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Capitulo 37

Ben.

— ¡Y se van a quedar en este castillo sin salir, en donde tienen su propio cine, su sala de juegos; piscina, y ni siquiera piensen en usar el helicóptero real porque se los prohibo, niños! —Grité cuando ambos subieron hacia sus respectivas habitaciones, miré a Audrey y fruncí mi ceño. —Quítate la corona de Mal, no te queda bien...

—Ay Bennyboo, no me mientas en la cara, eso es grosero; tú y yo somos conscientes de que todo me queda bien, así que cierra la boca. —La castaña me sonrió antes de darse vuelta. —Ah, por cierto, mañana empezaré a traer mis cosas. —Añadió, empezando a caminar hacia la salida.

—Sí, claro, lo que tú digas; pero antes quiero aclararte dos cosas: no vamos a dormir juntos y no quiero que vuelvas a amenazar a mis descendientes... porque si lo haces, entonces despídete de tu nuevo cargo. —Exclamé, serio, entonces ella se volteó.

— ¿Disculpa? ¿Quién te crees que eres para hablarme con ese tono? —Inquirió la castaña, alzando una ceja mientras se acercaba hacia mí rápidamente.

— ¿Yo? —La miré incrédulo, señalándome a mí mismo. —Oh, nadie especial... Solo el rey de Auradon. —Presumí, sonriéndole victorioso.

— Tú y yo sabemos perfectamente que no te conviene quitarme este puesto porque si lo haces entonces prepárate para una guerra que no ganarás. —Me advirtió, señalándome con el dedo. — Así que dile a tus hijitos que no se metan conmigo porque me importa una mierda si son mi familia. Ahora que soy la reina, yo tengo el poder y puedo mandarlos bien lejos si quiero. —Aseguró, se acomodó el cabello para luego voltearse, dispuesta a marcharse pero entonces tomé su brazo con fuerza y la obligué a girar para que me mirara a los ojos.

 Nadie se mete con mi familia, pensé, estaba realmente furioso con ella.

—Y a mi me importa una mierda que seas la reina, soporté que te metieras con Mal por años porque ella sabía cómo lidiar contigo pero no vas a tocar a Jace ni a Alex porque apenas les pongas un dedo encima la que va a terminar en la isla o a tres metros bajo tierra vas a ser tú. —Dije, apretando su brazo –no me importaba si la lastimaba, era lo que se merecía por haber hecho que mi familia y yo sufriéramos tanto– mientras la observaba con odio. —Tú ya deberías saber que no se amenaza a un rey que puede quitarte tu corona y tu título. —Le sonreí falsamente antes de soltarla.

—Y tú deberías saber que no se amenaza a una chica que secuestró al amor de tu vida, a tu hija y no le molestaría hacer lo mismo con ese principito... —Replicó la hija de Aurora, seria. —No, agh, déjame amenazarlo en paz; él será tuyo, solo le advierto... Como sea, atrévete a meterte conmigo y te juro que lo vas a lamentar, haré que pierdas todo. —Murmuró haciendo gestos raros, la miré confundida pero simplemente ella se acomodó el vestido, la corona y su cabello antes de darse la vuelta. Con la poca dignidad que le quedaba, se marchó dando un portazo.

  Sí, es una triste y extraña reina... Y le tengo lástima.

—Bueno, Mal y Alex tenían razón, tal vez Audrey si heredó la locura de Lea; ya está demente... —Hablé, encogiéndome de hombros para luego acomodarme el saco que llevaba puesto. —Lumiere, ¿acaso es legal que una loca gobierne el reino? —Alcé la voz lo suficientemente fuerte como para que el hombre me escuchara, pero como no obtuve respuesta alguna decidí ir a buscarlo, tal vez estaba en mi oficina.

 ¿En qué demonios estaba pensando cuando permití que mi ex novia se pusiera esa corona? Pensé, ¿qué demonios me está sucediendo?

