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👑 Parte 5


Te amo, más que a un nuevo mundo, más que a un día perfecto




– ¡Que desastre! – Valentine exclamó, mientras se sentaba para desayunar, y tomaba el periódico de la mesa, como todas las mañanas.

Alec se había despertado con los gritos de la familia, cansado y con un dolor de cabeza. Se había logrado levantar y había bajado las escaleras. Había ignorado las miradas de Aline y Helen y simplemente se había puesto a trabajar, ignorando también el dolor de su pecho e intentando olvidar los eventos de la noche pasada.

Hasta que Valentine trajo el tema en el desayuno.

– Ese estúpido príncipe, quedó como un idiota. Declarar su amor de esa manera, ja, – se burló Valentine.

– Buen intento hermana, – Sebastián sonrió con burla. Y Camille simplemente le lanzó una mirada mortal y continuó comiendo.

– Viendo el lado positivo, dado que el misterioso chico desapareció, el Príncipe tendrá que elegir a alguien más. Esta vez, yo personalmente le presentaré a Camille. Ella a veces puede ser bastante directa, pero...–

– Ya ríndete padre. Has leído el periódico. El príncipe se casará con ese chico, incluso si tiene que buscarlo por todo el reino, – Sebastián cortó a su padre.

Alec se encontraba cada vez más y más confundido. ¿Magnus no le había declarado su amor a Camille? ¿Entonces a quien? ¿A un hombre misterioso?

Echándole una mirada de soslayo al periódico de Valentine, Alec vio el artículo del que Sebastián hablaba, y su corazón se detuvo.

Ahí, con un gran encabezado que decía "¿Has visto a la reina?" Se encontraba su foto, con Magnus, bailando. Alec dejó caer el plato que llevaba, viendo la foto en shock. Camille le vio suspicazmente.

– ¿Qué diablos te pasa? ¡Limpia eso! – Valentine gritó, y Alec asintió lentamente, yendo a buscar la escoba.

– ¿En qué pensaba ese chico? – Sebastián continuó, sin inmutarse por Alec. – ¿Por qué huyó? El príncipe literalmente se paró enfrente de todos y le rogó que se casara con él. –

Los ojos de Alec se agrandaron. Oh dios, realmente lo había arruinado. Por su miedo, se había ido antes de escucharle... y había dejado a Magnus... oh dios.

– Voy a ... si, – murmuró, regresando al comedor y cerrando la puerta de la cocina detrás de él.

– Alec, cariño, – Aline le llamó, dejando lo que estaba haciendo y acercándose a Alec. Helen también se veía preocupada al ver el rostro tan pálido de Alec.

– ¿Nos llega el periódico? Digo, a parte del que tiene Valentine, – preguntó Alec y Aline asintió.

– ¿Qué sucede, cariño? – ella le preguntó, viéndole preocupada.

– Creo que acabo de arruinar la única oportunidad que tenía con el hombre que amo, – Alec susurró.

Helen regresó con el periódico. – Casi nunca tenemos tiempo de leerlo. ¿Por qué lo quieres? – ella le preguntó, viendo como Alec lo abría en el suelo y los tres lo rodeaban para verlo.

– Ese, – Alec explicó. – Es el Príncipe Magnus Bane. Y Ese, – continuó, señalando a la otra figura de la foto. – Soy yo. –

Aline y Helen veían de la foto a Alec, una y otra vez.

– Oh. Mmm, – Helen dijo, intentando encontrar las palabras. – Creo que debes comenzar desde el inicio. –

Y eso hizo. Desde el momento en que Camille le encerró en el ático hasta que había vuelto a casa. Alec les contó todo. Cuando terminó, Helen comenzó a leer el artículo mientras Aline le miraba pensativa.

– Wow. Eso no me lo esperaba, – Aline dijo, y Alec dejó salir una risa nerviosa.

