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Keren echó un vistazo general a toda la recámara. No tenía en mente encontrar algo sospechoso para encarar a Roch Tyler pero sentía mucha curiosidad de ver que había ahí. No obstante, la llamada hacia alguno de sus familiares era más urgente que husmear. Por lo que giró en redondo en busca del teléfono que le había dicho Roch y lo halló pegado a la pared sobre una mesa de madera muy pequeña. Se acercó rápidamente, colocó el teléfono en la oreja y comenzó a marcar el número de su tío Gabbe.
-¡Vamos, contesta!-exclamó, mordiendose la uña del pulgar.
"Buzón. La llamada será cobrada después del tono"
-¡Maldita sea!-masculló y colgó. Volvió a coger el teléfono y marcó el número de Beatrice, aunque bien, probablemente tampoco tendría éxito.
-¿Dig-a?
La voz cantarina de Beatrice surgió del otro lado de la línea pero un poco distorsionada.
-¡Beatrice, soy yo, Keren!-chilló con alegría que casi se le saltaron las lágrimas.
-N-o logro escuchar-te.
Había mucho ruido de por medio y Keren se desesperó.
-¡Soy Keren!-gritó.
-¿Keren?-preguntó Beatrice sobresaltada- ¡Dios! ¡Callanse es Keren! ¿Dónde diablos estás? ¿Estás bien? ¡Habla!
-No te preocupes, estoy bien y estoy en Los Ángeles, no se exactamente dónde pero estoy bien-la tranquilizó-solo te llamo para informarte que deben marcharse de inmediato de la casa.
-¿Qué ocurre? ¿Con quién estás? Ese chico y Allen, ¿están bien?
-Sí. Todos estamos bien pero...
De pronto, del otro lado de la línea se oyó como Beatrice le daba el teléfono a otra persona. Y Keren pensó que se trataba de su padre o de su hermano pero nunca pensó que escucharía una voz que la hacía temblar de pies a cabeza.
-Voy por ti. Y más te vale que hagas el maldito esfuerzo de decirme dónde estás exactamente-dijo Set con dureza.
Pálida, se quedó muda por unos segundos. ¿Qué carajos hacía Set en Nueva York? ¿Quién le había dicho dónde estaba? Tenía más de dos días recluida ahí y no era posible que Set ya estuviera en el país tan pronto.
-¿Vas a quedarte callada?-agregó él con incertidumbre-la batería de esta cosa está en un 10% y no tenemos tiempo. Dime dónde estás exactamente porque voy en camino por ti a Los Ángeles.
-N-No lo sé. ¿Cómo quieres que sepa?
-¿Con quién estás?-exigió saber con voz autoritaria.
-Con un tío. Él me está cuidando.
-¿Tío?-preguntó extrañado-¿Él te secuestró?
-No estoy secuestrada. O eso quiero creer pero resulta que tengo un tío. Es hermano de mi madre y estoy en su casa con Allen y Henry.
-¿Allen y Henry?
-¡Haces muchas preguntas!
-¡Quiero saber si estás bien, maldita sea!
-¡Estoy mejor que nunca!
-Escuché que le decías a mi hermana sobre huir. ¿A qué te refieres con eso? Habla claro y fuerte porque el teléfono está en altavoz y tanto tu padre, tío y hermano te están escuchando con atención.
A Keren le dio un vuelco el corazón y se sintió inmensamente feliz de saber que su familia iban en su búsqueda y estaban muy lejos de casa.
-Por ningún motivo vuelvan a la casa ni a Nueva York. Steve me dijo que en unos días irá a matarlos, así que...
-Mi amor-interrumpió su padre de repente. Su voz se escuchaba muy lejos-lo importante ahora es que vamos para allá. Y quiero que trates de ver dónde estás para saber con exactitud tu paradero.
-Papá, te extraño tanto-sollozó.
-Yo también, hija. Yo también y te quiero demasiado...
-Pues yo te quiero más-intervino Adam riéndose-pronto estaremos juntos de nuevo, hermanita. No te preocupes. Y me vas a contar eso de que tenemos un tío.
Keren rio por lo bajó y al cabo de unos segundos, se dio cuenta que la llamada se había cortado.
-¡No!-gritó y volvió a marcar pero al parecer el teléfono estaba fuera del área de servicio.
Dejó el teléfono por la paz y se tumbó en la cama. Miró el techo durante varios minutos y cerró los ojos.