Audrey.

  Subí a la limusina rápidamente y bufé.

 Es increíble que cada día que pasa odio más a mi familia, pensé, creo que los odio más que a mí tía.

— ¿A dónde tengo el placer de escoltarla, señorita Aud... digo, su Majestad? —Oí la pregunta del chófer y me encogí de hombros.

—A mi departamento, recuerda que mañana tienes que estar allí temprano para traer todas mis cosas, no quiero que seas impuntual; Jaime. Ahora conduce, que no tengo ganas de estar cerca del idiota de Ben y sus insoportables hijos, además tengo sueño. Esos mocosos ingratos quisieron arruinarlo todo pero destruiré sus vidas. —Respondí seria, noté que Jaime me miraba por el espejo retrovisor. — ¿Qué tanto me ves? O haces tu trabajo o te despido, es así de simple. —Dije harta antes de mirar por la ventana, entonces el vehículo empezó a moverse de una vez por todas.

[...]

 Suspiré hondo cuando finalmente llegué a mi hogar y cerré la puerta con llave, me recargué sobre la misma para ahora sacar mi celular de mi bolso y marcar aquel número.

— ¿¡Me puedes explicar por qué demonios no apareciste cuando esos entrometidos intentaron arruinar mi coronación!? —Le recriminé cuando aquella persona atendió, estaba furiosa con todos los que me rodeaban pero más con ella.

—A ver, ¿quién te crees que eres para interrogarme? No aparecí porque simplemente no tuve ganas de hacerlo. —Respondió aquella Perdida, con un tono de voz tan tranquilo que logró asustarme. —Tú podrías haberme hecho un favor y matarlos de una vez si ellos te molestan tanto. —Mencionó.

—No me dieron el tiempo suficiente para hacerlo, además eso habría impedido que me convirtiera en reina. —Repliqué, me había esforzado muchísimo durante toda mi vida para conseguir este cargo y no lo perdería por nada del mundo.

—No me vas a convencer con unas excusas tan baratas, no me digas que tienes miedo de mancharte las manos de sangre, agh; eres mucho más débil de lo que pensé. —Dijo con un tono burlón que solo logró enojarme más. —Si realmente quisieras ser reina, no te importaría encargarte de cualquiera que se interponga en tu camino.

— ¿¡Y qué mierda crees que estuve haciendo desde que Mal pisó el reino por primera vez!? —Cuestioné, ofendida. —Desde que la conocí, he tratado de deshacerme de ella, ¡hice hasta lo imposible para regresarla a la isla cuando llegó; luego cuando me enteré que era mi tía la secuestré y cuando salí de la cárcel también quise arrebatarle todo lo que tenía, la separé de sus amigos y hasta secuestré a esa princesita para evitar que se quedara con mi trono!

—Hiciste todo eso pero nada funcionó, te recuerdo que fui yo quien la condenó al exilio por años. —Alardeó la hijastra de Gothel, vaya que era más presumida que yo.

—Oh sí, claro que lo hiciste, pero fue gracias a mí; porque si yo no me hubiera llevado a Alex, tú seguirías encerrada en esa isla de mierda. —Gruñí. —Tal vez no pude terminar con mi prima en ese momento pero ahora sí, la mataré a ella y a su hermano.

—Destruye como quieras a la princesa de Auradon pero al pequeño príncipe no le vas a poner ni un solo dedo encima. —Me advirtió, seria. —Es mi hijo, por lo tanto yo me encargaré de él.

— ¿Lo vas a asesinar? —Dudé, sabía que Ariana era capaz de hacer cualquier cosa para conseguir lo que quería.

—No lo sé, por ahora él me sirve, podría ser un gran secuaz si es que elije el lado correcto. —Afirmó con cinismo. —Aunque si no lo hace tendré que deshacerme de Jace, después de todo solo es un estorbo en mi vida, un error que nunca debió haber nacido.