– Yo tampoco, – contestó. – No se que sentir. Por un lado, me mintió, ¡Es el príncipe, próximo a ser Rey! –

– Por el otro lado, – Helen le interrumpió, terminado de leer el artículo. – Aquí dice que está locamente enamorado de ti, y quiere casarse contigo. Alec...–

– ¡Lo se, lo se! – Alec escondió su rostro entre sus manos, exasperado. – No puedo creerlo. Por años he sido maltratado e ignorado, por eso verle con Camille fue demasiado y...–

– Ambos tienen que darse muchas explicaciones, – Aline le tomó la mano de forma reconfortante. – ¡Te está buscando! ¡Tenemos que decirle a alguien, tienes que ir con él! – y de repente su emoción bajo. – Claro, si es que quieres casarte con él. –

Por un segundo, Alec consideró lo que Aline estaba diciendo, pero en su corazón encontró la respuesta.

– Si quiero. Realmente quiero, – contestó Alec, sonriendo.

Helen y Aline también sonrieron. – Entonces hay que hacer que tu y tu literalmente "Príncipe Azul" ¡estén juntos de nuevo! –



Isabelle, Jace, Ragnor y Cat estaban todos reunidos en el salón del trono del palacio, sentados con Magnus. Se la habían pasado ahí, animándole y reconfortándole.

La noche anterior, había terminado en desastre. No solo había encontrado prometido, también lo había perdido. Ni si quiera sabía donde buscarlo, solo sabía su nombre y que a veces visitaba el huerto de manzanas.

– Podemos ir ahí, ver si está, – Cat sugirió. Y Magnus simplemente negó.

– ¡Huyó, Cat! Obviamente no quiere verme. ¿Por qué dejé que Luke publicara ese artículo? Parezco un acosador, – Magnus dijo, triste.

– Creo que es algo romántico, – Ragnor se encogió de hombros. – Al menos no pusiste su nombre. Si es verdad que no quiere saber nada de ti, al menos le diste eso. –

Magnus giró los ojos, y se volteó hacía Cat. – Además, la huerta de manzanas no está cerca de su finca, o eso dijo. Ir ahí sería lo mismo que ir a Brooklyn. Lo cual vamos a hacer. Al menos tengo que saber por que se fue, incluso si eso termina de romper mi corazón. –

– ¿Qué pudo haber hecho que se fuera? – Isabelle preguntó. – ¿Le dijiste algo, o él dijo algo? –

– Le dije que me esperara en el centro de la habitación cuando el reloj marcara la media noche, – Magnus frunció el ceño. – Me pidió que le dijera ahí solos, pero sabía que Luke quería que fuera algo público. Yo también, para ser honestos. –

Jace, quien solo le había mirado pensativo por todo el rato, finalmente habló.

– Dices que es un plebeyo, que vive en algún lugar a las afueras de Brooklyn. Tiene cabello negro, ojos azules, y le vez en un huerto de manzanas. Izzy, ¿soy yo o esto te parece un deja vu? – preguntó Jace.

Isabelle frunció el ceño y miró a su hermano. Los dos mantuvieron una conversación de miradas, con diferentes emociones cruzando sus rostros. Al final, Isabelle abrió mucho los ojos y cubrió su boca.

– No... no puede ser...– ella miró a Magnus, con esperanza. – Magnus, ¿cómo dijiste que se llamaba? –

– Alec, – Magnus les veía confundido. – Alexander. ¿Por qué? – Izzy gritó de emoción y Jace rió sin poder creerlo.

– No vas a creer esto, – dijo Jace.



Alec estaba en su habitación, juntando las pocas cosas importantes que tenía. No quería volver ahí de nuevo, si podía evitarlo. Tomó el anillo que Jace le había dado, y su dinero ahorrado.

Después de terminar de juntar sus cosas, Alec se giró para irse, pero se brincó de la sorpresa al ver a Camille y Valentine parados en el marco de la puerta.