Cuando despertó, notó que ya había anochecido y que alguien más estaba con ella en la habitación.
Se incorporó de inmediato y vio a Henry hojeando un libro a los pies de la cama con mucho interés. Estaba vestido con un pants negro y una camiseta blanca sin mangas. Tenía el cabello húmedo y desordenado.
-¿Desde cuando estás ahí?-le preguntó con voz ronca.
Él levantó la vista del libro y sonrió.
-Apenas entré hace como diez minutos. No quise despertarte.
Su rostro estaba muy limpio pero los rasguños y moretones aun los tenía demasiados frescos y lo ha cía lucir fatal.
-Dormiste muchísimo, ¿no?
-Sí. Y no tengo nada de sueño-Henry hizo una mueca-creo que no dormiré hoy. He encontrado este libro que es muy interesante.
Levantó la portada del libro en su dirección y ella leyó el título con las cejas alzadas "El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde".
-Un clásico-observó.
-Lo es. Me encanta.
Ella asintió y bostezó.
-¿Dónde está Allen?
-La señora Renny lo llevó a la cama-contestó, metiéndose de nuevo entre las páginas del libro.
-¿Estás a gusto aquí, Henry?
Él se quedó quieto un momento con la mirada aun sobre las hojas y luego apartó el libro y la miró.
-Solo estoy tratando de adaptarme. No me gusta este lugar, por si tenías el pendiente pero tampoco podemos salir corriendo como idiotas-dijo-nos matarían si eso pasara. O al menos a mí y a Allen. Ese tal Roch aparentemente es buena persona y te quiere pero estoy con la guardia en alto. Finjo llevar las cosas bien para no levantar sospechas-se frotó el puente de la nariz con desasosiego-te estoy cuidando, Keren. No dejaré que nada te pase, hermana. Solo hay que fingir que estamos bien y ya veremos como salir de aquí.
-Papá ya viene por nosotros-susurró ella, mirando a todas partes-pero es un secreto.
Las pupilas de su hermano se dilataron y tiró el libro al suelo para acercarse más a ella.
-¿De qué hablas?
-Hablé con él hace unas horas y tanto papá, Adam, tío Gabbe y...-se quedó callada, pensando en decirle sobre Set, pero decidió omitirlo porque no era importante-el caso es que ya están en camino pero no saben donde estamos y menos nosotros.
-¿Llamaste por medio del teléfono de esta casa?
-Sí.
-Si son lo suficientemente listos, guardarán el número y lo buscarán en el directorio telefónico de la ciudad.
-Ojalá que se les ocurra-bufó azorada y se encogió entre las sábanas.
-¿Sabes? Deberías cambiarte. Ese vestido es lindo pero muy incómodo para pasar la noche.
-Tienes razón pero tengo tantas ganas de cambiarme como de quedarme a vivir aquí.
Henry resopló y se levantó de la cama. Recogió el libro y se acercó a la puerta; mirándola por encima del hombro.
-Volveré cuando te hayas cambiado.
-¿Qué hora es?
-Las once con cuarenta minutos de la noche.
-A las doce probablemente me haya cambiado-le aseguró.
-Veré si puedo traer a Allen y así dormimos los tres aquí. La habitación que me "tocó" es muy extraña.
-De acuerdo. Toca tres veces cuando vuelvas.
La ropa que había ahí parecía haber sido comprada exclusivamente para ella. Del ropero sacó un pants color azul y una blusa de la misma tela y del mismo color manga larga. No sabía si era pijama o no, pero se lo puso y dejó el vestido en una silla.
Le habría gustado mucho tener su teléfono a la mano porque sospechaba que había WiFi. Cogió el mando de la tv y la encendió.
Estaba pasando la película de "El Dador de Recuerdos" y se acomodó en la cama debajo de las sábanas. Parecía estar en un hotel pasando unas buenas vacaciones.
"Toc, toc, toc"
Henry llamó a la puerta a las doce en punto.
-Pasa, Henry-le dijo.
La puerta se abrió y entró sigilosamente con Allen profundamente dormido en sus brazos. Lo dejó sobre la cama junto a ella y regresó a ponerle el pestillo a la puerta.
Keren le acarició la cara a su primo y lo acomodó a su lado. Enseguida el niño la abrazó como Koala y continuó durmiendo.