—Haz lo que quieras con ese mocoso, es más, contrólalo a él en lugar de a mí. —Sugerí entonces, porque me ponía nerviosa que ella me manipulara a su antojo. —Y ya que estamos hablando de eso, podrías no meterte en mi mente cuando estoy con alguien porque solo logras que todos crean que he enloquecido y eso no es bueno porque tal vez empiecen a sospechar, eso no nos conviene.

—Tú no eres nadie para decirme que hacer y me voy a meter en tus pesadillas si eso es lo que quiero hacer. No te engañes a ti misma, todos sabemos que estás demente y nadie se preocupará por ti porque a nadie le importas. —Aclaró esa desgraciada. —Si no haces lo que te digo, no dejaré de controlarte así que sabes lo que te conviene. —Me amenazó antes de cortar la llamada, cerré los ojos con fuerza y arrojé el celular lo más lejos posible –afortunadamente, cayó sobre mi cama–, luego me acerqué hacia la ventana y arranqué las cortinas. Caminé hacia mi escritorio para ahora tirar la lámpara, junto con algunas cosas más.

 Me dejé caer en el suelo, destrozada, entonces me percaté de que había arrojado unas fotografías; tomé una y la volteé solo para darme cuenta de que era una de las que me había tomado con Dizzy, pero la había roto accidentalmente.

—No, no, no...—Murmuré, negando con la cabeza. — ¿Por qué destruyo todo lo que amo? —Sollocé, sequé mis lágrimas rápidamente, sin dejar de observar la foto con mi pequeña malvadita.

  He hecho demasiado mal solo para conseguir gobernar, pero tuve que pagar un precio muy alto para obtener esta corona, pensé, ya no soy dueña de mi vida... Pero supongo que vale la pena, porque esto es lo que siempre he deseado.

 Entonces recordé que no era la única que había sido estafada por la castaña, ya que había conocido a una persona que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para dejar de ser una pieza de su juego.

— ¿Cómo mierda soportaste esto, Danielle? —Pregunté, observando al techo. —Agh, ahora hablo con los muertos...—Hice una mueca.

  ¿Quién es la verdadera Audrey? Pensé, la única, la mejor, la reina de Auradon, esa soy yo. Esto no va a quedar así. A mi prima le va a costar muy caro haber querido ensuciar mi nombre, ¿quién se cree que es? No sabe con quien se está metiendo, no sabe lo que es enfrentarse conmigo.

— ¿Quién es la verdadera Audrey? —Cuestioné. —No tienes forma de averiguarlo, no tienes a nadie con quien hablar, nadie que te cuide; nadie que te quiera. A nadie le interesas, estas completamente sola. —Admití, decirlo en voz alta dolía, pero era la maldita verdad.

¿Quién eres? —Repetí, observando de reojo mi reflejo en el espejo. — ¿Eres Audrey? ¿La hija de Aurora y Felipe? ¿La elegida de Ariana? ¿La nieta de Stefan y Lea? ¿La reina de Auradon? ¿La chica perfecta? Estas frágil y sensible, dudas y no te reconozco, ¿estará naciendo una nueva Audrey?

 Hace días, lo único que me importaba era ser la reina de Auradon, inventé la muerte de mi tía para hacerles la vida imposible a todos pero ¿qué importan ellos? Ahora soy otra y tengo muchas cosas de las que ocuparme.

— ¡No llores más! —Le grité al espejo, mientras veía como las lágrimas descendían por mis mejillas. —Estoy rota, y nadie puede arreglarme, pero todos pagarán por lo que me hicieron.

Jay.

  Por fin, después de haber castigado a los niños, Evie y Carlos y yo le habíamos insistido tanto a Jane que ella había accedido a dejarnos ver a nuestra hermana porque sabía que Mal nos necesitaba tanto como nosotros a ella. Incluso había permitido que Aurora viniera.