Aline y Helen habían ido a la ciudad para poder mandar una carta al palacio, diciendo que sabían quien era el chico de la fotografía, así que Alec estaba solo en casa. Y supo que pasaba cuando vio el periódico en las manos de Camille.

– No se como lo hiciste, Alexander, – Valentine comenzó, con voz calmada. – Debo decir que estoy impresionado. Tu puerta estaba cerrada cuando regresamos. La ventana es demasiado pequeña y no es como si hubieras podio recorrer todo el camino. Realmente me impresionas. – Alec solo tragó duro y apretó su bolso en el que llevaba sus cosas.

– ¿Realmente creíste que podías salirte con la tuya? ¿Qué seríamos estúpidos y no nos daríamos cuenta? – Camille continuó, sosteniendo la foto del periódico. – Sabemos que eres tu. El que bailó con el príncipe. Al que le pidió matrimonio. El que se escapó de la casa aun sabiendo las consecuencias. –

Teniendo suficiente, Alec cruzó la habitación y se paró enfrente de ellos.

– ¿Y qué? Eso significa que el Príncipe de Idris me quiere a mi, no a ti. Nunca tendrán que volver a verme. ¿No les haría eso feliz? –

– Oh, niño estúpido, – Valentine chasqueó la lengua. – Aun vives en mi casa y aun debes obedecer mis órdenes. Y no te olvides de tus queridos hermanos. Isabelle y Jonathan pagaran por eso, te lo juro. –

Alec no tuvo tiempo de reaccionar, antes de que Valentine que tomara de la muñeca y lo estrellara contra la pared.

– Lo único que se interpone entre mi hermosa Camille y el Príncipe, eres tu. No puedo matarte. Eso levantaría muchas sospechas, no. Pero si pagarás las consecuencias. –

Valentine le jaló de la muñeca y le arrastró por las escaleras. Alec no se molestó en gritar. Sabía que si lo hacía, el único ahí era Sebastián, y entre ellos dos juntos, Alec no tendría oportunidad.

Alec conocía a la perfección la casa, por lo que supo que le estaban llevando al sótano que nadie utilizaba. Le lanzaron por las escaleras y Alec gritó de dolor cuando golpeó el piso, sangrando de la boca y golpeándose el hombro.

Valentine y sus hijos bajaron las escaleras lentamente, volviendo a tomar a Alec de la muñeca e ignorando el dolor en su hombro.

– Ahora, – Valentine dijo, mientras Alec se retorcía de color. – Voy a llamar a un amigo del norte. El se encarga... de cosas un poco ilegales. Y siempre necesita esclavos para su trabajo sucio. No durarás ni una semana, – Valentine rió malvadamente, tomando una cadena que estaba en la pared, y poniéndola en el tobillo de Alec

– No te ... saldrás con... la tuya, – Alec escupiendo la sangre de su boca.

– Ya llevaba planeando esto desde hace un tiempo. Así que no tardará en llegar. No te pongas muy cómodo, en unas horas estarás muy lejos del reino, – Valentine y sus hijos subieron las escaleras y antes de que cerraran la puerta, Valentine se giró. – Gracias por tus años de servicio, Alexander. Se extrañará tu trabajo, – dijo, sarcásticamente.

Y los tres se fueron, cerrando la puerta y dejando a Alec en la oscuridad.



Camille se encontraba sentada en su silla favorita, peinando su cabello. Desde que había visto la foto lo había sabido. No sabía como lo había hecho, pero no había dudado en decirle sus sospechas a su padre, quien después de un rato, le había creído.

Ahora iba a ser enviado lejos. Y aunque iba a perder su mejor forma de diversión, al menos tendría oportunidad con el Príncipe. Si Magnus no se quería casar con ella, tampoco iba ser feliz con su sirviente.

Su padre y su hermano estaban sentados con ella en la misma habitación, cada quien en sus propios asuntos. El hombre que vendría por Alec llegaría en menos de una hora. Solo les quedaba esperar.