Henry se sentó de nuevo en el mismo lugar que había estado hacía veinte minutos y retomó su lectura a pesar de que la tv estaba encendida.
-¿No te perturba el sonido?-le preguntó.
-No. No estoy leyéndolo con detenimiento, no te preocupes-le aseguró y se arrastró al otro extremo de la cama. Allen dividía a los dos hermanos y cada uno estaba enfrascado en diferentes cosas.
-Ojalá no hayan cámaras ocultas aquí-murmuró Keren.
-Sería muy desagradable. Me haría cargo de destruirlas.
-Sí-asintió ella.
Vio la película hasta el final con Henry leyendo del otro lado de la cama.
Se había quedado tan absorta con la televisión que ni si quiera sabía que hora era.
Así que le preguntó a Henry y este le respondió vagamente mirando el reloj de su muñeca que estaba por dar las dos de la madrugada.
-¿No crees que deberíamos dormirnos?
-¿Ya tienes sueño?-preguntó Henry, desviando sus ojos del libro no muy feliz.
-No, pero puede que mañana nos ordenen a levantarnos temprano-dijo, mordiendose el interior de las mejillas.
-Duerme. Yo estaré un rato las leyendo con la luz de la lámpara.
-¿Estás seguro?
-Seguro-afirmó, mostrándole una sonrisa.
Entonces ella apagó la luz y él encendió la lámpara que había junto a la cabecera de la cama sobre el buró.
Un halo de luz iluminó la mitad de la habitación y Keren se acomodó junto a Allen con los ojos puestos en Henry. Él leía meticulosamente en las penumbras con algo de luz y parecía muy entretenido. Pasaba las hojas cada dos minutos y sonreía de vez en cuando. Se había acomodado con la espalda apoyada en la cabecera y ella podía verle perfectamente el perfil, pese algunas sombras que entrecortaban parte de su cara.
Y en ese momento Keren se sintió triste. Tener otro hermano aparte de su gemelo le resultaba emocionante pero a la vez deprimente. Extrañaba a Adam. Su otra mitad. Anhelaba tenerlo en el lugar de Henry para hablar sobre el pasado, recordando los buenos momentos para darse ánimos.
Sombríamente se limitó a imaginar a Adam yendo a su rescate con su padre con Set en un mismo coche, respirando el mismo aire y viéndose las caras.
Era imposible imaginar una escena así pero también era cómico.
Se imaginó la cara de desagrado por parte de su hermano y Set cuando cruzaban miradas o palabras entre sí. El rostro de su padre conteniendo las ganas de partirle la cara a Set y al tío Gabbe pasandola mal por la muerte de su esposa.
Aquella última imagen de su imaginación la hizo sentirse peor que nunca. Hasta en ese momento la realidad la golpeó con fuerza al darse cuenta que su tía ya no iba a volver. Estaba muerta al igual que su madre.
Acojonada por el sentimiento, lloró en silencio, derramando lágrimas amargas sobre la frente de Allen sin que el niño se diera cuenta de nada.
Por más que evitó soltar algún sollozo y no hacer ruido, no pudo controlarse más y dejó escapar un sollozo seguido de un hipido, que capturó la atención de Henry al instante.
Dejó el libro en el buró y se dio media vuelta para mirarla con los ojos estrechados. Ella fingió estar dormida y apretó los párpados con fuerza.
Sin embargo, sintió la tibia mano de su hermano sobre su mejilla al tiempo que le enjuagaba una lágrima.
-Sé que estás desierta-dijo él en voz baja-y quisiera saber por qué lloras.
Apartó su mano de su cara y esperó pacientemente a que respondiera.
Keren se limpió la cara con el antebrazo y suspiró.
-Quiero irme a casa, Henry.
-Vamos a irnos a casa, Keren-le aseguró-no llores por eso. No me gusta ver a las personas llorar.
-No lloro solo por eso-admitió. -¿Entonces por qué?
-Lloro porque no volveré a ver nunca más a mi tía Caroline-confesó, sintiendo como se arremolinaban las lágrimas de nuevo en sus ojos.
-¿Es la señora a la que le disparó ese sujeto de cabello rubio?
-Sí. Ella misma, además, no logro entender la capacidad de mi primo para continuar fuerte ante la pérdida de su madre. Es solo un niño de cinco años-sorbió por la nariz, negándose a llorar.