—Noble corcel, fuerte y capaz, a donde está Mal nos llevarás. —La esposa de mi mejor amigo recitó el hechizo y agitó su varita, entonces una nube de humo celeste nos envolvió y unos minutos más tarde, aparecimos frente al Páramo.

—Es muy raro volver aquí después de años...—Admitió la rubia, observando a su alrededor el inminente muro de espinas.

—Comprendo lo que sientes, pero te acostumbras. —Habló la chica de cabello azul, encogiéndose de hombros.

—Sí, claro, porque no me perturbó ver la tumba de Maléfica durante días mientras estábamos construyendo la máquina para regresar a Mal. —Mencionó el descendiente de Cruella, mirando a su alrededor con miedo.

—Dicen que el espíritu de la suegra de Ben ronda por el bosque, queriendo comerse a los chicos que aman a sus perros y a las hijas de las hadas madrinas...—Susurré, acercándome a él por detrás. — ¡Boo! —Grité en su oído, logrando que se sobresaltara, gritara y abrazara a mi esposa. No pude evitar soltar una carcajada, era muy divertido jugar así con él.

—Cállate Jay, no es momento para bromas. —Me regañó la chica de ojos azules. —Ya saben que Mal no está bien, sus heridas están sanando lentamente pero aún así no la presionen...

—Sí, sí, sí; lo que digas, ya lo sabemos, lo has repetido durante todo el camino; quiero ver a mi mejor amiga. —Evie le restó importancia a aquel asunto con un gesto de su mano y se acomodó el cabello, los siete intercambiamos miradas antes de acercarnos al Páramo, dispuestos a entrar al mismo de una vez por todas.

— ¿Me extrañaron? —Oímos aquella voz que inmediatamente reconocimos y nos volteamos rápidamente.

 La chica de cabello morado se encontraba frente a nosotros y a pesar de que llevaba un abrigo violeta con capucha, se notaba que los moretones que tenía en su rostro le dolían bastante.

— Yo no te hice una línea de ropa personal para que te pongas esos harapos feos, ¡te hice un montón de creaciones hermosas y tú te vistes con ese abrigo, que te queda mal!, ¿quién te crees que eres? ¿Cenicienta? ¿Me viste cara de ser tu hada madrina de la moda, M? —Reclamó la hija de la reina malvada, todos reímos y vimos como ella corría a abrazar a la recién llegada.

— Pasé 12 años lejos de ti ¿y te preocupas por eso? Nunca vas a cambiar, E. —La reina de Auradon soltó una carcajada antes de corresponder a su abrazo, intercambié miradas con el chico de cabello blanco y negro antes de que ambos las rodeáramos a las dos con nuestros brazos.

  Por primera vez desde que supe que la había perdido, me sentí completo nuevamente.

 Mal por fin esta en casa y esta vez no permitiré que vuelvan a alejarnos.

Alex.

  Habíamos estado un rato encerrados en mi habitación hasta que nos aburrimos, por lo que ahora Sofía, Jazmín, Mike, Lucas, Jace y yo estábamos en la sala de estar, mirando una película.

 Me preocupaba no saber nada de Azul y la verdad era que la extrañaba mucho, era como mi hermanita menor, pero por otro lado seguía enojada con mi hermano por haberlo arruinado todo. Nadie hablaba, ya sea porque estaban concentrados viendo la película o porque estaban perdidos en sus pensamientos, pero todos éramos conscientes de que la tensión que había en esta habitación se podía cortar con una espada.

— Alex ¿me pasas las palomitas? —Pidió el pequeño príncipe, pero lo ignoré y seguí comiendo.

— No, que te las pase tu reina si tanto la quieres. —Repliqué seria, cruzándome de brazos.

— No me trates así... —Suplicó el menor, por su tono de voz sabía que estaba triste, pero aún así no quería ni mirarlo.

— Yo no hablo con traidores. —Afirmé mientras me acomodaba mejor en el sofá.