Cuando sonó el timbre, ninguno hizo ningún intento de moverse.

– Oh supongo que ahora que Alexander está indispuesto, tendremos que buscar su remplazo, – masculló Valentine. – Sebastián, ve y abre la puerta. –

Sebastián se levantó de malas, pero fue a abrir la puerta.

– Oh, mierda, – escucharon decir a Sebastián cuando la puerta se abrió. Camille y Valentine se miraron con pánico y corrieron a ver que pasaba.

En su entrada, estaba un hombre alto y musculoso, rubio y de ojos dorados. Todos inmediatamente le reconocieron.

– Hola Sebastián, – dijo, con voz vacía. – Valentine, Camille. Tiempo sin vernos. –

– ¡Jonathan! – exclamó Valentine, intentando recomponerse. Camille se quedó completamente en silencio y Sebastián seguía en shock. – Querido. ¡Te hemos extrañado! –

– Corta la mierda, Valentine, – dijo una mujer detrás de Jace. Camille inmediatamente la reconoció.

– Pequeña Izzy, – Valentine tartamudeó. – ¡Cuánto has crecido! – Jace no dejaba de observarles con desprecio e Izzy solo miraba alrededor.

– ¿Qué han hecho con mi hogar, idiotas? – ella masculló, viendo alrededor.

– Aun más importante, – dijo una tercera voz, que Camille inmediatamente reconoció. – ¿Qué han hecho con Alexander Lightwood? –

Ahí se encontraba Magnus Bane, vestido como todo un príncipe y con su dorada corona, viéndoles a todos ahí con disgusto.

– ¡Su Alteza! – exclamó Valentine. – ¿A qué debemos el honor de su presencia? –

– ¿Por qué no me impresiona verte aquí? – preguntó Magnus, viendo con asco a Camille. – Te lo preguntaré una vez más, Valentine Morgnestern, ¿dónde está Alexander Lightwood? –

– No estamos seguros, su Alteza, – dijo Valentine, sin ver al príncipe a los ojos. – Tenemos miedo de que algo le haya pasado...–

Por un segundo Magnus se vio asustado, y preocupado, pero luego volteó a ver a Jace e Isabelle. Ellos les miraban sospechosamente, como si no les creyeran.

– ¡Mentiroso! – gritó una voz desde la cocina. Dos mujeres enojadas y con sus caras rojas salieron de ahí.

– Nosotras le vimos esta mañana, Su Alteza, – dijo la rubia, respirando entrecortadamente. – El nos contó que usted le estaba buscando. Así que fuimos al pueblo para escribirle una carta, cuando vimos pasar su carruaje. Entonces venimos corriendo rápidamente. –

Magnus sacó su espada y apuntó con ella hacía la garganta de Valentine.

– Magnus, – una mujer de cabello azul le advirtió, mientras que Jace y el otro hombre que iba de verde también se ponían en guardia.

– Contéstame, o te mato, – Magnus le advirtió a Valentine, haciendo énfasis al presionar aun más su espada contra la garganta de Valentine.

Nadie dijo nada. Camille sabía que su padre preferiría morir antes de ir a la cárcel por todo lo que había hecho, pero ella no estaba dispuesta. Aunque ella no fue la que habló.

– Está en el sótano, – susurró Sebastián desde atrás. – Alec está en el sótano. –

– ¡Traidor! – exclamó Valentine, tratando de atacar a su propio hijo. Magnus giró su espada y con el mango golpeó la cabeza de Valentine, haciendo que cayera al piso.

– ¿Quieres arrestarlo? – preguntó Magnus, girándose hacía Jace.

– Será un honor, Su Alteza, – contestó Jace. Magnus asintió y luego corrió intentando buscar el sótano.

– ¡Es la tercera puerta a tu izquierda! – gritó Isabelle, mientras ayudaba a su hermano a arrestar a las personas que habían separado a su familia.