-Allen sabe bien que no es el momento para llorarle a su madre. Quizás ahora ha bloqueado ese dolor y cuando estemos a salvo, podrá llorar como se debe. Todos lo hacemos alguna vez. Bloqueamos el dolor para estar fuertes ante los obstáculos de la vida pero tarde o temprano llega el momento de dejar salir nuestros sentimientos.
-¿A-A ti te ha pasado?
Le costaba mucho verle en oscuridad, solo notaba leves rasgos de su cara por la luz de la lámpara.
Henry no contestó rápido. Se quedó en silencio durante, lo que pareció una eternidad, y luego su voz surgió en la oscuridad.
-En Austria...
-Espera, ¿eres de Austria?-le preguntó estupefacta. Él rio.
-Por supuesto. Soy Austríaco.
-¡Como papá!
-Sí. Fabuloso, ¿no?
-Sí, muy fabuloso. Ahora sí, continua-le instó.
-Bueno, el caso es, que me dedicaba a las peleas clandestinas para ayudar en la economía de la casa y evitar que mi madre se desgastara demasiado trabajando, más por su problema-dijo con cautela-yo no tenía lo que se podía decir amigos. Eran más como personas que me caían bien hasta llegar al punto de que su presencia me era agradable.
Keren lo escuchaba con mucha atención en la penumbra.
-Y ocurrió lo que no pensé que ocurriría-añadió con ironía-una noche llegó un chico al lugar donde eran las peleas en busca de un golpe de suerte. Y no es por alardear pero yo era el mejor de todos los que peleaban ahí, incluso me temían. Y para que el chico se ganara un lugar ahí, tenía que pasar por encima de mí.
-¡Huy, que malote!-se burló Keren y él rio.
-Entonces mandaron a llamarme y detuve mi próxima pelea para saber que pasaba. La verdad es que no tenía ni la menor idea que la nueva regla para entrar al club "Pehanopoma" que son las siglas de "PeleaHastaNoPoderMás", era vencerme.
-Vaya, que originales para el nombre.
-Lo mismo pensé cuando entré. Así que sin preámbulos me condujeron al centro del lugar en donde había tenido mi primera pelea y vi al chico que lo empujaban para reunirse conmigo.
-¿Lo hiciste pedazos?-preguntó ella con horror.
-Pues sí. No lo asesiné, puedes estar tranquila pero abogué a que entrara, puesto que me reventó el labio, siendo el primero en hacerlo. Y logró entrar-sonrió en la oscuridad, sumido en los recuerdos, pero Keren lo trajo de vuelta cuando le zarandeó el brazo-... ah y a mí me dejaron a cargo para entrenarlo. Él era menor que yo por tres años. Yo tenía en ese entonces diecinueve anos.
-¿Y qué más?-interrogó, ansiosa.
-Erial se volvió mi amigo. Mi primer amigo en todo el sentido amplio de la palabra-le tembló la voz.
-¿Y qué pasó con él?-se tensó, sabiendo ya la respuesta.
-Un año después de haber llegado al club y a mi vida, se enfrentó con un sujeto que le doblaba la edad y bueno... lo mató. Yo no pude creer que ese imbécil le hubiese quebrado la columna y el cuello a los cinco minutos de haber empezado a pelear-su voz se volvió trémula. Le costaba respirar-todos trataron de socorrerlo pero fue inútil. Me negué a llorar ese día. Llamé anónimamente a la ambulancia y me marché con todos los demás para que no nos apresara la policía. Durante semanas me negué a regresar al club hasta que mamá enfermó de influenza. Y no fue hasta que toqué el frío suelo del círculo de pelea tres meses después, lloré amargamente por mi amigo.
A Keren se le formó un nudo en la garganta y se imaginó a un Henry más joven llorando por su primer amigo.
-Lo siento mucho.
-Gracias. Pero no pasa nada. Sólo te lo conté porque probablemente Allen pase por lo mismo. Todavía falta que viva su duelo.
-En estos tres días o no sé bien-agregó ella con la garganta seca-me he dado cuenta que eres un buen chico. Eres digno de ser querido. Eres mi hermano y déjame decirte que no estás solo, a partir de ahora tu lugar está conmigo, con Adam y con papá. Vivirás con nosotros y...
De pronto la puerta emitió un sonido. Alguien la estaba forzando. Henry se llevó un dedo a la boca, indicándole que guardara silencio y alargó una mano para apagar la lámpara.
Retuvieron el aliento con los ojos como platos.