— Yo solo hice lo que creí que era correcto. —Se defendió él, apreté los puños, esa excusa era la más estúpida que había oído en toda mi vida.

— Claro, al igual que papá, ¡tomas las mismas decisiones estúpidas que él! —Gruñí, volteándome a verlo, me levanté del sofá para acercarme a mi hermano. — ¡Me decepcionaste, te necesitaba y no hiciste lo que prometiste! —Alcé la voz furiosa, rápidamente Jazmín y Lucas se incorporaron para ahora interponerse entre ambos, evitando que golpee a ese bueno para nada que lamentablemente tenía mi misma sangre... Bueno, la mitad de mi sangre.

— Cálmense, pelear no lograra nada bueno. —Habló la descendiente de la chica de cabello azul.

— Cállate y no intervengas en esto que está bueno. —Exclamó Mike, que estaba bastante cómodo en el sofá mientras comía palomitas, observando atentamente la situación.

— Sabotear la coronación de Audrey no iba a regresar a mamá...—Musitó Jace, antes de que hiciera algo más, fue la mayor del grupo quien me sentó nuevamente en mi lugar mientras que su hermano; Lucas, hacía lo mismo con ese enano traidor.

— ¡Claro que sí pero lo arruinaste todo, idiota, y eso es algo que no te puedo perdonar, imbécil! —Repliqué molesta.

— ¡Pues no me interesa que una mentirosa como tú me perdone! —Gruñó mi hermanito.

—Jace, ella solo quiere hacer lo correcto, quiere defender lo que es suyo; la corona no le pertenece a tu prima...—Intervino Jazmín rápidamente.

— ¿¡Y eso quién lo dice!? —Masculló el pequeño príncipe, cruzándose de brazos.

—No puedo creer que permitas que Audrey te ponga en mi contra. —Negué con la cabeza, estaba enojada y dolida al mismo tiempo.

—Y yo no puedo creer que seas capaz de mentirme en la cara para protegerme. —Dijo él, fruncí mi ceño al oír aquello. — ¡No hay manera de que mamá vuelva y estoy harto de que me sobreprotejas tanto! —Gritó.

— ¿¡Cómo te atreves a llamarme mentirosa, enano traidor!? —Exclamé indignada y volví a levantarme, ahora sí le daría su merecido.

— ¡Pelea, pelea, pelea! —Canturreó el mini guerrero que seguía comiendo, mirando la escena.

—No lo golpees. —Murmuró mi mejor amiga rápidamente, incorporándose y colocándome una mano en el hombro, la miré de reojo.

—No te metas. —Le advertí, seria.

—Poder del anillo. —Dicho esto, Sofía extendió su mano, mostrándome su anillo.

—Agh, maldito poder del anillo... —Bufé, enseñándole el mío. —Pero eso no funcionará esta vez. —Añadí antes de empujar a Jace, colocándolo entre la pared y mi cuerpo.

— ¿¡Se puede saber por qué hay tantos gritos!? ¿¡Y qué demonios hacen sus amigos aquí!? ¡No deberían haber venido, se supone que están castigados! —Todos nos volteamos al oír aquella voz y vimos a papá en las escaleras, rápidamente empezó a bajarlas al ver lo que estaba haciendo. — ¡Alex, suelta a tu hermano ahora mismo! —Ordenó serio, abrí la boca para responder que de ninguna manera iba a hacer tal cosa cuando la puerta principal se abrió y la chica que aún seguía teniendo aquellos moretones en su rostro me sonrió.

— ¿Me extrañaron? —Dudó la chica de cabello morado, inmediatamente solté al pequeño príncipe.

— ¿Mal?—Susurró el rey de Auradon, shockeado al verla.

— ¿Mami? —Murmuramos Jace y yo al unísono.

  Mamá finalmente está en casa y esta vez no permitiré que se vaya.

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