Magnus llegó a la puerta pero esta no abría, así que de una patada rompió la puerta. El sótano estaba completamente a oscuras. Magnus bajó las escaleras, buscando en la oscuridad hasta que visualizó una figura acurrucada en la esquina, encadenada a la pared.

– Alec, – susurró, casi llorando cuando su amado alzó el rostro para verle.

Un lado de su rostro estaba cubierto de sangre. Su brazo derecho lo tenía agarrado como si le doliera demasiado. Magnus se apresuró y cruzó la habitación, tomando a Alec del rostro, sin importarle la sangre, y besándolo.

– Magnus, – Alec susurró contra sus labios, acariciando el rostro del príncipe sin poder creerlo. – Magnus, Magnus, Magnus. –

– Shh, te tengo Alec, – Magnus tomó su espada y cortó la cadena de la pared, luego le abrazó, sentándose contra la pared y colocando a Alec en su regazo, casi llorando por la condición de su amor.

– ¿Por qué te tardaste tanto? – Alec alzó el rostro y le dio una cansada sonrisa. Magnus le limpió la sangre del rostro y soltó una risita, besándole la nariz con cariño.

– Bueno, todo hubiera sido más sencillo si alguien se hubiera quedado a escucharme anoche. No tienes idea las locas coincidencias que sucedieron, – dijo Magnus, y Alec suspiró, recargando su cabeza entre el cuello de Magnus.

– Lo siento... de verdad lo siento...– murmuró Alec, pero Magnus rápidamente le calló, dándole besos en el rostro.

– No te preocupes. Se que tuviste tus razones. Y puedes decírmelas una vez que estemos fuera de aquí. –

Magnus se levantó, con Alec aun entre sus brazos, tratando de evitar hacerle más daño. Con cuidado, le llevó por las escaleras hasta la sala.

– ¡Oh por dios! ¡Alec! –

– Ponle aquí, – dijo la voz de Cat, señalando el sillón. Magnus rápidamente le colocó ahí gentilmente y Catarina comenzó a examinarle y tratarle, con ayuda de Clary, que también les había acompañado.

– Un gusto volver a verla, Srta. Loss, – susurró Alec, intentando sonreír. Pero terminó haciendo una mueca cuando Catarina le acomodó el brazo.

– Preferiría que fuera en otras circunstancias, Alexander, – ella contestó, calmadamente. – Pero también es un gusto volverá verte. –

Jace corrió a su lado e incluso con el cansancio y dolor, Alec inmediatamente reconoció a su hermano y sus ojos se agrandaron.

– Jace, – murmuró Alec sorprendido. Jace tomó el tobillo de Alec y le quitó el resto de la cadena.

– Encontré la llave en el bolsillo de Valentine, – le explicó. Después miró a Alec y le sonrió. – Hola hermano. Hace tiempo que no te veía. –

– Oh dios, Alec, lo sentimos tanto, – Izzy apareció con lagrimas en los ojos. – No teníamos idea. –

– Estás aquí, – contestó Alec, viéndoles a ambos sin poder creerlo. – Están aquí, ¿Cómo es posible...?– no terminó, ya que gritó de dolor cuando Cat curó una de sus heridas.

– Hablaremos después, ¿okey? – dijo Jace. Izzy besó la frente de su hermano y dejó que Clary continuara con su trabajo.

Magnus se sentó al lado del sillón, sin quitarle los ojos de encima a Alec. Cada vez que este hacía una mueca, Magnus la hacía también.

– ¿Podrían llevarse a los prisioneros al palacio y poner al tanto a Luke? – Magnus les pidió a los hermanos. – Yo no me iré aun. –

– Ragnor y nosotros nos encargaremos de que estos imbéciles se acomoden en sus nuevas celdas, – contestó Jace e Izzy asintió, viendo una vez más a su herido hermano y luego yéndose con los Morgensterns.