-Parece que está cerrada con llave, señor Tyler-dijo la señora Renny desde afuera-debe estar dormida.
-Estupendo. Aunque no le veo la gracia al encerrarse-la voz de Roch resonó en el pasillo-en fin, mañana le diré que está prohibido dormir con el pestillo puesto.
Oyeron sus pasos alejarse y dejaron escapar el aire contenido de sus pulmones.
-¿Qué pretendían hacer mientras dormías? ¿Espiarte?-masculló Henry, enojado.
-No lo sé. Pero te agradezco que hayas cerrado la puerta y que durmieras aquí conmigo y Allen.
-Es mejor estar juntos-volvió a encender la lámpara.
Intercambiaron unas cuántas palabras más y luego de unos minutos se desearon buenas noches.
Cuando amaneció, Keren se percató que tanto Allen y Henry no estaban en la habitación. Se tardó unos minutos en procesar lo que ocurría y cayó en cuenta que quizás Henry se había marchado con Allen antes del amanecer para que Roch o la señora Renny no los encontrara en su habitación y se sintió extraña.
Su medio hermano había compartido un momento triste con ella y se estremeció.
Fue al baño, se cepilló los dientes y se dio una ducha rápida. Se vistió con lo más simple que encontró y salió al pasillo con cautela.
La casa parecía estar vacía y no fue hasta que oyó el sonido de golpes contra algo suave y un jadeo al final del pasillo, que echó a correr horrorizada en busca del punto donde se oía esos petulantes sonidos. Se obligó a sí misma a calmarse.
Pero se dio cuenta que los golpes provenían del tercer piso, del estudio de Roch...
Subió como una loca la escalera y giró el pomo de la puerta con fuerza y entró dando traspiés.
El alma se le cayó a los pies al ver a Henry en el suelo hecho un ovillo, bañado en sangre. En su propia sangre. Y en un rincón del estudio a Allen lloriqueando.
Y por el rabillo del ojo miró a Roch mirando su ordenador con armonía.
-Oh, hija. Ahí estás-dijo con voz tranquila.
-¡Qué les has hecho!-gritó horrorizada y se arrodilló a Henry, que apenas podía respirar y escupía sangre al tratar de hablar. Allen intentó acercarse pero Keren lo miró, negando con la cabeza-¡Por qué lo golpeaste!-le espetó; mirándolo con desprecio.
-Él me buscó pelea-le informó con frialdad. Roch se había puesto serio y sus ojos oscuros mostraban cólera. Él daba más miedo enfadado que alegre-¿Lo ves?-ladeó un poco la cara y le mostró un círculo rojo alrededor de su pómulo derecho.
-¡Casi lo has matado!-chilló enloquecida.
-Tranquilizate-le ordenó con voz dura-estará bien. Pero tiene que respetarme. Yo no busqué una pelea. -¡Henry!-gimoteó ella ignorando las palabras de Roch. Le apartó el cabello de la frente y le limpió la sangre de la nariz y boca con la mano. Keren se había manchado las rodillas de sangre y las manos pero no le importó-¿Cómo quieres que esté de lo más feliz aquí contigo si has lastimado a mi hermano?-volteó a ver a Roch con rabia-quiero largarme de aquí. No quiero nada que tenga que ver contigo ni con el dinero que dejó mi abuelo.
-Eso no se va a poder, hija-agregó con voz dulce. Había recobrado su alegría y eso molestó muchísimo a Keren-eres mi sobrina y me haré cargo de ti y de Adam. Nada más.
-¿Qué hay de Henry y Allen?
-Si se comportan, también pueden vivir con nosotros. Ya he enviado a uno de mis guardaespaldas a prevenir a tu familia en persona.
-Pues ya lo hice, tal y como me pediste. Hablé con ellos por teléfono y ya no están en Nueva York. Se han ido.
El rostro de Roch se ensombreció.
-¡¿Estás loca?! ¡Lo envié también para traer a Adam!-gruñó-¿A dónde se dirigen?
-No lo sé-repuso, enviandole una gélida mirada y desafiandolo.
-Mientes. Sabes a dónde van y te ordeno que lo digas.
Ella vio como su cabello canoso bien peinado se desordenaba por la manera en mover la cabeza al gritarle.
-Ya te dije que no lo sé-repitió con odio.
