—Ragazzo! Oh, raga! Vieni qua. —Ups, me llaman de la mesa del fondo: la mesa del tío Beros. El zio Beros está espatarrado bebiendo su habitual vaso de coñac ocupando, no un asiento, sino dos, como siempre. Observo cómo saca con gracia del bolsillo un sobre de color dorado y se lo entrega a una mujer corpulenta y musculosa.

—Arrivo, tío Beros! —Aunque deba acercarme igualmente, mejor responder si quiero evitar un rapapolvo en mi primer día.

Cumplir dieciséis años en la famiglia Barbieri es como si después de una agradable caminata por los montes del Gargano, al llegar al abismo, te empujaran sin escrúpulos y te precipitaras en el Mar Adriático sin remedio.

Un día eres una criatura del inframundo sin más preocupación que jugar a campo quemado con tus amigues centauros y tus amigues arpías, y al día siguiente eres el súbdito de la bestia más importante del territorio de los Barbieri: el tío Beros.

El tío Beros no es mi tío ni tampoco es el tío de nadie, pero todes tenemos que llamarle así, si no queremos cometer una de las faltas de respeto más grandes del distrito. Beros es el dueño del Infernus: la cafetería de moda de todas las fieras de la noche. Realmente es un local muy normal, se trata de un lugar oscuro envuelto en madera de roble y cuya única iluminación recae sobre las lámparas amarillentas de los botelleros. Sin embargo, es una de las localizaciones más seguras para los Barbieri. Aquí, la famiglia puede vender su magia sintética sin el control de los ángeles celestiales y sin la posibilidad de que la famiglia de los Mancini intente dar un golpe de estado.

Mi primo Kash es el portero habitual de la Caffetteria Infernus, así que, como es mi primer día, debo ser su sombra. Mi plan es moverme al estilo ninja: sigilosamente y sin llamar demasiado la atención, puesto que Kash tiene la mala costumbre de ser un imbécil. Desde que tengo memoria, se ha pasado los veranos molestándome. Su diversión favorita cuando éramos pequeños era zamparse mis deberes para luego sentarse en clase a escuchar cómo, delante de una de las cerberas más cascarrabias de nuestra comunidad, la profesora Lombardi, tenía que decir en voz alta que no tenía mis tareas porque un perro de tres cabezas se los había comido.

Vender magia sintética no es algo con lo que me sienta especialmente cómodo, pero si soy completamente honesto, es un negocio indiscutiblemente popular y rentable. La cantidad de criaturas que han perdido sus poderes por incumplir las leyes de nuestras tierras y que buscan magia temporal es asombrosa. ¡Y no solo eso! También hay otras criaturas sin poderes, como los humanos, que vienen buscando magia sintética para conseguir algún sueño o deseo que se les resiste. Normalmente nada bueno.

—Allora, Steffano. ¡Ven aquí! —Sí, mi nombre es Steffano. Steffano Barbieri. Kash me llama desde la puerta.

Desde luego, los ángeles celestiales están en contra de esta práctica. En primer lugar, porque es ilegal, y en segundo lugar, porque desestabiliza el arco mágico de nuestro mundo. En resumen: para crear la magia sintética, algún ser mágico real debe perder parte de su poder. ¿Qué quiere decir esto? Que para producir magia sintética, la famiglia hace tratos de dudosa procedencia con otros seres necesitados. Incluso, se rumorea que en ocasiones ha desaparecido alguna que otra fiera en extrañas condiciones. Por eso Kash es tan importante y por eso, debo ejecutar mi nuevo trabajo de un modo magnífico. Al menos si mis ánimos van en contra de terminar triplemente decapitado.

—Buon giorno, Kash! —Uno de los Mancini—. Vaya, veo que hoy tienes compañía —dice con sarna y la clásica prepotencia de los Manicini mientras me examina de arriba a abajo.

—Aurelio. —Kash cabecea una sola vez a modo de saludo sin devolverle la sonrisa—. ¿Qué te trae por aquí?

—¡Los negocios, ragazzo mío! ¿Qué sino?

Kash no cede ni un centímetro. Nadie entra en Caffetteria Infernus sin su consentimiento. Yo le imito y aprieto fuerte las garras para erguirme y parecer más peligroso, aunque probablemente no lo esté consiguiendo. Mi primo gira la cabeza un minuto buscando al tío Beros con la mirada. Este asiente y Kash se hace a un lado.

—¿Y tú qué? ¿No me dejas pasar? —El hombre Mancini me mira fijamente. No es que no quiera dejarle pasar, es que no me ha dado tiempo ni siquiera a moverme. Estas situaciones suelen paralizarme—. ¡Aparta, ragazzo! —Juro que quiero moverme, pero mis piernas no me dejan. ¡Por el diablo!—. ¿Esto es una broma?

Todo ocurre muy deprisa. Al tiempo que el señor Mancini eleva su gema mágica para utilizarla contra mí, el tío Beros ha enviado a decenas de sus protegidos, y sin haberlo querido, por la mía culpa, una guerra encarcelada por el paso de los años, se desata sin piedad.

Consigo esconderme tras la larga barra de madera mientras las botellas explotan y las criaturas mueren de forma atroz. La batalla dura demasiado, pero al final, solo quedan escombros y restos de nuestra Caffetteria Infernus. El territorio ya no es de los Barbieri. Pertenece a partir de ahora a los Mancini, también lo hace nuestro negocio. Yo, por seguro, soy cerbero decapitado. Sabía que este trabajo no era para mí.

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¡Gracias por leer este relato corto! Te doy la bienvenida a: Los Barbieri 😀

🥳 Esta es una historia exclusiva para el décimo tercer desafío de @WattpadFantasiaES .

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