Por una hora, Cat y Clary trabajaron en Alec. Ninguna de sus heridas era demasiado grave, dado que llegaron justo a tiempo, porque si pudieron haberse puesto peor.

– Ambos tuvieron mucha suerte, – dijo Cat, mientras se sentaban, viendo a Alec dormir. – En la mañana ya podremos moverle, pero aun tienes que preguntarle que es lo que quiere. Técnicamente aun no te ha dado el si, – ella bromeó, y Magnus le golpeó juguetonamente el hombro.

– Aunque yo no me preocuparía, le has salvado de una muerte segura, – agregó Clary.

– Cierto, – masculló Magnus, tomando del brandy que habían encontrado en la cocina. – Solo desearía haberle encontrado antes. Si hubiéramos llegado más tarde, Alec podría...– Magnus no fue capaz de terminar.

– Pero no pasó, y ahora está contigo. Y tu talentosa mejor amiga lo dejará como nuevo para la boda. Claro, con la condición de que yo sea la dama de honor, – dijo Cat, divertida.

– Claro que lo serás, Cat. Creo que me quedaré aquí a dormir con Alec, – Cat asintió, viendo como Magnus se acomodaba sin despegar su atención de Alec.

Había sido un día bastante largo, pero el futuro prometía ser mejor.



A la mañana siguiente, cuando Alec despertó, lo primero que vio al abrir sus ojos fue al amor de su vida durmiendo a su lado. Bueno, Magnus estaba sentado en el piso, con la cabeza recargada en el sillón, pero aun así era la mejor forma de despertarse.

Estirando la mano, acarició e cabello de Magnus, viendo como su brazo derecho estaba vendado, y aunque aun dolía, no se comparaba con el día anterior. Tenía suerte. Sabía que no hubiera sobrevivido mucho con esa herida, y menos viajando. Magnus era como su ángel mandado del cielo para salvarle.

Mientras continuaba acariciándole el cabello, Magnus comenzó a estirarse. Al principio se veía algo desorientado, pero cuando vio a Alec, sus ojos se abrieron completamente.

– Alexander, – jadeó, arrodillándose rápidamente y tomando su rostro de las mejillas. Alec simplemente sonrió como respuesta. – ¿Cómo te sientes? –

– Mejor, – contestó. – Pero me gustaría tomar agua, – Magnus se levantó rápidamente y regresó con un vaso de agua. Ayudó a Alec a sentarse y lentamente le dio de beber.

– Estaba tan preocupado, – Magnus rió, tratando de sonar despreocupado, y fallando. – Estaba demasiado aterrorizado, con miedo de perder al hombre que amo. –

Alec le miró sorprendido. – ¿Me amas? –

– Claro que si, niño tontito. Si te hubieras quedado al baile, hubieras sabido cuanto, – Magnus presionó un suave beso en los labios de Alec, quien sonrió tristemente.

– Lo sé, siento haberme ido. Te lo diré todo. Te lo prometo. Pero primero, ¿dónde están mis hermanos? –

– Hay tanto que no te he dicho, – Magnus rió, tranquilamente. – Pero antes de todo, tengo que saber. Alexander Lightwood, – dijo Magnus, arrodillándose frente a Alec. – ¿Te casarías conmigo? –

Alec le miró con la boca abierta demasiado tiempo, tanto que Magnus comenzó a ponerse nervioso. Hasta que Alec sonrió.

– Si. Si quiero, – contestó, acercando a Magnus para darle un apasionado beso. Cuando se separaron, Alec agregó. – Oh, y solo para que lo sepas, yo también te amo. –



No tengo palabras para disculparme... la verdad es que en resumen no he tenido tiempo. Aun no lo tengo pero veo todos sus comentarios de que quieren que continue y me animan.

Ahora si les prometo que mañana subo el epílogo y ya les tengo nuevas historias (:

Perdónenme por la tardanza y espero que sigan leyendo mis historia💜

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