Entonces Roch chasqueó los dedos y en la puerta apareció uno de los hombres que había escoltado a Steve Blake con violencia el día anterior y dio un paso a ella con aire amenazador. Su rostro estaba lleno de cicatrices.
-Llévate al chico a su habitación y dile a Renny que vuelva por el niño de inmediato-ordenó Roch y el hombre asintió.
Keren no se atrevió a atacarlo ni a moverse cuando pasó junto a ella, decidido a llevarse a su hermano.
Lo cargó con facilidad sobre el hombro y Henry emitió un alarido de dolor mientras lo sacaba de la habitación escurriendo sangre de la boca por el suelo.
A los tres minutos entró la señora apurada. Ni si quiera miró a Keren. Agarró con delicadeza a Allen pero este opuso resistencia y le mordió el dorso de la mano con fuerza. La mujer gritó pero no lo soltó. Lo llevó a rastras a la puerta y Keren vio los ojos azules de su primo llenarse de lágrimas cuando lo llevaban lejos de ella.
Mordiendose los labios para no llorar, Keren miró de nuevo a Roch con furia y escuchó la puerta cerrarse.
-Matame-le dijo a Roch con asco. -¿Por qué habría de matarte?-preguntó él con sorpresa. Su rostro de nuevo había recuperado su expresión habitual y dulce. A Keren le dio náuseas.
-No nos caemos bien. No somos compatibles.
-A mí me caes bien.
-Pues tú a mí no, fíjate.
-Es una lástima-sonrió con ternura-pero no saldrás de aquí. Ni si quiera muerta.
-¿A qué te refieres con eso?-apretó las mandíbulas y los puños.
-Juré protegerte a ti y a tu hermano.
-¿A quién se lo juraste?
-Al abogado de mi padre cuando me entregó su testamento hace poco más de un año.
-Mi abuelo murió hace mucho tiempo. Es ilógico que apenas el testamento haya caído en tus manos.
-Pues el abogado que me lo entregó es hijo del abogado oficial de mi padre que también murió hace años y le dejó a su único hijo la tarea de buscarme o buscarlos.
-Vaya, que mala suerte de encontrarte.
-Sé que me detestas por lo que le hice a ese chico-dijo con optimismo como si hubiera razón para que sonriera-pero él no es tu hermano completamente. Será hijo de tu padre pero no es nada mío ni de tu madre. Así que no le llames hermano. El único hermano que tienes es Adam.
-Y pensar que me habías caído bien al principio pero resultaste ser igual de cerdo que Steve Blake.
-Lo único que quiero es tu bienestar.
Pero ella le volteó la cara. No quería mirarlo. Le repugnaba ver su cara cincelada y ruda, sus tatuajes, su mirada oscura similar a la de su madre. No quería nada. Quería irse de ahí.
-¿Me permites ir a ver a Henry?-preguntó con voz ahogada. Ya no podía soportar más las lágrimas.
Roch apretó los labios y por un instante tuvo compasión por su sobrina.
-Ve. Anda, ve a verlo-le dijo mecánicamente y sin atreverse a mirarla cuando ella salió corriendo del estudio.
Se quedó quieto mirando el lugar en donde Keren había estado enfrenandolo y tragó saliva. Se llevó ambas manos a la cara y negó con la cabeza.
-Dios. ¿Qué estoy haciendo?-murmuró-es solo una niña.
Keren bajó hecha una fiera por la escalera y se dirigió a la habitación de Henry donde aquel hombre escoltaba su puerta con la cara inexpresiva. La miró con desdén y ella lo apartó de un empujón de la puerta sin pensar en las consecuencias. Pero el hombre no la atacó, sino que volvió a situarse en el mismo sitio.
Se apresuró a entrar por si el tipo cambiaba de opinión y ahogó un grito.
Henry estaba tendido sobre una cama con la cara vuelta al techo y respirando bocanadas de aire que se mezclaba con la sangre, impiendo que respirara con normalidad.
Llorando, se acercó a él y reuniendo todas sus fuerzas, lo sentó con la espalda en la cabecera para evitar que continuara atragantandose con la sangre.
-Estoy... bien-logró decirle. Una débil sonrisa cruzó sus labios manchados de sangre seca y un poco fresca.
