba a mencionarle su descontento cuando vio a su peludo amigo dando saltitos detrás suya, lo que provocó un levantamiento de ceja en forma de pregunta.
El resto también se dio cuenta de este detalle y pronto todos estaban a su alrededor observando confusos, el cunimi no esperaba tanta atención repentina, por lo que enseñó sus dientes puntiagudos con temor, haciendo que algunos ancestrales retrocedieran sorprendidos, ahora por aquel gesto.
Susaní estaba maravillada, pues de entre todos pareció ser la única que reconoció de que criatura se trataba, no quiso ceder ante el impulso de acercarse por no ocasionarle mayor incomodidad al pequeño.
Taylor tranquilizó a Ripler con un gesto de apoyo que restaba importancia a la reacción de los demás y este simplemente se pegó más a ella.
—¿Quién es la pequeña bola de pelos? —preguntó Cuit confuso.
—Este es Ripler, un cunimi que afirma que soy una especie de salvadora para los suyos —dijo con una expresión algo incrédula—. Dice que está encantado de conoceros, pero que no hace falta que lo miréis así —continuó tras un breve intercambio de miradas con el animal.
Todos quedaron con expresión de desconcierto, nadie había oído nada y no comprendían como podía afirmar tal cosa, como si realmente se hubiera comunicado con ella de alguna forma.
Ante la mirada de todos Taylor comenzó a pensar que quizás realmente era la única que podía oírlo, pues solo había transmitido sus palabras por la insistencia del pequeño.
—Te he dicho que no pueden oirme, no tienes que poner esa cara de sorpresa —le dijo Ripler sin entender por qué le costaba tanto creerle.
—Bueno, como comprenderás no es algo que ocurra todos los días —le dijo, dejándo a los demás más confusos.
—Taylor... ¿segura que está todo bien? —preguntó Irvina al verla hablando sola.
Taylor les explicó lo acontecido, pero muchos seguían con cara de incredulidad, mirándola como si estuviera perdiendo la razón. La única que pareció tomar en serio lo que dijo fue su rubia amiga, que empezó a relatar una historia que había leído hace tiempo, pero que hasta ahora creía pura fantasía.
Alguien había dejado plasmada en una cueva la profecía de la que hablaba con dibujos, que más tarde fueron interpretados por un gran explorador, el cual se dedicaba a recopilar diferentes profecías repartidas por el mundo.
En esta escritura se mencionaba también que el elegido podría hacer, mediante sus dones, que los cunimi se comunicaran con el resto de los seres, pero no especificaba el método empleado.
El cunimi daba saltos de alegría por haber encontrado a alguien que fuera conocedor de todo esto, siempre creyó que nadie fuera de su madriguera sabía sobre su profecía y en este momento le había llegado como un regalo, gritándole a Taylor:
—¿Ves como no mentía? Es cierto todo lo que te he dicho.
Aun así, Taylor no estaba del todo convencida de ser la que estaba buscando, sin embargo, no podía evitar pensar que esto era demasiado para ser solo una coincidencia, por lo que tampoco se cerró del todo a la idea de que pudiera tener algo de verdad.
N/A
Hola de nuevo queridos lectores ^^, se que me he tardado una eternidad para subir este capítulo, por lo que me disculpo, entre unas cosas y otras no pude dedicarle mucho tiempo, pero es un proyecto que no olvido y que tengo muchas ganas de continuar.
Intentaré subir capitulos más a menudo, espero me tengáis paciencia, sacaré cada momento que me permita mi día a día para continuar la historia.
Un gran abrazo <3
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