-Voy a limpiarte la cara-le avisó y giró en círculos sin saber donde buscar algún pañuelo o trapo para mojarlo con agua. Encontró una playera en el suelo y sin miramientos entró al baño. La humedeció y luego corrió a la cama. Comenzó a limpiarle la nariz, labios, frente; cejas y el cuello. Entre más miraba la piel herida de su hermano, más ganas le entraban de matar a Roch y de bailar break dance sobre su maldita tumba para hundirlo más en la tierra y no ver nunca más su patética cara atractiva.
-¿Cómo fue que te lastimó?-le exigió saber en un hilo de voz-¿Puedes hablar?
Él asintió con los ojos cerrados. Le temblaban los párpados.
-Me descubrió saliendo de tu habitación antes del amanecer con Allen. Nos obligó a subir a su estudio y nos habló tranquilamente. Hasta que Allen le soltó una grosería y Roch enloqueció. Trató de golpear al chico y arremetí contra él.
Keren se quedó helada con la playera a varios centímetros de la cara de Henry.
A decir verdad, la playera blanca que él llevaba puesta estaba tan manchada de sangre parecía ser verdaderamente roja.
-¿Te refieres a que la paliza que te dio a ti, iba dirigida a Allen?-entornó los ojos con horror. Henry asintió con pesar e hizo una mueca.
-Pero gracias al cielo logré evitarlo. Él no lo hubiera resistido.
-¿Cómo fue que te golpeó? Estas heridas son más bien cortadas-le dio una punzada en el corazón tan solo contemplar la cara magullada de Henry.
-Con sus puños. Se puso un par de anillos con piedras filosas y eso intensificó más su salvajismo. Luego que terminó de darme la paliza, se los quitó y se sentó en su escritorio tal y como lo hallaste.
-Voy a matarlo-prometió con voz ácida.
-Te ayudaré a hacerlo.
-¿Y por qué no te defendiste?
-Porque no quería que Allen presenciara más violencia y también porque no quería que luego Roch tomara represalias sobre ti si en caso lo dejaba moribundo.
-Te admiro mucho. Prefieres sufrir por el bien común en vez de defenderte.
-Tienes que entender que si yo estuviera solo, obviamente me hubiera defendido y me hubiera cargado a todo imbécil que viviera en esta casa, pero están ustedes también. A lo mejor por mi estupidez iban a salir involucrados.
-Estás aquí por mi culpa, no lo olvides-le recordó.
-No te eches la culpa-arrugó la nariz al intentar acomodarse mejor-pronto saldremos de aquí. Ya viene nuestro padre, él sabrá que hacer.
Y Keren no pudo evitar soltar una risilla cómplice. Henry sonrió débilmente.
-Le dará tal paliza a Roch que va a desear no haber nacido-canturreó, emocionada.
Henry rio pero gimió de dolor y tosió.
La poca alegría de Keren se esfumó y con seriedad continuó limpiandole la cara.
-Necesitas cambiarte de playera.
-Parece que el verdadero color fuese rojo, ¿no?
-Ya no hay rastro de color blanco en tu playera-musitó. Y azorada, rebuscó ropa limpia en los cajones y encontró una playera del mismo tipo pero color azul-¿Puedes mover los brazos?-le preguntó. Él asintió y alzó sus musculosos brazos por encima de la cabeza. Keren le quitó la playera empapada de sangre y la tiró al suelo. A continuación le colocó la playera limpia lentamente y suspiró al verlo un poco mejor. Él volvió a cerrar los ojos con los brazos sobre el pecho.
Se quedó un rato contemplando su magullado rostro y después se dirigió a la puerta al verlo dormir pesadamente. Necesitaba urgentemente alcohol, algodón y vendas, ya que de su nariz y labios había comenzado a brotar de nuevo sangre y en poco tiempo volvería a mancharse y a desangrarse.
Salió al pasillo y no vio rastro del guardaespaldas. Aprovechó a inmiscuirse por el largo pasillo en busca de la señora Renny. Estaba segura que ella sabía donde estaba el botiquín de primeros auxilios o algo que pudiera ayudarle.
Y la encontró cuando bajaba la escalera del tercer piso. Y cuanto sus miradas se encontraron, se apresuró a bajar casi corriendo.
-¡Oiga!-le gritó Keren y la agarró con rudeza del brazo. La mujer chilló y la miró con los ojos desorbitados. Había cierto terror y miedo en su mirada que la dejó perpleja pero no la soltó-¿dónde hay un botiquín de primeros auxilios? Mi hermano está muy herido y...
-Calme, señorita-pero sonó más como si ella se lo estuviera así misma y su rostro demostró alivio-voy por él. La veo en la habitación del joven en diez minutos.
Esperó a que bajara al primer piso y regresó corriendo a donde estaba Henry. Él continuaba descansando pero su rostro de nuevo estaba manchado de sangre y tuvo que repetir la misma rutina de buscar una playera limpia para quitarle la sangre de encima.
Su rostro comenzó a perder color. Cada vez estaba más pálido. Cada minuto que transcurría y la sangre no dejaba de brotar.
Se impacientó. Pero se llevó la sorpresa de ver a la señora en el umbral de la puerta con una caja en las manos que una cruz roja pintada en el centro.
-¡Por favor, pase!-le dijo. Y la mujer entró con sigilo. La pena por Henry se reflejó en su rostro y se arrodilló frente él.
Colocó su palma sobre la frente del chico y apretó los labios. Él había comenzado a sudar y sus mejillas, a pesar de estar pálidas, tenían cierto rubor.
-Tiene mucha fiebre-le informó la señora Renny con preocupación-quizás se debe a que perdió mucha sangre por las heridas que tiene. Aquí hay antibióticos con todo lo necesario para que se recupere. Pero está en él si tiene la fuerza para soportarlo.
-Él es muy fuerte-repuso Keren a la defensiva. La mujer asintió y abrió el botiquín.
Se limpió las manos con gel antibacterial y sacó una botella de alcohol, un paquete de algodón, vendas y gasas. Pequeños frascos de cristal que tenía nombres extraños. Keren leyó varios que decían ampicilina, penicilina y paracetamol. Los demás eran nombres extraños y difíciles de pronunciar.
Renny trató aproximadamente veinte minutos curando a Henry mientras este gruñía y siseaba de dolor. Había abierto los ojos con desesperación al ver a la señora pero se tranquilizó cuando vio a Keren sostenerle una mano junto a él.
Terminó con varias gasas en la cara. Y mucho alcohol y yodo.
La señora le llevó agua y le obligó a tragarse varias cápsulas.
Al término de su trabajo, le revolvió el cabello a Henry con angustia y abandonó la habitación.
Henry miró perplejo a Keren y esta también lo miró de la misma manera.
-Esa mujer es muy extraña.
-Pero al menos te ha curado. Ahora solo debes reposar.
Unos gruñidos desde el interior de sus estómagos los hizo reír.
-Voy a tratar de atacar la nevera y traerte algo de comer-dijo ella, deslizándose fuera de la cama pero Henry la agarró del antebrazo.
-Ten mucho cuidado.
-Claro que sí-le aseguró y se inclinó sobre él, dándole un beso en la frente.
Salió de la habitación y él la siguió con la mirada hasta que la vio desaparecer por la puerta.
Abrumado, sintió una presión dolorosa en el pecho al pensar que había sido un pésimo hermano al no resistir ante los golpes de ese hombre. Se suponía que él debía cuidarla, no al revés.
Además, se sentía extraño porque le había tomado demasiado cariño a su hermana en tan poco tiempo. Tenía que cuidarla, tal y como Adam haría en su lugar.
Y de pronto se sorprendió cuando sintió una sustancia caliente y húmeda deslizarse por sus mejillas hasta su cuello. Había comenzado a llorar y ni si quiera se dio cuenta.
Se apresuró a limpiarse la cara con la mano cuando escuchó los pasos de alguien acercarar y cerró los ojos al momento que la puerta se abrió.
-¡No te duermas!-exclamó con euforia y antes de abrir los ojos, sintió a alguien subirse a la cama-hemos traído bocadillos.
Abrió los ojos y encontró a Allen a varios centímetros de su cara, mirándolo con sus expresivos ojos azul eléctrico llenos de largas, rizadas y negras pestañas húmedas de lágrimas que había tenido acumuladas. El niño le sonrió, mostrándole una imperfecta dentadura en la que le faltaba un dientes. Y Henry frunció el ceño.
-¿Se te cayó un diente?-le preguntó con extrañeza.
-Sí. Lo tenía flojo y al morden una tostada, el diente salió volando-le explicó Keren-perdió su primer diente allá abajo hace cinco minutos.
-Ahora ya no podré arrancarle la mano a Roch Tyler-se quejó Allen haciendo pucheros-ya no tengo mi súper dentadura.
Henry y Keren rompieron a reír ante el inocente comentario de Allen y desayunaron los tres juntos.
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